ES.41091.AGI/21.14.5//ESTADO,89,N.90
Informe de Joaquín
Gómez de Liaño sobre la memoria presentada por el duque de San
Carlos, Embajador en Londres, de 27 de junio de 1818, sobre los
medios de pacificación de América. 8 h. en 4º.
Pacificación.
Dictamen sobre la nota
del embajador duque de San Carlos, dado por Javier Gómez de Liaño.
Excelentísimo señor.
El Rey quiere que la
Junta le informe con urgencia acerca de la memoria que el embajador
duque de San Carlos ha dirigido desde Londres el 27 de junio último.
Si la gravedad del asunto no excusase suficientemente mi celo, yo me
abstendría de dar mi dictamen particular en la materia, y sujetaría
mi opinión en un todo a la conocida sabiduría y acierto de las
medidas que anteriormente ha propuesto la Junta; pero los males
inmensos que por todas partes afligen a nuestra triste patria, exigen
que todo español honrado levante su voz enérgica hasta el Trono,
para precaver la ruina que amenaza.
Por desgracia la Junta
no podía dejarse convenir con el duque sobre los tres punto
esenciales que abarca su memoria: a saber, el espíritu de rebelión
que ha echado tan hondas raíces en toda América, la indiferencia o
tal vez placer con que todas las potencias de Europa miran su
emancipación, y nuestra casi absoluta impotencia para reducir al
orden a los facciosos. Tristísimos, son, señor, pero exactos los
coloridos con que se pintan nuestros negocios en Ultramar; y los
últimos sucesos de Chile añaden nuestros e inminentes riesgos en la
América del sur que no es posible disimular. ¿Quién ignora ya las
relaciones que unen a los reinos de Chile y del Perú, y que éste,
dependiente en gran parte de Chile que le suministra casi todos los
granos y otros artículos de consumo indispensable, no puede existir
largo tiempo en tan violenta situación? ¿Ni quién podrá
lisonjearse que el Perú, solo, exhausto de medios para guerra tan
porfiada, y abrigando en su seno el germen de la discordia que más
de una vez ha asomado su cabeza mortífera en algunas provincias,
podría a un mismo tiempo contener por un lado el Ejército de
Belgrano, y la insolencia pronto de San Martín, que amenaza llevar
el hacha de la rebelión hasta las puertas de Lima, protegido tal vez
por fuerzas extranjeras?
Yo
no me atrevería a suponer la cooperación extranjera para un
atentado que va a incendiar todas nuestras colonias del sur, y a
comprometer quizá toda la América, si la Memoria que debemos
examinar, y otros mil datos que abundamos todos, no me autorizasen
para ello más de lo que fuera de desear. Si la gratitud pudiese
dirigir las operaciones políticas de los gabinetes, la Europa toda,
que debe principalmente a la magnanimidad generosa del pueblo
español, el reposo y la felicidad que actualmente disfruta, la
Europa entera cooperaría eficazmente en nuestro favor para impedir
que la ingratitud ominosa de los rebeldes de Ultramar, rasgase
infamemente el seno afligido de la Madre patria. Pero la experiencia
nos acredita, y la razón nos convence amargamente, que solo el
interés de los pueblos que mandan es el movil de todos los
gobiernos; y la uniformidad de sentimientos con que el embajador
observa a todos los gabinetes de Europa respecto de las disensiones
de nuestras Américas, es la prueba más irrefragable de las ventajas
que conoce claramente les producirá la emancipación de aquellas, y
de lo mal segura que será toda esperanza, que no nazca en este
negocio de nosotros mismos. Es una verdad indisputable, hablando en
general, que la emancipación de todas colonia de su metropoli es
útil a las demás naciones, porque destruye el comercio exclusivo
que establece el sistema colonial, y debilita el poder de quien
fácilmente puede un día ser enemigo.
Sobre
el abatimiento y miseria a que ha llegado la monarquía española, y
que lamenta el embajador, es casi inútil toda reflexión. La Junta
no puede dejar de reconocerlos, y de llorar dolorosamente con todos
los buenos sobre el origen conocido de todos nuestros males que no
está en su arbitrio remediar. Pero yo hubiera deseado que el
embajador que se halla por tantos títulos hondamente penetrado de la
situación nuestra, hubiera dicho francamente al Rey nuestro señor
cuales esa medida enérgica que debe
dictar la sabiduría del Consejo y de sus ministros para remediar en
lo que sea posible una parte de loa males que están amenazando de
nuevo a la nación. Esta determinación,
añade el embajador, estando necesaria
cuanto que si se deja pasar la próxima oportunidad de apurar las
intenciones de los Soberanos que van a reunirse en el Congreso de
Aquisgrán, y de intersarlos en cuanto sea posible en la pacificación
de las Américas, no es fácil se presente otra ocasión más
favorable para combinar con ellos las medidas que crea deber tomar el
Gobierno para conseguir este importante objeto.
Este
lenguaje misterioso y la indicación reuna medida enérgica, que ha
reservado en su mente el embajador cuando escribía, casi dispensaría
a la Junta de dar dictamen sobre un punto que es preciso adivinar, si
los respetos debidos al Trono y el amor santo de la patria no
debieran hacer posponer toda otra consideración, y no obligasen
imperiosamente a la Junta a dar su voto, aunque en resumen, sobre las
diferentes medidas a que puede referirse el embajador, y que han sido
presentadas en distintas épocas al Gobierno.
Yo no creo que la
situación de las cosas pueda lisonjearse que las medidas de política
y beneficencia que en el estado actual puede tomar el Gobierno
respecto de sus colonias, sean suficientes para apagar el fuego que
las devora. Y si es indispensable la fuerza de las armas para
conseguirlo, es preciso que se dirija una expedición de dieciséis
mil hombres, por lo menos, en derechura al Río de la Plata, fuerte
para atacar o contener a un tiempo a los orientales y a los
portugueses, y para arrancar de Buenos Aires la raíz de la rebelión
que se extiende desde allí a toda la América del sud; expedición
que no sería ya conveniente enviara las costas occidentales después
de los desgraciados sucesos de Chile.
Pero el embajador
quiere que se interesen las potencias extranjeras en esta suspirada
pacificación, y yo no veo más que dos medos para poder conseguirlo,
y se reducen o a concederles el comercio en todo o en parte con
nuestras posesiones de Ultramar o a cederles alguna parte
considerable de los territorio que allí poseemos para que nos
auxilien en la pacificación, y nos garantices la posesión tranquila
de las demás.
Doloroso
sacrificio es por cierto abrir los puertos del nuevo mundo al
comercio de los extranjeros, pero sacrificio indispensable y que
reclama imperiosamente la política, el bien de la humanidad, y sobre
todo el abatimiento de nuestro antiguo poder. Pero jamás será mi
opinión la de aquellos que quieren repartir entre las potencias
extranjeras una porción considerable de nuestros dominios, ni mi
voto suscribirá nunca a esta infamia del nombre español, ni a la
injusticia ni a la impolítica que envuelve semejante idea. Sería
esto remediar una calamidad con otra más desastrosa; porque, sin
disputa, vale más las Américas se emancipen conservando en cuanto
sea posible las relaciones que la religión, las costumbres, y la
lengua han formado entre siglos, y han de conservar nuestro comercio
largo tiempo, y en cuanto el estado de nuestra agricultura e
industria lo permita; que venderlas vilmente al extranjero para que
nos cierre quizá sus puertos, y aflija con males sin limites de los
descendientes de nuestros padres.
Así me dictamen es que
la Junta proponga a S. M. como únicas medidas decorosas que
encuentra para la pacificación de las Américas, el apresto de la
expedición que he indicado sin perder los momentos preciosos que nos
restan, y haciendo si es preciso iguales sacrificios a los que
refiere la historia que costaron su descubrimiento y conquista; y que
para interesar en nuestro auxilio a las potencias extranjeras les
proponga desde luego la libertad del comercio con nuestras colonias
en los términos que la política y la conveniencia pública
prescriben. Madrid, 27 de julio de 1818.
Excelentísimo señor
Joaquín Gómez de
Liaño (rubrica)
Reservadísimo.
Excelentísimo señor.
Bien persuadido de los
conocimientos de V. E., y amor al Rey nuestro Señor, no dudo enviará
pronta y reservadísimamente el informe que de Real Orden pido sobre
los puntos siguientes.
Si por lo
adelantado de la estación u otras causas hubiera de retrardar la
slida de la Expedición preparada para el Río de la Plata hasta la
oportuna estación, ¿cuál será el uso más conveniente que
hacerse puede de las fuerzas navales reunidas, atendiendo al estado
de nuestras colonias, que es bien conocido de V. E.?
¿Sería
conveniente y practicable el bloqueo de Buenos Aires?
Supuesta la
afirmativa ¿qué fuerzas serían necesarias?
Espero pues del
acreditado celo de V. E.,me informe lo más pronto posible, y con la
exactitud, y claridad propias de su distinguido carácter, cuanto
tenga a bien expresarme sobre el particular.
Don Juan Latre, comandante de las Infantas Casa de los canonigos.
Don Antonio Pilón,
comandante de Hortaleza frente a la Escuela Pía.
Don Nicolás Estrada.
Don José Bustamante.
Don Fernando La Serna.
Excelentísimo señor.
En cumplimiento del
informe reservado, que de Real Orden me manda V. E., dar sobre los
tres puntos, que contiene su oficio del 26 del mes próximo pasado
respondo en el mismo orden lo siguiente:
Las fuerzas navale
reunidas convendrá conservarlas en Europa sí para el tiempo
oportuni ha de verificarse la salida de la Expedición preparada
para el Río de la Plata; pues de lo contrario, es muy expuesto, a
que no pueda cumplirse, cuando la buena estación, y otras buenas
causas lo permitan, por la gran distancia a que están nuestras
colonias de América, incidentes que allá, y en la navegación
pueden ocurrir, y por el mal estado en que debe tenerse, lleguen
muchos de sus buques, cuando regresen a Europa: se necesita sin
embargo de lo dicho, indispensablemente pronto en las aguas de la
Costa Firme de la América un número competente de embaraciones de
guerra: también convienen algunos buques en el seno mexicano, y
aumentar algún tanto, si es posible, la fuerza marítima que se
encuentra en el Pacífico,
Creo, sería
conveniente, y practicable el bloqueo de Buenos Aires, si los buques
a él destinados pudiesen salir y entrar libremente en el puerto de
Río de Janeiro, teniendo además el plenipotenciario del Rey
nuestro señor en aquella Corte los caudales necesarios, para el
acopio de víveres, y otro diversos artículos, que necesita
reemplaar, y consumir de continuo una Expedición marítima,
especialmente si se ha de permanecer cruzando muchos tiempo el
tempestuoso, y peligroso Río de la Plata: o si, volviendo
posesionarmos del puerto de Montevideo, pudiesen ya entonces entrar
en él los buques de la Diviión para el reemplazo de víveres, y
remediar las averías, que se sufren en aquellos mares con
frecuencia. Si no se consigue, o no puede efectuare uno ni otra,
tampoco puede absolutamente estabecerse con utilidad el bloqueo del
Río de la Plata; pues este dista mucho de nuestros puertos de
Europa, único recurso con que, en tal caso, podría contar los
buques mencionados del bloqueo.
Para bloquear
Buenos Aires en el caso primero arriba referido, serían suficientes
dos navíos, y cuatro fragatas, todos de sólida construcción, que
alternativamente se fuesen relevando en el crucero; y en el segundo
prodrían ser bastantes un navío, y tres fragatas: esto se
entienda, que es en el supuesto de continuar la buena inteligencia,
y armonía, que actualmente reina entre todas las potencias de
Europa, Brasil, y Estados angloamericanos. Y es cuanto alcando, para
decir a V. E., en constración a su mencionado oficio.
Dios que a V. E.,
muchos años, Madrid, y febrero 4 de 1820.
Excelentísimo señor.
Juan de Latre (rubrica)
Reservado.
Excelentísimo señor.
En cumplimiento de lo
que V. E., se sirve prevenirme de Real Orden en carta muy reservada
de 26 de enero último, y que recibí de sus manos en la noche de
ayer,, ppara que informe acerca de los tres puntos a que se refiere
el expresado ofiio, debo exponer a V. E., lo siguiente.
Si la Expedición
preparada para el Río de la Plata hubiese de retrasarse por lo
adelantado de la estación, u otras causas, sin renunciar
enteramente a ella, no puede hacerse uso de las fuerzas navales de
S. M., destinadas al efecto, porque el número de buques de guerra
es bien limitado, y debe emplazarlos en hostilizar a los corsarios
insurgentes en cualquiera de las costas de nuestras Américas,
frustraría aquella empresa, y otra de aquella naturalezaque deban
emprenderse, según lo exijan las circunstancias que el mejor
servicio de S. M.
Bien conocida es la
urgente necesidad de mantener fuerzas navales en Cartagena de
Indias,y demás puertos de Costa Firme y seno mejicano; como también
en los de Lima y Chile, para proseguir y acabar con los corsario
insurgentes, y cuidar que se halla en el caso de intentar
expediciones y desembarco de tropas en los puntos que más les
convenga, y que sin fuerzas superiores de la Marina Real no pueda
evitarse por las tropas de S. M., en una tan dilatada extensión de
las costas de aquellos dominios; y por lo mimo me pasa que deben
destinarse a este importante objeto el número de buques de guerra
necesarios que no hagan falta para la expedición preparada y demás
comisiones que se envíen preferentemente.
El bloqueo de
Buenos Aires solo puede ver conveniente, presciendo de nuestras
relaciones policiales, retardándose y no renuciando a la expedición
preparada, y con tal que los buques de guerra que deban emplearse en
dicho objeto, cuenten con segura arribada y buena acogida a los
puertos de Montevideo y Río de Janeiro, donde se les proporcionasen
viveres, reemplazando de todos los efetos de preciso consumo en la
navegación, y repaso de lo avisos que deben experimentar de resulta
de los fuertes temporales propios de aquella altura, que siendo de
consideración solo pueda remediarse en Río de Janeiro.
Supuestas las
condiciones establecidas en el artículo precedente, me prece
bastante seis buques de guerra para mantener dicho bloqueo, que no
deben ser de menor porte que fragatas o corbetas de fuerza para que
hostilicen con fruto a los corsarios insurgentes, y no faltar el
número de buques precisos para mantener el crucero, mientras que
los demás hacen viveres y reparación sus acciones en los propios
puertos intitulados.
Todo lo que he creído
debo manifertar a V. E., en cumplimiento de lo que tuvo a bien
prevenirme en su indicado oficio.
Dios que a V. E.,
muchos años. Madrid, 4 de febrero de 1820.
Excelentísimo señor.
Antonio Pilón
(rubrica)
Muy reservado.
Excelentísimo señor.
En virtud de la Real
Orden que V. E., se sirve comunicarme, en su reservadísimo oficio de
26 de enero, recibido en 9 del mes de la fecha; para que diga mi
parecer sobre los puntos que contiene su citado oficio, lo ejecuto en
cuanto alcancen mis cortos conocimientos.
En este supuesto,
refiriéndome a la pregunta que se me hace en el primer punto, si por
lo adelantado de la estación, u otras causas, se hubiera de retarsar
la salida de la Expedición preparada en Cádiz para el Río de la
Plata, hasta la oportuna estación, ¿cuál será el uso más
conveniente que hacerse puede de las fuerzas reunidas en Cádiz,
atendiendo al estado de nuestras colonias?
Respuesta = Me parece
que sin incluir las lanchas cañoneras en razón a la estación
presente, se podrían destinar a recorrer la Costa Firme, tanto por
el ánimo y valor que influiría su presencia en aquellos habitantes
que siguen en favor de la buena causa, y de S. M., como de
abatimiento y sorpresa de los insurgentes y armadores de corsarios.
Debiendo ser el objeto
de estas fuerzas sostener en cuanto les sea posible aquel Ejército,
batir y destruir la multitud de corsarios que infestan aquellos
mares, con incalculables males del comercio nacional; batiendo
igualmente cualquier punto de la costa dominado por los insurgentes;
si se hallase al alcance del tiro del cañón, y con fondo suficiente
para aproximarse los buques.
Concluida esta
operación, convendría que dichas fuerzas se dirijan al seno
mejicano, dejando allí una División de una fragata con dos
corbetas, y dos bergantines para recorrer dicho seno, haciendo contra
aquellos corsarios la operación indicada, restituyéndose después a
La Habana, incorporándose con la escuadra, la que sin detenerse en
el seno mejicano, se había dirigido en derechura al mencionado
puerto, por no exponerla a descalabros y averías, que seguramente
expermentaría, por la extraordinaria furia con que soplan los nortes
en la presente estación.
El comandante general
de la Expedición deberá regresar a Cádiz, sin detenerse en La
Habana, mas que el muy preciso tiempo para carar los buques de
tabaco, azucares y café, para resarcir en parte el costo del
armamento, bien sea por cuenta de particulares, o del Gobierno, si S.
M., lo aprobase.
En cuanto al segundo
punto sobre si el bloqueo de Buenos Aires, en practicable y
conveniente, creo muy oportuno, para mayor inteligencia de V. E.,
hacer antes una sucinta explicación de la localidad del Río de la
Plata, cuya extensión en su entrada es de 50 leguas, desde la isla
de Lobos hasta Punta de Piedras, que son los puntos que la forman.
En el promedio del río
se halla situado un bajo de poco fondo que nombran el banco ingles,
con mucha extensión de Este a Oeste, el que forma con la costa del
nore una canal, y otra con la del sur, por la que entran y salen las
embaraciones de Montevideo y Buenos Aires, en cuyas canales se
experimentan unas fuertes corrientes que se aumentan con los vientos
del segundo y tercer cuadrante, que son los más tempestuosos y
temibles, por la furia con que soplan en la estación del invierno, y
porque son contarios a la salida de dicho río, exponiendo a mayor
riesgo y perdida en el banco inglés cuanto mayores sean los buques,
porque las corrientes obran con mayor fuerza sobre ellos, a causa de
su calado, aproxiándolos al peligro, y del que no pueden libertase,
porque la furia del viento y la mucha mar que este levanta no
permiete regir la vela necesaria, sin exponerse a un descalabro
general, y por consiguiente la perdida se verificaría más pronto,
como lo acreditan los repetidos ejemplares de las muchas embaraciones
perdidas en el expresado banco inglés, por cuyas razones no debe
dudarse que el bloquoe en el Río de la Plata es impracticable en la
estación del invierno.
No así en la del
verano, cuyo bloqueo se puede practicar con una escuadra compuesta de
fuerzas capaces de oponerse a las que pueda traer un enemio que venga
de a fuera en auxilio de los insurgentes, con la precaución que la
escuadra se mantenga fondeada siempre que se experimenten calmas o
vientos bonancibles, para evitar el riesgo que pueden ocasionar las
corrientes, apromando los buques al banco inglés; por cuya razón
soy de parecer que no se practique dicho bloqueo más interesado en
el río, a no ser el ancla, por el más próximo peligro que hay de
varar, o de hacer repareaciones involuntarias que disminuyan las
fuerzas.
Pero en el caso que no
se tenga una seguridad prositiva de la neutralidad de los
portugueses, y verdadero concimiento de sus fuerzas, es necesario no
dejarlas por las espaldas al tiempo de batir la de los insurgentes,
bloqueando antes aquellas en Montevideo por medio de una línea de
los navíos de la Expedición fondeados al frente de dicha rada para
impedir su salida.
En cuanto se me ofrece,
o alcanza mi corto talento en respuesta al oficio de V. E., que he
recibido.
Dios que V. E., muchos
años. Madrid, 14 de febrero de 1820.
Excelentísimo señor.
Nicolás de Estrada
(rubrica)
Reservado.
Excelentísimo señor.
Me he enterado del
oficio de V. E., 26 del próximo pasado con toda la detención que
exige el informe que V. E., me pide de orden de S. M., contrayéndole
a los tres puntos que se expresan en él; y para cumplir debidamente
con las prevenciones que V. E., se sirve hacerme guardaré el orden
de copuar y responder a continuación a cada uno de los citados
puntos.
“Si por lo
adelantado de la estación, u otra causas, se hubiese de retardar la
salida de la Expedición preparada para el Río de la Plata, hasta
el tiempo oportuno, ¿cuál ería el uso más conveniente que
hacerse podría de las fueras navales reunidas, atendiendo al estado
de nuestras colonias, que es bien conocido de V. E.?”
Si acaso no hubiese
atenciones para emplearse una parte de estas fuerzas en conducir
pertrechos de guerra o remover tropas de unos puertos a otros en la
Península, e islas Baleares, y las Canarias, podría formarse una
División escogida y respetable compuesta de un navío, dos fragatas
y otros buques menores de un sobresaliente andar que dirigiéndose a
la América septentrional, recorriendo las costas de Puerto Rico,
Costa Firme, y los puntos de Trujillo, Campeche, Veracruz, y La
Habana para batir y apresar los buques enemigos que encuentren;
recibiendo al mismo tiempo las noticias que convenga para saber de
otros cruceros que tengan, y del estado en que se hallen aquellas
posesiones de S. M.
Si el tiempo que se
emplease en esta comisión pudiese combinarse en el de regresar para
cuando S. M., se proponga la salida de la Expedición, sería en mi
concepto conveniente, y económico a la Real Hacienda que esta
División cargase en Veracruz y La Habana de los caudales, frutos y
efectos que allí hubiese de cuenta del Rey nuestro Señor y de
particulares; dirigiéndose a este fin órdenes reservadas, y con
anticipación a los jefes respectivos para evitar demoras en la
carta, y que no se penetre por los enemigos el destino de estas
fuerzas hasta que se presenten en aquellos mares.
Considero asimismo que
sería conveniente reforzarse con otro navío las fuerzas actuales de
la América meridional destinándose el que se halle en el mejor
estado para montar el cabo de Hornos, con el fin de evitar las
arribadas y carnas que son en el puerto de El Callao muy costosas.
Entonces reunidos dos navíos de guerra con las fragatas y demás
buques de aquel apostadero no solo podrían ocuparse en cubrir las
costas al norte y sur de Lima, protegiéndose su comercio, si no
también en transportar; si los casos lo exigiesen, las Disiviones de
tropas de unos puntos a otros sin necesidad de los crecidos gastos
que cuestan los tranportes al Real Erario.
“¿Sería
conveniente y practicable el bloqueo de Buenos Aire?”.
No solo sería
conveniente sino de la mayor utilidad al servicio de S. M., que el
bloqueo propuesto fuese practicable en las circunstancias presentes
de aquellos dominios. Con solo observar la gran distancia de la boca
del Río de la Plata desde el lado de Santa María hasta la Punta de
Piedras en la costa del sur, y sin tener el puerto de Montevideo ni
el de Maldonado ni punto alguno de aquella costa para las
comunicaciones y auxilios indispensables, se convence de la
imposibilidad de poderse bloquear aquel río. El establecer los
cruceros de los meridianos o al oeste de las islas de Lobos y, de
Flores con la fuera e irregularidad de las corrientes, sin tener
apoyo alguno en la costa, ni creo podamos esperarlo en el día de los
portugueses, todo esto aumenta mucho los peligros que ofrecen
aquellos parajes por el escollo del banco inglés, el cual forma el
paso ordinario con dicha isla de Flores para dirigirse a Montevideo.
Bajo este concepto
omitiré contestar a V. E., sobre el tercer punto mediante a que
estoy por la negativa del expreado bloqueo, y concluiré exponiendo a
V. E., que las fuerzas restants que quedasen de las que se hallan
reunidas en Cádiz después de los destinos que dejo indicados para
una parte de ellas, siempre considero necesarias que ejecutan
aquellas, en el mismo puerto para ocurrir prontamente a las
atenciones imprevistas, sobre todo por el estado notorio de nuestas
colonias.
He procurado de esta
contestación cumplir la orden de S. M., y corresponder a la
distinguida confianza con que me ha honrrado por el conducto de V. E.
Dios que V. E., muchos
años. Madrid, 14 de febrero de 1820.
Excelentísimo señor.
José de Bustamante
(rubrica)
Reservado
Excelentísimo señor.
En la particular que de
Real Orden se sirvió V. E., comunicarme en 26 del pasado, a
comprender tres puntos, y para informar acerca de ellos como se me
pide, procederé guardando la debida precisión y separación de cada
uno.
Por el primero se
pregunta si por lo adelantado de la estación, u otras causas se
hubiese de retardar la salida de la Expedición preparada para el Río
de la Plata hasta la oportuna estación, ¿cuál sería el uso más
conveniente que pudiera hacerse de las fuerzas navales reunidas en
Cádiz, atendiendo al estado nuestras colonias?
Una vez dada la
hipótesis de haberse de diferir la Expedición; cualquiera que sea
la causa; no dudaría decir que es indispensable emplear los buquesde
guerra que existen en el puerto de Cádiz de modo que reporten alguna
utilidad, y que el destino preferente sería enviar un navío y dos
fragatas de las más veleras y mejor pertrechadas a recorrer el golfo
de México y limpiarlo de los corsarios y piratas que infestan y
arruinan el comercio; y que otra División igual se dirigiese desde
La Habana al mar de las Antillas, sus islas, costa de Tierra Firme,
Cartagena, Venezuela, Caracas, Margarita y Trinidad hasta las bocas
del Orinoco, por el propio objeto de impedir los auxilios de tropas,
armas, municiones y viveres que reciben los insurgentes y con cuyo
apoyo se hace a la Nación por algunas potencias una guerra más
injuta y funesta que si la hubiesen declarado abiertamente.
En
cuanto al virreinato del Perú y sus costas en el mar del Sur no
aparece por ahora urgente ni aún necesario el aumento de buques de
guerra; estando allá las fragatas la Esmeralda
y la Venganza
y las corbetas Sebastiana
con dos bergantines, y habiendo llegado después el navío San
Telmo y la fragata Prueba,
refuerzo que asegura y, decide la superioridad de nuestra Marina
sobre el enemigo y le imposibilita a emprender ningún desembarco, y
mucho menos ataque de tierra, comparado el número y calidad de sus
tropas con las que reune aquel jefe y las que componene el Ejército
Real del Alto Perú.
Caminando bajo el
propio supuesto de retardarse la Expedición, entiendo que convendrá
también establecer un crucero temporal de algunos buques de guerra
sobre el Río de la Plata para interceptar sus corsarios, y presas,
dando al mismo tiempo a sus comandantes la comisión de reconocer no
solo los puntos más a propósito para el desembarco, que son muchos
a la orilla derecha del río, sino además fuera de él sobre la
costa del mar Atlántico desde el cabo meridional de Santo Antonio
hasta la bahía de la Ascensión, en cuya corta distancia hay parajes
cómodos y seguros para el desembarco del Ejército y para poder
tomar la espalda y apoderarse de la ciudad de Buenos Aires,
frustrando todas las obras de defensa, baterías y atrincheramientos
que hayan proyectado a las margenes del río.
Debe contarse con que
una tercera parte de la escuadra no se separe de los puertos de
España, donde es muy esencial en la delicada situación presente,
por si ocurriese alguna turbación imprevista en los cuerpos
militares de Asturias, Galicia, Granada, Valencia, Cataluña u otra
de las provincias marítimas o sus inmediatas, poder acudir al
transporte de tropas y pertrechos que se necesiten, con la rapidez
que no es fácil verificar por cierta; y asimismo para dar convoy y
protección a las embarcaciones que se expiden por el comercio o que
regresan con cargamentos de la América a la Península.
El segundo punto de los
que contiene el oficio de V. E., en la pregunta de si será
conveniente y practicable el bloqueo de Buenos Aires.
En su contestación
debo manifestar que la escuadra que entre en el Río de la Plata no
tiene punto alguno de abrigo ni seguridad para poderse mantener
contra los vientos sudoestes que llaman pamperos sumamente violentos,
aunque por fortuna no muy frecuentes ni durables, pero suelen soplar
a la entrada de los inviernos desde el mes de mayo y en el rigor de
las mismas estaciones. Tampoco la navegación de aquel río deja de
ser peligrosa por el fondo variable que forman los bancos de arena
movedizos al encuentro de las corrientes con el flujo y reflujo de
las mareas, experimentándose algunas veces por su impetuosidad el
naufragio de buques mayores sin temporal. El único recurso para
resistir es el de las anclas, y cables en que aventajan los ingleses
por los abundantes repuestos, la mejor preparación y largura con que
construyen los suyos. Finalmente no permite el río la ejecución del
bloqueo a su embocadura por la inmensa extensión de cerca de
cincuenta leguas que consta del cabo de Santa María en la banda del
Norte al de San Antonio en la del Sur.
El tercer punto se
refiere a la pregunta de las fuerzas que serán necesarias para el
bloqueo en el caso que convenga y se pueda realizar.
Como del artículo
antecedente resulta la convicción de las dificultades invencibles
para llevar a efecto dicha empresa en el estado actual, se excusa el
examen del computo pedido en el contario sentido de la afirmativa.
Sin embargo añadiré que si la ambición portuguesa y sus antiguos
designios de usurpación no la hubieran sugerido los pretextos de
romper la demarcación de sus límites sobre el Río grande de San
Pedro y adelántarlos a Montevideo y, a la colonia que fue del
Sacramento con toda la parte oriental del Río de la Plata,
seguidamente al abrigo de aquellos dos puertos no sería
absolutamente impracticable el cortar a Buenos Aires la comunicación,
el recibo de provisiones y el tráfio ilícito de efectos de
contabando de gruesa que hacen las banderas extranjeras.
Por la provación de
aquellas propiedade de la Corona retenidas interinamente a ley de
depósito era muy propio que en principios de reciprocidad mandase S.
M., la escuadra y armamento en derechura desde Cádiz a tomar la isla
de Santa Catalina, como se hizo el año de 1776, y teniendo por vía
de vanguardia un excelente puerto para sus fuerzas navales pudiera
desde allí poner el bloqueo de Buenos Aires reemplazando los buques
destinados a él a medida que necesiten reparación o pertrechos y
viveres.
Es de presumir que el
delicado ánimo del Rey repugne toda apariencia aún la más leve de
invasión a pesar de la conducta del Gobierno del Brasil, y que la
opinión pública anuncia que existe un convenio con los porteños de
entregarles la plaza de Montevideo para su defensa al arribo de la
Expedición, y que además han aportado tropas en el territorio que
se extiende a la izquierda del Uruguay y a la embocadura en el río
Negro no sin sospecha harto probable que se propongan auxiliar a la
Capital.
Con presencia de todo
terminaré no omitiendo esperar francamente a V. E., que en mi
dictamen acabaría de un golpe el detestable ejemplo de la funesta
insurrección del virreinato de la Plata siempre que se activase la
Expedición y saliese prontamente, bien entendido que ninguna
estación impide que pueda ejecutarse con éxito favorable, y que
bastará llegue antes de fines de diciemre, pues lo contrario no es
mas que una mera preocupación tradicional, desterada con repetida
experiencias de los más hábiles navegantes modernos.
Asimismo estoy muy
persuadido que lejos de necesitarse veintidos mil y más homres como
sin fundamento se han agolpado en Cádiz con gravamen extraordinario
del erario y, con otros visibles detrimentos, es suficiente un
Ejército bien reglado y mandado de 12.000 hombres, con tla que
prevenido de antemado el virrey de Lima se combine simultáneamente
el ataque con todas las fuerzas del Ejército del Alto Perú que baje
por Córdoba del Tucumán y las que lleve la Expedición para el
desembarco, bien sea que éste se haga por la parte interior a la
derecha del río o bien por fuera en la costa del Atlántico más
abajo del cabo de San Antonio en la bahía o ensenada que se elija
sobre el país de Tuyú y las pampas hasta la de la Asunción: con lo
cual, como va antes manifestado se inutilizarían todos los trabajos
del enemigo, y sería ocupada sin resistencia por la espalda la
Capital, tanto más fácilmente cuanto es una población abierta sin
murallas ni otra defensa que un fuerte y batería cuyos fuergos solo
pueden servir contra los barcos a la banda del río.
Tal es el plan que de
preferencia me parece adoptable y capaz de disipar de una vez las
revoluciones que amenazan la pérdida de las Américas y que hijas de
una errónea política se fomentan con la licencia y la inmoralidad
de las emigraciones de Europa y carecieran de remedio al menor
descuido y dilación que se padezca en atajarlas.
Dios qu V. E., muchos
años. Madrid, 19 de febrero de 1820.
Excelentísimo señor.
Fernando de La Serna
(rubrica).
Reservado
Resumen
Para cumplir lo mandado
por V. M., en Real Decreto de 16 del mes próximo pasado, con motivo
del papel que pusieron en sus Reales Manos, manifestado convendría
dar destino a las fuerzas navales armadas en Cádiz si la Expedición
se retardase, y que este parece debía ser a la Costa Firme, seno
mejicano, y establecimiento de un bloqueo riguroso a Buenos Aires;
pedí además del informe del general Bustamante, otros del Diretor
General interino de la Armada, a dos oficiales de graduación de la
misma y a don Fernando de la Serna, a los cuales consideré con los
conocimientos necesarios para exponer lo conveniente en el delicado
particular que se trata en efecto lo han verificado conviniendo en lo
sustancial reducido a proponer que desde luego se envíen algunos
buques a la Costa Firme, seno mejicano y Lima a fin de destruir los
corsarios insurgentes y auxiliar las operaciones de guerra en
aquellos dominios.
En cuanto al bloqueo de
Buenos Aires todos unánimes informan presenta granes dificultades
por la localidad y cualidades del Río de la Plata, que lo hacen
impracticable al menos en la estación rigurosa o cuyo éxito no
corresponderá al objeto propuesto.
Por nota se dice que el
Almirantazgo en el año de 1818 expuso detallada y facultativamente
los obstáculos que ofrecía este proyecto por la enorme distancia de
nuestros puertos, lo difícil que parecía poder formar los
competentes establecimientos en la costa del Brasil para proporcionar
los auxilios indispensables a los buques, las sumas de consideración
que eran precisa con otras varias observaciones sobre los resultados
dudosos de la empresa. Por estas razones y otras que difusamente se
expresan en el expediente me incluía a proponer a V. M., convendrá
suspender dicho bloqueo máxime cuando en Marina no consta con
seguridad el estado de los navíos venidos de Rusia, y que es muy
conveniente se envíen con la posible brevedad a la Costa Firme, los
buques que V. M., tiene acordado, comisionando también alguno al
seno mejicano y Lima.
Señor.
El adjunto papel sin
firma ni fecha que se presentó a V. M., sin duda por persona que
desea su mejor servicio, contiene algunas reflecciones acerca del
destino que sería conducente señalar a las fuerzas navales armadas
en Cádiz, toda vez que las actuales circunstancias obliguen a
suspender indefinidamente la Expedición proyectada, y las medidas
que al intento convendría adaptar desde luego obrando con la mayor
reserva y con presencia de nuestras relaciones políticas con otras
potencias extraneras. Dos, dice, son las aplicaciones que podrían
dárseles, la una dirigida a reforzar al general Morillo como lo
exige con prontitud su sitación, y la otra a bloquear riguorosamente
a Buenos Aires a fin de cortar el comercio que hacen aquellos
revoltosos con los extranjeros, proporcionándoles estos, recursos
que alimentan, y sostienen la insurrección.
V. M., por Real Decreto
de 16 de enero último tuvo a bien mandarme que oído el parecer del
general Bustamente y examinados los antecedentes que existiesen en
Marina relativos al particular, presentase a V. M., el plan del
bloqueo de Buenos Aires, manifestado al propio tiempo, si permitiría
ejecutar este proyecto con seguridad nuetro estado político con los
Estados Unidos.
Para cumplir como debo
y deseo los soberanos preceptos de V. M., he creído conveniente
además del informe de Bustamente, instruir la materia con los del
Director general interino de la Armada, del brigadier de ella don
Antonio Pilón, del capitán de navío retirado don Juan de Latre, y
finalmente oyendo también a don Fernando de la Serna, Director
General de Correos, y de camino por las noticias que he considero
podrán tener de aquellos dominios y que me expondrían, como lo han
verificado, lo que convenga hacer con el pulso y tino que requiere la
importancia de la cuestión; a cuyo intento les pregunté en calidad
de muy reservado, ¿cuál sería el uso más conveniente, atendiendo
el estado de nuestras colonias que pueda hacerse de las citadas
fuerzas e mar, si por lo adelantado de la estación y otras causas se
retardase la Expedición del Río de la Plata hasta tiempo oportuno?
¿Si sería conveniente y practicable el bloqueo de Buenos Aires y en
tal caso que fuerzas las suficientes? En consecuencia, los generales
de Marina y los dos oficiales de la misma conviniendo esencialmente
en las ideas, me han expuesto la necesidad urgente que hay de enviar
cierto número de buques (Bustamante dice un navío, dos fragatas y
otros buques de sobresaliente andar; Pilón y Latre no los determinan
y el Directo general habla en el concepto de todas las fuerzas) a
recorrer toda la Costa Firme y el seno mejicano con objeto de
perseguir y aniquilar los muchos corsarios insurgentes que infestan
aquellos mares y protejan a los de tierra de todas maneras: que esta
División coadyuve asimismo si fuese necesario a las operaciones que
convengan practicar al general Morillo; cargando a su regreso a
Veracruz y, La Habana los caudales, frutos y efectos que allí
hubiera de V. M., o de particulares, previos los avisos oportunos a
las respectivas autoridades para evitar demoras, cuidando no se
trasluzca por los enemigos el destino de las referidas fuerzas.
Igualmente están
conformes la mayor parte, en que se comisionen algunos buques a Lima
a fin de tener una decidida superioridad en el Pacífico a favor del
comercio y también para transportar las tropas de unos puntos a
otros si las circunstancias lo exigieren.
En
cuanto al bloqueo de Buenos Aires todos manifiestan lo útil que
sería su realización, mas hacen varias observaciones sobre los
obstáculos que presenta; tales son la gran anchura de la boca del
Río de la Plata de cincuenta leguas proximamente, desde el cabo de
Santa María hasta la Punta de Piedras en la costa del Sur; no contar
con los puertos de Montevideo, Maldonado ni algún puerto de la cota,
para recibirr los auxilios indispensables y remediar las averías;
las corrientes vivas e irregulares que se experimentan y arrastran
los buques a los mayores peligros; los vientos tempestuosos en tiempo
de invierno; la situación del banco inglés y otros inconvenientres
que dificultan poderosamente en la rigurosa estación dicho bloqueo;
máxime se encuentran y prestan en el Brasil los socorros necesarios
para sostenerlo como corresponde fundado en estas razones Bustamante,
y opinando absolutamente por la negativa, se abstiene de señalar el
número de buques para el bloqueo; Latre comprende que en el caso de
su establecimiento podría cubrirse con dos navíos y cuatro fragatas
para que alternativamente se releven; Pilón propone seis bques de la
clase de fragatas y corbetas, y finalmente el Director General trata
del todo de las fuerzas armadas i se debe obrar contra las de los
portugueses; se recela de ellas. Don Fernando de la Sena en un largo
escrito manifiesta que bajo la hipótesis de haberse de diferir la
Expedición cualquiera que se la causa, no hay duda que debe darse
destino a los buques armados a fin que reporten alguna utilidad,
sienod de sentir se envíen un navío y dos fragatas de las más
veloces y mejor pertrechadas a recorrer el seno mejicano; que otra
División igual se dirija a las Antillas y Costa Firme con el objeto
que ya indicado: que las fuerzas navales que se hallan en el Pacífico
después de la llegada del Telmo
y el Prueba
parece son suficientes para mantener la superioridad en aquellos
mares: y que también supuesto el retardo de la Expedición,
convendría establecer un crucero temporal de algunos buques sobre el
Río de la Plata para interceptar los corsarios y sus presas, y que
al propio tiempo sus comandantes reconozcan no solo los puntos más a
propósito para el desembarco en la orilla derecha, sino además
fuera de él, en la costa que media esde el cabo de San Antonio hasta
la bahía de Ascensión, lacual ofrece parajes cómodos y seguros
para verificarlo y poder tomar la espalda y apoderarse de la ciudad
de Buenos Aires frustrando las obras de defensa que hayan proyectado
por la parte del río.
Por lo que respecta al
bloqueo expone con las mismas dificultades que los demás; pero añade
su antiguos designios de la demarcación de límites no hubiesen
tomado a Montevideo y parte oriental del Río de la Plata, con
probabilidad al abrigo de estos punto, no sería absolutamente
impracticable el cortar la comunicación a Buenos Aires; mas que
retenidas aquellas posesiones de V. M., por los portugueses como
depósito, parece muy propio que por principios de reciprocidad
mandae V. M., la Escuadra a posesionarse de la isla de Santa Catalina
como se ejecutó en 1776 bajo cuyo punto de apoyo podría
establecerse el bloqueo en cuestión, dudando que esta idea se admita
por el delicado ánimo de V. M., no obstante la conducta de la Corte
del Brasil y convenios que la opinión pública supone tiene con
aquellos rebeldes para el caso de verificarse la Expedición, y
concluye su informe, expresando que el remedio más seguro de poner
fin a la insurrección de dichos dominios es el activar la misma
Expedición disminuyéndola al número de doce mil hombres.
Nota.
Examinada la consulta
que el Consejo de Almirantazgo elevó a V. M., en 6 de julio de 1818,
y acompaño, relativa al particular, único antecedente que existe en
Marina acerca de él, me he impuesto que este Tribunal exponiendo
difusamente, en la parte facultativa, los inconvenientes que se
presentaban en aquella época para tamaña empresa, la considero sino
infructuosa a lo menos de dudosos resultados, en vista de a distancia
enorme de nuestros puertos, de las dificultades de poder formar en la
costa del Brasil los establecimientos necesarios a fin de
proporcionar auxilios a los buques y remediar sus averías, y la
principal de aportar las sumas inmensas indispensables para llevar a
cabo un proyecto semejante, para cuya rezalización estimo precios
tres navíos y cinco fragatas con grandes repuestos; pero aún cuando
tales obstáculos insuperables fuese dado vencerlos a costa de los
mayores esfuerzos y sacrificios, se me ha informado que no consta con
seguridad en el Ministerio de Marina el verdadero estado de los
navíos venidos de Ruisa, y por lo mismo no me atreveré proponerlos
a V. M., al efecto, siguiéndose de esto no ser bastantes los buques
existentes para cubrir todas las atenciones.
Las
circunstancias del tiempo en que informó el Consejo no han variado
esecialmente, puesto que se ofrecen los reparos que la localidad y
cualidades del Río de la Plata oponen, según todos informan y con
partcularidad el general Bustamante que ha permanecido en dichos
dominios con mando, por largo termino; no teniendo yo que añadir
otra cosa que conviene que las empresas correspondan al objeto para
que se designan prestando las ventajas en razón al dispendio a que
ascienden; y como esta presenta tan aventurado éxito, parece que
pues solo se trata de impedir el comercio de Buenos Aires, lo que
únicamente podría conseguirse en pequeña parte (como sucede con
frecuencia en los bloqueos) y quizás durante corto tiempo a causa de
los temporales del invierno y demás razones que quedan referida y
detalló el Almirantazgo, convendría suspender por ahora este
proyecto; mas, cuando son precisos sacrficios de gran tamaño,
estándose consumiéndose en la Escuadra los viveres de su repuesto
además de los que habrán gastado los sediciosos en la isla
deaquellos que existiesen ena Casería y por lo mismo tampoco puede
tener lugar el crucero que propone La Serna. Por el contrario es
urgente y conviene no se retarde; enviar a la Costa Firme, los buques
que V. M., tiene acordado por Marina, y que de ellos una fragata
pasea estacionarse en Cartagena de Indias como lo exije
imperiosamente la situación de aquel país, siendo también oportuno
lo verificase algún otro buque al seno mejicanointerín sale para
Veracruzel navío Asia
que se estáreparado en el Departamento de Cartagena y V. M., así lo
tiene dispuesto, auxiliaándose por la pronta habilitación de estas
expediciones con la gente y demás que necesiten, de los buques que
merezcan menos preferencia para comunicarlos. Tampoco debe olvidarse
será conducente que uno de los navíos o fragatas de mayor porte que
se hallen en mejor estado vaya al mar del Sur a fin que regresando a
la Península el buque de aquel apostadero que más urja carenar,
conservemos la superioridad que conviene en el Pacífico.
V. M., sin embargo
resolverá sobre todo lo que fuese de su Real agrado.
29 de febrero de 1820.
Reservado
Suponiendo que
difíciles y apuradas circunstancias obligan a la penosa resolución
de suspender indefinidamente la Expedición preparada en Cádiz, es
más importante el sacar un partido de los medios que a tanta costa
se habían reunido por ella.
Dos aplicaciones son
las que podrían hacerse de estos medios. La primera se dirijiría a
reforzar al general Morillo cuya situación pide urgentemente
socorros; la segunda tendría por objeto el formar un bloqueo
rigurosos en Buenos Aires que cortando el comercio que hace con el
extranjero, privaría a aquellos revoltosos de los recursos únicos
que les alimentan, y que consisten en lo que abundan en sus aduanas
las importaciones y exportaciones.
La Europa imparcial ha
extrañado que no hubiese España usado hasta ahora de este medio tan
legal en el Derecho positivo de las naciones, como eficaz para atraer
a su deber aquella coolonia revolcionada.
Refuerzos a Morillo:
las fuerzas que están ya embarcadas en Cádiz deberían salir
inmediatamente para La Guaira y Puerto Cabello.
De los transportes que
estuviesen más prontos y provistos se echaría mano para que
salieran de Cádiz y pasasen a puertos de Galicia donde tomaríana
bordo uno o dos Regimientos para llevarlos al mismo destino.
El Ministerio de Marina
cuidaría de dar la defensa que considerase suficiente a los buques
que saliesen de Cádiz, como a los que hubiesen de embarcar tropas en
Galicia.
Bloqueo de Buenos
Aires: como el Archivo de la Secretaría de Marina deba encerrar
necesariamente algunas memorias, notas y documento muy conducentes a
este objeto, convendría pedir y reinirlos.
Al mismo tiempo se
podría pedir al general Bustamente, que se halla aquí un informe
secreto sobre la practicabilidad del bloqueo, la fuerza que
necesataría, y los medios de atender a su provisión; sin perjuicio
que iguales informes se dirigieran con la misma reerva de otros
oficiales de marina cuya pericia y amor al Rey sean conocidos.
Observaciones generales
Uno yotro de los do
pensamientos indicados impostará mucho que se ejecuten, son la mayor
reserva, suponiendo en el público ser otros los destinos a que se
dirijen.
Para el uno y el otro
habrá de tener presente el estado actual de nuestras relaciones
políticas; sobre todo con los Estados Unidos y con el Brasil.