dilluns, 5 d’octubre del 2015

El franquismo: una larga posguerra

El día 1 de abril de 1939, Franco emitía el último parte militar en el que anunciaba el de fin de la guerra. El resultado final de la contienda fue la consolidación del régimen dictatorial que los sublevados contra la República habían empezado a construir desde octubre de 1936. Las autoridades republicanas o habían salido del país o se encontraban recluidas en las cárceles, repletas de personas del bando vencido, y en los campos de concentración, habilitados en esos años para albergar prisioneros.
El régimen implantado por Franco y los vencedores de la guerra perduró en España hasta 1975, año en el que murió el dictador. Si bien a presencia de Franco en la jefatura imprimió un carácter de continuidad a esta época, las instituciones no permanecieron inmóviles en los casi cuarenta años de pervivencia de la dictadura.
Se considera que el franquismo tuvo dos grandes etapas. La primera se desarrolló hasta 1959 aproximadamente y se caracterizó por el intento de establecer un Estado totalitario, que hasta el final de la Guerra Mundial se inspiró en el modelo fascista, y de dotar al país de autarquía económica. En torno a 1959 se produjeron una serie de cambios que llevaron a una nueva época, la del desarrollismo, y al intento de institucionalizar un régimen que pretendía hacerse pasar por un Estado de derecho.

1. La consolidación de la dictadura franquista
A medida que el conflicto proseguía, los discursos públicos y las inclinaciones políticas del caudillo de los nacionales tendieron crecientemente a adoptar el estilo y la sustancia del fascismo –esencialmente de la variedad italiana, y no alemana- pero nunca olvidó su naturaleza ecléctica e lo que más ampliamente fue denominado el Movimiento Nacional, es decir, los elementos diversos de militares, monárquicos, tradicionalistas, carlistas , políticos católicos e intereses de la clase media y de las elites que apoyaban a los nacionales. Auque Franco daría la impresión de inclinarse crecientemente hacia un fascismo más categórico en algunos aspectos de su política, durante el periodo que fue de 1939 a 1942, nunca dejó de sostener la alianza sincretista de facto de las diversas fuerzas y sectores que respaldaban su gobierno. Era también consciente que no era plenamente aceptado por todos los “camisas viejas” (miembros veteranos) de la Falange, cuya función contemplaba en términos más instrumentales que hegemónicos, y nunca olvidó que su principal base de apoyo se encontraba entre los militares.
Si una fue de inspiración política para el nuevo Estado brotó de una clase ecléctica de fascismo español, la otra fuente principal de inspiración cultural e ideológica procedía del catolicismo español, que se comprometió profundamente con la causa de los sublevados (con algunas raras excepciones) después de la gran oleada de terrorismo anticlerical que había marcado la primera fase de la Guerra Civil en la zona republicana. Los dirigentes eclesiásticos pronto bautizaron la lucha de los nacionales como una “cruzada” y la religiosidad pública rápidamente se puso a la orden del día. La práctica y la enseñanza católica fueron apoyadas prácticamente a todos los niveles del nuevo Estado, que pronto se convirtió de manera nominal en el más católico del mundo. El carácter de la dirección religioso proporcionada por la jerarquía de la Iglesia fue esencialmente tridentino y neotradicionalista, una especie de catolicismo fundamentalista que buscaba un renacimiento masivo público y privado del catolicismo en España, y no una reconquista, sino una recristianización.
Aunque la caridad cristiana podía ser practicada por algunas organizaciones eclesiales y por individuos católicos, el nuevo Estado al concluir la guerra civil, Franco no quiso establecer una dictadura militar transitoria como había sido la primitiva idea del general Emilio Mola, organizador fundamental de la rebelión de 1936. Su intención fue la de crear un nuevo Estado, "regenerador de España", que desterrara toda idea de liberalismo y de democracia liberal y, más aún, de comunismo, el gran enemigo vencido. Además, el nuevo régimen político se asentaba ideológicamente en una concepción unitaria del Estado, contraria a toda idea nacionalista o autonomista.

1.1. Un régimen totalitario
El nuevo régimen político de estableció como un sistema totalitario, sin Constitución y sin libertades democráticas, y en el cual todos los poderes se concentraban en la figura del Jefe del Estado, el general Franco. Se organizó un modelo político basado en la existencia de un partido único, FET y de las JONS, que tenía a su frente a un jefe del partido y del gobierno, dotado con el título de Caudillo y Jefe supremo de las Fuerzas Armadas. El sistema se inspiraba netamente en el de los Estados fascistas: Alemania e Italia, aunque a partir de 1945, tras la derrota de las potencias fascistas, las instituciones franquistas y la articulación de los poderes fueron cambiando pero sin perder nunca su carácter totalitario.
En realidad, Francisco Franco, vencedor de la guerra civil, había impuesto en España un modelo de Estado muy difícil de definir de forma estricta, pues era un híbrido o una amalgama de dictadura militar, Estado fascistas y monarquía absoluta sin rey. La voluntad dictatorial quedó bien patente a partir del desmantelamiento de todas las instituciones de la época republicana. Se suprimió la Constitución de 1931 y con ella todas las libertades individuales y colectivas, se prohibieron todos los partidos y las organizaciones sindicales y se abolieron los estatutos de autonomía de Cataluña y el País Vasco, a la vez que se prohibía toda manifestación de tipo nacionalista (lengua, partidos...).
La dictadura pretendió dar una imagen de legalidad con la promulgación de una serie de Leyes Fundamentales ya que en la España franquista no hubo nada semejante a una Constitución, al carecer de cualquier legitimación democrática. Este procedo de establecer unas leyes políticas básicas fue tan largo, que no concluyó hasta el año 1967 con la promulgación de la Ley orgánica del Estado. Las seis Leyes Fundamentales promulgadas por el régimen fueron el Fuero del Trabajo (1938), el Fuero de los Españoles (1945), que pretendían ser una especie de declaración de derechos, la Ley Constitutiva de las Cortes (1942), Ley del Referéndum Nacional (1945), la Ley de Sucesión (1947), que preveía una monarquía como sucesora del franquismo y la Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958).
Este poder en manos de Franco era en aquella época mayor que el de cualquier otro gobernante de la historia de España. Mientras que Mussolini estaba técnicamente subordinado al rey de Italia, Hitler retenía un Parlamento nominal y Stalin había promulgado una nueva Constitución soviética, Franco era el jefe de Estado absoluto con plenos poderes que podían ser ostentados indefinidamente. La ley de la Jefatura del Estado del 9 de agosto de 1939 declaró que retenía “de modo permanente las funciones de gobierno” y que solo estaba obligado a someter una nueva legislación a su propio gabinete “cuando razones de urgencia así lo aconsejen”. Aunque la sociedad y las instituciones españolas de posguerra no era estructuralmente totalitarias en términos de una propiedad o de un control gubernamental completo por parte del Estado, el régimen, en su propia teoría, comenzó como una dictadura personal más directa que la Italia fascista o que la de la Unión Soviética.

1.2. La estructura del nuevo Estado
En enero del año 1938, al tiempo que el Caudillo designaba su primer gobierno con la participación de falangistas, monárquicos y militares, comenzó la verdadera tarea de construir o institucionalizado el régimen. Franco era Jefe del Estado y del Partido y como tal era jefe del Gobierno, presidente de su Junta Política, a la vez que gozaba de poderes excepcionales para promulgar leyes en casos de urgencia. Por otra parte, los nuevos estatutos de FET y de las JONS del mes de julio de 1939 establecían que "El Jefe responde ante Dios y ante la Historia", lo que daba al Caudillo un poder prácticamente absoluto. La estructura política y la doctrina que sustentaban en Estado franquista fueron llamadas, cada vez más, el Movimiento Nacional.
La estructura se completó con el establecimiento de unas Cortes a las que se definió como "Órgano superior de participación del pueblo español en las tareas del Estado", que no tenían nada que ver con una verdadera representación democrática. Todos los representantes en Cortes, o procuradores, eran designados por el poder y entre ellos se encontraban los ministros, los miembros del Consejo Nacional de la FET y de las JONS y de la Organización Sindical. También había procurador "natos" por razón de su cargo, entre otros, los alcaldes de las mayores ciudades (que eran también, designados) y los rectores de las Universidades, más los representantes de la jerarquía eclesiástica. El régimen denominó a este sistema democracia orgánica. Asimismo, la justicia desapareció como poder independiente y quedó subordinada al ejecutivo.
En el plano territorial, el poder del gobierno se transmitía la vieja institución de los Gobernadores Civiles de cada provincia, que ahora, además, eran Jefes Provinciales del Movimiento. En cada provincia se instituyó también un Gobernador militar como prueba de esta dualidad del poder. También se restableció la vieja estructura militar de las Capitanías Generales, que había suprimido la República.
Otro gran poder del Estado fueron los Sindicatos Verticales, llamados posteriormente Organización Sindical, que dependía de un secretario generan con el rango de ministro. La Ley de Unidad Sindical se promulgó en 1940 y, basándose en la doctrina falangista que imitaba el modelo corporativo de la Italia fascista, establecía que empresarios y trabajadores se integrarían en un mismo sindicato por ramas de producción, llamado cada uno de ellos Sindicato Vertical. El Estado controlaba todo el sistema y la afiliación a los sindicatos era obligatoria.
La derrota del fascismo italiano y alemán hizo que a partir de 1945 el régimen procediera a una operación de "maquillaje" que, sin embargo, dejaba intacto el edificio dictatorial. Así se depuraron el lenguaje, los rituales y los símbolos más directamente fascistas como el saludo del brazo en alto. La organización del Partido perdió peso mientras lo ganaba la estructura del Gobierno.

1.3. Las "familias" del régimen
Franco no sustentó nunca su régimen en un solo grupo político o ideológico. De hecho, el poder se manifestó siempre en tres vertientes: civil, militar y eclesiástica; éstas eran las tres "autoridades" que se reconocían. La diversidad de influencias hizo que el régimen se sustentase sobre diversas "familias" o grupos de influencia. Unos eran grupos corporativos, como el Ejército o la Iglesia Católica, otros eran políticos, como la Falange, el Tradicionalismo o los monárquicos. Finalmente, también había asociaciones o grupos de presión de inspiración católica como el Opus Dei o la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNDP). En el franquismo tuvieron presencia, y estuvieron representados en los sucesivos gobiernos, la mayoría de las distintas "familias" que lo apoyaban.
Entre las diferentes fuerzas que confluyeron en la ideología del régimen, la influencia de la Iglesia, que fue uno de sus grandes sustentos, resultó determinante. A cambio de su apoyo, la Iglesia, que se había comprometido con el alzamiento fascista como si fuera una cruzada, se convirtió en un verdadero poder, gozó de privilegios e impuso la unidad católica con exclusión oficial de cualquier otra religión. Se hizo del catolicismo el fundamento principal de la ideología del régimen y del sistema educativo. Por ello, se habla de la dictadura franquista como un régimen basado en el Nacional-Catolicismo, puesto que estos dos rasgos, el nacionalismo español y un profundo catolicismo conservador, fueron los ejes ideológicos del régimen político instaurado tras la Guerra Civil en el Estado español.
La Falange, otro de los grandes pilares, fue perdiendo poder progresivamente y sus primitivos ideales de tipo fascista se fueron convirtiendo en un aparato burocrático que sólo conservaría algún poder en el Consejo Nacional del Movimiento, una especie de segunda cámara de legislación, y en los Sindicatos, aunque éstos se transformarían también en una burocracia de control del mundo obrero.
El Ejército fue siempre la columna vertebral del sistema y nunca discutió el poder del Generalísimo. Su fidelidad fue recompensada con numerosos nombramientos para altos cargos de la Administración civil, cargos sindicales y hasta consejos de Administración de empresas públicas y privadas. Franco solo tuvo algunos problemas con los generales partidarios de una pronta restauración de la monarquía. Franco no tenía, ni parece sur hubiese tenido nunca, la menor intención de reponer la monarquía. Sin embargo, mantuvo relaciones, aunque difíciles, con quien era el heredero de la Corona, Juan de Borbón, tercer hijo varón de Alfonso XIII.

1.4. Puritanismo ideológico y control social
El franquismo impuso profundidad cambios en la vida cotidiana, en los comportamientos políticos, culturales y religiosos de la población. Lo que en los años treinta, los años de la República fueron libertades y amplitud de opciones para las organización de la vida privada se transformó, a partir de los años cuarenta, en un intento de control social e ideológico de todos los españoles.
En lugar de intentar superar el legado de la Guerra Civil, el nuevo régimen lo afirmó de manera acentuada como una base de su poder. Un decreto del 25 de agosto de 1939 estipuló que el 80 % de todos los puestos estatales ordinarios quedarían reservados para los veteranos del Ejército, civiles que habían realizado sacrificios especiales por la causa, y parientes de las víctimas del “terror rojo”.
Por lo pronto, se produjo una vuelta al campo de la población, una especie de ruralización de la sociedad. No sólo porque las difíciles condiciones económicas para poder vivir en la ciudad (falta de abastecimientos alimenticios, vivienda, trabajo, etc.) obligaron a la búsqueda de una vida mejor en el medio rural, sino también porque el propio régimen se ocupa de ensalzar doctrinalmente las virtudes de la vida sencilla del campo frente a los peligros de la ciudad.
En el aspecto político, se crea en organizaciones e instituciones de encuadramiento político e ideológico. La organización juvenil fue el Frente de Juventudes, de pertenecía obligatoria, que organizaba campamentos, concentraciones y ciclos educativos de formación política. La rama femenina del Movimiento era la Sección Femenina de FET y JONS, dirigida por Pilar Primo de Rivera y se encargaba de organizar un servicio social que las mujeres debían hacer, equivalente al Servicio Militar de los varones. Otras instituciones similares eran Educación y Descanso o Auxilio Social.
El régimen introdujo en la enseñanza clases obligatorias de Formación del Espíritu Nacional en las que se exponían los principios básicos de la doctrina falangistas y que eran impartidos por miembros de Falange. Asimismo, se impuso un estricto control social, acompañado de una fuerte represión ideológica. Una rígida censura sobre las actividades lúdicas, sociales y culturales pretendía sancionar cualquier transgresión, impedir el contacto con las corrientes culturales del exterior y potenciar la difusión de los valores folclóricos españoles como los únicos posibles para el consumo popular. Por eso nos libros, periódicos, películas, etc., eran sometidos a una censura estricta, y que no sería algo más laxa hasta la década de los años sesenta.

Por último, el nacionalcatolicismo permitió evangelizar a la población y le dio el monopolio de la educación, lo que provocó la liquidación de la escuela pública, democrática y progresista, y su sustitución por una escuela privada, clasista y represiva. La familia se convirtió en la unidad social básica, que implicó la vuelta de la mujer al papel doméstico tradicional, de madre que cuida del hogar, a sus hijos y sumisa al marido. La Sección Femenina velaba por la difusión de este rancio ideario, y colaboraba en la destrucción de toda perspectiva emancipatoria.