dimecres, 29 de setembre del 2010

LA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL Y LOS ORÍGENES DEL SOCIALISMO

Desde las décadas finales del XVIII la sociedad y economía británica entró en una fase acelerada de desarrollo económico y de transformación social acusada que configuraron una nueva realidad social y laboral. La introducción del vapor como fuente de energía, de las innovaciones tecnológicas, la máquina, el obrero y la fábrica crearon un nuevo marco de relaciones sociales y laborales. La transformación hacia el nuevo mundo industrial fue rápida: en tan sólo cuarenta o cincuenta años (una generación) el sector agrario pasó del 33% de la población activa al 12 %, en 1850. No obstante, hay que tener presente que la mecanización y la proletarización no fueron al principio generalizadas ni tampoco esta última fue homogénea ni lineal en el cao inglés, y mucho más si contemplamos los contrastes entre los diferentes modelos de industrialización del continente europeo: por ejemplo, Alemania con la unificación sufrió una acelerada transformación económica e industrial que no anuló la persistencia de los sectores productivos pre-industriales y del campesinado, en el caso de Francia el modelo de pequeña propiedad agraria creada por la revolución frenó el desarrollo del mercado interior al limitar el crecimiento de la demanda de bienes industriales, a lo que contribuyó también un crecimiento demográfico muy limitado (50% frente al 350% del crecimiento inglés) retrasó considerablemente el desarrollo de la gran industria.
            El desarrollo capitalista e industrial produjo modificaciones importantes en el nivel y calidad de vida de los trabajadores. Un aspecto importante es un ámbito laboral nuevo: la fábrica con una disciplina fabril en horarios, ritmos de trabajo y penalizaciones económicas. La lógica del beneficio impuso amplias jornadas de trabajo (10 a 12 horas diarias), penalizaciones o multas y vigilancia. El trabajo femenino e infantil, que existía ya en el mundo preindustrial, empeoró sus condiciones(1851 el 28 % de lso niños entre 5 y 10 años trabajaban en pésimas condiciones: altas temperaturas, jornadas de 10 horas, esfuerzos físicos continuos, y no sólo en la fábricas, sino en las minas, como deshollinadores o criados. La magnitud del problema llegó a ser tal que los mismos defensores del laissez faire decidieron adoptar una legislación protectora.
            Pero, sin duda, fueron los salarios los que mejor resumieron la nueva situación de los trabajadores. Esta cuestión de los salarios y su relación con el nivel de vida de  los nuevos trabajadores es una cuestión controvertida en la historiografía por la falta de información y su contraste con el nivel de precios, para determinar el salario real (bienes que podían adquirir realmente) no el nominal y de hecho ha determinado una de las polémicas más intensas de la historia económica y social: sobre el nivel de vida ¿Mejoró o empeoró el nivel de nivel de la clase trabajadora con la revolución industrial. En los primeros años del siglo XX se pudo contar con estadísticas de salarios nominales que indican su estabilidad a lo largo del período 1785-1850, aunque los salarios reales  experimentaron desde 1815 una ganancia del 25% gracias a la caída de los precios. En la polémica los optimistas plantean las ventajas de un nuevo sistema económico que generaba más riqueza y empleo frente a los pesimistas como Thompson o Hobsbawn, que señalan el desigual reparto de la riqueza y las pésimas condiciones de vida y trabajo. Hobsbawn ha analizado diversas variables en apoyo a sus tesis pesimistas:, aumento de la mortalidad urbana, pauperismo endémico, el paro continuo, el escaso incremento del consumo de carne y cereales en correspondencia con el aumento de población frente al crecimiento del consumo de patata y pescado salado, etc. Thompson, por su parte, mantiene también tesis pesimistas pero rechaza que deba tenerse en cuenta sólo salarios y precios, hay que introducir otros factores como las distorsiones creadas por el propio aumento demográfico, la emigración al mundo urbano, el impscto psicológico de las transformaciones y los cambios tecnológicos y el marginamiento político que sufrieron: dura represión, prohibición de asociarse y organizarse, exclusión del derecho a voto, etc.
            Una de las características de la nueva sociedad y de las transformaciones industriales fue el crecimiento de la población y el proceso de urbanización. Inglaterra fue la primera en conocer este proceso ligado estrechamente a las condiciones de vida de las clases obreras. Si a mediados del XVIII vivían en ciudades menos de un quinto de la población, en 1850 eran las tres quintas partes. La ciudad y el entorno urbano pasó a ser el símbolo de la nueva era industrial, p. e. Manchester en tan sólo una década (1821-1831) incrementó su población en un 45%, y las nuevas innovaciones tecnológicas como los tranvías, la electricidad, los ferrocarriles o el teléfono contribuyeron a la consolidación de las nuevas formas de vida urbana. Esa transformación acarreó muchos problemas por las dificultades de las ciudades para acogerse a esa numerosa población por insuficiencia de viviendas y problemas de salubridad, higiene y servicios. El hacinamiento, las pésimas condiciones de salubridad y habitabilidad de las viviendas obreras en los barrios periféricos que se desarrollaron para estos sectores. Estas condiciones favorecieron la proliferación de enfermedades infecciosas, tifus y cólera, y de otras como tuberculosis, silicosis, grangrenas, catalogadas como enfermedades industriales. La desnutrición redujo las posibilidades de vida de los trabajadores, a la que se sumaba la elevada mortalidad laboral por accidentalidad y condiciones de trabajo peligrosas. 
            La situación era tan deplorable que pronto empezaron  alzarse las críticas incluso dentros de las filas de los defensores del liberalismo económico. Voces como las de Malthus u Owen se alzaron exigiendo que se tomaran medidas de protección por el Estado en higiene, condiciones de trabajo etc. Las reformas comenzaron como la legislación del trabajo infantil, ordenanzas municipales regulando las condiciones sanitarias y de habitabilidad de las ciudades y construcción de casas baratas para obreros, pero estas fueron parciales y muy lentas. La situación en que vivían y trabajaban estos trabajadores de la la primera etapa de la revolución industrial contribuyeron a generar unas condiciones favorables para la génesis de la conciencia de clase y los primeros pasos hacia su organización, pero también fue decisivo para ello la aparición de nuevas formas culturales  y pautas de comportamiento distintas de mundo preindustrial. La adaptación fue paulatina pero brusca en la ruptura; las migraciones, la aparición de un nuevo habitat urbano, la desintegración del mundo artesanal originan el hundimiento de los viejos valores sociales y el desarraigo de la población. El historiador Hunt ha señalado que en 1851 en ciudades como Manchester o Glasgow más de las tres cuartas partes de la población era inmigrante y no habían nacido en la ciudad. Cuando el mundo precapitalista se derrumbó totalmente ante el triunfo del liberalismo económico, los trabajadores tuvieron que redefinir política, cultural y socialmente su identidad colectiva en función de la del conjunto de la sociedad, construir una cultura para sí, propia, frente al sistema capitalista que los oprimía. En definitiva ese proceso de redefinición y construcción es el proceso de formación de la clase obrera, que ha estudiado E.P. Thompson (la clase es una realidad definida por los propios hombres según y como viven su propia historia). La construcción de esa conciencia de clase fue plural, compleja y se manifestó en múltiples direcciones, no sólo en la lucha política sino en otros ámbitos como el religioso (escuelas y asociaciones de las iglesias reformadas). En este proceso, la clase obrera fue asumiendo valores de la burguesía y de la nueva sociedad, como la ética del trabajo (dignificación del trabajo que ya venía del mundo artesanal), la higiene, la educación, la respetabilidad o las condiciones laborales dignas.
Liberalismo burgués y capitalismo industrial configuraron la nueva sociedad pero generaron, bajo un discurso de igualdad jurídica, social y política, situaciones de amplia desigualdad que llevaron a esos sectores sociales a formular propuestas específicas frente a su marginación y desigualdad, impulsando movimientos sociales de naturaleza y objetivos diversos.
 LAS CONSECUENCIAS SOCIALES DE LA INDUSTRIALIZACIÓN: EL TRÁNSITO A UNA NUEVA CONFLICTIVIDAD SOCIAL.
            En los años finales del XVIII y principios del XIX tuvieron lugar una serie de movimientos social y una conflictividad claramente relacionados con los cambios que afrontada la sociedad, y que presentan como especificidad propia el haberse registrados en lasetapas iniciales de la revolución industrial pero presentar todavía rasgos típicos de los movimientos populares preindustriales. Son varios los movimientos de este tipo, cuyo escenario es Inglaterra por lo temprano de su industrialización, y podíamos señalar desde las revueltas campesinas, los motines de subsistencias urbanos, las destrucciones ludditas y las peticiones políticas de los obreros que darán paso al movimiento obrero. La historiografía está abordando tales manifestaciones desde nuevas perspectivas, en especial desde los trabajos de Hobsbawn, Thompson y, sobre todo, de Rudé (La multitud en la historia) y de los de los sociólogos de la historia (B. Moore o Ch. Tilly) que han apuntado como a lo largo del XIX se puede, a partir del análisis de la acción social, establecer que se produce una transición en la historia de los movimientos sociales desde las primitivas formas violentas a una resolución institucional de las disputas colectivas (la huelga, por ejemplo, prohibida primero, permitida después aunque reprimida en ocasiones hasta convertirse en un instrumento de arbritaje social dentro de los límites que permiten las distintas reglamentaciones estatales). Los dos primeros movimientos de protesta en los albores de la inglaterra preindustrial son la revuelta campesina del "capitán Swing" (1830-33) y los destructores de máquinas capitaneados por Ned Ludd (ludismo) (1811-16). Son importantes pues presentan puntos de contacto (ambos son reacciones ante el liberalismo y el capitalismo que amenazaba su marco de vida social, los luddistas reaccionaban frente a la proletarización, los campesinos ante la penetración del capitalismo en la agricultura y han permitido a los historiadores establecer también sus diferencias (la comunidad campesina pervivió mucho más en el tiempo que la disolución del mundo artesanal más rápida  y eso explica su diferencias temporales, que a suvez son claves para comprender la evolución futura: el sindicalismo obrero se organizó con mayor rapidez que el agrario.
EL MOVIMIENTO "LUDDISTA".
            Ante la transformación industrial, la mano de obra artesana de oficios cualificados presionó para mantener su status y organización corporativa y reaccionó frente a la mecanización y la proletarización. En este marco se situa el luddismo, destrución de máquinas, como apoyo a las peticiones de estos sectores -las máquinas al simplificar el trabajo disminuían la destreza requerida y hacían innecesaria la contratación de trabajadores cualificados- y de los trabajadores en general, que iba en muchas ocasiones precedidos de cartas amenazantes a empresarios y comerciantes que introducían máquinarias para modificar y empeorar las condiciones y retribuciones de los trabajadores firmadas por Ned Ludd, legendario calcetero que según la tradición fue el primero en romper su telar. Las primeras manifestaciones ludditas tuvieron lugar en los años del cambio de siglo en el sector de los tundidores de lana, pero desde 1811 se sumaron otros oficios o sectores: calceteros, encajeros, tejedores por la reducción de salarios que implicaba la progresiva mecanización y la coyuntura de precios altos por las malas cosechas. En sus acciones se combinaban la destrucción de máquinas y las peticiones al Parlamento para que reconociera el status artesanal del oficio con salario mínimo y posibilidad de certificar la calidad de las piezas y retirar las que no alcanzasen el nivel exigido, que no fue aceptado. Fracasado este primer brote luddista, se produjeron otros en el algodón por la introducción de telares mecánicos, pero sin tanta significación. No obstante, el luddismo dejó tras sí un legado importante de prácticas solidarias y de apoyo popular, de formas pioneras de organización y asociación que serán una herencia acumulada para la posterior organización de la clase obrera. A este repecto, Hobsbawn señala que en su evolución posterior el luddismo también fue un mecanismo de presión para conseguir reivindicaciones concretas de mejora salarial y de condiciones laborales, una especie de negociación violenta ante la prohibición del derecho de asociación obrera hasta 1825. Para Thompson  es más bien un movimiento cuasi-insurreccional de respuesta a las transformaciones capitalistas, al abandono de la legislación proteccionista y paternalista en beneficio laissez-faire, pero no sólo de oposición a la nueva tecnología sino a todo un sistema y sus instituciones que les marginaban también políticamente. Tiene componentes, para este autor, de una especie de radicalismo democrático que, aunque no presenta formas organizativas claras, viene de finales del XVIII y enlaza con la tradición revolucionaria jacobina influida por la revolución francesa y que conduce hasta el cartismo, aunque no debemos establecer una relación lineal entre luddismo y movimiento obrero organizado. 
TRANSFORMACIONES AGRARIAS, CAPITALISMO Y REVUELTA CAMPESINA: "EL CAPITÁN SWING".
            Desde finales de agosto de agosto de 1830 se inició una revuelta campesina en el sur de Inglaterra y en torno a ella se plantean interrogantes: ¿era un mecanismo de protesta mecánicamente adoptado por su tradición o se trataba de una adaptación de la protesta tradicional a una situación totalmente nuevas y, por tanto, con nuevos objetivos?. Indudablemente la sociedad británica estaba transformándose, pero en 1830 la agricultura seguía siendo el sector productivo básico y los procesos de cambio rural, en especial de la comunidad rural eran más lentos que los que en sentido inverso se operaban en el ámbito urbano, pero los cambios se apreciaban y generaban tensiones: el campesino estaba ya proletarizado por las enclosures, que habían modificado el paisaje agrario privatizando y disolviendo progresivamente la comunidad rural y los usos tradicionales, los salarios eran insufientes y el empleo inestable, ejerciéndose una enorme presión sobre los campesinos. Se intentaba paliar el sistema con subsidios, pero sólo mantenían el equilibrio social hasta que se producían malas cosechas y carestías como las de 1828 y 1829. En el verano de 1830 se empiezan a producir protestas y acciones violentas, incendios de graneros, amenazas, destrucción de maquinaria agrícola, etc., que en ocasiones iban precedidas de cartas amenazadoras firmadas por el "capitán SWing", exigiendo empleo estable y aumento de salarios, protección, en definitiva, y casi nunca precios más bajos, que había caracterizado a la protesta rural preindustrial. Tiene componentes de ese tipo pues se centró en una zona de caracterizada conflictividad rural antes y después de 1830 (oposición a la Ley de Pobres de 1834) pero evidentemente era el choque de las concepciones tradicionales, de corte paternalista, moral, etc. y los intereses del nuevo capitalismo agrario e industrial.
DE LA PROTESTA SOCIAL A LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA EN INGLATERRA: EL NACIMIENTO DEL SINDICALISMO Y EL CARTISMO.
            Los años treinta del XIX conocen la aceleración de los cambios y transformaciones de una sociedad industrial traducidas en una notable y creciente proletarización laboral en unas condiciones negativas de vida y de trabajo. En este contexto se situan los inicios del movimiento obrero. El punto de partida es negativo al existir en Inglaterra disposiciones que prohiben la organización y asociación obrera, las "Combination Acts" que dispuestas en 1799-1800 para prohibir la asociación gremial impedían la asociación obrera (En Francia la Ley Chapelier de 1791, obra de la revolución), ante ello los obreros abandonan las primitivas formas de protesta (destrucciones de máquins) y comienzan a luchar por la libertad de asociación y sindicación y las reivindicaciones políticas. Abolidas en 1825 las "Combination Acts" se legalizan los cuadros sindicales ya existentes en la clandestinidad. Progresivamente se van creando sindicatos que cristalizan en un primer intento de plataforma unitaria como la Asociación Nacional de Protección al Trabajo fundada por Doherty en 1830 y que cuenta con el periódico  La Voz del Pueblo.  La agitación obrera en estos años empieza a asumir la lucha política y es un apoyo para el movimiento culmina con la reforma de la ley electoral en 1832. No obstante no olvida la lucha social que origina las primeras leyes de protección en el trabajo y de inspecciones, aunque en la práctica serán poco efectivas. El sindicalismo británico nacía fundándose en las teorías cooperativistas de Owen y King y en 1834 se funda una organización nacional a partir de la agrupación obrera por oficios y localidades: la "Grand National Consolidated Trade Union", que tuvo unos comienzos oscilantes por el incremento de la resistencia patronal  y represión política.
EL PENSAMIENTO SOCIAL DE ROBERT OWEN
            Owen fue un gran empresario emprendedor y filántropo, que quiere cambiar la sociedad (evoluciona de la filantropía patronal al mesianismo social) de diversas formas. Priemro se preocupó de la vivienda, educación e higiene de los obreros y lo practicó en su hilatura de algodón construyendo viviendas, escuelas, aumentando salarios y reduciendo la jornada laboral. En estos aspectos últimos piensa que el Estado debe involucrarse con leyes que mejoren las condiciones de trabajo, especialmente de los niños. Al igual que Fourier prefiere la agricultura por lo que preconiza la formción de comunidades agrícolas modelo (New Harmony en EEUU) donde la propiedad privada será abolida. Para el trabajo es la medida del valor por lo que propone, en una clara semejanza con Proudhon, la creación de un Banco en el que se intercambien bonos de trabajo (Bolsa Nacional equitativa para obreros que se funda en 1832 y fracasa dos años después) pero es un socialismo concebido en la esfera del intercambio y no en la organización de la producción.
            En los años finales de su vida evolucionó hacia el mesianismo social (El Catecismo del nuevo mundo moral) en el que habla de la llegada de tiempos de virtud y felicidad, el reino de Dios sobre la tierra. Owen tuvo un amplio reconocimiento en su época por su vaguedad en las concepciones de su pensamiento, asumibles incluso para la propia burguesía: la reforma de la sociedad a partir de la ejemplaridad de una comunidad, su paternalismo e idealismo, la reforma social independiente de la acción política y la toma del poder, etc. El movimiento cooperativista y sindicalista británico sería desarrollado por sus discípulos.
EL CARTISMO:
            Pese a las dificultades organizativas del primer sindicalismo británico, es clara la maduración del movimiento obrero, cuando se introduce la lucha política basada fundamentalmente en la conquista del derecho electoral. Contaba ya con el antecedente de los años iniciales de la década de los treinta, ahora retorna con fuerza de la mano del movimiento cartista. En 1838 la Asociación de Trabajadores de Londres envía al Parlamento una carta que da nombre al movimiento conteniendo sus reivindicaciones de tipo político: sufragio universal y secreto, parlamentos anuales, supresión del certificado de propiedad para los miembros del parlamento, sueldo para los parlamentarios y circunscripciones electorales territorialmente iguales. Estas reivindicaciones políticas dieron pié a un movimiento amplio que, en plena coyuntura de crisis económica de 1838-1842, logró un gran apoyo popular. Dividido en dos tendencias: la moderada (Lovett) que preconiza la alianza con la burguesía para conseguir objetivos políticos comunes, y la radical (O'Brien y O'Connors) a favor de la huelga general, pero la crisis inclinó la balanza hacia los radicales y la movilización (huelga de 1842). Pese a la fuerte represión del Gobierno, se consiguieron algunos objetivos desde 1846: abolición de las leyes de grano, reforma del Código Penal, ampliación de la libertad de prensa y la jornada laboral de 10 horas, pero en 1850 el movimiento se disolvía. Su mayor éxito fue la demostración de que se podía agrupar u organizar a los trabajadores en pos de reivindicaciones políticas y sociales. La historia del movimiento obrero acababa de comenzar.
            El fracaso momentáneo del cartismo en conseguir sus objetivos políticos propició un repliegue hacia las reivindicaciones exclusivamente laborales, que favoreció el desarrollo del sindicalismo. En 1868 se constituye el Trade Unions Congress para coordinar la labor de los distintos sindicatos ingleses.

EL SOCIALISMO UTÓPICO Y EL ANARQUISMO.
            Los denominados socialistas utópicos, a excepción de Owen -que no se suele incluir en esta clasificación por algunos autores- tienen como escenario la Europa continental y más concretamente Francia. Allí, de forma paralela al desarrollo del sindicalismo británico, pervivían agrupaciones semiclandestinas de oficios tradicionales que seguín contanto con estructuras cuasigremiales pero desde los años treinta empiezan a surgir las primeras sociedades de socorros mutuos, permitidas sólo para el auxilio de obreros enfermos o ancianos pero el desarrollo era lento en relación con la lentitud del proceso industrializador francés. La revolución de 1830 con el desarrollo de las sociedades secretas, tipo carbonarios, y el auge industrializador con la monarquía de Luis Felipe dan paso a las primeras sociedades obreras y sus manifestaciones reivindicativas, especialmente la de los trabajadores de las sederías de Lyon en 1831 que terminó en insurrección popular.
            Este clima  influyó de forma determinante en el desarrollo del asociacionismo obrero, en especial la Sociedad de los Amigos del Pueblo y otras similares que mantenían un carácter semisecreto y, por influencia de A. Blanqui, prorrepublicano y que tendrían un protagonismo destacado en los sucesos obreros del 48.
            En este contexto, tendría lugar la aportación de los principales utópicos franceses: Saint Simón y Fourier, que desvinculan sus propuestas de reforma económica y social de la  reforma política, seguidos por Cabet, Louis Banc y Blanqui, entre otros, que se caracterizan por preconizar la reforma política -democracia- indesligable a la reforma político-social. En este apartado se incluye también Proudhon, aunque por su aportación le consideramos dentro del anarquismo.
SAINT-SIMON
            En la base de su pensamiento hay una creencia cuasi religiosa en el progreso y la ciencia-técnica, que luego se prolonga de forma ritual a su doctrina. Generó una escuela, en la que participaron de forma notable muchos ingenieros y técnicos (el saint-simonismo ejerció una influencia muy grande en la escuela Politécnica) que se trasladó después a la clase dirigente del II Imperio.
            Su doctrina parte de la producción, alabando a los productores (industriales: todos aquellos que producen) frente a los ociosos (zánganos: aquellos que no producen), pues aquellos son la clase fundamental de la sociedad, que se divide en estos dos grupos (Parábola -1819) Vid. TOUCHARD, P. 207), y así se recoge en sus obras fundamentales (El sistema industrial -1821/22- y El Catecismo Industrial -1823/24- . Para él se debe afrontar como tarea fundamental del nuevo siglo (XIX) la organización de la economía más que las instituciones políticas en sí y en esa tarea los técnicos (banqueros especialmente -la reforma económica debe básicamente del crédito-). Prefigura la tecnocracia y el gobiernos de los técnicos, pero duda del liberalismo y la democracia, es elitista (virtud de las élites -los técnicos-), aunque su crítica a la economía liberal en sus aspectos sociales anuncia la de Marx: hay que mejorar la situación de la clase más pobre, y aunque respeta la propiedad, alguno de sus discípulos rechaza la herencia por considerar la propiedad como una función social.
            Como hemos dicho el saint-simonismo arraigó en determinados sectores de técnicos y empresarios y a ellos se debieron las grandes realizaciones en la época del II Imperio. La nómina es amplia: citemos, por ejemplo, Enfantin daría apoyo a la construcción de los ferrocarriles franceses, Fournel, Enfantin y Lesseps idearon y construyeron el canal de Suez, los Pereire fundaron el Crédito Mobiliario, etc. Esto ha llevado a cuestionado el carácter de socialismo utópico del saint-simonismo dada su notable contribución al desarrollo del capitalismo francés.
FOURIER
Teniendo menor trascendencia posterior que Saint-Simon, la doctrina de Fourier tiene importancia por exponer una crítica aguda al sistema capitalista dentro de una exposición global del universo y por sugerir unos mecanismos de asociación y agrupación voluntaria para reforma social.
            Para él, el principio de atracción no sólo regía el mundo físico sino también social. La ciencia de la sociedad y la ciencia social es la matemática de las pasiones, que él clasifica minuciosamente y ensalza para alcanzar la armonía universal. Crítica por ello la sociedad industrial, viciosa y alejada de la perfección, especialmente el comercio y la industria es el punto de mira de sus críticas mientras que la agricultura es la tarea mejor -de hecho las fábricas deben estar en el campo para que los obreros puedan dedicarse asimismo a las tareas agrícolas, en especial a la horticultura. La reforma social debe partir de agrupaciones humanas, los falansterios, una especie de pequeñas sociedades cerradas formadas por unos 1600 individuos que asumirán todas las funciones sociales. Son cooperativas de producción, trabajo y consumo, que él diseña hasta el mínimo detalle: pasillos acristalados, 40 platos en el comedor, es uan sociedad igualitaria de razas y sexos pero no comunista (se permite una cierta propiedad y la herencia). Esos falansterios serán la base para llegar a una federación de ellos (reemplazará a los Estados y las naciones) que se encargará de organizar la actividad científica, la utilización de las fuentes de energía mundiales y de planificar el trabajo.
LOS OTROS UTÓPICOS
            En este entorno, en el que se difunden las teorías de los utópicos y se dan las primeras experiencias de la lucha obrera comienza a gestarse ka organización de los trabajadores y en ellos influyeron también tres teóricos, considerados dentro del socialismo utópico, que  tienen en común su defensa de la necesidad de la revolución política y de la democracia para la reforma social: L. Blanc, Cabet y A. Blanqui.
            E. Cabet, autor del Viaje a Icaria, es partidario de la educación popular y de la democracia, gran admirador de la revolución francesa preconiza que la doctrina de ésta es la de la igualdad organizada, y ésta-sinónimo de democracia- conduce a la Comunidad. Su comunismo no es moderno inspirado por la realidad -aunque reconoce la contraposición social entre poseedores y desposeidos de instrumentos de trabajo- sino que se inspira directamente de las utopías antiguas, cristianas y renacentistas: Platón, Tomás Moro, etc., también recoge influencias del owenismo y religiosas del saint-simonismo (Los comunistas discípulos y continuadores de Jesucristo). La sociedad perfecta llegará, tras una etapa de transición, y se abolirá la propiedad privada, el comercio , será la sociedad de la abundancia y riqueza, organizada democráticamente a través de la práctica del plebiscito.
            L. Blanc, cuyas tesis sobre el derecho y la organización del trabajo fueron las claves decisivas del movimiento obrero parisimo en la revolución del 48, veía el ideal en un mundo en el que el Estado -no debe desaparecer sino lo contrario, será el instrumento y el garante de la transformación, debe garantizar que cada uno aporte al trabajo de acuerdo con sus facultades y reciba de acuerdo a sus necesidades a través de los talleres sociales (los talleres nacionales de 1848) creados por el Estado, pero también por las aportaciones de los capitalistas, que acabarán extendiendose  permitiendo a los obreros poseer los instrumentos de trabajo.
            Blanqui presenta una ruptura con la tradición anterior. Es el revolucionario integral, por excelencia, y su vida de conspirador, detenido y encarcelado a menudo fue un ejemplo de ello, lo que le dió un cariz más que de teórico de hombre de acción, aunque no por ello contó con una teoría. Es un hombre de influencia ilustrada, cree en el progreso y la ciencia, en la educación y calramente anticlerical. Es partidario de la revolución política: sin ella no habrá una social, y debe ser preparada por una élite reducida y preparada (conexión con el  babuvismo y posiblemente con el leninismo). El fin de la revolución es la república de la emancipación social, de los trabajadores, el socialismo (liberación del proletariado de la opresión del capital), pero es muy vago y confuso en su definición del socialismo: referencias siempre vagas al pueblo explotado, a la igualdad y a la justicia etc. pero sin concretar. De hecho, sus peticiones al gobierno provisional de 1848 serán democráticas, no socialistas, aunque sí es cierto que utilizó en sus escritos el término de comunismo y de dictadura del proletariado. En 1839 organizó una sublevación en París que llegó a ocupar el Ayuntamiento, siendo fuertemente reprimida.
EL ANARQUISMO: PROUDHON Y BAKUNIN
            Proudhon pertenecía a la clase obrera y fue un escritor prolífico, cuyo pensamiento se gestó en una Francia que aún no conocía el desarrollo industrial del Segundo Imperio, aunque sus obras principales se escribieron durante el II Imperio. Es un pensamiento precapitalista, distinto en su context de formación al de Marx, y plagado de contradicciones, por ejemplo sobre la propiedad o la religión. Sus principales obras son sus ensayos sobre la propiedad -1840/42-, Sistema de las contradicciones económicas o filosofía de la miseria -1846- Solución del problema social -1848- y Del principio federativo -1863-.

            Al igual que Saint-Simon y Fourier no le preocupa la política, que para él es sólo economía política, desconfía de la democracia y el sufragio universal, y, en especial, del Estado. El Estado es para él símbolo de burocracia y centralización, rechaza el contrato social de Rousseau y reclama la anarquía, en su sentido etimológico, el poder político sustituidos por acuerdos libres entre los trabajadores. Reclama la libertad y la igualdad, que se equilibran por la solidaridad. Es una doctrina individualista propia del preindustrialismo -algunos la han denominado el socialismo de los artesanos- y profundamente antirreligiosa, pues se opone a cualquier autoridad como la Iglesia.
            En su crítica de la economía y sociedad capitalista está cercano a Marx, aunque rechaza cualquier transformación revolucionaria que supusiera la toma del poder por los obreros. La propiedad es un robo y por lo tanto el principio en que se asienta esta sociedad es condenable. La solución es la federación: la asociación de agrupaciones de individuos libres bajo una ley y un interés común, desde  la perspectiva política. En lo económico, el mutualismo, o asociación mutualista, resuelve el problema social sin lucha de clases, pues regirá un intercambio recíproco de bienes, servicios, crédito, etc. La institución mutualista por excelencia, el Banco del pueblo, debía conceder crédito gratuito a los obreros asociados.
            Mijail Bakunin, caudillo de la corriente anarquista de la I Internacional y enfrentado a la dirección marxista, fundó en 1868 la "Alianza Internacional de la Democracia Socialista" y participó en el Congreso de Basilea de 1869 como delegado. Condena la participación en las elecciones y ka lucha por las reformas sociales y piensa que en la revolución es esencial la participación campesina. Sus enfrentamientos con la dirección por cuestionar el dominio del Consejo General sobre las secciones locales culminan con su expulsión de la Internacional.
            En el análisis de la filosofía libertaria se plantea un interrogante pues sus ideas no se nutren de lo que se conoce con el nombre genérico de socialismo, sino que son más bien una radicalización del liberalismo o del racionalismo ilustrado que les lleva a una crítica social (Álvarez Junco). El positivismo, el poder emancipador de la ciencia, el progreso continuo qu ecnduce inevitablemente a la total libertad del individuo en perfecta armonía con la naturaleza están en la base de su pensamiento, en su vertiente clásica (Proudhon, Bakunin, Kropotkin). Prima, por encima de todo, el derecho del individuo a la libertad, a actuar según su propia conciencia y voluntad y, por tanto, tal axioma se enfrenta a la autoridad -el Estado, tanto el absoluto como el liberal, cuya centralización, burocratización e injerencia en la vida social perturba y limita la libertad individual- a la que atacan de forma visceral. Esto creaba indudablemente un conflicto entre la libertad individual y la vida social, individuo y sociedad, que se resuelve basándose en la sociabilidad natural humana y en la armonía y solidaridad natural. La revolución tiene como objetivo conseguir una nueva sociedad en la que prevalezca el individuo y desaparezca la autoridad -la fórmula es el federalismo: conjunto de colectividades autogestionadas por los trabajadores y enlazadas por pactos entre sí-, pero el agente revolucionario se amplia frente a la concepción socialista pero se desdibuja pues, no es sólo el proletariado, sino los campesinos, los jóvenes, las minorías raciales y culturales etc. De ahí el esfuerzo anarquista por extender la revolución a los países más atrasados, en donde el anarquismo tuvo más ec

LIBERALISMO, NACIONALISMO Y REVOLUCIONES POPULARES

Como dice Touchard, el liberalismo, junto con el nacionalismo y el socialismo, y nosotros añadimos capitalismo, son las palabras clave del siglo XIX, son  clave en la política y en las ideas de un mundo nuevo que ha surgido de la revolución industrial y la revolución  francesa.

EL LIBERALISMO

            El liberalismo es la ideología de la burguesía, la base teórica del edificio político que construye la revolución -burguesa o liberal- que se asienta a partir de 1789. Pero, indudablemente, las condiciones del nuevo sistema políticos hunden sus raíces en los siglos anteriores al XIX. El desarrollo del capitalismo mercantil, de las ciudades, del humanismo renacentista, la reforma religiosa, la Ilustración, son procesos económicos, sociales, ideológicos y espirituales que confluyen en la configuración de un nuevo tipo de hombre. En el proceso histórico concreto del desarrollo del liberalismo y las instituciones que le son propias se señalan varias fechas antes de 1789. La revolución inglesa de 1688, que fue precedida de otra revolución y una guerra civil entre 1640 y 1659, con su Declaración de Derechos en 1689 o la emancipación americana que dió paso a una nueva nación: Estados Unidos, organizada políticamente bajo los parámetros del liberalismo para llegar en 1789 a la revolución francesa, con una dimensión universal manifiesta en su Declaración de Derechos como la carta fundadora de todas las sociedades liberales.

LAS CONCEPCIONES DEL LIBERALISMO

            Al intentar definir el liberalismo, hay que señalar que la elaboración intelectual de la ideología liberal ha variado según los países ni que se materializó en todas partes de igual forma ni con la misma intensidad, pero existen unos conceptos y unas instituciones comunes que sirven para definir al liberalismo como modelo tipológico real.

            En primer lugar, tenemos que partir de su concepción como una ideología de progreso en todas sus vertientes: social, económico, intelectual y, además, con un carácter irreversible. El liberalismo, como corresponde con una burguesía en fase ascendente, es optimista y humanista y su concepción del mundo responde a ello: la historia, el hombre y las sociedades humanas caminan hacia unas formas de vida superiores.

            En segundo lugar, es una filosofía individualista, en lo social, político y económico. El individuo y su felicidad es el punto de partida de todas  las reflexiones y la meta final de toda política. La sociedad y el Estado se construyen a partir de aquí pues éste es el orden natural de las cosas. Los economistas ingleses lo sintetizaron muy bien: la economía debía regirse por las leyes naturales, cada individuo lucharía por obtener su propio beneficio en libre concurrencia contribuyendo así al beneficio general.

            La tarea del Estado en la concepción liberal debe ser únicamente la de garantizar el cumplimiento de este orden natural. Su posición ante la autoridad del Estado parte de la situación de la burguesía ascendente frente al Estado absoluto, por lo que se muestra partidaria de la abolición del poder y autoridad estatal absoluta a través de la racionalización y limitación jurídica. Apoyándose en la Ilustración, que había destruido el principio de soberanía y legitimidad del Estado medieval: el origen divino del poder, el Estado para el liberalismo burgués es una institución humana que se fundamenta en la soberanía del pueblo y la nación. De esta forma, el parlamento, representación práctica de la voluntad nacional, se convierte en la institución central del liberalismo y la división de poderes que le da base debilitaba el poder onmínodo y absoluto de los príncipes. En la concepción liberal el Parlamento era la representación de toda la voluntad nacional, no de intereses ni de clases (de ahí su contraposición a las Asambleas estamentales, de acuerdo con una nueva sociedad que no se rige por los principios de autoridad, jerarquía y privilegio (principio de desigualdad) sino por la libertad, el Derecho y la igualdad de los ciudadanos- concepto de ciudadanía enlazado con el de soberanía nacional-nación-ciudadanos, y todos estos principios son aplicables a todas las esferas de la actividad humana: gobierno, economía, religión, trabajo y relaciones internacionales. El liberalismo político propone una limitación de poder mediante su división (principio de separación de poderes) y equilibrio entre ellos, mejor garantía de control mutuo. En el liberalismo, la asamblea parlamentaria se organizaba por la elección a través de mecanismos censitarios, pues se diferenciaba de la democracia o radicalismo en que pensaban que la soberanía residía en las asambleas no en el pueblo (prevención contra la participación popular que identificaban con el terror de la revolución francesa). Los diputados deben procurar el bien común a través de la discusión pública, que da paso a la opinión pública que cuenta con unos mecanismos de creación: instrucción, y prensa. La opinión pública es el principio organizador del Estado de derecho liberal. Todo ello implicaba remodelar el orden jurídico de acuerdo con los intereses de la burguesía. Er a necesario abolir la desigualdad jurídica entre los individuos y codificar un derecho universal, aplicable a todos los individuos. Los derechos fundamentales ocupan un lugar de especial relieve en las teorías y constituciones liberales y, desde un punto de vista sistemático, se pueden dividir en derechos liberales de defensa y protección -garantía legal de una esfera individual en la que el Estado no puede penetrar -libertad personal, inviolabilidad del domicilio, libertad de conciencia, enseñanza e investigación- y los derechos democráticos de participación -expresión pública, participación en la cosa pública, ejercicio de cargos públicos. Dentro de ellos y con un puesto central en la teoría liberal se situa el derecho de la propiedad privada.
            Esa es la concepción teórica del liberalismo, en la práctica se empezó en Inglaterra, seguida de Francia y España, manifestación temprana en las Cortes de 1812 (el término libera lue de hecho acuñado por los diputados gaditanos). Durante mucho tiempo el liberalismo aparece como un bloque compacto pero a lo largo del siglo XIX se fragmenta en diversas vertientes que, comparten eso sí un universo filosófico y una concepción del mundo idéntica: liberalismo político, económico e intelectual.

            En el liberalismo político el elemento esencial es la Constitución, ley fundamental que rige el sistema político dictada por una asamblea constituyente (a diferencia de una Carta otorgada) y puede ser abierta (exposición de derechos) o cerrada (sólo instituciones y funcionamiento político) y flexible (remite a leyes específicas en algunos de sus aspectos que se pueden modificar sin cambiar la Constitución) o rígida (no deja nada para una interpretación posterior). La Constitución es algo sagrado, intocable (de ahí el término anticonstitucional) y tiene un carácter universalista (principios genrales aplicables a todos los países. El poder se divide en tres independientes y en equilibrio. El más importante es la Asamblea que legisla, el ejecutivo ejecuta las leyes y el judicial determina si se han cumplido o no. El régimen liberal puede tener una o dos cámaras, la segunda aparece después como un freno a la Baja y, aunque no forma parte de su ideario, admite diversas formas de régimen: monarquía o república. El régimen parlamentario tiene como eje los partidos políticos y los diputados son elegidos por el cuerpo electoral, al que en principio se consideraba con un carácter reducido pues el derecho a voto no era concebido como derecho natural sino como una función, un servicio público a la nación de unos ciudadanos que reunen determinadas características.

            Desde el punto de vista económico, el liberalismo defendía la libertad plena y total, la supresión de corporaciones y de los gremios y de todas las trabas al libre desenvolvimiento de la actividad económica individual, de empresas o asociaciones. El Estado debía renunciar a viejas prácticas mercantilistas y de cualquier tipo de intervencionismo en la economía, pues el Estado es incapaz de regular y ordenar la sociedad económica que responde a unas leyes propias naturales: mercado. Tampoco debía establecer sistemas de asistencia para los más desfavorecidos pues se potenciaría la pereza e incuria. Los economistas ingleses se declararon librecambistas, mientras que los franceses, como J. B. Say o F. Bastiat fueron partidarios del proteccionismo.

            A la hora de analizar la evolución y cristalización del liberalismo se hace necsario distinguir entre países.

EL LIBERALISMO INGLÉS. LA CONTRIBUCIÓN DE J. STUART MILL

EL CONTEXTO INTELECTUAL: EL RADICALISMO UTILITARISTA

            A fines del XVII, Locke había desarrollado el núcleo esencial de la tradición liberal inglesa posterior, a partir de tres premisas: derechos fundamentales de la persona, sistema de producción basado en la propiedad privada y forma de gobierno representativo con separación de poderes. También los teóricos de la Ilustración escocesa del XVIII (Smith y Hume) contribuyen a asentar tales premisas dando paso al liberalismo clásico. A comienzos del XIX, los representantes del radicalismo utilitarista (Betham y James Mill) introducen elementos nuevos en el pensamiento liberal inglés: el principio de que para conseguir la máxima utilidad o felicidad posible, la política debe orientar la legislación en tal sentido, y que es necesario un control democrático del gobierno por medio del sufragio universal. Del mismo modo, la teoría económica de los radicales -laissez-faire- adquirió su expresión clásica con la contribución de Ricardo con su teoría del valor y su teoría de la renta de la tierra- y de Malthus sobre el desfase producción agrícola-población. Esas contribuciones, más tarde ampliadas y perfiladas en lo político con la de Stuart Mill, deben entenderse en el contexto político específico de la Inglaterra de esos años.

            La sociedad y la economía inglesa se habían transformado profundamente por la revolución industrial pero no así la esfera política, que seguía organizada y funcionando de acuerdo con la revolución de 1689. Parlamento y gobierno estaban controlados por una oligarquía de terratenientes y grandes comerciantes y la política se dictaba de acuerdo con esos intereses cuya plasmación más clara eran las leyes de grano y las de navegación. Desde las primeras décadas del XIX las demandas de reformas políticas y económicas se hicieron cada vez más insistentes por parte de los núcleos radicales como betham o de industriales como Cobden. La  reforma electoral era necesaria pues grandes núcleos de población (Manchester, Leeds, Sheffield) carecían de representación, mientras que los burgos podridos -pequeños núcleos de carácter rural- estaban sobrerepresentados (Londres 4 diputados- condado de Cornualles 44 diputados). La reforma de 1832 vino a corregir estas anomalías y supuso la desaparición del monopolio de la aristocracia agraria y mercantil en el parlamento. Desde entonces, y al compás de nuevas reformas electorales en 1867 y 1884 se darían grandes pasos en la democratización del sistema político británico (1884-sufragio universal masculino). Estas eran las demandas de los radicales utilitaristas, contexto en el que se formó Stuart Mill, que él superaría, no obstante, pasando del utilitarismo al liberalismo humanitario.

               Stuart Mill fue educado con una rígida programación por James Mill, su padre, en los principios del utilitarismo y de la economía política. Recogió influencias también de Kant,
Saint-Simón, Comte y Tocqueville, publicando varias obras: Principios de Economía Política (1848), Consideraciones sobre el Gobierno Representativo (1861), Utilitarismo (1863), y  Sujección de la Mujer, publicado en 1869, aunque escrito en 1860-61 defendía la emancipación femenina y el voto de las mujeres, que defendería prácticamente  en su etapa de diputado liberal en los Comunes al reivindicar la modificación de la ley electoral.
 
EL LIBERALISMO DE STUART MILL

            Considera a la economía política, partiendo de las tesis de Ricardo, como una ciencia autónoma, abstracta e hipotética, construída sobre la base del análisis de una única causa explicativa de los fenómenos sociales: el deseo de riqueza. Pero supera a Ricardo porque quiere considerarla como una rama de la filosofía social, enlazándose  con otras ramas, puesto que los fenomenos y las leyes económicas se deben entender en un marco más amplio y contemplando más factores de los que contemplan los clásicos (De hecho, expone esta concepción en el mismo título de su obra Principios de economía política, con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social.  De acuerdo con su concepción de la economía como ciencia, Mill revisa algunos conceptos básicos de la economía clásica:

            -Distingue entre las leyes de producción y las de distribución, pues la producción tiene sus condiciones necesarias, algunas de naturaleza física, mientras que la distribución depende sólo de las instituciones y costumbres humanas.

            -Critica, sin romper con él, el laissez-faire o no intervención pues la función del Estado no es puramente negativa -limitadora o prescriptora- sino que debe tratar de realizar las condiciones de la libertad, por lo que admite la posibilidad de intervención del gobierno en algunos supuestos, como la educación.

            -Su posición ante el socialismo, que el considera como la meta de su ideal de definitivo progreso y democracia. Pero sus simpatías socialistas se dirigen a los utópicos no a los revolucionarios y, además, veía la dificultad insalvable de la puesta en práctica del socialismo por la falta de competencia -donde falta ésta sólo hay monopolio, ociosidad y pereza mental-, la irrealidad en mucho tiempo de la abolición de la propiedad privada, y porque los males e injusticias del sistema actual tienden a reducirse lo que hará más difícil el socialismo.

            Aunque Mill asume el principio del utilitarismo de que las acciones son buenas si promueven la felicidad y malas si producen lo opuesto. Sin embargo matiza que el utilitarismo no es una filosofía del egoísmo (felicidad individual) sino de la felicidad general, que es el bien por excelencia. Establece como elemento nuevo una diferenciación cualitativa de los placeres (producen felicidad) porque el hombre tiene valores y facultades que son en sí mismos superiores y su uso produce un placer o felicidad mayor y la naturaleza humana para él es precisamente esa capacidad o criterio para clasificar y jerarquizar los placeres con el fin de conseguir el mayor desarrollo o plenitud de sus potencialidades o facultades. De ello hablará en su ensayo La Libertad, en el que considera a la libertad como el valor superior: ella junto con la variedad de situaciones -originalidad o posibilidad de ser diferentes- son las condiciones para que se desarrolle la individualidad completa. Ese carácter y función de la libertad del hombre impide su limitación con una única excepción: el daño a otros individuos. Esta concepción sobre la libertad es un claro avance en la tradición liberal inglesa, pues antes se entendía como libertad de acción, necesaria para la consecución de los intereses materiales de cada individuo, ahora Mill la concibe como la condición para lograr la originalidad potencial de cada individuo, lo que hará a la sociedad más rica.

            Otro tema abordado por Mill es la forma ideal de gobierno, que analiza en Consideraciones sobre el gobierno representativo, claramente influido por su visión de la forma de gobierno de la Inglaterra de mediados del XIX, la que mejor se adapta a la forma de gobierno representativo. Este gobierno representativo o, como también lo denomina, popular, de acuerdo con el análisis que efectua de cúales son los criterios que deben guiar al buen gobierno: el fomento de las buenas cualidades de los individuos y como saca partido ese buen gobierno de esa buenas cualidades de los individuos actuando como mecanismo para dirigir los asuntos colectivos. Definiendo concretamente ese tipo de gobierno representativo señala que es áquel "que inviste de la soberanía a la masa reunida de la comunidad , teniendo cada ciudadano no sólo voz en el ejercicio del poder, sino, de tiempo en tiempo, intervención real por el desempeño de alguna función local o general", insiste que el gobierno representativo -opuesto al despotismo, que no promueve las facultades morales, intelectuales y activas de los individuos- significa "que la nación, o al menos una porción numerosa de ella ejerza, por medio de diputados que nombra periódicamente, el poder supremo de inspección e intervención...la nación debe poseer este poder en el sentido más absoluto de la palabra. Debe ser dueña, cuando lo desee, de todas las operaciones del Gobierno". En relación con este análisis, dos son las cuestiones más significativas: la función del Parlamento y el sistema electoral. Es partidario de una revisión del sistema electoral mayoritario a favor del sistema proporcional, pues las minorías instruídas también deben ser oídas en el Parlamento, esas minorías deben tener menos votos pero no ser suprimidas. Asimismo, se muestra partidario del voto femenino en igualdad de condiciones con los hombres.

            El pensamiento de Stuart Mill es un avance en el liberalismo, y encontró eco en los sindicatos y la intervención del Estado, pero no rebasó nunca los límites del liberalismo, de la libertad y el individualismo abstracto.
                
EL LIBERALISMO FRANCÉS

            El liberalismo francés tiene una historia menos progresiva o evolutiva que el inglés al estar jalonada de crisis y revoluciones, etapas de retroceso con la Restauración borbónica y de oposición con el II imperio y de acceso al poder con la revolución de 1830 o la III República cuando se consolida plenamente. Nace marcado por la impronta del Imperio napoleónica, característica que nunca le abandonará y sus orígenes durante la Restauración adoptan formas violentas y mecanismos de organización y agitación propios de la sociedades secretas (carbonarios). El liberalismo francés, heredero de la revolución de 1789, se preocupa más de cuestiones políticas a diferencia del inglés, también consagrado por una revolución 1689, pero más lejana en el tiempo, de impacto más mitigado e imbuido de una concepción de que el liberalismo ha surgido del propio pasado, costumbres y tradiciones inglesas.

BENJAMIN CONSTANT Y LAS CONTRADICCIONES DEL LIBERALISMO EN EL PODER

            Es el principal teórico del liberalismo francés. define la libertad como el pacífico goce de la independencia privada y un Gobierno representativo a la inglesa con una monarquía sin poder efectivo, un Estado que administra y un legislativo bicameral que se vincula en su elección a criterios burgueses y censitarios.

            En 1830 al triunfar la revlución de julio, el liberalismo se instala en el poder con el reinado de Luis Felipe, el rey banquero o el rey burgués. Pero su aparente apogeo revela en el fondo las disensiones y la falta de homogeneidad, patentes de forma muy clara en  diversas contradicciones que afloran en el período: El mantenimiento de criterios censitarios excesivos en el censo electoral que marcan un carácter claramente aristocrático, el apoyo en la Iglesia católica -garante del orden- pese al marcado anticlericalismo del liberalismo francés, la invocación teórica del laissez faire pero contrariada en la política económica de signo muy proteccionista y el recurso o apoyo del Estado en las iniciativas de desarrollo industrial o capitalista.

ALEXIS DE TOCQUEVILLE Y LA DEMOCRACIA

            Tocqueville constituye, a igual que Stuart Mill en el caso británico, un pensador individual y original dentro del pensamiento liberal que no origina una corriente específica. pero que contribuye indudablemente a esa tradición y concepción ideológica. Procedente de una familia aristocrática y terrteniente no renuncia nunca a su origen, pero participó en la revolución de 1830 y aceptará un ministerio en la II República. Sus dos principales obras La democracia en América y El Antiguo Régimen y la revolución abordan el análisis de dos sociedades, una actual y otra pasada, pero desde la misma perspectiva y las mismas conclusiones. Se podría resumir su obra como una reflexión sobre la libertad, que debe ser "moderada, regular, contenida por las creencias, las costumbres y las leyes".  La sociedad camina inexorablemente hacia la igualdad, la democracia, el nivelamiento de individuos uniformes (La Democracia ...) -algo negativo a lo que conduce también el despotismo y la centralización monárquica propia del Antiguo Régimen (El Antiguo Régimen ...)- Esa evolución le causa pavor pero comprende que no se puede impedir. Ese individualismo nace con la democracia pues al consagrar ésta la igualdad de oportunidades favorece  una semejanza entre los hombres y una indiferencia generalizada patentizada en la vuelta a uno mismo, el retiro a una privacidad y el alejamiento de la esfera. Advierte, al contrario de Stuart Mill, de los peligros de un individualismo excesivo y la falta de participación. Esa es, junto a su convencimiento del advenimiento inexorable de la democracia, la vertiente demócrata de Tocqueville, muy limitada, como vemos, pues en él se entremezclan elementos aristocráticos, liberales -los más importantes- y ese cariz democrático.
           
            Tocqueville señala varios mecanismos para impedir ese individualismo y centralización que engendra la democracia y que causaría la destrucción social:        La descentralización administrativa local y provincial unida a la creación de asociaciones de todo tipo, que harían de medición entre el interés individual y el espíritu público, Pero existe otro peligro: la tiranía de la mayoría, que se evitaría con un cuerpo de jueces independientes y el jurado.

EL NACIONALISMO
           
            El nacionalismo es una de las ideologías y uno de los movimientos políticos más significativos del mundo contemporáneo y más difícil de abordar por los especialistas, en gran medida por la diversidad de sus objetivos: nacionalismo estatalistas, autonomistas, separatistas e irredentistas (territorios que una nación considera que le pertenecen por razones de raza, etc., y que están separados de ella) y además por un tratamiento multidisciplinar: histórico, sociológico y politológico. El marxismo contribuyó con los primeros análisis un tanto simplicadores en su relación nacionalismo-clases sociales, después los teóricos funcionalistas  y la psicología social han aportado nuevos elementos de análisis (el papel del nacionalismo para impulsar nuevos procesos de cambio o para dar la legitimidad a Estados emergentes para impulsar procesos de modernización económica y social (Tercer Mundo) etc.

            Existen diversas interpretaciones globales del fenómeno nacionalista desde diversas perspectivas: la de la nación como comunidad caracterizada por su limitación espacial y por aspiración a la soberanía política con un papel fundamental para la lengua (Anderson),la sociológica de Gellner que desmitifica el nacionalismo étnico-cultural: la  creadora de la nación es la demanda impulsada por necesidades sociales (las propias de una sociedad capitalista y sobre todo industrial) y  y no la fuerza de las realidades étnico-culturales; la interpretación histórico-ideológica de Kedourie con la existencia previas de naciones definidas por criterios culturales y sólo la creación institucional de tales naciones en estados puede dar cumplida satisfacción a esas legítimas aspiraciones. Por otra parte, es lugar común entre los especialistas del tema la distinción entre nacionalismo político: aquel que tendría como objetivo la construcción de un orden estatal propio de los ciudadanos,y aunque recurra a las singularidades étnico-culturales priman los planteamientos racionalistas y modernizantes. En el nacionalismo cultural priman los últimos mientras que lo político es más difuso (un "nacionalismo oriental" de Kohn, distinción que plantea dudas por sus prejuicios. No obstante, y pese a ello, parece útil utilizar la distinción entre nación política y nación cultural como modelos ideales de dos tipos de nación y de nacionalismo que podrían ejemplificarse en los dos modelos típicos europeos: el francés y el alemán. En el primer caso responde claramente a la creación de la nación como referencia ideológica para ayudar a construir el Estado y no tiene que ser consecuencia de una realidad nacional preexistente, aunque en algunos casos existan esos elementos preexistentes. Serán su primera plasmación la nación americana y la francesa. Por el contrario, la nación bajo una concepción cultural es un hecho básico, preexistente, pertenece al espíritu humano y sus manifestaciones culturales (el arte, la filosofía, la literatura, la lengua etc.); la nación es el "espíritu del pueblo", el reaponsable de la creación de a nación, es la singularidad cultural de una colectividad y el valor superior de la colectividad es la personalidad cultural diferenciada del pueblo. El problema es como surge ese tipo de nación. Se suele atribuir a u elemento exterior (agresión) -Fichte y sus "Discursos a la nación alemana" o otros factores: desarrollo económico, urbanización, industrialismo, movimientos migratorios o la nueva educación de masas. En relación con estas dos concepciones pero quizás más útiles desde la perspectiva del análisis histórico podríamos establecer otras dos categorías: el nacionalismo racionalista (modelo francés exportado luego a Italia, Irlanda, Grecia), heredada del racionalismo, la Ilustración y la revolución, que concibe a la nación como una asociación voluntaria de hombres libres, frente al nacionalismo romántico e idealista (modelo alemán exportado luego al Imperio Austrohúngaro), nacido de la tradición filológica y legal, romántica y hegeliana, que ve a la nación como un organismo natural y primitivo, producto de un genio específico de una etnia expresado en el lenguaje, la historia, las costumbres y que está, en definitiva, por encima de la voluntad de los individuos.

            El nacionalismo alemán surge en  el siglo XIX teniendo como padres a Herder y a Fichte y un marcado carácter cultural, aunque existen una diversidad de planteamientos nacionalistas en el que se entrecruzan influjos liberales, románticos, culturales y estrictamente políticos e imperialistas de signo moderno, en ocasiones olvidados por la trágica conclusión del nacionalismo alemán en el nazismo. Los componentes de este nacionalismo son variados: la prioridad de construir un Estado fuerte que renuncia al liberalismo, sus nostalgias germanistas tradicionales, las ansias imperialistas alentadas por el proceso industrializador, el racismo de marcado carácter antisemita.

            Herder, con unos planteamientos humanistas,  pacifistas y antimilitaristas que le separan de la evolución posterior del nacionalismo alemán, se preocupa por el folklore y el lenguaje, confía en la futura grandeza de Alemania y en que sepa ocupar su lugar en Europa, como elementos básicos del nacionalismo. Fichte da un paso más en las bases teóricas del nacionalismo alemán al elaborar una filosofía política totalitaria y un programa político nacionalista enfrentado al liberal, representado en Napoleón y su amenaza a Alemania: "La nueva educación debería consistir precisamente en aniquilar por completo la libertad de la voluntad...", de la supremacía de lo alemán: "Sólo el alemán tiene derecho a contar con un pueblo, y sólo él es capaz del amor verdadero y racional a su nación", la exaltación de la cultura germánica, de la condición de guía en Europa de su nación y de la defensa del alma nacional frente a lo exterior. De ahí es fácil deducir la defensa de la pureza de la raza y de la fuerza de la nación: "Toda nación quiere extender su dominio propio tan lejos como pueda y tanto como de ella dependa, anexionarse toda la especie humana conforme a un instinto enraizado por Dios en el hombre".

            Debemos también hablar de List y su Sistema de Economía política nacional, en que no crítica el librecambismo, como normalmente se le acusa, sino que pone en evidencia sus limitaciones en la práctica internacional por los perjuicios que acarrea en los países menos industrializados frente a los más industrializados o desarrollados. List defiende la unificación política de Alemania y el proteccionismo como clave para su expansión económica. Es un nacionalismo más moderno que exige la construcción de un Estado fuerte por las necesaidades económicas de una sociedad que se industrializa y explica la debilidad de un liberalismo que se sacrifica para conseguir aquellos objetivos.

            El nacionalismo como movimiento político significativo surge con la revolución liberal. Es la revolución francesa de 1789 prolongada después en la era napoleónica la que generaliza un nuevo credo político que encuentra su justificación y legitimación en la nación y que, por lo menos hasta la guerra franco-prusiana es indesligable de la tradición liberal, la revolución y el imperio. Esta será el nacionalismo jacobino cuyo máximo representante es Michelet que, cuando habla de nación habla de Francia, puesto que la nación es un ser organizado (la patria), que se basa en la amistad y es inseparable de la revolución: "Francia es la nación revolucionaria por excelencia. Es un nacionalismo de corte pequeño burgués que en el pensamiento de Michelet se adoba con dosis de anticlericalismo, solución armniosa al conflicto social entre trabajo y capital. es un nacionalismo romántico.

            No obstante, aunque esa es la tradición clásica, existe otra corrientes nacionalistas      de índole conservadora e imperialista, cuya génesis se situa tras la derrota franco-prusiana y en la defensa de un statu quo territorial estrechamente relacionado con la anexión por Alemania de Alsacia y Lorena (materialización del enfrentamiento entre nacionalismo político y cultural). Desde aquí y como ocurre en otros países europeos -Inglaterra- el nacinalismo se pone al servicio de la legitimación del imperialismo y de las ansias de revancha antiprusiana, que en su evolcuón cristaliza en el nacionalismo de derechas que tendrá su conclusión en un significativo fascismo francés no suficientemente fuerte para construir un régimen de ese tipo pero sí notable por su elevada complejidad ideológica.

            La fusión originaria entre el nacionalismo y el liberalismo se ejemplifica en el caso francés por la legitimación sustitutoria a la del Antiguo Régimen, resultando evidente que el nuevo credo nacionalista habría de prestar su concurso a los nuevos regímenes liberales destruyendo el viejo orden, en el que uno de sus pilares eran los imperios supranacionales. De hecho, había un fundamento básico al trasladar por analogía los principios de autonomía y libertad del hombre a los pueblos. Stuart Mill será un ejemplo significativo de esa identificación de nacionalismo y liberalismo, pero donde mejor se expresa es el nacionalismo romántico italiano, que tendrá su principal figura en Mazzini al que se caracteriza a nivel de su pensamiento como una mezcla de liberalismo benthamiano y de los primeros revolucionarios franceses con el romanticismo y el idealismo filosófico. Mazzini es el aptriota italiano, el eterno conspirador proscrito y republicano, que piensa que el nacionalismo será una pieza clave para conseguir la fraternidad internacional (La Santa Alianza de los pueblos) que instaura el reinado de la paz y la justicia. Es el romántico cuya máxima esperanza es el 48 pero también su derrota. Desde entonces tendrá que ver que las naciones se constituyen pero también se enfrentan, es una nueva era en la evolución del nacionalismo: la de la fuerza (Touchard).

EL ESPÍRITU DEL 48 Y LA "PRIMAVERA DE LOS PUEBLOS": LAS REVOLUCIONES POPULARES Y DEMOCRÁTICAS

            Las revoluciones que se generalizaron en Europa en 1848 marcan un nuevo avance del liberalismo y del nacionalismo, y se vieron también acompañados por exigencias democráticas (sufragio universal) y reclamaciones de carácter social para los trabajadores. En cierto modo, esas revoluciones son como un escenario donde confluyen el liberalismo, el nacionalismo, la democracia y donde comienza a germinar una nueva ideología: el socialismo.

            Con epicentro en Francia, la oleada revolucionaria se extendió por gran parte de Europa y, aunque reviste formas diversas en cuanto al peso específico de sus contenidos según los países -Francia: democracia y reivindicciones socialistas, Italia: nacionalismo y liberalismo, Estados alemanes e Imperio Austrohúngaro: nacionalismo y liberalismo, etc. existe una similitud de los protagonistas, de comportamientos, de la dinánica y de los objetivos. Junto a la burguesía, auténtica protagonista de los sucesos revolucionarios, tenemos a la aristocracia en algunos países, y también a las clases medias bajas: artesanos, obreros especializados, pequeña burguesía, etc. Son revueltas urbanas -no participación campesina- y existe grupos de agitadores en contacto con sociedades activistas clandestinas. También hubo una cierta similitud de objetivos de las agitaciones, dirigidas normalmente al establecimiento de regímenes liberales o, en el caso de países en que ya se había establecido un régimen de estas características, hacia el aumento de participación política a aquellos sectores de la población que no entraban en los criterios censitarios establecidos (esto llevó a reivindicar el sufragio universal masculino), a esta exigencia se unieron, según los países, las de carácter nacionalistas y las de tipo social, estas últimas con una clara motivación en la crisis económica que asoló Europa (estudiada por E. Labrousse para Francia).

            Las revoluciones del 48, independientemente de que no consiguieran todos sus objetivos en muchos países,  marcan indudablemente una fisura clara en la evolución histórica europea. Tienen el carácter de encrucijada histórica, significan, de acuerdo con los trabajos de Sigman y Godechot, el fin de la Restauración, del sistema de relaciones internacionales de Metternich y la apertura de una nueva era: la de la consolidación del liberalismo y el nacionalismo, con la aparición de nuevas naciones en Europa y el punto de partida de una nueva corriente ideológica que será junto con las otras dos la gran protagonista de nuestra    historia contemporánea: el socialismo.

            Interesa remarcar lo que se ha dado en llamar el espíritu del 48, conformado por diversos elementos:
            -Romanticismo: Estas revoluciones marcan el punto culminante del romanticismo político, que sintetiza tanto el romanticismo literario como el de  corte popular, sólo hay que pensar en que la mayor parte de estos escritores participa de esas ideas e incluso activamente en los sucesos políticos, como Lamennais, Lamartine, Hugo o Beránger (Byron). Estos revolucionarios son románticos en la retórica de la "primavera de los pueblos", el despertar de la conciencia ante los procesos de cambio social, económico, cultural, filosófico y político. A veces se utiliza este adjetivo con un sentido desdeñoso: idealistas. Este carácter tiene mucho que ver con una cierta concepción idealizada y espiritualizada de la política.

            -El culto al pueblo y lo popular con dos sentidos; pueblo-humanidad y pueblo-obrero. Se insiste en la igualdad y la fraternidad.

            -La herencia de la revolución francesa y a la tradición revolucionaria traducida en un culto a los héroes de la revolución,  la adopción del vocabulario y ceremonial revolucionario.

            -La mística del progreso y el culto a la ciencia: Están impregnados de la filosofía del progreso continuo y el culto a la ciencia y técnica, que lo va a resolver todo. En este capítulo hay que destacar asimismo el papel predominante que se otorga a la educación, especialmente en su vertiente cívica y popular.