dimecres, 29 de setembre del 2010

LA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL Y LOS ORÍGENES DEL SOCIALISMO

Desde las décadas finales del XVIII la sociedad y economía británica entró en una fase acelerada de desarrollo económico y de transformación social acusada que configuraron una nueva realidad social y laboral. La introducción del vapor como fuente de energía, de las innovaciones tecnológicas, la máquina, el obrero y la fábrica crearon un nuevo marco de relaciones sociales y laborales. La transformación hacia el nuevo mundo industrial fue rápida: en tan sólo cuarenta o cincuenta años (una generación) el sector agrario pasó del 33% de la población activa al 12 %, en 1850. No obstante, hay que tener presente que la mecanización y la proletarización no fueron al principio generalizadas ni tampoco esta última fue homogénea ni lineal en el cao inglés, y mucho más si contemplamos los contrastes entre los diferentes modelos de industrialización del continente europeo: por ejemplo, Alemania con la unificación sufrió una acelerada transformación económica e industrial que no anuló la persistencia de los sectores productivos pre-industriales y del campesinado, en el caso de Francia el modelo de pequeña propiedad agraria creada por la revolución frenó el desarrollo del mercado interior al limitar el crecimiento de la demanda de bienes industriales, a lo que contribuyó también un crecimiento demográfico muy limitado (50% frente al 350% del crecimiento inglés) retrasó considerablemente el desarrollo de la gran industria.
            El desarrollo capitalista e industrial produjo modificaciones importantes en el nivel y calidad de vida de los trabajadores. Un aspecto importante es un ámbito laboral nuevo: la fábrica con una disciplina fabril en horarios, ritmos de trabajo y penalizaciones económicas. La lógica del beneficio impuso amplias jornadas de trabajo (10 a 12 horas diarias), penalizaciones o multas y vigilancia. El trabajo femenino e infantil, que existía ya en el mundo preindustrial, empeoró sus condiciones(1851 el 28 % de lso niños entre 5 y 10 años trabajaban en pésimas condiciones: altas temperaturas, jornadas de 10 horas, esfuerzos físicos continuos, y no sólo en la fábricas, sino en las minas, como deshollinadores o criados. La magnitud del problema llegó a ser tal que los mismos defensores del laissez faire decidieron adoptar una legislación protectora.
            Pero, sin duda, fueron los salarios los que mejor resumieron la nueva situación de los trabajadores. Esta cuestión de los salarios y su relación con el nivel de vida de  los nuevos trabajadores es una cuestión controvertida en la historiografía por la falta de información y su contraste con el nivel de precios, para determinar el salario real (bienes que podían adquirir realmente) no el nominal y de hecho ha determinado una de las polémicas más intensas de la historia económica y social: sobre el nivel de vida ¿Mejoró o empeoró el nivel de nivel de la clase trabajadora con la revolución industrial. En los primeros años del siglo XX se pudo contar con estadísticas de salarios nominales que indican su estabilidad a lo largo del período 1785-1850, aunque los salarios reales  experimentaron desde 1815 una ganancia del 25% gracias a la caída de los precios. En la polémica los optimistas plantean las ventajas de un nuevo sistema económico que generaba más riqueza y empleo frente a los pesimistas como Thompson o Hobsbawn, que señalan el desigual reparto de la riqueza y las pésimas condiciones de vida y trabajo. Hobsbawn ha analizado diversas variables en apoyo a sus tesis pesimistas:, aumento de la mortalidad urbana, pauperismo endémico, el paro continuo, el escaso incremento del consumo de carne y cereales en correspondencia con el aumento de población frente al crecimiento del consumo de patata y pescado salado, etc. Thompson, por su parte, mantiene también tesis pesimistas pero rechaza que deba tenerse en cuenta sólo salarios y precios, hay que introducir otros factores como las distorsiones creadas por el propio aumento demográfico, la emigración al mundo urbano, el impscto psicológico de las transformaciones y los cambios tecnológicos y el marginamiento político que sufrieron: dura represión, prohibición de asociarse y organizarse, exclusión del derecho a voto, etc.
            Una de las características de la nueva sociedad y de las transformaciones industriales fue el crecimiento de la población y el proceso de urbanización. Inglaterra fue la primera en conocer este proceso ligado estrechamente a las condiciones de vida de las clases obreras. Si a mediados del XVIII vivían en ciudades menos de un quinto de la población, en 1850 eran las tres quintas partes. La ciudad y el entorno urbano pasó a ser el símbolo de la nueva era industrial, p. e. Manchester en tan sólo una década (1821-1831) incrementó su población en un 45%, y las nuevas innovaciones tecnológicas como los tranvías, la electricidad, los ferrocarriles o el teléfono contribuyeron a la consolidación de las nuevas formas de vida urbana. Esa transformación acarreó muchos problemas por las dificultades de las ciudades para acogerse a esa numerosa población por insuficiencia de viviendas y problemas de salubridad, higiene y servicios. El hacinamiento, las pésimas condiciones de salubridad y habitabilidad de las viviendas obreras en los barrios periféricos que se desarrollaron para estos sectores. Estas condiciones favorecieron la proliferación de enfermedades infecciosas, tifus y cólera, y de otras como tuberculosis, silicosis, grangrenas, catalogadas como enfermedades industriales. La desnutrición redujo las posibilidades de vida de los trabajadores, a la que se sumaba la elevada mortalidad laboral por accidentalidad y condiciones de trabajo peligrosas. 
            La situación era tan deplorable que pronto empezaron  alzarse las críticas incluso dentros de las filas de los defensores del liberalismo económico. Voces como las de Malthus u Owen se alzaron exigiendo que se tomaran medidas de protección por el Estado en higiene, condiciones de trabajo etc. Las reformas comenzaron como la legislación del trabajo infantil, ordenanzas municipales regulando las condiciones sanitarias y de habitabilidad de las ciudades y construcción de casas baratas para obreros, pero estas fueron parciales y muy lentas. La situación en que vivían y trabajaban estos trabajadores de la la primera etapa de la revolución industrial contribuyeron a generar unas condiciones favorables para la génesis de la conciencia de clase y los primeros pasos hacia su organización, pero también fue decisivo para ello la aparición de nuevas formas culturales  y pautas de comportamiento distintas de mundo preindustrial. La adaptación fue paulatina pero brusca en la ruptura; las migraciones, la aparición de un nuevo habitat urbano, la desintegración del mundo artesanal originan el hundimiento de los viejos valores sociales y el desarraigo de la población. El historiador Hunt ha señalado que en 1851 en ciudades como Manchester o Glasgow más de las tres cuartas partes de la población era inmigrante y no habían nacido en la ciudad. Cuando el mundo precapitalista se derrumbó totalmente ante el triunfo del liberalismo económico, los trabajadores tuvieron que redefinir política, cultural y socialmente su identidad colectiva en función de la del conjunto de la sociedad, construir una cultura para sí, propia, frente al sistema capitalista que los oprimía. En definitiva ese proceso de redefinición y construcción es el proceso de formación de la clase obrera, que ha estudiado E.P. Thompson (la clase es una realidad definida por los propios hombres según y como viven su propia historia). La construcción de esa conciencia de clase fue plural, compleja y se manifestó en múltiples direcciones, no sólo en la lucha política sino en otros ámbitos como el religioso (escuelas y asociaciones de las iglesias reformadas). En este proceso, la clase obrera fue asumiendo valores de la burguesía y de la nueva sociedad, como la ética del trabajo (dignificación del trabajo que ya venía del mundo artesanal), la higiene, la educación, la respetabilidad o las condiciones laborales dignas.
Liberalismo burgués y capitalismo industrial configuraron la nueva sociedad pero generaron, bajo un discurso de igualdad jurídica, social y política, situaciones de amplia desigualdad que llevaron a esos sectores sociales a formular propuestas específicas frente a su marginación y desigualdad, impulsando movimientos sociales de naturaleza y objetivos diversos.
 LAS CONSECUENCIAS SOCIALES DE LA INDUSTRIALIZACIÓN: EL TRÁNSITO A UNA NUEVA CONFLICTIVIDAD SOCIAL.
            En los años finales del XVIII y principios del XIX tuvieron lugar una serie de movimientos social y una conflictividad claramente relacionados con los cambios que afrontada la sociedad, y que presentan como especificidad propia el haberse registrados en lasetapas iniciales de la revolución industrial pero presentar todavía rasgos típicos de los movimientos populares preindustriales. Son varios los movimientos de este tipo, cuyo escenario es Inglaterra por lo temprano de su industrialización, y podíamos señalar desde las revueltas campesinas, los motines de subsistencias urbanos, las destrucciones ludditas y las peticiones políticas de los obreros que darán paso al movimiento obrero. La historiografía está abordando tales manifestaciones desde nuevas perspectivas, en especial desde los trabajos de Hobsbawn, Thompson y, sobre todo, de Rudé (La multitud en la historia) y de los de los sociólogos de la historia (B. Moore o Ch. Tilly) que han apuntado como a lo largo del XIX se puede, a partir del análisis de la acción social, establecer que se produce una transición en la historia de los movimientos sociales desde las primitivas formas violentas a una resolución institucional de las disputas colectivas (la huelga, por ejemplo, prohibida primero, permitida después aunque reprimida en ocasiones hasta convertirse en un instrumento de arbritaje social dentro de los límites que permiten las distintas reglamentaciones estatales). Los dos primeros movimientos de protesta en los albores de la inglaterra preindustrial son la revuelta campesina del "capitán Swing" (1830-33) y los destructores de máquinas capitaneados por Ned Ludd (ludismo) (1811-16). Son importantes pues presentan puntos de contacto (ambos son reacciones ante el liberalismo y el capitalismo que amenazaba su marco de vida social, los luddistas reaccionaban frente a la proletarización, los campesinos ante la penetración del capitalismo en la agricultura y han permitido a los historiadores establecer también sus diferencias (la comunidad campesina pervivió mucho más en el tiempo que la disolución del mundo artesanal más rápida  y eso explica su diferencias temporales, que a suvez son claves para comprender la evolución futura: el sindicalismo obrero se organizó con mayor rapidez que el agrario.
EL MOVIMIENTO "LUDDISTA".
            Ante la transformación industrial, la mano de obra artesana de oficios cualificados presionó para mantener su status y organización corporativa y reaccionó frente a la mecanización y la proletarización. En este marco se situa el luddismo, destrución de máquinas, como apoyo a las peticiones de estos sectores -las máquinas al simplificar el trabajo disminuían la destreza requerida y hacían innecesaria la contratación de trabajadores cualificados- y de los trabajadores en general, que iba en muchas ocasiones precedidos de cartas amenazantes a empresarios y comerciantes que introducían máquinarias para modificar y empeorar las condiciones y retribuciones de los trabajadores firmadas por Ned Ludd, legendario calcetero que según la tradición fue el primero en romper su telar. Las primeras manifestaciones ludditas tuvieron lugar en los años del cambio de siglo en el sector de los tundidores de lana, pero desde 1811 se sumaron otros oficios o sectores: calceteros, encajeros, tejedores por la reducción de salarios que implicaba la progresiva mecanización y la coyuntura de precios altos por las malas cosechas. En sus acciones se combinaban la destrucción de máquinas y las peticiones al Parlamento para que reconociera el status artesanal del oficio con salario mínimo y posibilidad de certificar la calidad de las piezas y retirar las que no alcanzasen el nivel exigido, que no fue aceptado. Fracasado este primer brote luddista, se produjeron otros en el algodón por la introducción de telares mecánicos, pero sin tanta significación. No obstante, el luddismo dejó tras sí un legado importante de prácticas solidarias y de apoyo popular, de formas pioneras de organización y asociación que serán una herencia acumulada para la posterior organización de la clase obrera. A este repecto, Hobsbawn señala que en su evolución posterior el luddismo también fue un mecanismo de presión para conseguir reivindicaciones concretas de mejora salarial y de condiciones laborales, una especie de negociación violenta ante la prohibición del derecho de asociación obrera hasta 1825. Para Thompson  es más bien un movimiento cuasi-insurreccional de respuesta a las transformaciones capitalistas, al abandono de la legislación proteccionista y paternalista en beneficio laissez-faire, pero no sólo de oposición a la nueva tecnología sino a todo un sistema y sus instituciones que les marginaban también políticamente. Tiene componentes, para este autor, de una especie de radicalismo democrático que, aunque no presenta formas organizativas claras, viene de finales del XVIII y enlaza con la tradición revolucionaria jacobina influida por la revolución francesa y que conduce hasta el cartismo, aunque no debemos establecer una relación lineal entre luddismo y movimiento obrero organizado. 
TRANSFORMACIONES AGRARIAS, CAPITALISMO Y REVUELTA CAMPESINA: "EL CAPITÁN SWING".
            Desde finales de agosto de agosto de 1830 se inició una revuelta campesina en el sur de Inglaterra y en torno a ella se plantean interrogantes: ¿era un mecanismo de protesta mecánicamente adoptado por su tradición o se trataba de una adaptación de la protesta tradicional a una situación totalmente nuevas y, por tanto, con nuevos objetivos?. Indudablemente la sociedad británica estaba transformándose, pero en 1830 la agricultura seguía siendo el sector productivo básico y los procesos de cambio rural, en especial de la comunidad rural eran más lentos que los que en sentido inverso se operaban en el ámbito urbano, pero los cambios se apreciaban y generaban tensiones: el campesino estaba ya proletarizado por las enclosures, que habían modificado el paisaje agrario privatizando y disolviendo progresivamente la comunidad rural y los usos tradicionales, los salarios eran insufientes y el empleo inestable, ejerciéndose una enorme presión sobre los campesinos. Se intentaba paliar el sistema con subsidios, pero sólo mantenían el equilibrio social hasta que se producían malas cosechas y carestías como las de 1828 y 1829. En el verano de 1830 se empiezan a producir protestas y acciones violentas, incendios de graneros, amenazas, destrucción de maquinaria agrícola, etc., que en ocasiones iban precedidas de cartas amenazadoras firmadas por el "capitán SWing", exigiendo empleo estable y aumento de salarios, protección, en definitiva, y casi nunca precios más bajos, que había caracterizado a la protesta rural preindustrial. Tiene componentes de ese tipo pues se centró en una zona de caracterizada conflictividad rural antes y después de 1830 (oposición a la Ley de Pobres de 1834) pero evidentemente era el choque de las concepciones tradicionales, de corte paternalista, moral, etc. y los intereses del nuevo capitalismo agrario e industrial.
DE LA PROTESTA SOCIAL A LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA EN INGLATERRA: EL NACIMIENTO DEL SINDICALISMO Y EL CARTISMO.
            Los años treinta del XIX conocen la aceleración de los cambios y transformaciones de una sociedad industrial traducidas en una notable y creciente proletarización laboral en unas condiciones negativas de vida y de trabajo. En este contexto se situan los inicios del movimiento obrero. El punto de partida es negativo al existir en Inglaterra disposiciones que prohiben la organización y asociación obrera, las "Combination Acts" que dispuestas en 1799-1800 para prohibir la asociación gremial impedían la asociación obrera (En Francia la Ley Chapelier de 1791, obra de la revolución), ante ello los obreros abandonan las primitivas formas de protesta (destrucciones de máquins) y comienzan a luchar por la libertad de asociación y sindicación y las reivindicaciones políticas. Abolidas en 1825 las "Combination Acts" se legalizan los cuadros sindicales ya existentes en la clandestinidad. Progresivamente se van creando sindicatos que cristalizan en un primer intento de plataforma unitaria como la Asociación Nacional de Protección al Trabajo fundada por Doherty en 1830 y que cuenta con el periódico  La Voz del Pueblo.  La agitación obrera en estos años empieza a asumir la lucha política y es un apoyo para el movimiento culmina con la reforma de la ley electoral en 1832. No obstante no olvida la lucha social que origina las primeras leyes de protección en el trabajo y de inspecciones, aunque en la práctica serán poco efectivas. El sindicalismo británico nacía fundándose en las teorías cooperativistas de Owen y King y en 1834 se funda una organización nacional a partir de la agrupación obrera por oficios y localidades: la "Grand National Consolidated Trade Union", que tuvo unos comienzos oscilantes por el incremento de la resistencia patronal  y represión política.
EL PENSAMIENTO SOCIAL DE ROBERT OWEN
            Owen fue un gran empresario emprendedor y filántropo, que quiere cambiar la sociedad (evoluciona de la filantropía patronal al mesianismo social) de diversas formas. Priemro se preocupó de la vivienda, educación e higiene de los obreros y lo practicó en su hilatura de algodón construyendo viviendas, escuelas, aumentando salarios y reduciendo la jornada laboral. En estos aspectos últimos piensa que el Estado debe involucrarse con leyes que mejoren las condiciones de trabajo, especialmente de los niños. Al igual que Fourier prefiere la agricultura por lo que preconiza la formción de comunidades agrícolas modelo (New Harmony en EEUU) donde la propiedad privada será abolida. Para el trabajo es la medida del valor por lo que propone, en una clara semejanza con Proudhon, la creación de un Banco en el que se intercambien bonos de trabajo (Bolsa Nacional equitativa para obreros que se funda en 1832 y fracasa dos años después) pero es un socialismo concebido en la esfera del intercambio y no en la organización de la producción.
            En los años finales de su vida evolucionó hacia el mesianismo social (El Catecismo del nuevo mundo moral) en el que habla de la llegada de tiempos de virtud y felicidad, el reino de Dios sobre la tierra. Owen tuvo un amplio reconocimiento en su época por su vaguedad en las concepciones de su pensamiento, asumibles incluso para la propia burguesía: la reforma de la sociedad a partir de la ejemplaridad de una comunidad, su paternalismo e idealismo, la reforma social independiente de la acción política y la toma del poder, etc. El movimiento cooperativista y sindicalista británico sería desarrollado por sus discípulos.
EL CARTISMO:
            Pese a las dificultades organizativas del primer sindicalismo británico, es clara la maduración del movimiento obrero, cuando se introduce la lucha política basada fundamentalmente en la conquista del derecho electoral. Contaba ya con el antecedente de los años iniciales de la década de los treinta, ahora retorna con fuerza de la mano del movimiento cartista. En 1838 la Asociación de Trabajadores de Londres envía al Parlamento una carta que da nombre al movimiento conteniendo sus reivindicaciones de tipo político: sufragio universal y secreto, parlamentos anuales, supresión del certificado de propiedad para los miembros del parlamento, sueldo para los parlamentarios y circunscripciones electorales territorialmente iguales. Estas reivindicaciones políticas dieron pié a un movimiento amplio que, en plena coyuntura de crisis económica de 1838-1842, logró un gran apoyo popular. Dividido en dos tendencias: la moderada (Lovett) que preconiza la alianza con la burguesía para conseguir objetivos políticos comunes, y la radical (O'Brien y O'Connors) a favor de la huelga general, pero la crisis inclinó la balanza hacia los radicales y la movilización (huelga de 1842). Pese a la fuerte represión del Gobierno, se consiguieron algunos objetivos desde 1846: abolición de las leyes de grano, reforma del Código Penal, ampliación de la libertad de prensa y la jornada laboral de 10 horas, pero en 1850 el movimiento se disolvía. Su mayor éxito fue la demostración de que se podía agrupar u organizar a los trabajadores en pos de reivindicaciones políticas y sociales. La historia del movimiento obrero acababa de comenzar.
            El fracaso momentáneo del cartismo en conseguir sus objetivos políticos propició un repliegue hacia las reivindicaciones exclusivamente laborales, que favoreció el desarrollo del sindicalismo. En 1868 se constituye el Trade Unions Congress para coordinar la labor de los distintos sindicatos ingleses.

EL SOCIALISMO UTÓPICO Y EL ANARQUISMO.
            Los denominados socialistas utópicos, a excepción de Owen -que no se suele incluir en esta clasificación por algunos autores- tienen como escenario la Europa continental y más concretamente Francia. Allí, de forma paralela al desarrollo del sindicalismo británico, pervivían agrupaciones semiclandestinas de oficios tradicionales que seguín contanto con estructuras cuasigremiales pero desde los años treinta empiezan a surgir las primeras sociedades de socorros mutuos, permitidas sólo para el auxilio de obreros enfermos o ancianos pero el desarrollo era lento en relación con la lentitud del proceso industrializador francés. La revolución de 1830 con el desarrollo de las sociedades secretas, tipo carbonarios, y el auge industrializador con la monarquía de Luis Felipe dan paso a las primeras sociedades obreras y sus manifestaciones reivindicativas, especialmente la de los trabajadores de las sederías de Lyon en 1831 que terminó en insurrección popular.
            Este clima  influyó de forma determinante en el desarrollo del asociacionismo obrero, en especial la Sociedad de los Amigos del Pueblo y otras similares que mantenían un carácter semisecreto y, por influencia de A. Blanqui, prorrepublicano y que tendrían un protagonismo destacado en los sucesos obreros del 48.
            En este contexto, tendría lugar la aportación de los principales utópicos franceses: Saint Simón y Fourier, que desvinculan sus propuestas de reforma económica y social de la  reforma política, seguidos por Cabet, Louis Banc y Blanqui, entre otros, que se caracterizan por preconizar la reforma política -democracia- indesligable a la reforma político-social. En este apartado se incluye también Proudhon, aunque por su aportación le consideramos dentro del anarquismo.
SAINT-SIMON
            En la base de su pensamiento hay una creencia cuasi religiosa en el progreso y la ciencia-técnica, que luego se prolonga de forma ritual a su doctrina. Generó una escuela, en la que participaron de forma notable muchos ingenieros y técnicos (el saint-simonismo ejerció una influencia muy grande en la escuela Politécnica) que se trasladó después a la clase dirigente del II Imperio.
            Su doctrina parte de la producción, alabando a los productores (industriales: todos aquellos que producen) frente a los ociosos (zánganos: aquellos que no producen), pues aquellos son la clase fundamental de la sociedad, que se divide en estos dos grupos (Parábola -1819) Vid. TOUCHARD, P. 207), y así se recoge en sus obras fundamentales (El sistema industrial -1821/22- y El Catecismo Industrial -1823/24- . Para él se debe afrontar como tarea fundamental del nuevo siglo (XIX) la organización de la economía más que las instituciones políticas en sí y en esa tarea los técnicos (banqueros especialmente -la reforma económica debe básicamente del crédito-). Prefigura la tecnocracia y el gobiernos de los técnicos, pero duda del liberalismo y la democracia, es elitista (virtud de las élites -los técnicos-), aunque su crítica a la economía liberal en sus aspectos sociales anuncia la de Marx: hay que mejorar la situación de la clase más pobre, y aunque respeta la propiedad, alguno de sus discípulos rechaza la herencia por considerar la propiedad como una función social.
            Como hemos dicho el saint-simonismo arraigó en determinados sectores de técnicos y empresarios y a ellos se debieron las grandes realizaciones en la época del II Imperio. La nómina es amplia: citemos, por ejemplo, Enfantin daría apoyo a la construcción de los ferrocarriles franceses, Fournel, Enfantin y Lesseps idearon y construyeron el canal de Suez, los Pereire fundaron el Crédito Mobiliario, etc. Esto ha llevado a cuestionado el carácter de socialismo utópico del saint-simonismo dada su notable contribución al desarrollo del capitalismo francés.
FOURIER
Teniendo menor trascendencia posterior que Saint-Simon, la doctrina de Fourier tiene importancia por exponer una crítica aguda al sistema capitalista dentro de una exposición global del universo y por sugerir unos mecanismos de asociación y agrupación voluntaria para reforma social.
            Para él, el principio de atracción no sólo regía el mundo físico sino también social. La ciencia de la sociedad y la ciencia social es la matemática de las pasiones, que él clasifica minuciosamente y ensalza para alcanzar la armonía universal. Crítica por ello la sociedad industrial, viciosa y alejada de la perfección, especialmente el comercio y la industria es el punto de mira de sus críticas mientras que la agricultura es la tarea mejor -de hecho las fábricas deben estar en el campo para que los obreros puedan dedicarse asimismo a las tareas agrícolas, en especial a la horticultura. La reforma social debe partir de agrupaciones humanas, los falansterios, una especie de pequeñas sociedades cerradas formadas por unos 1600 individuos que asumirán todas las funciones sociales. Son cooperativas de producción, trabajo y consumo, que él diseña hasta el mínimo detalle: pasillos acristalados, 40 platos en el comedor, es uan sociedad igualitaria de razas y sexos pero no comunista (se permite una cierta propiedad y la herencia). Esos falansterios serán la base para llegar a una federación de ellos (reemplazará a los Estados y las naciones) que se encargará de organizar la actividad científica, la utilización de las fuentes de energía mundiales y de planificar el trabajo.
LOS OTROS UTÓPICOS
            En este entorno, en el que se difunden las teorías de los utópicos y se dan las primeras experiencias de la lucha obrera comienza a gestarse ka organización de los trabajadores y en ellos influyeron también tres teóricos, considerados dentro del socialismo utópico, que  tienen en común su defensa de la necesidad de la revolución política y de la democracia para la reforma social: L. Blanc, Cabet y A. Blanqui.
            E. Cabet, autor del Viaje a Icaria, es partidario de la educación popular y de la democracia, gran admirador de la revolución francesa preconiza que la doctrina de ésta es la de la igualdad organizada, y ésta-sinónimo de democracia- conduce a la Comunidad. Su comunismo no es moderno inspirado por la realidad -aunque reconoce la contraposición social entre poseedores y desposeidos de instrumentos de trabajo- sino que se inspira directamente de las utopías antiguas, cristianas y renacentistas: Platón, Tomás Moro, etc., también recoge influencias del owenismo y religiosas del saint-simonismo (Los comunistas discípulos y continuadores de Jesucristo). La sociedad perfecta llegará, tras una etapa de transición, y se abolirá la propiedad privada, el comercio , será la sociedad de la abundancia y riqueza, organizada democráticamente a través de la práctica del plebiscito.
            L. Blanc, cuyas tesis sobre el derecho y la organización del trabajo fueron las claves decisivas del movimiento obrero parisimo en la revolución del 48, veía el ideal en un mundo en el que el Estado -no debe desaparecer sino lo contrario, será el instrumento y el garante de la transformación, debe garantizar que cada uno aporte al trabajo de acuerdo con sus facultades y reciba de acuerdo a sus necesidades a través de los talleres sociales (los talleres nacionales de 1848) creados por el Estado, pero también por las aportaciones de los capitalistas, que acabarán extendiendose  permitiendo a los obreros poseer los instrumentos de trabajo.
            Blanqui presenta una ruptura con la tradición anterior. Es el revolucionario integral, por excelencia, y su vida de conspirador, detenido y encarcelado a menudo fue un ejemplo de ello, lo que le dió un cariz más que de teórico de hombre de acción, aunque no por ello contó con una teoría. Es un hombre de influencia ilustrada, cree en el progreso y la ciencia, en la educación y calramente anticlerical. Es partidario de la revolución política: sin ella no habrá una social, y debe ser preparada por una élite reducida y preparada (conexión con el  babuvismo y posiblemente con el leninismo). El fin de la revolución es la república de la emancipación social, de los trabajadores, el socialismo (liberación del proletariado de la opresión del capital), pero es muy vago y confuso en su definición del socialismo: referencias siempre vagas al pueblo explotado, a la igualdad y a la justicia etc. pero sin concretar. De hecho, sus peticiones al gobierno provisional de 1848 serán democráticas, no socialistas, aunque sí es cierto que utilizó en sus escritos el término de comunismo y de dictadura del proletariado. En 1839 organizó una sublevación en París que llegó a ocupar el Ayuntamiento, siendo fuertemente reprimida.
EL ANARQUISMO: PROUDHON Y BAKUNIN
            Proudhon pertenecía a la clase obrera y fue un escritor prolífico, cuyo pensamiento se gestó en una Francia que aún no conocía el desarrollo industrial del Segundo Imperio, aunque sus obras principales se escribieron durante el II Imperio. Es un pensamiento precapitalista, distinto en su context de formación al de Marx, y plagado de contradicciones, por ejemplo sobre la propiedad o la religión. Sus principales obras son sus ensayos sobre la propiedad -1840/42-, Sistema de las contradicciones económicas o filosofía de la miseria -1846- Solución del problema social -1848- y Del principio federativo -1863-.

            Al igual que Saint-Simon y Fourier no le preocupa la política, que para él es sólo economía política, desconfía de la democracia y el sufragio universal, y, en especial, del Estado. El Estado es para él símbolo de burocracia y centralización, rechaza el contrato social de Rousseau y reclama la anarquía, en su sentido etimológico, el poder político sustituidos por acuerdos libres entre los trabajadores. Reclama la libertad y la igualdad, que se equilibran por la solidaridad. Es una doctrina individualista propia del preindustrialismo -algunos la han denominado el socialismo de los artesanos- y profundamente antirreligiosa, pues se opone a cualquier autoridad como la Iglesia.
            En su crítica de la economía y sociedad capitalista está cercano a Marx, aunque rechaza cualquier transformación revolucionaria que supusiera la toma del poder por los obreros. La propiedad es un robo y por lo tanto el principio en que se asienta esta sociedad es condenable. La solución es la federación: la asociación de agrupaciones de individuos libres bajo una ley y un interés común, desde  la perspectiva política. En lo económico, el mutualismo, o asociación mutualista, resuelve el problema social sin lucha de clases, pues regirá un intercambio recíproco de bienes, servicios, crédito, etc. La institución mutualista por excelencia, el Banco del pueblo, debía conceder crédito gratuito a los obreros asociados.
            Mijail Bakunin, caudillo de la corriente anarquista de la I Internacional y enfrentado a la dirección marxista, fundó en 1868 la "Alianza Internacional de la Democracia Socialista" y participó en el Congreso de Basilea de 1869 como delegado. Condena la participación en las elecciones y ka lucha por las reformas sociales y piensa que en la revolución es esencial la participación campesina. Sus enfrentamientos con la dirección por cuestionar el dominio del Consejo General sobre las secciones locales culminan con su expulsión de la Internacional.
            En el análisis de la filosofía libertaria se plantea un interrogante pues sus ideas no se nutren de lo que se conoce con el nombre genérico de socialismo, sino que son más bien una radicalización del liberalismo o del racionalismo ilustrado que les lleva a una crítica social (Álvarez Junco). El positivismo, el poder emancipador de la ciencia, el progreso continuo qu ecnduce inevitablemente a la total libertad del individuo en perfecta armonía con la naturaleza están en la base de su pensamiento, en su vertiente clásica (Proudhon, Bakunin, Kropotkin). Prima, por encima de todo, el derecho del individuo a la libertad, a actuar según su propia conciencia y voluntad y, por tanto, tal axioma se enfrenta a la autoridad -el Estado, tanto el absoluto como el liberal, cuya centralización, burocratización e injerencia en la vida social perturba y limita la libertad individual- a la que atacan de forma visceral. Esto creaba indudablemente un conflicto entre la libertad individual y la vida social, individuo y sociedad, que se resuelve basándose en la sociabilidad natural humana y en la armonía y solidaridad natural. La revolución tiene como objetivo conseguir una nueva sociedad en la que prevalezca el individuo y desaparezca la autoridad -la fórmula es el federalismo: conjunto de colectividades autogestionadas por los trabajadores y enlazadas por pactos entre sí-, pero el agente revolucionario se amplia frente a la concepción socialista pero se desdibuja pues, no es sólo el proletariado, sino los campesinos, los jóvenes, las minorías raciales y culturales etc. De ahí el esfuerzo anarquista por extender la revolución a los países más atrasados, en donde el anarquismo tuvo más ec

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