dimecres, 16 de juny del 2010

Alta Edad Media peninsular

CAPÍTULO I
LA INSTALACIÓN Y ASENTAMIENTO DE LOS INVASORES BÁRBAROS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA: EL PERÍODO DE LAS INVASIONES (409-507)

I.1.-Introducción
El problema de las invasiones de los pueblos germánicos en la Península Ibérica es bastante complejo debido a los distintos modelos interpretativos utilizados, pero también a que el período transcurrido desde la entrada de suevos, vándalos y alanos en el 409 hasta la derrota de los visigodos en la batalla de Vouillé frente a los francos en el 507 es un período particularmente oscuro por la ausencia de fuentes historiográficas.
Las fuentes existentes para el estudio de la Península Ibérica durante época visigoda (siglos del V al VII) pueden dividirse en dos grandes grupos:
-Fuentes literarias, que tienen un carácter narrativo, poético, legal o diplomático.
-Fuentes arqueológicas, como inscripciones, monedas o excavaciones arqueológicas.
Indica Javier Arce la dificultad de estudiar el s. V por dos motivos: la despreocupación por la historiografía por esta época, y por el número reducido de fuentes.
En cuanto a los modelos interpretativos, suelen utilizarse distintos puntos de vista que habitualmente se reducen a dos: el desarrollo militar de los invasores y las consecuencias del asentamiento de estos pueblos en la Península Ibérica.
Los factores de las invasiones serían el grado de desarrollo socioeconómico de los invasores, las relaciones entre los grupos germanos aristocráticos y la autoridad imperial romana o los distintos objetivos de los cuadros dirigentes germanos y las clases populares.
En cuanto al porqué de las invasiones, hay que rechazar cualquier interpretación única. Entre estos aspectos destacamos la crisis político-institucional romana, el bajo nivel demográfico desde principios del siglo III, el malestar social existente[1], la crisis moral, la fragilidad de las estructuras militares imperiales y también la presión ejercida por los pueblos invasores sobre las fronteras imperiales.
Por otro lado, hay que destacar que el fenómeno de las invasiones no surge como un hecho de súbita aparición: ya a finales del siglo II a.C. se produjeron oleadas de invasores que periódicamente sacudían las fronteras del Imperio. Estas invasiones iniciales se vieron frenadas por la conquista de tierras alpinas y danubianas y la construcción de un fuerte limes en el Rhin y en el Danubio. El limes fue roto en numerosas ocasiones a lo largo del tiempo por pueblos bárbaros que practicaban la rapiña.
En cuanto a las causas de estas migraciones o invasiones que llevaron a los pueblos nórdicos y centro-orientales a caer sobre el Imperio, la investigación moderna aduce causas de índole climática, demográfica, sociológica, a la presión ejercida por unos pueblos sobre otros… pero en la actualidad se hace mucho hincapié en las transformaciones sociopolíticas y económicas del mundo germano entre los siglos II y III[2].
Algunos pueblos germanos realizaron grandes progresos, tendentes a homogeneizar sus estructuras sociales, políticas y económicas, intentando acortar las distancias con el mundo mediterráneo grecolatino. Así se observa tanto en la arqueología como en las fuentes literarias, dando lugar estas comunidades a agrupaciones políticas más amplias de tipo confederal, a la creación de instituciones de poder centralizado, de mayor estabilidad, y a una mayor homogeneidad de las estructuras sociales y económicas que recortan distancias con el mundo romano.
Las razones de este proceso fueron de orden interno, más concretamente de tipo agrícola, basado en el fortalecimiento de una nueva clase de grandes terratenientes, es decir, grandes señores de la tierra unidos entre sí por lazos de parentesco y de ayuda mutua. Estos grandes señores consiguen un importante poder socioeconómico a través de la concentración de la propiedad territorial. En estas transformaciones jugó un papel muy importante el contacto con el Imperio Romano. Así, algunas de las instituciones de estos pueblos invasores estaban impregnadas de un fuerte carácter aristocrático parecido al sistema senatorial romano.
La historia militar de las invasiones tiene tres etapas:
-La primera tiene como hecho clave el cruce del Rhin en la Navidad del año 406 a cargo de vándalos, alanos, suevos, godos y burgundios.
-La segunda etapa fue menos violenta pero más duradera, protagonizada por francos, alamanes, bávaros, anglos y sajones, que se asentaron en tierras de Germania y de la Galia.
-La tercera etapa está protagonizada por dos pueblos: los lombardos, que se asentaron en Italia, y los ávaros, que se establecen en la Europa Central y en la Europa del Este.

I.2.-La Península Ibérica en el siglo de las invasiones
Durante el siglo V la península Ibérica sufrió un período de transición de la Historia de la Hispania romana a la visigoda. Una de las fuentes literarias más importantes para el conocimiento de esta etapa es la Notitia Dignitatum, que describe de forma detallada cómo era la administración civil y militar en el siglo V. Así, la península se hallaba bajo la suprema autoridad del prefecto del praetorio[3] en las Galias. Sobre sus siete provincias se integraba la diócesis de Hispania. Al frente de dicha diócesis estaba el vicus hispaniarum. Las fuerzas militares se encontraban en el Norte, frente a los pueblos de la Cordillera Cantábrica, como en Legio (León).
El siglo V fue un período de tranquilidad y de relativa prosperidad, durante el cual cicatrizaron las heridas de la crisis del siglo III. No obstante, todavía quedaban algunas huellas en ciudades de la provincia Tarraconense, como Lérida, Calatayud y Calahorra, que se encontraban semidesiertas. En cambio, Zaragoza, Barcelona o Tarragona contaban con una vida humana emergente, al igual que, sobre todo, Mérida.
Por lo tanto, hay que abandonar la idea de ruina y extinción referente a la ciudad tardorromana. La instalación visigoda e incluso la Historia musulmana de la península no se comprenden sin una infraestructura urbana de clara raíz romana, aunque algunas ciudades fueron cediendo en importancia ante otras debido a motivos de interés religioso, geopolítico, económico y militar, como es el caso de Gades (Cádiz). En cambio, Caesaraugusta (Zaragoza) fue más importante en el siglo V de lo que lo había sido en el siglo II. Hay que reconocer, sin embargo, que el resurgimiento de la ciudad en los siglos IV y V es destacable pero no esplendoroso y que no todas las ciudades subsistieron. El Concilio de Elvira enumerará para estas fechas un total de cuarenta ciudades, grandes y pequeñas, que contaban con obispado.
Un autor de la época, Hidacio, atestigua la importancia de las urbes en el siglo V porque siguen siendo un centro vital de los espectáculos, de los teatros o de los hipódromos. Las ciudades eran sedes administrativas y centros de producción y artesanado, al menos hasta finales del siglo V y comienzos del VI. A pesar de que hay transformaciones en los espacios urbanos la idea de ciudad no desaparecerá hasta los siglos VI, VII u VIII. Por lo tanto no parece correcta la tesis de Glick, según la cual cuando se produce la invasión musulmana en el 711 muchas ciudades hispanorromanas estaban ya en gran medida enterradas en el subsuelo. Por el contrario, los avances arqueológicos y las fuentes literarias hablan más de continuidad en la época tardorromana, lo que va en paralelo con otras zonas del Imperio.
En el campo, las grandes villas bajoimperiales eran los centros de explotación agrícola y residencia de los ricos propietarios. Abundan las villas en la Tarraconense, Cataluña y el valle del Ebro. La mayoría de estas propiedades estaban en explotación a principios del siglo V, aunque conviene hacer precisiones. Los primeros establecimientos de los visigodos en España señalan a los siglos V y VI como especialmente húmedos, mientras que el cambio de centuria se inició con un período de calor y sequedad. Por ello, las tierras de las antiguas villas se fueron haciendo cada vez más improductivas y el aprovechamiento agrícola se orientó hacia actividades silvo-pastoriles.
Cuando llegan los visigodos son todavía muy frecuentes las villae. En la actual provincia de Valladolid tenían un carácter cerealista, mientras que en torno a Soria muchas desaparecieron como consecuencia de la crisis demográfica antes de la llegada de los visigodos y también por problemas de estructura interna del sistema de explotación de la villa debido a un cambio en la organización económica, que pasó de una economía de mercado a una economía de autoabastecimiento.
Es posible que la mayoría de las villas fueran reutilizadas por los recién llegados, aunque sin que éstas alcanzasen el carácter señorial que tenían antes. Además, la caída del poder romano terminó con la estabilidad del sistema de villas, apareciendo un nuevo paisaje de pequeñas aldeas de cabañas. Estas villas comerciaban en el ámbito local con otras ciudades o villas. Algunas permanecieron hasta época muy avanzada, presentando las necrópolis ajuares con elementos de caza, del trabajo agrícola o la producción de vidrios y cerámicas para el uso cotidiano. Algunas viviendas de estas villas romanas cuentan con ricos mosaicos de iconografía variada, destacando los temas mitológicos.

I.2.1.-Romanización y cristianización a principios del siglo V
A principios del siglo V Hispania se consideraba una tierra plenamente romanizada. La zona de la Baetica, los valles de los grandes ríos y una parte del centro de la Meseta eran áreas muy romanizadas. Lo mismo sucedía con Gallaecia y Bracarense, a pesar de su posición periférica[4].
Por otra parte, las áreas menos romanizadas eran las tierras de la Cordillera Cantábrica y el país de los vascones. Éstos permanecieron al margen del mundo romano, conservando su propia lengua. Los cántabros adoptaron el latín y algunos signos externos de romanización. Aún así, mantenían formas gentilicias[5] tradicionales, como el clan o la tribu. Por lo tanto, se daba en estos pueblos, cántabros y vascones, una simbiosis de formas romanas e indígenas.
Desde el punto de vista religioso, Hispania se consideraba una tierra cristiana al llegar los invasores en el siglo V, aunque con importantes diferencias regionales. El paganismo se mantenía plenamente entre los vascones y, en menor medida, entre los cántabros. El resto de la península presentaba una mayor cristianización, mezclada con la pervivencia de supersticiones y restos del paganismo.
La Iglesia española sufrió, además, las consecuencias derivadas de una herejía, el priscilianismo. Se trata de una doctrina herética que se extendió en el siglo IV y V por el Noroeste de Hispania. Tiene su origen en un obispo hispanorromano nacido en Gallaecia llamado Prisciliano, el cual negaba la doctrina de la Trinidad y afirmaba que el mundo había sido creado por el demonio. Creía también que los astros influían en la vida de los hombres y estaba en contra del matrimonio. Fue nombrado obispo de Ávila, pero sus teorías hicieron que el emperador Maximino le acusara de magia y superstición, siendo decapitado en Treveris. Aún así, sus teorías se mantuvieron hasta finales del siglo VI en la región de Gallaecia. Algunos historiadores han puesto en entredicho el carácter herético del priscilianismo, considerándolo más bien como un movimiento social. Otros autores, como Orlandis, apuntan a que las doctrinas de Prisciliano y el movimiento popular fueron de naturaleza esencialmente religiosa.
El priscilianismo consiguió un profundo arraigo en Gallaecia y en la zona de la Bracarense debido a diversos factores, como un cierto particularismo regional y la fama de ascetismo de que gozaban Prisciliano y sus seguidores, que contrastaba con la conducta de algunos obispos hispanos y que respondía a los anhelos ascéticos y de pobreza de la religiosidad popular. Las características de la herejía prisciliana serían:
-Antitrinitarismo. Su doctrina atacaba la ortodoxia católica, negando la distinción de personas en la Trinidad.
-Defendía que el demonio no había sido creado por Dios sino por el Caos, principio de todo mal, y que el demonio era responsable de todos los fenómenos meteorológicos.
-El alma humana era parte de la sustancia divina, mientras que el cuerpo era una creación demoníaca.
-Jesucristo no tenía una personalidad real, sino ficticia.
-No admitía la resurrección de los cuerpos.
-Abogaba por el derecho de igualdad en la jerarquía eclesiástica, es decir, tanto hombres como mujeres podían oficiar la misa.

I.2.2.-Los primeros invasores: suevos, vándalos y alanos
La turbulenta Historia de Hispania durante el siglo V puede seguirse gracias a la crónica de Hidacio, que fue obispo de Chaves en Gallaecia. Hidacio fue un mero espectador de los hechos, siendo su crónica muy breve y concisa. No es un reportero que siga los acontecimientos, sino que los contempla desde su residencia.
Las invasiones se inician en el otoño del año 409, a través de Roncesvalles. Una cuestión muy debatida es el número de invasores. Entre suevos, vándalos y alanos, según las últimas hipótesis, serían alrededor de doscientos mil como máximo, de los cuales había unos cincuenta y seis mil combatientes, es decir, una cantidad similar al cinco por ciento de la población peninsular.
Durante tres años, del 406 al 409, Hispania había estado libre de invasiones gracias a la iniciativa de los potentes, grandes latifundistas hispanorromanos emparentados con la familia real de Teodosio. Contaban con un ejército de siervos rústicos que cortaron el paso a los germanos, pero en la Galia surgió un antiemperador, Constantino III[6]. Éste envió a Constante, su hijo, con un grupo de mercenarios a Hispania y venció al ejército de rústicos, encargándose de proteger los pasos pirenaicos. Un cronista de la época, Paulo Orosio, atribuye la llegada de los germanos a la península al abandono de los puertos pirenaicos por parte de los mercenarios galos de dicho antiemperador, que regresaron a la Galia cargados de botín.
Durante dos años, del 409 al 411, suevos, vándalos y alanos saquearon la península. Dos pruebas de ese saqueo son la abundancia de tesorillos ocultos que aparecen en la ruta de los invasores y la emigración de algunos obispos hispanos al Norte de África. Hacia el 411 la situación se calmó por la recuperación de la autoridad romana en las Galias y por un cambio de actitud de los invasores hacia la población hispanorromana, pasándose de la hostilidad a una convivencia pacífica. Este hecho estaría relacionado con algún pacto firmado entre los pueblos bárbaros y algún general romano, lo que permitiría a los invasores asentarse en algunas zonas de Hispania. La distribución por regiones sería la siguiente:
-Gallaecia para suevos y vándalos asdingos.
-Lusitania y la parte occidental de la Cartaginense sería para los alanos.
-La Baetica para los vándalos silingos.
-La Tarraconense y la parte oriental de la Cartaginense quedarían en manos de los hispanorromanos, libre de presencia germana.

I.2.3.-Los visigodos en Hispania
En el 412 los visigodos llegan desde Italia al valle del Ródano mandados por Ataúlfo. Ataúlfo pretendía obtener tierras y víveres para su pueblo y, para ello, se comprometió con Roma a eliminar a los bárbaros instalados en torno al Ródano y a devolver al emperador Honorio a su hermana, Gala Placidia, que era rehén de los visigodos desde que saquearon Roma en el 410. Pero el emperador Honorio rompió con los visigodos y llegó a un acuerdo con los burgundios. Por su parte, Ataúlfo se casó con Gala Placidia y nombró un antiemperador.
Roma ordenó un bloqueo marítimo y terrestre a los visigodos para privarles de alimento, con lo que Ataúlfo decidió cruzar los Pirineos y penetrar en Hispania. Fue en el 415 cuando entró en la Tarraconense y estableció su corte en Barcelona, donde fue asesinado[7]. A la muerte de Ataúlfo una facción visigoda nombra como rey a Sigerico, quien sólo llegó a gobernar por un espacio de siete días. A su muerte, otra facción proclama como rey a Valia, quien años más tarde pactó con Roma un acuerdo de federación, conocido como foedus, por el que los visigodos se establecían en Aquitania, lugar donde aparece el primer reino visigodo, el de Tolosa, ciudad donde ubicaron su capital.
En el año 419, poco después de ese acuerdo, los pueblos establecidos en Gallaecia, es decir, suevos y vándalos asdingos, empezaron a luchar entre sí. Inicialmente la peor parte se la llevaron los suevos, pero cuando estaban a punto de ser derrotados recibieron ayuda militar de Roma, lo que indica que los romanos tenían un acuerdo de federación con los suevos. Ante esta situación los vándalos abandonaron Gallaecia y se asentaron en la Baetica, lo que no fue bien visto por los romanos debido a la cercanía del Mediterráneo.
Roma decidió llevar a cabo una campaña de represión contra los vándalos asdingos, pero fueron derrotados. La Baetica y parte de la Cartaginense se vieron sometidas a saqueos constantes que devastaron ciudades como Sevilla y Cartagena. Pero lo que más sorprende es la rapidez con la que este pueblo germano, de nula tradición marinera, se habituó a las prácticas navales. Así, en el año 425 organizaron una expedición de saqueo a las islas Baleares, contando seguramente con la ayuda de marineros hispanos. Años más tarde, el rey Genserico trasladó a su pueblo, los vándalos, al Norte de África con un número aproximado de ochenta mil personas.

I.2.4.-El problema de la Bagaudia hispana
Durante el siglo V se produjo un fenómeno importante que afectó de forma considerable a las tierras del Norte de Hispania. Se conoce como la Bagaudia, un nombre de origen celta que proviene del término bagauda, que a su vez hace referencia a una serie de campesinos, labradores y siervos que se rebelaron contra la autoridad romana, es decir, contra sus señores, y se dedicaron al pillaje. Los conocemos gracias a la crónica de Hidacio, que nos habla de una serie de episodios violentos en torno a la Tarraconense, la única provincia no controlada por los invasores bárbaros. Este fenómeno aparece especialmente en el alto y medio valle del Ebro. Esta delimitación territorial no implica la exclusión de otros movimientos igualmente violentos en Gallaecia y el bandolerismo en la Bracarense.
Según Hidacio, en el año 441 el duque Asturio, maestro de la milicia[8] de las Galias, entra en Hispania y mata a una gran cantidad de bagaudas. Su sucesor derrotó a los bagaudas en Araceli, Navarra. Pero en el 449 Basilio, jefe de los bagaudas, se apodera de Tarazona, dando muerte a la guarnición de federados[9] y al obispo de la ciudad. Posteriormente se une a las hordas suevas y saquea Lérida y la región de Zaragoza. En el año 454, los visigodos hacen frente a los bagaudas y los aplastan de manera definitiva en nombre del Imperio.
¿Por qué los bagaudas se localizan en esta zona? Hay varias teorías:
-Según algún autor, este movimiento ya era conocido en la prefectura de la Galia tiempo atrás. Su origen estaba en las causas estructurales del malestar campesino en el Bajo Imperio, como la rápida disminución de los pequeños propietarios campesinos y su conversión en gentes vinculadas a grandes señores por lazos de dependencia personal.
-La creciente presión fiscal del estado. Se observan dos medidas, ambas muy perjudiciales para la economía: el incremento de los impuestos y la devaluación de la moneda.
-La cada vez mayor prepotencia de los jefes militares y de los terratenientes, unida dicha actitud a los efectos de las invasiones.
Algunos historiadores, como José María Minués, argumentan que es la presencia de latifundios el motivo de su localización en la Tarraconense, ya que los bagaudas lucharían contra los terratenientes latifundistas. Pero José Orlandis rechaza de plano esta tesis, puesto que el latifundismo se extiende por otras provincias de Hispania en las que no hay huellas de bagaudas. Hay que pensar, por tanto, en un factor regional.
Claudio Sánchez Albornoz mantuvo la hipótesis de que estas bandas de bagaudas estuvieron integradas por vascones muy poco romanizados, que ocuparon un territorio superior al que hoy conocemos como el País Vasco. En este sentido, dos de los cuatro episodios se localizan en la Tarraconense y la victoria de Merobaudes en el 443 como maestro de milicia de las Galias se produce en Araceli, cerca de Pamplona, es decir, territorio vascón, punto de partida de los bagaudas.
También es posible que Tarazona fuese asaltada por los vascones mientras que los suevos asolarían Lérida y que las tierras de Zaragoza estuvieran integradas por vascones. Pero en los últimos años, el historiador Gonzalo Bravo critica las tesis sociales anteriores y utiliza como fuente a Salviano de Marsella, que escribió hacia el año 400 para señalar que las revueltas bagaudas fueron un intento de liberación política y social de las oligarquías ciudadanas contra el poder centralizador de Roma. Los bagaudas serían campesinos y ciudadanos que habían visto erosionada su posición social y económica y luchaban contra un estado opresor en todos los órdenes[10].

I.3.-La construcción de la monarquía hispana: del reino de Tolosa al reino de Toledo
Ante el desmembramiento del Imperio Romano, el rey visigodo Eurico ocupa diversas regiones de las Galias y en el año 468 penetra definitivamente en Hispania, estableciendo una guarnición goda en la ciudad de Mérida y extendiéndose poco después hacia la Tarraconense.
El rey Eurico creó además un cuerpo legal conocido como el Código de Eurico, que vino a sustituir al derecho consuetudinario germano y le convirtió no sólo en el jefe de un pueblo en armas, sino en un verdadero monarca que hereda de los emperadores la facultad de legislar.
El Código de Eurico está redactado en latín y su autor pudo ser León, obispo de Narbona. Las fuentes del código serían una fusión de elementos visigodos e hispanorromanos, ya que antes de su existencia las leyes eran distintas para cada pueblo.
Años más tarde Alarico II fue derrotado en la batalla de Vouillé en el 507 ante los francos, pero las migraciones de campesinos godos hacia Hispania ya habían comenzado a finales del siglo V debido a diferentes causas:
-El descontento popular ante la difícil situación económica que vivía el reino de Tolosa.
-La presión de los francos para tratar de expulsar a los godos de las Galias.
En el primer tercio del siglo VI concluye el proceso de asentamiento de elementos germanos entre la población hispana. Los visigodos eran el grupo más numeroso, acelerándose el proceso tras la derrota de Vouillé y tras una nueva victoria en la Narbonense de los francos en el 531 frente a Amalarico.
En Hispania el elemento germano lo componían suevos y godos. Los primeros contaban con una población de entre treinta mil y treinta y cinco mil personas, localizándose mayoritariamente entre las ciudades de Braga y Oporto, que eran la capital y la plaza fuerte de los suevos respectivamente. Los visigodos estarían entre los ochenta mil y los cien mil, pero algunos autores, como Orlandis, consideraban que serían hasta doscientas mil personas, aunque algunos de éstos permanecieron en las Galias. El elemento germánico representaba entre un cuatro y un cinco por ciento de los habitantes de la península, es decir, los mismos datos que un autor como Julius Beloch ofrece para el resto de las regiones del Imperio ocupadas por germanos.

I.3.1.-Los tipos de asentamiento
Las migraciones góticas a Hispania dieron lugar a dos tipos de asentamiento, uno popular y otro de naturaleza aristocrática.

Asentamientos de naturaleza popular
Los visigodos que llegan a Hispania a finales del siglo V tenían unos rasgos peculiares que hacían de ellos un grupo muy definido y asimismo diferenciadores del resto de la población:
-Eran de religión arriana.
-Vestían según sus propias modas y utilizaban sus propios objetos de adorno (hebillas de cinturones), como han mostrado los descubrimientos arqueológicos.
Por estas diferencias, el poblamiento compacto y el arrianismo explican la existencia de cementerios propios durante todo el siglo VI. La máxima concentración de estas necrópolis se dio en el valle del Duero, concretamente en la actual provincia de Segovia y zonas limítrofes. Esta zona se conoce como la de los “campos góticos”, gracias a los estudios de Reinhart y Palol.
Además de en esta zona, también se asentaron de manera especial en la Narbonense[11] por cuestiones esencialmente estratégicas.
Las causas del asentamiento popular en un área concreta todavía no están muy claras. Es posible que la inferioridad numérica les alejase de las zonas más densamente pobladas por los hispanorromanos, automarginándose ellos mismos. Existen también razones de orden social, derivadas de la composición de la sociedad goda en "grupos familiares". Hay razones de tipo religioso, como puede ser el deseo de formar diócesis arrianas compactas para evitar todo contagio con el mundo católico hispano-romano. También de tipo económico, ya que el centro vital de Hispania durante los siglos IV y V, se desplazó desde la periferia a la Meseta. No hay que olvidar la existencia de razones de tipo estratégico para los asentamientos populares, ya que la situación central permitía controlar la península con mayor comodidad y, llegado el caso, atacar a suevos, vascones y francos.

Asentamientos de naturaleza aristocrática
Este tipo de asentamiento estaría integrado por unas mil quinientas familias, es decir, entre siete mil y diez mil individuos a los que habría que sumar el séquito de clientes y servidores.
Este grupo aristocrático no se asentó en una región concreta sino que se dispersó por todo el territorio atendiendo a razones administrativas y militares. Serían, por lo tanto, las guarniciones militares o la corte. Sin embargo, hubo regiones en las que la presencia de estos godos fue notable, como por ejemplo en Toledo, capital y residencia de la corte en la segunda mitad del siglo VI. También en Mérida y Barcelona. Hubo regiones que por razones estratégicas contaron con un numeroso poblamiento aristocrático de tipo castrense, como por ejemplo en la frontera con los bizantinos, con los suevos, con los vascones y en los pasos de los Pirineos.

I.3.2.-El reparto de la tierra
La forma de estos repartos de tierra ha dado lugar a muchos estudios, tanto en las Galias como en Hispania. En las Galias los visigodos se asentaron mediante un pacto o foedus en el 418. A cambio de ayuda militar al Imperio obtuvieron tierras según el sistema de acantonamiento militar, es decir, se establecieron entre la población romana en calidad de guerreros federados.
Durante el Bajo Imperio, el guerrero acantonado podía reclamar un tercio de la casa donde se alojaba, así como de su territorio agrícola y ganadero. Es lo que se conoce como hospitalitas u hospitalidad. Al tener que aplicarse ese sistema a todo un ejército y a sus familiares, el propietario le cedía campos suficientes para que pudieran mantener a los suyos. En el reparto de las tierras se denominaba sortes a la parte cedida a los germanos y consortes a las partes que mantenía el propietario. El nombre de sortes provenía del sorteo de las tierras, aunque hay quien opina que la forma de adjudicación de las propiedades no fue por sorteo sino por convenio[12]. En Hispania no sabemos cuándo tuvo lugar el reparto de las tierras, pero sí que fue posterior a la entrada de los visigodos, en el año 411. En tiempos de Eurico su código 475-477 ya menciona las sortes, pero éstas son nombradas, sobre todo, en tiempos de Alarico II.
Pero el reparto no se realizó en todo el territorio peninsular. Según Schmidt o Torres López mantienen que el reparto afectó tanto a grandes como a pequeños propietarios, quedándose 2/3 de las mismas en manos de los visigodos, aunque otros como Lot, Thompson o García de Valdeavellano defienden que los repartos únicamente afectaron a los grandes latifundios. Las razones que esgrimen estos últimos son que una pequeña propiedad repartida difícilmente podría mantener a una familia. Estos mismos consideran que al repartirse únicamente los latifundios, los visigodos recibieron un tercio de los campos explotados directamente por el señor, es decir, de la terra dominicata. Los dos tercios restantes, que eran cultivados por colonos, recibían el nombre de terra indominicata.
Suponemos que la unidad de reparto fue el campo de cultivo necesario para el mantenimiento de una familia. Estas tierras se cedían en propiedad y no en usufructo. El reparto también alcanzaba a los esclavos y a los instrumentos de cultivo mientras que los montes, prados y bosques se quedaron sin repartir, siendo disfrutados en igualdad de condiciones por godos e hispanorromanos.
Hay que señalar que en los documentos jurídicos se habla de sortes gothica y tertia romanorum. La escuela de filólogos de Menéndez Pidal opina que estos repartos han dejado huella en la toponimia. En los lugares donde han aparecido topónimos como sortes o tertia es posible que haya habido repartos. Lo curioso es que estos topónimos han aparecido a unas tres millas romanas de un núcleo urbano, por lo que no parece que indiquen reparto. Ubieta señaló que en época bajorromana el término sorts equivalía a fundus, es decir, campo. Se han encontrado topónimos en lugares que se creían despoblados de visigodos y en la documentación medieval del siglo XII se sigue hablando de sortes, con lo que es un problema aún sin resolver.

I.4.-Romanos y germanos en Hispania: problemas de convivencia
La convivencia entre ambos grupos se inició poco después del año 409, una vez que pasó el período de anarquía provocado por las invasiones. Los problemas de convivencia se suscitaban en Gallaecia y en Lusitania, tierras donde se asentaron los suevos. En otras regiones estas violencias fueron esporádicas, cuando los bárbaros ocuparon las provincias de la Baetica y la Cartaginense. También la llegada de los godos produjo graves tensiones con los hispanorromanos. Éstas tenían su origen en los enfrentamientos en las Galias con los francos de Clodoveo, que se convierten al catolicismo.
No obstante, cuando se asentaron en Hispania los visigodos llevaban casi un siglo en las Galias con un largo aprendizaje de vida sedentaria y de convivencia con la población galorromana. Gracias a su presencia en las Galias los visigodos se convirtieron en el pueblo germano más romanizado.
Con suevos y vándalos la convivencia fue más difícil, como informa Hidacio, testigo de excepción de las violencias provocadas por estos pueblos germanos. Otro cronista, Paulo Orosio, escribió poco después de las invasiones, resaltando positivamente cómo los bárbaros hablaban de los hispanos, considerándolos amigos. Orosio afirma que algunos hispanos preferían vivir libres aunque pobres entre los germanos antes que soportar las terribles cargas fiscales romanas. Incluso Hidacio presenta como una plaga los abusos de los recaudadores de impuestos romanos. Pero los problemas de convivencia se hicieron difíciles con los suevos tras la matanza del rector y los notables de la ciudad de Lugo a mediados del siglo V. La crónica de Hidacio testimonia que estos hechos fueron frecuentes y que constituyen la típica expresión del carácter bárbaro, haciendo que la existencia de los hispanorromanos fuese menos grata de lo que nos muestra Orosio. El motivo es que las relaciones barbáricas eran muchas veces imprevisibles.
Escollos para una feliz convivencia eran las dificultades lingüísticas, la desigualdad de civilización, de costumbres, etc. Pero a pesar de ello, a lo largo del siglo V la aristocracia romana se sintió atraída por la corte visigoda tolosana, y estas relaciones no fueron consideradas como una traición al Imperio. De ahí que incluso hubiese romanos ocupando altos cargos en el ejército y en la administración visigoda.
Otro ámbito de colaboración entre romanos y godos era el militar. Era frecuente que germanos tuvieran cargos en el ejército romano y, posteriormente, que oficiales romanos entraran al servicio de generales germanos. Sin embargo, testimonios de convivencia paritaria son difíciles de encontrar en la Hispania del siglo V, no sólo por la escasez de fuentes sino porque en la península en esas fechas no hubo una monarquía bárbara equivalente a la visigoda, capaz de atraer a la nobleza provincial romana. El único poder bárbaro que perduró fue el reino suevo, y no parece que se integrase demasiado.

I.5.-Las invasiones en Hispania: ¿continuidad o ruptura?
A pesar de todo lo dicho, es justo apuntar que las invasiones germánicas no ocasionaron en Hispania una ruptura profunda en la continuidad histórica. El ocaso de la romanidad fue un proceso lento en el que intervinieron varios factores, entre ellos la instalación de los germanos.
Los pueblos bárbaros y las monarquías que surgieron de ellos no pretendían acabar con el Imperio Romano ni tan siquiera transgredir su orden social[13], sino que la evolución fue muy gradual, perdurando formas de la antigua sociedad junto a valores nuevos, como el resurgimiento de los valores indígenas, visibles primero en la utilización de nombres geográficos en las fuentes históricas relacionadas con la Hispania primitiva. Sería el caso de Celtiberia, Carpetania, etc.
En estos momentos, muchos pueblos de Hispania recobran una virtual independencia. Por ejemplo, los gallegos frente a los suevos. Lo mismo sucede con los vascones, cántabros, astures, etc.
Otro dato confirma la continuidad histórica después de las invasiones. Es el caso del mantenimiento de las comunicaciones entre Hispania y el mundo exterior. Un ejemplo es la llegada en el siglo V a Gallaecia del presbítero Germán de Arabía acompañado de clérigos griegos. Las relaciones entre el episcopado hispano y Roma sólo se rompieron con la invasión musulmana, pero el fenómeno que permite apreciar la continuidad histórica es la persistencia de una aristocracia romana entre los siglos V y VII que conservó su preeminencia social al lado de la nueva nobleza germana.
La Tarraconense fue la provincia que estuvo más vinculada al Imperio. La necrópolis de Tarragona siguió en uso hasta el primer tercio del siglo VI. Incluso a comienzos de dicho siglo hay constancia de juegos de circo en Zaragoza[14].

I.6.-La incidencia de las invasiones en el siglo V
Conviene alejar la idea de catástrofe y destrucción que el concepto de invasiones germánicas lleva consigo desde el Renacimiento. Es evidente que hubo acciones de saqueo y rapiña, particularmente en la zona de Galicia, pero estas acciones cedieron tras el asentamiento de dichos pueblos. También hay que incluir el saqueo de las tropas imperiales, enviadas a luchar contra los invasores.
Tales acciones predatorias se ejecutaban preferentemente sobre los núcleos urbanos, donde las esperanzas de botín eran mayores[15]. Fueron saqueadas ciudades como Sevilla, Astorga, Palencia, Ilici, Braga o Cartagena entre otras. Pero sólo la ciudad de Conimbriga, en Lusitania, sufrió daños irreparables al ser saqueada por los suevos a mediados del siglo V, perdiendo su importancia y desapareciendo su obispado. La vida rural también sufrió los efectos de la invasión, aunque es imposible saber hasta qué punto. Más peligrosas en este sentido fueron las Bagaudias.
La clase dirigente senatorial no salió muy mal parada de las invasiones. Perduraron muchos miembros de la aristocracia, que ejercieron el poder allí donde se produjo un vacío de autoridad imperial, sobre todo en la parte más occidental de la Tarraconense.
En la Meseta Superior, zona de latifundios y lujosas villas afectada por numerosos actos bélicos, las investigaciones revelan que son muy pocas las que revelan señales de destrucción. El problema es ver hasta qué punto los datos de las fuentes contemporáneas, obra de la aristocracia tardorromana, son de fiar, ya que narran las desdichas de su propio grupo. Aglutinada ideológicamente por la jerarquía episcopal católica, la aristocracia senatorial conservó los elementos fundamentales de su poder, es decir, unos patrimonios territoriales más pequeños pero más homogéneos. Esto le permitió alcanzar un papel protagonista en las nuevas formaciones estatales. A cambio, cede una porción de su exclusivismo socioeconómico y político a los miembros de la nobleza germánica.
Las nuevas formaciones estatales ofrecieron a los miembros de la aristocracia hispanorromana mayor posibilidad de influir directamente en el poder político y ampliar su presión económica y extraeconómica sobre los campesinos de sus dominios, caminando hacia una protofeudalización del estado.
















































































NOTAS Y MATERIAL ADICIONAL:



































































































CAPÍTULO II
EL REINO HISPANOVISIGODO


II.1.-Consolidación del reino visigodo
II.1.1.-El control ostrogodo del reino: la regencia de Teodorico
La derrota de Vouillé en el año 507 provocó que los visigodos se replegasen hacia el Sur, quedando reducidas sus posesiones en la Galia a la Baja Provenza y a la Narbonense. Estas regiones pudieron conservarse gracias a la oportuna intervención de un ejército ostrogodo, que frenó el avance franco sobre estas tierras y aseguró el control visigodo de las mismas.
Gesaleico fue proclamado sucesor de Alarico II en el trono visigodo debido a que el legítimo heredero, Amalarico, era menor de edad. Pero este nombramiento se encontró con la oposición de un sector de la aristocracia visigoda y del rey ostrogodo Teodorico, abuelo del joven Amalarico. Ambas facciones terminarían enfrentándose con trágicas consecuencias para Gesaleico, que falleció en el año 511. La corona pasó así a un Amalarico aún niño bajo regencia de Teodorico. Comenzará así un período de control ostrogodo sobre el reino visigodo, ya que el poder de Teodorico durante los siguientes quince años excedió con mucho al de un mero regente, existiendo incluso indicios que apuntan hacia un intento frustrado de fusionar las dos ramas del pueblo godo por medio de una alianza matrimonial.
Durante este tiempo la política de Teodorico se centró en consolidar la presencia goda y en fortalecer la monarquía. Reorganizó la administración del territorio atendiendo a pautas duales, es decir, haciendo distinciones entre godos e hispanorromanos. Para ello procedió a la revitalización de antiguos cargos imperiales y entregó a ostrogodos el control militar y de las propiedades regias. Este reforzamiento del aparato estatal implicó una mayor importancia de la fiscalidad y un recorte a la autonomía de las aristocracias locales, que sumaron estas medidas al descontento ya existente a causa del control ostrogodo, dando lugar a resistencias. La gestión conjunta de los dos reinos godos, el itálico y el hispánico, continuaría hasta el año 526, fecha en la que murió Teodorico.

II.1.2.-Fin de la regencia: el breve reinado de Amalarico
Tras la liberación del control y la presencia ostrogoda en la península poco cambió el gobierno interno del reino. Amalarico mantuvo la estructura dual introducida por Teodorico sin que tuviese lugar ningún cambio notable. Lo que sí supuso una novedad respecto a la etapa anterior fue su relación con los francos. A pesar de que la gran mayoría de los ostrogodos regresaron a la Península Itálica tras fallecer su rey, aquellos que se habían casado con mujeres hispanas obtuvieron permiso para quedarse. Dentro de este grupo había personajes importantes, los cuales habían ostentado gran poder en tiempos de Teodorico. El nuevo monarca, para lograr mantener su independencia frente a este fuerte grupo, escogió Narbona como lugar de residencia y llevó a cabo una política de acercamiento a los francos.
Fruto de dicha política será su matrimonio con Clotilde, la hija del rey franco, en el año 526. Pero las desavenencias religiosas entre ambos desembocaron en el maltrato de ésta. Al llegar estos abusos a oídos de su hermano, éste decidió intervenir y atacó la Septimania. Derrotó a Amalarico en el año 531, el cual fue asesinado durante su huida.

II.1.3.-Fortalecimiento monárquico y control peninsular
La desaparición del monarca significó el fin del linaje de los Baltos y un giro del poder hacia la aristocracia, que unificaba cada vez más a sus componentes godos y romanos. Se eligió como sucesor a Teudis, general ostrogodo casado con una noble hispanorromana y antiguo tutor de Amalarico. Contando con el apoyo aristocrático, el nuevo monarca se dedicó a ensanchar los dominios territoriales y a afianzar la monarquía. El primero de los objetivos se vio frustrado muy pronto en la Galia, donde los francos impidieron la expansión visigoda[16]. Corrió mejor suerte en el Sur peninsular, donde no fue necesario recurrir a las armas sino que simplemente se profundizó el entronque con la aristocracia autóctona. La corte desplazó su residencia a lugares más estratégicos para lograr el control peninsular, abandonando Narbona y ubicándose en Barcelona, Sevilla o Toledo.
Esta expansión territorial se vio acompañada de un robustecimiento del poder monárquico sobre el territorio. Se abandonaron las pautas administrativas duales, lo cual indica tanto la creciente unificación de los dos grupos étnicos como la voluntad regia de ejercer un poder globalizador. Pero esta concentración de poder por parte de la monarquía no fue bien visto por quienes fueron sus principales valedores, los miembros de la aristocracia. Tras el asesinato de Teudis en el 548 la sucesión recayó en su más brillante general, Teudiselo. Su voluntad de continuar con la misma política de sometimiento aristocrático que su predecesor provocó que los mismos aristócratas que posibilitaron su ascenso organizasen la conjura que trajo su muerte.

II.2.-Guerra civil, presencia bizantina e intento de reconstrucción de un mermado reino visigodo
El nuevo monarca, Agila, también fue elegido contando con el apoyo de la mayor parte de la aristocracia. Pero la Historia se repitió de nuevo, ya que los mismos grupos nobiliarios que le proclamaron rey se rebelaban ahora contra él. En el año 550 tuvo que enfrentarse a un alzamiento en Córdoba, el cual tuvo consecuencias catastróficas. Perdió gran parte de su ejército, el tesoro real, y la vida de su propio hijo, viéndose obligado a retirarse a Mérida.
Un sector de esta díscola aristocracia rebelde proclamó como nuevo rey a Atanagildo en el año 551. Éste, consciente de su inferioridad militar respecto a Agila, decidió solicitar la ayuda de los bizantinos. Los romanos orientales accedieron a cambio de la cesión de la franja costera que va desde Cádiz hasta Valencia. Gracias al apoyo que proporcionaron a su causa Atanagildo logró frenar el avance de Agila sobre Sevilla que tuvo lugar el año siguiente, lo que justificó la llegada de nuevas tropas bizantinas a finales del año 554. Un año más tarde Agila fue asesinado por sus propios partidarios, ya que su presencia dificultaba la negociación con el bando que ya se perfilaba claramente como vencedor.
Pero una vez concluida esta guerra civil las intenciones de los bizantinos fueron claras. Su entrada en la península era parte del plan del emperador Justiniano de reconquistar los territorios que el Imperio perdió tras las invasiones bárbaras. A pesar de que Bizancio nunca lograría la ansiada unidad imperial soñada por Justiniano, la franja costera de la Península Ibérica siguió en su poder hasta el primer tercio del siglo VII.
Siguiendo con el reino visigodo, Atanagildo tampoco se vio libre de las insurrecciones nobiliarias. Sevilla y Córdoba se alzaron contra el poder real, poniendo al mismo seriamente en entredicho en la Baetica. Esta manifiesta debilidad de la monarquía fue aprovechada por los sustratos indígenas que perduraban en el Norte, donde tuvieron lugar una serie de levantamientos. La amenaza de la descomposición se cernía sobre el reino visigodo, demostrando que no había logrado una clara consolidación en todos estos años. Afortunadamente para los intereses de la monarquía visigoda su tradicional enemigo, los francos, estaban inmersos en conflictos internos, por lo que no pudieron sacar provecho de los problemas de Hispania sino más bien todo lo contrario: la presencia bizantina en el Sur de la península hizo que ambos pueblos bárbaros, francos y visigodos, se aliasen mediante matrimonios ante el temor que despertaban las ambiciones territoriales del Imperio Romano de Oriente.
La corte fue trasladada a Toledo debido a que su ubicación en el centro de la península permitía una mayor cercanía a los distintos frentes abiertos. Fue en esta ciudad donde falleció Atanagildo en el 567 sin que las disputas nobiliarias permitiesen nombrar a un sucesor hasta meses más tarde, cuando Liuva I fue proclamado rey en Narbona. Las tensiones entre los reyes francos terminaron amenazando a la región de la Septimania, donde fue requerida la plena atención del monarca. Liuva se vio obligado a delegar los asuntos hispanos en su hermano Leovigildo, vinculándolo al trono en el año 569. Éste se casó en segundas nupcias con la viuda de Atanagildo, tratando así de unir las fuerzas de los distintos grupos aristocráticos.

II.3.-El reino suevo católico
La crónica de Hidacio se detiene bruscamente en el año 469, de manera que no disponemos en la actualidad de información sobre lo acontecido en el Noroeste de la península a partir del reinado de Remismundo. Tras más de ochenta años de oscuridad documental llegamos hasta mediados del siglo VI, fecha en la que gracias a Juan de Bíclaro y a Gregorio de Tours retomamos la Historia del reino suevo. Lo que sí parece claro es que a lo largo de este desconocido período tuvo lugar la integración de los invasores bárbaros con la aristocracia local en un marco de aislamiento exterior y paz.
Llegamos así al año 550, en el que según Gregorio de Tours reinó Cararico, monarca de dudosa existencia según muchos historiadores. Parece ser que este rey suevo se convirtió del arrianismo al catolicismo por un milagro de San Martín de Tours. Lo único que se ha podido verificar históricamente de este relato cargado de leyenda es la influencia merovingia y oriental llegada al reino a través de San Martín, que cristianizó y construyó la estructuración eclesiástica de la región de Galicia. Seguramente este hecho fue de vital importancia en el cambio de credo que tuvo lugar en el reino suevo.
La existencia de su sucesor, el rey Ariamiro, no despierta duda alguna. Reorganizó la Iglesia sueva tras la conversión de su monarquía, siendo más que probable que fuese él y no su predecesor el artífice del cambio de fe. También propició la celebración del Concilio de Braga, que fue condenado por los elementos priscilianistas que todavía pervivían en el cristianismo galaico. Le siguió en el trono Teodomiro, que dividió el territorio en dos provincias eclesiásticas, Lugo y Braga. Este proceso de articulación eclesiástica culminará en tiempos del rey Mirón con un nuevo Concilio de Braga. El destacado papel que el sínodo otorgó a la monarquía tenía una clara influencia del cesaropapismo bizantino, elemento que aportaría el propio San Miguel, de origen oriental.
Las peculiaridades de la Iglesia sueva se deben tanto a los intereses políticos de su monarquía como a intereses externos:
-El catolicismo suevo se convirtió en elemento aglutinador del pueblo y de su monarquía frente al arrianismo visigodo.
-Las dos influencias más importantes que presentaba, la merovingia y la bizantina, correspondían a los dos enemigos del reino visigodo, los cuales deseaban presionar al mismo en su flanco noroccidental.
El apoyo que Mirón prestó al también católico Hermenegildo en la revuelta que protagonizó contra el rey visigodo Leovigildo en el año 581 se resolvió con la derrota del primero. Mirón se vio obligado a prestar juramento de lealtad a Leovigildo, hecho que marcó el principio del fin del reino suevo como una entidad autónoma. El siguiente rey suevo, Eborico, tuvo que realizar el mismo juramento ante el rey visigodo, lo que provocó revueltas en el reino suevo. Cuando el soberano del reino germánico del Noroeste fue destronado por su cuñado, Leovigildo empleó el juramento de lealtad como excusa para socorrer a su cliente Eborico en el año 585, logrando así la anexión del reino suevo a la monarquía visigoda.

II.4.-El reino visigodo de Leovigildo
II.4.1.-Expansión territorial y consolidación monárquica
Tras su asociación al trono en el año 569, Leovigildo centró su atención en el Sur peninsular. Dirigió una ofensiva contra los bizantinos, tratando de cortar en dos su territorio. No consiguió su objetivo, pero la toma de plazas de importantísimo valor estratégico como Medinasidonia debilitó sus posiciones. En el 572 conquistó la rebelde ciudad de Córdoba, consolidando el poder monárquico en el centro de la Baetica.
La muerte de de Liuva permitió a Leovigildo extender su actuación al Norte peninsular. Una serie de exitosas campañas entre el 573 y el 575 sometió a diversas comunidades indígenas rebeldes. Tan sólo unos años más tarde lograría que el rey suevo Mirón aceptase una sumisión de clientela. El frente Norte había dejado de ser un problema para el reino visigodo, de manera que Leovigildo dirigió entonces su mirada hacia la región de Sierra Morena. El desgobierno visigodo de épocas anteriores hizo que en este espacio, vital por su carácter fronterizo con los bizantinos, surgiesen núcleos de resistencia hispanorromanos. Tras imponerse a ellos en el 577, el balance de su política de consolidación se saldaba con la destrucción de los rivales internos de la Hispania visigoda, ya fuesen bizantinos, aristócratas rebeldes o comunidades indígenas.
Este dominio territorial fue acompañado de una reorganización interna del reino. Reforzó el poder de la monarquía mediante medidas de corte autoritario, ensalzó la figura real[17] y trató de imponer la perpetuación hereditaria de la realeza asociando en vida a sus hijos Hermenegildo y Recaredo al trono. Leovigildo les encargó responsabilidades de gobierno, pero manteniéndose subordinados a él: Recaredo se hizo cargo de la Cartaginense y Hermenegildo de la Baetica. También destaca el deseo homogeneizador de sus súbditos que presenta la monarquía, plasmado en un código que no ha llegado a nuestros días, el Codex revisus, expresión legal de la unidad de godos e hispanorromanos. La fiscalidad tendió ensanchar la base económica mediante confiscaciones a la nobleza, mientras que en el terreno administrativo una figura militar, el dux, se imponía en las provincias.

II.4.2.-La rebelión de Hermenegildo
Hermenegildo, hijo de Leovigildo, entró en contacto con la ortodoxia católica mediante su matrimonio con una princesa merovingia, enlace que formaba parte de un plan de alianzas políticas. En el año 579 se hizo cargo del gobierno de la Baetica, trasladándose a Sevilla. Esta ciudad era el centro de predicación del arzobispo Leandro, quien probablemente influyó en su conversión al catolicismo en el 580.
Tras este cambio de fe y contando con el apoyo de la aristocracia, molesta por los recortes a los que se vio sometida por Leovigildo, se rebeló contra su padre. Este alzamiento, de carácter eminentemente nobiliario, se vio secundado en el valle del Guadalquivir y en la mayor parte de la Lusitania. Hermenegildo trató de internacionalizar el conflicto, siendo una prueba evidente la embajada del arzobispo Leandro en Constantinopla. No hubo, sin embargo, una intervención activa bizantina o franca en esta crisis.
La reacción de Leovigildo fue de extremada prudencia, renunciando a las acciones militares y tratando de buscar una mayor cohesión interna. Hay que enmarcar en este contexto la dulcificación de las doctrinas arrianas, que obedecieron más a razones políticas que a religiosas. Hermenegildo no aprovechó la ausencia de movimientos de su padre, consciente de su incapacidad para que una revuelta regional pudiese alcanzar el grado de alternativa al gobierno de Leovigildo, especialmente careciendo de ayuda externa. El monarca visigodo avanzó hacia el Sur ya en el 582, tomando Mérida y sitiando el corazón de la rebelión, Sevilla. En el 583 derrotó al ejército suevo que acudió en auxilio del bando católico, tomando la ciudad a continuación. Hermenegildo se refugió en Córdoba, viéndose obligado a rendirse. Fue exiliado, muriendo asesinado en Tarragona en el año 585. A pesar del fracaso de este alzamiento, los enfrentamientos entre los aristócratas, celosos de su autonomía y de sus bases económicas, y una monarquía cada vez más autoritaria caracterizarán la agitada vida política del reino visigodo durante todo el siglo VII.

II.4.3.-El final del reinado
Los últimos años del reinado de Leovigildo estuvieron marcados por la incorporación del reino suevo. En este territorio se intentó aplicar una cierta unidad religiosa por medio de un arrianismo edulcorado, estableciendo una serie de obispados pero sin llegar a ejercer coacción alguna sobre los católicos.
Las relaciones con el reino franco de Austrasia y con Borgoña, su aliada, quedaron rotas tras la rebelión protagonizada por Hermenegildo[18], así que Leovigildo intentó compensar el equilibrio de fuerzas entre las potencias europeas estrechando lazos con Neustria. Pero estas negociaciones terminarían súbitamente al ser asesinado el monarca merovingio de este reino franco en el año 584. Un año más tarde Borgoña aprovecharía esta falta de apoyo por parte de Neustria para lanzar una campaña militar contra la Septimania visigoda y una campaña naval en ayuda de los suevos, pero ambos intentos acabaron en fracasos.
Leovigildo falleció en el 586 en Toledo, dejando a su muerte un reino que había ampliado su control territorial y que contaba con una aristocracia unificada pero intransigente hacia las actuaciones de la monarquía dirigidas a limitar su poder.

II.5.-La unificación religiosa
El intento de Leovigildo de lograr la unidad religiosa del reino bajo la fe arriana fracasará. Será su hijo y sucesor, Recaredo, quien logró culminar tan ansiada meta, pero haciendo del catolicismo el elemento de unión. La crónica de Juan de Bíclaro nos dice que Recaredo se convirtió al catolicismo en el 587, siendo imitado por la mayoría de los nobles y obispos arrianos. Hubo alguna oposición de escasa entidad, pero parece ser que ya estaban superadas cuando se celebró el III Concilio de Toledo en el año 589, proclamándose públicamente el cambio de religión oficial en este sínodo.
Sólo ocho obispos arrianos abrazaron en este primer momento la nueva fe. Este cambio de credo significaba el deseo de conversión de una mayoría arriana a la religión de la minoría hispanorromana. Aunque en principio pueda parecer una capitulación ante los católicos, esta conversión permitió a la monarquía introducirse en las esferas de poder que hasta este momento se habían dejado en manos de los obispos católicos. Sólo los núcleos paganos de las regiones del Norte y los judíos quedaron al margen de esta unidad religiosa.

II.6.-La monarquía católica en el siglo VII
A la muerte de Recaredo en el año 601 le siguió un período de reinados cortos y convulsos a causa de la reacción arriana y del asesinato como medio de imponer a un nuevo monarca. Tras un corto e infructuoso intento de regresar al arrianismo, la monarquía católica se restauró de forma definitiva.
En el 621 fue elegido rey un prestigioso jefe militar, Suintila. En el 624 expulsó de la península a los restos de presencia bizantina, lográndose por primera vez la unidad política de toda Hispania y de la Narbonense bajo dominio visigodo. Este monarca logró también importantes victorias sobre los vascones, que realizaban frecuentes incursiones en el valle del Ebro. Será finalmente depuesto en el 631 por una revuelta nobiliaria que tuvo su origen en la Septimania y que contó con el apoyo de los francos.

II.6.1.-El período constituyente
Con el reinado del nuevo monarca, Sisenando, comenzará lo que según Orlandis fue “el período constituyente, durante el cual se estructuraron las instituciones fundamentales para garantizar la estabilidad de la monarquía y la participación pública de las principales fuerzas del reino”. Estos cambios están recogidos en los setenta y cinco cánones del IV Concilio de Toledo, celebrado en el año 633. Entre los logros de este sínodo, que tuvo como figura principal a San Isidoro de Sevilla, se cuentan las regulaciones sobre la celebración de oficios divinos, los nombramientos episcopales, la formación del clero o la repudia a las conversiones forzosas. Pero hay dos puntos que destacan especialmente sobre todos los demás:
-Se convocaría un nuevo concilio general siempre que hiciese falta tratar cuestiones de fe o de interés común de la Iglesia, instaurando el ritual y el orden en el que deben ser celebrados. De esta forma se institucionalizan estos cónclaves.
-El hito más importante fue el canon número setenta y cinco, al que se dio rango de ley. Su carácter era más político que religioso, ya que fijaba el sistema de sucesión al trono. Este concilio instituyó una monarquía electiva y sacral, donde la legitimidad, en vez de derivar de la sangre o la herencia, proviene de la elección y consagración del elegido. Dicha elección se encomienda de forma conjunta a los magnates áulicos y a los obispos, tratando así de defender el reino de posibles usurpaciones.
Chintila, que accedió al trono en el año 636, convocó inmediatamente el V Concilio de Toledo. Sus cánones tuvieron un marcado cariz político, probablemente por la intención del monarca de completar la tarea constitucional iniciada por su predecesor. Le seguiría un VI Concilio, en el que destacó el papel del obispo Braulio de Zaragoza. Este sínodo se caracterizó por la dureza de sus cánones contra judíos y conversos y por la prohibición de presencia de no católicos en el mismo.

II.6.2.-Los reyes legisladores
Las medidas tomadas para asegurar la monarquía electiva no fueron respetadas por Chintila, que asoció a su hijo al trono, pero éste no lo conservó por muchos años. Chindasvinto le derrocó y justificó sus actos en el VII Concilio de Toledo, en el que se aprobó la pena de muerte para quien conjure contra el gobernante. Para asegurar su propia permanencia en el trono, el usurpador llevó a cabo una depuración entre los clanes que tenían poder suficiente como para significar una amenaza. A pesar de su defensa de la monarquía electiva, que motivó su toma del poder, asoció a su hijo Recesvinto al trono.
A partir de muerte de su padre en el 653, Recesvinto llevó a cabo una política diametralmente opuesta. Durante su reinado se convocó dos veces el Concilio de Toledo, donde promulgó una ley que diferenciaba claramente los bienes de la corona de los del patrimonio real, devolviendo a la corona los bienes que su padre se apropió de forma ilegítima, y limitó el poder regio en un intento de satisfacer a la nobleza, que había sufrido una purga en tiempos de Chindasvinto. El mayor logro de su reinado lo hallamos en el campo del derecho. Su padre comenzó una gran labor legislativa y una recopilación de las leyes del reino partiendo del código de Leovigildo. Al quedar esta tarea inconclusa con su muerte, será su hijo Recesvinto quien la finalice. Éste reunió y adaptó todas las leyes del reino en el Liber Iudicorum o Lex Wisigothorum, válida para todo el reino y sus habitantes con la única excepción de los mercaderes judíos y griegos, que se siguieron rigiéndose por el código marítimo internacional de la época, el llamado Derecho de Rodio.

II.6.3.-Los últimos reyes
A la muerte de Recesvinto en el año 672 Wamba fue aclamado como nuevo monarca. Durante su gobierno se inició el proceso de desintegración del reino visigodo. Ante una rebelión de carácter cantonalista en la Narbonense mandó a sus tropas a sofocar las revueltas, pero éstas se cambiaron de bando y se alinearon del lado de los rebeldes. Tras derrotarlos y castigar severamente a los protagonistas, el rey se dio cuenta de la necesidad de contar con un ejército poderoso y, lo que es más importante, fiable. La promulgación de una exagerada ley militar de reclutamiento causó gran descontento y provocó una conjura que lo apartó del trono.
Le sucedió Ervigio en el 680. Su más que probable vinculación en la conjura que arrebató la corona a Wamba marcó su reinado, ya que trató de legitimar su poder acercándose al clero. Legisló contra los judíos y retiró la ley militar de su antecesor en un nuevo sínodo. En el ámbito religioso, nombró al obispo metropolitano de Toledo primado de Hispania, quien a partir de ahora consagrará a los obispos elegidos por el monarca. La debilidad de su gobierno seguía siendo manifiesta, así que llevó a cabo una serie de concesiones a los nobles para ganarse su apoyo.
Designó a su yerno Egica para que ocupase el trono tras su fallecimiento, que tuvo lugar en el 687. La situación político-religiosa del momento estaba caracterizada por la quiebra económica, la degradación del clero el descontento social en las capas bajas y las tensiones entre la nobleza. Sucesivas conspiraciones y su posterior represión por parte del monarca han hecho que pasase a la Historia como un cruel perseguidor de la aristocracia. Legisló con dureza contra los judíos, prohibiéndoles el comercio exterior y limitando el interior a intercambios con gentes de su misma religión, gravándolos además con el pago de un impuesto especial. También se promulgaron leyes contra los conspiradores y otras de fortalecimiento del poder real. Un intento por parte de los oprimidos judíos peninsulares de pactar con los judíos ultramarinos para terminar con el estado visigodo desataron la adopción de medidas aún más duras contra este colectivo, convirtiéndolos en siervos, arrebatándoles a sus hijos para que fuesen educados en monasterios, dispersando sus aljamas por todo el reino…
Su hijo Witiza fue asociado al trono, gobernando en solitario tras la muerte de Egica en el año 702. Trató de llevar una política conciliadora, otorgando amnistías a los enemigos de su padre y devolviendo bienes incautados. Su temprana muerte en el año 710 abrió un debate sucesorio. Su clan pretendió que sus hijos, aún niños, heredasen el trono, mientras que la mayoría de los magnates rechazaban esta opción. Estos últimos proclamarán rey en una asamblea a Rodrigo, duque de la Baetica. Los witizanos no se resignaron, teniendo lugar una serie de secesiones en la Narbonense y especialmente en la Tarraconense, donde llegaron a acuñarse monedas de Akila, el candidato propuesto por la familia del antiguo soberano. Mientras Rodrigo estaba sofocando un levantamiento de vascones en el Norte, la noche del veintisiete al veintiocho de abril del 711 iniciaría el desembarco de tropas musulmanas en Gibraltar. El reino visigodo de Hispania había llegado a su fin.

II.7.-Causas de la caída del reino visigodo de Toledo
El reino visigodo, que había logrado su expansión territorial y su unidad étnica, religiosa y jurídica se derrumbó tan rápidamente que sucesivas generaciones de historiadores han tratado de encontrar una explicación a este fenómeno. La historiografía española actual defiende que la causa del rápido hundimiento ante los invasores musulmanes fue la profunda crisis generalizada en la que estaba inmerso el reino:
-Tan sólo en el transcurso de los últimos cinco reinados se dieron media docena de conjuras para apartar del poder a los gobernantes. El morbo gótico era algo característico del reino visigodo, pero los episodios eran ahora más frecuentes y extensos.
-El fortalecimiento de los distintos clanes familiares, enfrentados entre sí para acceder al trono, no se encontraron con una política clara por parte de los monarcas. En sus reinados se sucedían etapas de represión con otras de tolerancia, marcando una política real desigual e insegura.
-Los cambios socioeconómicos producidos por causas naturales, como pestes y malas cosechas, que repercutieron en la demografía e hicieron aflorar síntomas de decadencia.
-El descontento social provocó un notable incremento en las fugas de esclavos, que una vez libres se dedicaron al bandidaje en los caminos. Se tiene constancia de un aumento de los suicidios como forma de escapar de una existencia insoportable. También crecería el descontento de un colectivo tan oprimido como los judíos.
-La moneda se degrada, pasando de la buena ley de las mismas en época de Wamba a la acuñación de monedas ligeras, apenas sin oro, durante el reinado de Witiza. Trae como consecuencia la subida de precios y el pago en especie para hacer frente a la inflación.
-Crisis moral y de costumbres en el seno del clero, plasmada en su envilecimiento y en la necesidad de legislar contra sus abusos.
La conclusión sería que en el siglo VIII el reino visigodo estaba sumido en una profunda crisis que le restó capacidad de resistencia.





























































NOTAS Y MATERIAL ADICIONAL:



































































































CAPÍTULO III
ACTIVIDAD ECONÓMICA Y GRUPOS SOCIALES EN LA ESPAÑA VISIGODA


III.1.-La población de Hispania
Lo primero que llama la atención es la heterogeneidad de la población del Imperio Romano, algo que se hace patente también en la Península Ibérica. Por una parte, las provincias del Imperio habían acogido grupos poblacionales de muy diverso origen mientras que, por otro lado, existía sobre estos grupos un barniz de romanización. La población de Hispania, al iniciarse las invasiones, estaba integrada por romanos, visigodos, suevos, vándalos y alanos, pero también por comunidades de origen oriental, como griegos, judíos y sirios, además de africanos.
El primer factor de integración de las diversas poblaciones fue la denegación de la ley del siglo III, que prohibía matrimonios entre romanos y godos. El responsable de esta medida en Hispania fue un rey visigodo, Leovigildo. La cultura material ha demostrado que, junto a la evidencia del aumento de matrimonios mixtos y la utilización por parte de los visigodos de nombres romanos, un elemento revelador es la utilización de vestidos romanos por los visigodos, lo que evidencia su paulatina aculturación, se entierren en los mismos cementerios, etc.

III.1.1.-La población romana
El grueso más importante de la población hispana entre los siglos V y VII estaba constituido por los romanos que vivían en la Península Ibérica. Además, existía desde antes de las invasiones una población autóctona poco o nada romanizada en determinadas regiones: Vasconia, Cantabria...
La población romana de la península oscila, según los autores, entre los cinco y los doce millones durante las invasiones geográficas. La gran masa de población se hallaba dispersa por toda la geografía peninsular a excepción de zonas como Vasconia y Cantabria, reacias a la dominación romana, donde sólo existía una presencia militar. La mayor densidad de la población romana se hallaba repartida en diferentes provincias cuya romanización fue más intensa, tanto desde el punto de vista de la implantación del mundo urbano y del desarrollo de las actividades ciudadanas como de la explotación de las tierras.
La provincia de la Tarraconense destacaba por los importantes núcleos costeros y por ciudades de antigua tradición. Es el caso de Emporiae, Gerunda, Barcino y Tarraco. En el interior, con un claro aprovechamiento de las tierras más fértiles, tenemos Caesaraugusta, Ilerda (Lérida) y Osca (Huesca). En la región oriental y meridional de la Cartaginense aparecen núcleos como Saguntum, Valentia, Dianium, Ilici o Cartago Nova. En la Baetica nos encontramos con una de las provincias romanas con mayor densidad de población por sus centros urbanos y por la fertilidad del valle del Guadalquivir, entre los que destacan Malaca, Corduba, Hispalis e Italica.
Otra región relevante por su densidad de población fue Lusitania, sobre todo por la presencia de Emerita Augusta. Su importancia queda atestiguada por los notables restos arquitectónicos y por la gran cantidad de villae e iglesias rurales descubiertas por la arqueología. En Gallaecia el poblamiento romano fue menos denso y, tras las invasiones, sus habitantes tuvieron que convivir con el reino de los suevos.

III.1.2.-La población visigoda y germánica
La población visigoda representó un porcentaje mínimo frente a la población romana. Las cifras hablan de entre veinte mil y ochenta mil individuos, tanto de población civil como militar. En el primer tercio del siglo VI se había concluido el proceso de incorporación de elementos germánicos a la población hispana. Los visigodos eran el grupo germánico más importante, llegando en varias oleadas durante la última década del siglo V pero, sobre todo, con la caída del reino tolosano, y también hacia el 531 tras una nueva victoria franca sobre Amalarico en la Narbonense.
No hay que olvidar a los suevos, que mantuvieron en el siglo V una difícil convivencia con la población gallega. Los suevos eran débiles demográficamente, ya que sólo contaban con unos treinta mil o treinta y cinco mil individuos, entre los cuales sólo ocho mil o nueve mil eran guerreros en la época de las invasiones. Posiblemente estas cifras se incrementarían tras instalarse en Hispania y practicar una vida sedentaria. La mayor densidad de población de los suevos se dio en los distritos de Braga y Oporto.
Resulta lícito afirmar que el elemento germánico pudo representar en total un cuatro o cinco por ciento de los habitantes de la península si se admite una población hispanorromana de unos cinco millones de habitantes.
Como ya hemos comentado, las migraciones góticas dieron lugar a dos tipos de asentamiento, uno de carácter popular y otro de naturaleza aristocrático-militar. El pueblo visigodo en el siglo V era todavía un grupo mayoritariamente popular, con una serie de rasgos diferenciales tales como indumentarias y objetos de adorno propios y religión arriana, que dejaron una clara constancia arqueológica. El poblamiento compacto y el arrianismo explican la existencia de cementerios propios en el siglo VI. García de Cortázar da tres razones justificar el asentamiento visigodo:
-Económico y geográfico, al desarrollarse una nueva forma de explotación rural de los latifundios.
-Estratégica, para hacer frente a vascones, suevos y francos.
-Falta de identificación con el resto de la geografía peninsular. Los recién llegados inicialmente formaban un grupo de desfavorecidos sin tierras en Aquitania.
Los hallazgos funerarios han permitido reconstruir la zona de asentamiento popular visigodo. El área de las necrópolis godas alcanza en el siglo VI su máxima densidad de población en la actual provincia de Segovia, extendiéndose por las regiones colindantes de Burgos, Soria, Guadalajara, Madrid, Valladolid, Cáceres y Palencia.
A finales del siglo VI, cuando se produce la unidad religiosa por la conversión del arrianismo al catolicismo y la desaparición de los signos diferenciadores, se hace más difícil identificar los enterramientos góticos, aunque las sedes episcopales reflejan la permanencia de poblaciones campesinas visigodas en su primitivo asentamiento. Así, en las tierras de Soria y Guadalajara fue muy elevado el número de obispos godos.
La arqueología está demostrando que la forma de establecimiento preferida fue el vicus, tanto en explotaciones señoriales como en comunidades integradas por pequeños propietarios. El vicus se rastrea ya desde el siglo IV y era una asamblea de vecinos para regular el aprovechamiento de bosques y prados comunales. Es casi seguro que la zona meseteña, donde se asentaron los visigodos, basó su economía en el aprovechamiento de los pastos y de las zonas forestales.
En cuanto a la clase aristocrática, estaría integrada por unas mil quinientas familias, es decir, de siete mil a diez mil individuos a los que habría que sumar unos séquitos de clientes y servidores. Esta clase no se estableció, como las clases populares, en una región determinada, sino que se dispersó por todo el territorio obedeciendo a razones administrativas y militares. Hubo también comarcas donde la concentración de esta aristocracia alcanzó mayor densidad, como en Toledo, capital y residencia de la corte desde el siglo VI. La capital de Lusitania, Mérida, fue también un importante núcleo de godos, al igual que Barcino o Barcelona.
La ciudad era, por tanto, lugar de residencia de los ricos magnates de la aristocracia visigoda y de sus séquitos armados. Hubo otras regiones que, por razones estratégicas, contaron con un nutrido asentamiento gótico de tipo castrense: la frontera con los dominios bizantinos, la frontera vascona y los pasos fortificados del Pirineo Oriental y de la Galia.

III.1.3.-La población de origen oriental
Al hablar de población oriental los especialistas hacen referencia a individuos de origen sirio y griego. Estas comunidades orientales, al igual que las africanas, empezaron a florecer durante el Bajo Imperio. Vivían en enclaves urbanos con puertos marítimos y fluviales en la Tarraconense, la Cartaginense y la Baetica.
Los mayores testimonios conservados proceden de la costa mediterránea y del Sur de la península. Se ocupan de actividades comerciales, especializándose en ellas como ocurrió con los judíos. Esta población oriental se diferenciaba del resto por su religión, ya que seguían manteniendo prácticas paganas marcadas por la idolatría, la superstición, la magia y la adivinación.
Hispalis fue una de las ciudades que congregó una mayor densidad de población oriental así como de judíos. También fue importante su número en Córdoba, aunque la ciudad con mayor población de origen oriental era Emerita Augusta.

III.1.4.-Los judíos hispanos
Desde comienzos del siglo III los judíos eran considerados ciudadanos romanos. No existían grandes diferencias entre judíos y cristianos, salvo las de procesar una religión distinta. Al igual que los cristianos hispanos, los judíos desempeñaban todo tipo de actividades económicas aunque destacaban en el comercio. Había desde ricos propietarios hasta judíos pobres, con lo que se deshace el tópico de identificar al judío con el usurero o el comerciante acaudalado.

III.2.-La economía y la vida rural
Uno de los fenómenos más conocidos en este período en Hispania es el urbano, mientras que la población y la organización de los ámbitos rurales no se conocen con suficiente detalle. A pesar de ello, sabemos que la explotación agrícola y ganadera estaba en manos de grandes propietarios. La tendencia general fue la proliferación de villae como unidad básica de explotación agrícola.
La explotación de la tierra ocupó la mayor parte de la población de la península entre los siglos V y VII. Las grandes extensiones, como los latifundios, eran explotadas por siervos, esclavos, campesinos libres y campesinos dependientes. Los campesinos dependientes de un señor o propietario vivían en condiciones precarias, sometidos a una larga serie de obligaciones y con muy pocos derechos reconocidos. El desmoronamiento del poder central concentró el poder en los grandes señores y dejó en una situación muy difícil a los pequeños propietarios libres, que se vieron obligados a encomendarse a un señor, equiparándose así a los campesinos dependientes.
El eje que vertebra las relaciones socioeconómicas en el mundo rural era la villae en su sentido más amplio: como estructura arquitectónica, como sistema de explotación agropecuaria y núcleo de hábitat alternativo al cada vez más decadente mundo urbano. Las villae eran además el lugar de residencia del noble propietario y donde disfrutaba de sus momentos de ocio. Todas estas características determinaban las estructuras típicas de las villae y condicionaban su edificación. Por una parte, necesitaba una parte residencial construida con una gran solidez de materiales y con los ornamentos propios de la época, que reflejaban la mentalidad y los gustos de sus dueños. Por otro lado aparecía la pars rustica, que albergaba las dependencias del almacenamiento, de los establos, los productos de exportación y las habitaciones de los campesinos cuando éstos vivían en la propia villa y no en lugares cercanos a la propiedad.

III.2.1.-La producción agropecuaria
La producción agropecuaria era similar a la de época romana, orientada básicamente a la subsistencia salvo una serie de productos, como el trigo y el aceite, que se exportaban.
La explotación agraria y ganadera estaba en manos de grandes propietarios y la unidad de explotación seguía siendo la villae. El producto más cultivado y consumido era el trigo, ocupando el segundo lugar entre los cereales la cebada y la escanda. Un papel destacado lo tuvieron la vid y el olivo, completando así la trilogía mediterránea. Entre las producciones minoritarias destacaron las hortalizas, las leguminosas y los árboles frutales.
La ganadería se vio favorecida en la península por la existencia de amplias zonas de pasto. Se conoce la cría ganadera de terneros, vacas, novillos, ovejas, cerdos y carneros. De los rebaños ovinos se obtenía lana, que permitía el desarrollo de la industria textil en los núcleos urbanos, donde reproducía el hilado, la manufactura y la comercialización del paño. La mejor presencia de la cría de ganado se dio en la Lusitania, la Tarraconense y en la Meseta castellana. Hay que señalar, además, la importancia de la cría de caballos desde la Antigüedad Tardía en la Baetica, en Lusitania y, en menor medida, en la zona Norte de la Cartaginense.

III.3.-La ciudad y la vida urbana en la Baja Antigüedad y la época visigoda
III.3.1.-Topografía de las ciudades hispánicas
Generalmente se acepta que la vida cultural y socioeconómica del Occidente romano se basó en una desarrollada red de centros urbanos. También se admite que la llamada “crisis del siglo III” significó un cambio decisivo en dicha estructura con un empobrecimiento y ruralización de la sociedad.
Las invasiones propiciaron la fortificación de las principales ciudades, como es el caso de Toledo, Gerona, Zaragoza, etc. La concentración septentrional de muchos de estos recintos demuestra su finalidad defensivo-militar. La arqueología y los testimonios literarios indican la conservación de los recintos fortificados de época imperial. En Mérida, por ejemplo, restauraron sus murallas a finales del siglo V mientras que en Italica estas obras se realizaron un siglo antes, a finales del IV.
No hay una relación directa entre la extensión del recinto amurallado y la importancia política o el potencial demográfico de las ciudades. Toledo, por ejemplo, era un pequeño recinto pero de gran importancia demográfica y política. Aparecen además suburbios o suburbia en torno a edificios religiosos. En algunas ciudades, entre los cambios urbanos hay que citar la aparición de cementerios dentro del área amurallada, como en Barcelona. Los cementerios aparecen junto a los templos como síntoma del cambio de las mentalidades funerarias, aunque muchos cementerios extraurbanos sigan funcionando.
Las edificaciones de funcionalidad pública, baños o termas, circos, teatros y anfiteatros son un ejemplo, ya sea por su mantenimiento, mutación o abandono, para comprender si hubo continuidad o ruptura en la ciudad hispana de este período. En el siglo V y principios del siglo VI subsisten en Mérida y Zaragoza las carreras de carros, la caza de fieras, etc. a pesar de la presión eclesiástica.
Pero lo que va a dar un aspecto característico a las ciudades cristianas será la aparición de un número cada vez mayor de edificaciones religiosas: basílicas, monasterios, baptisterios, palacios episcopales, oratorios, capillas… Existe una cristianización de la topografía urbana en todo Occidente.

III.4.-Los grupos sociales urbanos y sus relaciones económicas
III.4.1.-La nobleza
Tradicionalmente se ha afirmado que la ruralización social supuso un abandono por parte de las aristocracias provinciales del marco urbano, retirándose a sus posesiones rurales. Pero las últimas investigaciones matizan estas afirmaciones generales. Hay que tener en cuenta la vida urbana de cada zona, la incidencia de las invasiones, la instalación de la corte, los centros administrativos regionales, la importancia de los obispos en las ciudades y el enraizamiento de ciertos linajes aristocráticos. Por ejemplo, en la Baetica la aristocracia regional tardorromana o la nueva aristocracia hispanovisigoda continuó en las ciudades.
Las urbes se convirtieron en focos esenciales de resistencia autonomista de la aristocracia local frente al poder centralista del estado visigodo. Así ocurrió por ejemplo en Mérida dentro de la Lusitania y en menor medida en la Cartaginense y en la Gallaecia.
También se observa una tendencia clara de estas aristocracias fundiarias de carácter urbano a ir ocupando puestos clave de la administración del estado o de la jerarquía eclesiástica de aquellas ciudades que eran cabeceras del territorio. Ello trajo un control cada vez mayor de la vida de tales ciudades por determinados linajes de dicha aristocracia.
Desde el punto de vista de las mentalidades, el cambio fundamental es el carácter cristiano de las ciudades y de la aristocracia, que construye edificios religiosos.

III.4.2.-La plebs urbana
La plebs era un grupo social amplio, compuesto por todos los habitantes de condición libre que no gozaban de especiales privilegios. Abarcaba a los artesanos, comerciantes, hombres de profesiones liberales de mediana fortuna no fundaria[19], además de desocupados y gentes humildes que vivían en la ciudad. La plebe estaba compuesta, por lo tanto, un conjunto humano muy heterogéneo. Entre ellos también aparecerán los marginados, los pobres, que fueron una constante en la ciudad romana y que en época visigoda también fueron muy numerosos.
Las causas de la pobreza son variadas, y entre ellas habría que destacar la concentración de la propiedad fundiaria en manos de los potentes. Otra causa sería la mayor presión fiscal sobre el campesino, además de las malas cosechas, las deudas, etc. Todo ello provoca que por los caminos abunden grupos de campesinos convertidos en mendigos que se dirigían a los monasterios o a las ciudades en busca de caridad.

III.5.-El estamento eclesiástico. Obispos y clero urbano
Hay que señalar, ante todo, el importante papel que desde comienzos del siglo V adquirieron los obispos, convertidos en máximos representantes de las ciudades en los momentos clave del tránsito del poder imperial al visigodo. La paulatina ruina de la administración imperial dejó al obispo como única instancia de gobierno de las ciudades[20].
Durante buena parte del siglo VI la Iglesia hispana gozó de gran libertad de movimiento, como demuestran los numerosos concilios, mientras que con la conversión de Recaredo y de la nobleza gótica al catolicismo se constituye una Iglesia católica hispana como Iglesia nacional y del estado. La situación de los obispos experimentó cambios significativos en funciones y poder en el ámbito urbano y, aunque perdieron cierta autonomía, vieron fijados sus privilegios gracias a la colaboración entre el estado y la Iglesia.
Los obispos desempeñaron un papel clave en la recaudación de tributos. De ellos dependía el nombramiento de funcionarios judiciales y fiscales a nivel municipal. Supervisaban la actividad de los jueces laicos y aparecían como juez de segunda instancia, por encima del conde de la ciudad y emparejado con el dux provinciae. El poder y la autoridad de los obispos descansaba en su prestigio ideológico y en la administración de unos patrimonios eclesiásticos en crecimiento por donaciones regias y privadas y en las rentas obtenidas de las iglesias rurales de fundación privada.
En el siglo VII se consolida el protocolo mayestático[22], símbolo de su poder y de su prestigio. Todo ello lleva a que sea un cargo muy apetecible y a lo frecuente de la simonía y de las presiones regias en los nombramientos. Los obispos participaron activamente en la vida política de la época, y cada vez fue mayor su relación con la nobleza visigoda. La mayoría de los obispos, evidentemente, eran de origen noble.
En torno a las sedes episcopales había numerosos clérigos de distinta dignidad e importancia: diáconos, subdiáconos, presbíteros, clérigos menores, etc., cuyo número creció al hacerlo el de basílicas urbanas. Desde el punto de vista económico y social, la posición de alguno de ellos fue envidiable debido a sus posesiones, a las donaciones que recibían y a los tributos y las rentas de sus sedes. Es posible que desde finales del siglo VI los clérigos tuvieran exenciones fiscales e incluso que éstos se dedicaran al comercio y al préstamo usurario. La formación del clero se llevaba a cabo en las escuelas episcopales, que eran las únicas instituciones de enseñanza entre los siglos VI y VII, testimonio de la clericalización de las ciudades de la época.

III.6.-La economía y la vida urbana

III. 6.1.- La producción agropecuaria
Mayor y mejor conocimiento del marco urbano que de la vida rural (hay más fuentes de lo urbano)
Fenómeno mejor conocido: explotación agrícola y ganadera, unidad básica la villae.
S. VI-VII. Explotación de latiera con una amplia dimensión demográfica (mayor parte población) y diversidad en las condiciones sociales de explotación: siervos, esclavos, campesinos libres o dependientes. La precariedad económica y la descomposición social de los pequeños propietarios libres hace que estos caigan en las garras de los señores o grandes propietarios (se está gestando el feudalismo).
Eje de las relaciones socioeconómicas del mundo rural o villae. 4 ámbitos-funciones:
-Centro explotación agropecuario
-Núcleo de hábitat alternativo
-Complejo arquitectónico religioso y noble
-Lugar de residencia de las nobles. Villae lugares de prestigio social y ocio (civitas el negocio, la nobleza de la ciudad se dedica al comercio)

III.6.2.-La actividad artesana
Sobre la actividad artesana no hay muchos datos y en la mayoría de los casos éstos son arqueológicos. Sabemos que había talleres especializados, como el de mármoles de Tarragona, el de Braga, Córdoba, Mérida y el de Toledo entre los siglos V al VII. En cuanto a la cerámica, hay que señalar los ladrillos impresos de la Baetica o la ornamentación figurada de tradición norteafricana, con talleres en la costa mediterránea, que desde el siglo V exportaban fuera de Hispania.
No sabemos mucho de la producción en bronce, de la metalurgia o de la orfebrería en general. Hay en el siglo VI influjos de artistas italianos. Buena parte de los talleres estaría en el campo, dentro de la gran propiedad señorial, pero también destacaban los orfebres palatinos o de palacio.
Hay también pocas noticias de profesiones liberales, destacando el ejercicio de la medicina mediante contratos de servicio suscritos por el enfermo, obteniendo los médicos grandes beneficios debido a su escaso número. Los médicos vivían en los principales núcleos, como Mérida, y eran asalariados con gran prestigio social, al igual que en la Antigüedad.
No sabemos mucho sobre la organización interna de las actividades artesanales y profesionales, es decir, si estas actividades mantuvieron la organización corporativista vinculada a los collegia bajoimperiales. Tradicionalmente se ha dado una respuesta afirmativa, aunque haciendo hincapié en su paulatina transformación y desaparición[23].
En el siglo VII sabemos de la existencia en el palacio real visigodo de talleres dedicados a la fabricación de objetos de orfebrería, donde trabajaban gentes de condición servil. Las leyes visigodas permiten conocer la forma habitual de trabajo de los orfebres de la época, que funcionaba mediante la entrega de la materia prima por parte del consumidor y contratista, al igual que en el resto de Occidente. Apenas sabemos nada del modo de trabajar de los restantes artesanos, aunque existían gentes dotadas de alta cualificación técnica. Esta ausencia de datos se debe al menosprecio que la ideología dominante de la época tenía para con toda actividad manual artesana.

III.6.3.-La actividad comercial. Agentes y mercados
El estudio del comercio puede descomponerse en dos grandes ámbitos, que son el gran comercio internacional, generalmente de objetos de lujo, y el comercio local, con mercancías mucho más diversificadas.

III.6.3.1.-El gran comercio internacional
Este gran comercio podemos reconstruirlo gracias a la arqueología y a la epigrafía. Las grandes áreas comerciales son las costas atlánticas de Europa Occidental, el Sur y el centro de las Galias, Italia, el Norte de África y la cuenca oriental del Mediterráneo.

III.6.3.1.1.-Las costas atlánticas de la Europa Occidental
Cada vez es más patente la existencia de un tráfico de mercancías y pasajeros por el Golfo de Vizcaya y el Mar Cantábrico, siendo Burdeos la principal ciudad de destino tal y como lo atestiguan los hallazgos arqueológicos y la literatura en los siglos VI y VII. También hay contactos entre la península y la zona de Frisia y Suecia.

III.6.3.1.2.-El Sur y las zonas centrales de las Galias
En el comercio entre Hispania y las regiones mediterráneas e interiores de la Galia, la Septimania visigoda sirvió de intermediario.
Marsella fue el principal puerto merovingio, aunque desde Narbona el tráfico comercial también se dirigía por tierra a Tolosa y Burdeos. Desde Marsella las mercancías visigodas seguían las rutas de los valles del Ródano y del Saona hasta alcanzar la Galia Septentrional, lugar con activas colonias de mercaderes orientales en el siglo VI. La actual zona de Cataluña tuvo una parte importante en este comercio. Se comerciaba con aceite, pieles, mercaderías de lujo y con garum[24].

III.6.3.1.3.-Italia
En cuanto a las relaciones comerciales entre las dos penínsulas del Mediterráneo Occidental hay que hablar de dos períodos: antes y después de la conquista justiniana de Hispania. Durante el primer período las relaciones fueron normales y abundantes, como se deduce de la frecuente comunicación del papado con los obispos hispanos. El predominio ostrogodo[25] en Hispania a principios del siglo VI favoreció tales relaciones.
La situación se alteró a mediados del siglo VI, cuando se produce la invasión de Italia por parte de los bizantinos y con la conquista del Sur de Hispania también por parte de Bizancio. Mientras que las relaciones de la Hispania bizantina con Italia siguen siendo fluidas, el reino visigodo pareció distanciarse radicalmente. Este alejamiento puede que se deba a razones políticas, subsistiendo relaciones comerciales con la costa mediterránea. La arqueología muestra objetos de lujo importados de Italia en Cataluña, así como influencias artísticas de Rávena y Sicilia en los siglos VI y VII. Estas relaciones se realizarán por vía marítima, siguiendo la ruta de cabotaje por el Golfo de León en dirección a Génova y al Mar Tirreno.
Los productos más destacados eran los de lujo, los bienes culturales y los artículos de consumo masivo, como el trigo.

III.6.3.1.4.-Norte de África
También hay dos fases en las relaciones entre Hispania y el Norte de África, especialmente con las actuales Argelia y Túnez. La arqueología prueba la continuidad en estos siglos de unas relaciones que fueron muy abundantes en época imperial romana entre la metrópolis cartaginesa y los centros portuarios del Mediterráneo español o con sus alrededores, como Tarragona y Sevilla.
Estas relaciones se vieron apoyadas por la existencia de colonias norteafricanas en las principales ciudades comerciales hispanas, como ocurría en Sevilla, Málaga y Mérida. Incluso las dificultades de la Iglesia africana con las autoridades vándalas y bizantinas provocaron la emigración a Hispania de grupos africanos, preferentemente monacales, que pudieron inferir en la cultura hispanovisigoda. Pero desde el siglo VI las noticias de estas relaciones son muy escasas, cesando a mediados del siglo VII como consecuencia del avance musulmán en África.

III.6.3.1.5.-Mediterráneo Oriental
Las relaciones comerciales con el Mediterráneo Oriental partieron de la costa mediterránea, de la atlántica y de los cursos del Guadiana y del Guadalquivir. Se apoyaban en diversas colonias comerciales, como Elche, Cartagena, Málaga, Écija, Sevilla, Mérida y Lisboa, y se vieron favorecidas por el establecimiento de una provincia bizantina en Hispania. El panorama cambió a partir del siglo VII, disminuyendo las noticias hasta desaparecer, posiblemente por la ocupación de Siria, Palestina y Egipto, primero por los persas y posteriormente por los musulmanes.
Los productos musulmanes se almacenaban en los telonea, que eran almacenes e instalaciones aduaneras. Entre los productos hay que destacar los de lujo. También los vidrios renanos y paños frisones. Un lugar importante lo ocupaba el comercio de esclavos, propiciado por la inestabilidad política británica[26] y por la piratería en el Mar del Norte. Se comerciaba además con productos alimenticios, como el vino y el trigo, y también con estaño británico.

III.6.3.2.-El comercio local
El comercio local disponía de una buena red de calzadas de época romana que se mantuvo en uso en estos siglos. Las leyes visigodas muestran el interés de la monarquía por mantener las calzadas en buen estado, a la vez que por impedir el bandidaje en los caminos. Para el transporte terrestre se utilizaba la carreta, tirada por caballos o bueyes, o la carga directa a lomos de la caballería, sobre todo debido al mal estado de muchos caminos y a la mayor rapidez. Las dificultades aumentaban los costes del transporte terrestre, impidiendo un comercio interior a larga distancia y masivo. Se utilizó el transporte fluvial en los cursos bajos de ciertos ríos, como el Guadiana, el Tajo, el Guadalquivir, el Ebro y el Duero.
Se mantuvo el sistema bajoimperial de ferias anuales o mercados semanales. Había lugares especializados para las transacciones comerciales, pero el comercio interior destaca por su debilidad estructural y su marginalidad, agravada por el proceso creciente de proletarización de la gran masa de población. Abundan los que no eran comerciantes de profesión y circulaban con bienes de consumo, al margen de los intercambios comerciales o trueques.
Entre los poderosos se desarrolló una economía de regalo. La generosidad actuaba como factor de cohesión social y como extensión de una autoridad superior a través de la fidelidad y la obediencia típica de una sociedad fuertemente jerarquizada. Son los dones y los contradones.
Esta circulación de bienes de consumo al margen de los circuitos mercantiles tenía más su razón de ser en actitudes mentales, en causas políticas e ideológicas que en necesidades puramente económicas.

III.6.4.-La moneda
Podemos distinguir dos fases, separadas por el comienzo de las acuñaciones a nombre del rey Leovigildo en el último tercio del siglo VI. Hasta entonces circulaban las viejas monedas imperiales, basadas en el patrón oro, y falsificaciones locales de monedas imperiales. En el siglo V los suevos acuñaron esporádicamente pequeñas monedas de plata.
Desde Leovigildo se acuñaron trientes áureos, cuyo peso máximo se alcanza en época de Recaredo. Desde entonces, la moneda tiende a decrecer hasta su peso mínimo en época de Witiza. Lo mismo sucede con la ley, que desde los dieciocho quilates con Leovigildo y Recaredo desciende a los dieciséis quilates, aunque con variaciones según las cecas[27]. Esta tendencia a la baja se explica por la disminución de la masa áurea a disposición del gobierno visigodo, debido al descenso del tesoro regio y a la imposibilidad de realizar con éxito guerras contra sus ricos vecinos.
En el siglo VII aumentó la presión tributaria sobre los humildes. El estado visigodo heredó del Bajo Imperio un sistema impositivo basado en tributos indirectos pagados en moneda y en tributos directos sobre la tierra y la fuerza del trabajo. Pero, a medida que avanzó el siglo VII, se fue perdiendo la práctica de la recaudación de los impuestos directos, disminuyendo los recursos del estado, que se basarán en el propio patrimonio fundiario.
En cuanto a la distribución de las cecas, parece evidente una finalidad militar para pagar a los soldados. De las setenta y nueve cecas del reinado de Leovigildo y sucesores, a mediados del siglo VII sólo continuaban las de los centros urbanos más importantes[28].
Respecto al crédito, el interés legal en dinero era del doce y medio por ciento anual pero se hizo frecuente acudir al préstamo en especie (vino, cereal, aceite…) con un interés máximo anual del cincuenta por ciento.


















































NOTAS Y MATERIAL ADICIONAL:



































































































CAPÍTULO IV
LA ESPAÑA ISLÁMICA: DE LA CONQUISTA AL FINAL DEL CALIFATO

IV.1.-La conquista de Hispania
IV.1.1.-Antecedentes
Pocos años antes de la conquista de la península por parte de los musulmanes, el califa al-Walid nombró gobernador de Túnez a Musa ben Nuasyr. Éste, una vez hubo consolidado el poder en sus territorios, inició una expansión hacia las tierras del Oeste, el actual Magreb, pero la islamización de las mismas no fue una tarea fácil. Estos territorios habían sido ocupados por bizantinos, por lo que ya existía un cierto poso cristiano. Además, el sustrato autóctono, las tribus bereberes, mostraron mucha resistencia y fueron adoptando la religión de Mahoma muy lentamente. Mientras tanto, el reino visigodo estaba inmerso en una profunda crisis, agravada por los enfrentamientos entre las distintas facciones nobiliarias.

IV.1.2.-Del pacto a la derrota de don Rodrigo
El control territorial y marítimo del Estrecho de Gibraltar estaba en manos de don Julián, señor cristiano de Ceuta y vasallo de la corona visigoda. Se desconocen con exactitud sus motivaciones, pero lo cierto es que cuando los musulmanes tomaron el Norte de África él ofreció una actitud colaboracionista en detrimento de su señor, el monarca visigodo don Rodrigo. Firmó un pacto que le comprometía a entregar rehenes, pagar tributo y prestar ayuda contra terceros, en este caso Hispania, a cambio de mantener su posición. Musa le exigió una prueba de lealtad que mostrase su ruptura total con su antiguo señor. Accediendo, don Julián llevó a cabo una incursión exitosa sobre Tarifa en el año 709.
Esta acción fue seguida por una empresa de tanteo un año más tarde, formada por quinientos hombres dirigidos por el bereber Tarif ben Malluk. La falta de resistencia y el botín obtenido animaron a la preparación de acciones más seria. Musa puso en marcha una nueva expedición, con Tariq ben Ziyad a la cabeza de un ejército de siete mil hombres. Cruzaron el estrecho con los barcos del traidor don Julián y comenzaron a desembarcar en Gibraltar en abril del año 711. El lento pero continuo goteo de soldados musulmanes a la costa hispana siguió hasta junio, mes en el que el grueso de las fuerzas invasoras ya se hallaba en territorio visigodo. Dominaron inmediatamente Algeciras para establecer una cabeza de puente entre las dos orillas del estrecho.
Durante este proceso de traslado y concentración de tropas los musulmanes mandaron expediciones para recabar información de las regiones cercanas, lo que finalmente alertó a don Rodrigo de la presencia musulmana. Abandonó el frente que tenía abierto con los vascones en el Norte y trasladó a sus tropas, unos treinta mil hombres, a Córdoba, donde fueron derrotados en la batalla de Guadalete[29] el 19 de junio. La facción witizana del ejército godo, que había alcanzado un acuerdo secreto con los invasores para que les fuesen restituidos los dominios de su familia, abandonó a su rey en el momento más crítico de la batalla y propició su derrota.
Pero este hecho por sí solo no explica la caída del reino visigodo. Habría que sumarle la indiferencia de la población autóctona y el apoyo de la comunidad judía a los invasores, hartos de las persecuciones de las que eran objeto.

IV.1.3.-La conquista de Hispania
El éxito de las tropas musulmanas hizo que muchos bereberes del Norte de África se uniesen a su ejército en busca de botín. Antes de lanzarse a la conquista del resto del territorio peninsular organizaron expediciones de exploración para obtener información sobre las zonas que desconocían, donde la ayuda de los indígenas fue de gran valor. El ejército avanzó hacia Écija, donde los restos de las tropas visigodas organizaron la resistencia. Su derrota y capitulación marca el principio de la conquista. Tariq dividió al ejército en dos: una parte de las tropas fue con al-Rumi hacia Córdoba, ciudad que tomaron por sorpresa, mientras que el grueso de la hueste invasora avanzó hacia el centro. Pasó Toledo y se dirigió hacia León y Astorga para volver atrás de nuevo, hacia la capital visigoda.
El éxito de la campaña de Tariq y las riquezas y prestigio que éste estaba obteniendo despertó la desconfianza de Musa, que organizó un numeroso ejército propio, formado en su mayoría por árabes, y marchó al frente del mismo hacia tierras peninsulares un año después con la intención de recordar que la conquista se realizaba bajo su autoridad. Organizó una ruta alternativa, distinta a la de Tariq, que tomó distintas plazas de la zona Sur hasta que ambos ejércitos unieron sus fuerzas en la región toledana. Continuaron ya juntos la conquista, ocupando sin problemas el valle del Ebro, Asturias y Galicia. Mientras tanto al-Aziz, el hijo de Musa, se encargó de la conquista del cuadrante Sureste, tomando Málaga, Granada y Murcia, donde firmó un pacto de reconocimiento de autonomía con el visigodo Teodomiro en abril del 713.
En menos de tres años tras la victoria de Guadalete prácticamente toda la península estaba bajo control musulmán.

IV.2.-La independencia de al-Andalus
En el año 714 el califa de Damasco llamó a los artífices de esta empresa conquistadora a rendir cuentas sobre la misma. La partida de Musa provocó que, a pesar de que éste no tenía facultad para ello, nombrase gobernador de las nuevas tierras a su hijo al-Aziz. Su breve gobierno, que no alcanzó los tres años, se concentró en afianzar el dominio musulmán. Necesitaba para ello nuevos contingentes humanos, encontrándolos en los berebere del Norte de África. Para pagarles les concedió tierras y se vio obligado a redistribuir los ingresos estatales, pasando a cobrar un diezmo a la población árabe. Esta situación generó un malestar que llevó a una conjura contra al-Aziz. Los árabes querían a un gobernador que asegurase su supremacía, de manera que los éxitos militares de al-Aziz en la zona galaico-portuguesa y en Cataluña y el apoyo del que gozaba por parte de los bereberes no evitaron su asesinato. Tras su muerte, tanto árabes como bereberes elegirán como nuevo gobernador a Habib al-Lahmi, primo del malogrado Aziz[30].
A pesar de que al-Andalus dependía administrativamente del gobernador de Túnez en la práctica fue controlada a espaldas del mismo, provocando que en el año 716 se enviase a al-Taqafi para recuperar el control de la nueva provincia. Desembarcó acompañado de un ejército de siete mil hombres y para sustentarlo recurrió a los mismos métodos que al-Aziz, la fiscalidad, pero esta vez sólo recayó sobre los bereberes asentados en al-Andalus y sobre las poblaciones indígenas que capitularon en su día. Estas medidas le permitieron sustituir el autogobierno de los descendientes de Musa por la dependencia respecto a Túnez y realizar una serie de campañas militares a la zona Nordeste, donde obligó a rendirse a Pamplona, Huesca y Barcelona. En este período la capital cambió de Sevilla a Córdoba.
Pero el califa de Damasco pensó que los dominios de Túnez eran demasiado extensos, así que decidió fragmentarlos. De esta manera se nombró a un gobernador propio para al-Andalus. Éste, siguiendo las órdenes de su califa, trató de lograr la formación de una única comunidad musulmana en al-Andalus en la que no hubiesen diferencias derivadas del origen étnico de sus miembros, medida que no lograba ocultar el principal objetivo del nuevo gobernador: garantizar el cobro del impuesto conocido como jums o quintos[31] para su califa. Ya desde estos momentos tan tempranos se irán perfilando dos elementos que marcarán la Historia de al-Andalus y que hunden sus raíces en los primeros tiempos de la revolución mahometana. Por una parte tenemos la rivalidad entre los qaysíes o árabes del Norte y los kelbíes o árabes del Sur, que se trasladó al territorio peninsular con la llegada de representantes de ambos clanes. Por otro lado nos encontramos con los conflictos entre los árabes y el resto de pueblos que se convirtieron a la religión de Mahoma, como por ejemplo los bereberes. Estos últimos no tardaron mucho en comprender que la igualdad que propugnaba el Islam no se hacía efectiva a las tribus del Norte de África, que sufrían una dura discriminación por parte de los árabes. Los afectados por esta medida, temiendo la pérdida de sus tierras, mandaron una comitiva a Damasco para que intercediese ante el califa por sus intereses, logrando finalmente del mismo la ratificación de las concesiones que hiciese Musa en su día a los baladíes o primeros asentados en al-Andalus. Se dieron así los primeros pasos en la organización de una administración tributaria[32].
No pasaron muchos años antes de que al-Andalus se sometiese de nuevo al control directo de Túnez. Con los siguientes gobernadores el malestar entre bereberes e hispanovisigodos creció a causa del incremento de los impuestos. Los enfrentamientos internos no lograron ser controlados hasta que al-Gafiqi fue nombrado gobernador, quien tras tranquilizar la situación de la provincia retomó la guerra contra los infieles.
En el 734 se produjo el primero de los acontecimientos que desembocaron en el autogobierno andalusí. Ese año estalló una sublevación bereber en el Norte de África. La fuerte presión fiscal y la discriminación que padecían los bereberes hicieron que se produjese el conflicto. Defendían que todos los musulmanes debían ser iguales ante Alá, de manera que cualquier musulmán apto y de conducta intachable podía llegar a ser califa mientras que, por el contrario, los califas indignos podían ser depuestos.
La expansión de los rebeldes, que tomaron Tánger, asustó al gobernador andalusí. Trató de impedir que las ideas igualitarias esgrimidas por los bereberes llegasen a al-Andalus y perjudicasen a las elites musulmanas que se beneficiaban allí de la política partidista de los Omeyas. Ante su fracaso a la hora de prestar auxilio militar en el Norte de África, fue depuesto y sustituido por Ibn Qatan en el 740.
El califa Omeya organizó una fuerza de castigo formada por sirios para que sofocasen la revuelta en el Norte de África, pero fueron derrotados por los rebeldes y los restos del ejército quedaron peligrosamente aislados en Ceuta. Su líder, Baly, solicitó permiso al gobernador Ibn Qatan para cruzar el Estrecho de Gibraltar y así salvar su vida y la de sus hombres. Qatan aceptó, viendo en las tropas sirias una ayuda para enfrentarse a los bereberes que comenzaban a levantarse en armas en el territorio andalusí. Tras aplastarlos con su ayuda, quiso mandara las tropas sirias de vuelta a Ceuta, donde quedarían expuestas de nuevo ante los bereberes.
Los sirios reaccionaron con ira, asesinando a Ibn Qatan e imponiendo a Baly como nuevo gobernador. Éste aplicó desde un primer momento una política que favorecía al clan de sus hombres, el de los qaysíes, lo cual despertó las iras de los partidarios del malogrado gobernador Qatan, que pertenecían al clan de los kalbíes. Los bereberes apoyaron a estos últimos contra el nuevo gobernador, pero fueron derrotados en una batalla en la que el líder de los vencedores, Baly, fue herido mortalmente.
Su sucesor no contaba con el apoyo de los andalusíes, por lo que la inestabilidad política hizo que los conflictos en el territorio entre las distintas facciones de los musulmanes continuasen. La situación alcanzó tal gravedad que una vez se recuperó el control del Magreb se envió a al-Jattar, miembro del clan de los kalbíes, como gobernador del territorio peninsular para que tratase de reconciliar a los dos grupos enfrentados. Éste cumplió con su objetivo redistribuyendo a las tropas sirias en varios distritos militarizados de la Península Ibérica o yunds, permitiéndoles mantener sus privilegios a cambio de que prestasen servicios militares. Pero con estas medidas no lograba compensar totalmente a los baladíes, que habían sufrido las consecuencias de todos estos conflictos, ni eliminaba los odios y recelos entre ambas facciones.
La política del nuevo gobernador se fue haciendo cada vez más partidista, hecho que provocó su caída a manos de los qaysíes. Éstos no impusieron a un nuevo gobernador, pero ejercieron un claro control sobre los sucesores de Jattar. Sin embargo, no se solucionaron así los conflictos entre los dos partidos.
Los qaysíes trataron que su líder aceptase reconocer al futuro Abd al- Rahman I, Omeya que había logrado escapar de la matanza sufrió su familia a manos de los Abbasíes. Abd al-Rahman llegó a la península en el año 755 sin haber alcanzado acuerdo alguno con ninguno de los dos grupos enfrentados. Rechazó la propuesta de renunciar a la jefatura del estado a cambio de grandes propiedades territoriales y ganándose el apoyo de kalbíes y bereberes obtuvo una gran victoria contra la facción rival, controlando finalmente la capital, Córdoba, y proclamándose emir. Se inicia así a partir del 756 una nueva etapa en la Historia de al-Andalus, un período de gobierno independiente al margen de Bagdad, la nueva capital del califato, desde donde ejercieron el poder a partir de este momento los Abbasíes.

IV.3.-El emirato independiente de Córdoba
Dentro de esta nueva fase de la Historia de al-Andalus podemos diferenciar cuatro etapas, finalizando la última de ellas con un nuevo cambio político que supondrá la formación del califato de Córdoba.

IV.3.1.-La primera etapa: la construcción del emirato de Córdoba durante los gobiernos de Abd al-Rahman I (756-788) e Hisham I (788-796)
Tanto Abd al-Rahman I como su hijo Hisham I iniciaron la creación de un nuevo estado en al-Andalus inspirado en la tradición del extinto califato Omeya de Damasco. Para ello debieron de cumplir una serie de objetivos prioritarios, enfrentándose con una serie de dificultades.
Los objetivos de los primeros emires omeyas de al-Andalus fueron:
-Crear una amplia base de apoyo social al nuevo régimen. La situación de guerra civil en la que accedió al poder Abd al-Rahman I no era la idónea para alcanzar la estabilidad política, así que desde el primer momento trató de legitimar su gobierno obteniendo el mayor número posible de aliados. Una medida que apunta a la consecución de este objetivo fue la multiplicación de tierras en régimen de arrendamiento enfitéutico, cuyos beneficiarios se hicieron pronto partidarios de los Omeyas[33].
-Prudencia política en materia religiosa. Abd al-Rahman I además de separarse políticamente del régimen de Bagdad también se apartó del mismo a nivel religioso. Rechazó el papel del califa Abbasí como autoridad suprema religiosa pero sin ocupar él mismo estas funciones, quedando así vacante la jefatura espiritual. Ya con su hijo Hisham I comenzó el arraigo en la península del malekismo, doctrina jurídico-teológica que defendía una estricta ortodoxia y la unidad dogmática sin dejar resquicio alguno a la especulación.
-Organización de un potente ejército mercenario. A pesar de que no es mucho lo que se conoce sobre el ejército andalusí de la etapa emiral, sí sabemos que debió de ser uno de los elementos más eficaces de fundamentación del régimen. La intención de los primeros Omeyas fue impedir el caudillismo militar, para lo cual desarticularon el sistema de los yunds que se formó con la llegada de las tropas sirias a la península y crearon un potente ejército mercenario[34].
-Represión de los núcleos cristianos de resistencia. El nacimiento de un reino cristiano en las tierras del Norte ya con Alfonso I dio lugar a la formación de una tierra de nadie entre estos dominios y al-Andalus, de manera que para los emires era más sencillo atacar los flancos de las tierras cristianas, como Galicia y Álava, que su núcleo central.
Pero, como ya hemos adelantado, la ingente tarea de construcción del nuevo régimen se vio permanentemente obstaculizada por una serie de dificultades que los primeros emires fueron solucionando. Generalizando, podemos agruparlas en:
-Dificultades internas de al-Andalus, donde incluimos a los intentos desestabilizadores de los Abbasíes, los problemas con los descontentos bereberes, etc.
-Reacción carolingia ante las iniciativas de carácter ofensivo del emirato. Destaca la intervención de Carlomagno, que en el año 778 trató de crear una zona de seguridad entre los Pirineos y el Ebro. Los carolingios, además de no tener éxito en esta empresa sufrieron una importante derrota en la mítica batalla de Roncesvalles.

IV.3.2.-Segunda etapa: la crisis del sistema durante el gobierno de al-Hakam I (796-822)
Fueron muchos los problemas internos que afloraron a principios del siglo IX, cuando al-Hakam accedió al trono:
-La ausencia de un claro mecanismo de sucesión[35] hizo que volviesen a estallar las luchas dinásticas en el seno de al-Andalus.
-Las comarcas fronterizas aumentaron su tendencia a la rebelión, siendo Zaragoza, Toledo y Mérida los núcleos principales de estas iniciativas levantiscas.
-Descontento social ante la política fiscal.
-Protestas entre los muladíes, que se sentían política y socialmente discriminados.
-Reacción contra el emir de parte del sector religioso malekí, que consideraba que las tendencias de al-Hakam eran secularizadoras y poco ortodoxas.
Todos estos elementos de inestabilidad política condicionaron desde el principio de su gobierno la política del emir, marcada por las brutales represiones que protagonizó su ejército mercenario. El descontento llegó a tales cotas que incluso estalló una revuelta en la misma capital del emirato, Córdoba, en la que se trató de asaltar el palacio emiral. A todos estos problemas internos hay que sumar una serie de derrotas musulmanas ante carolingios y asturianos, lo cual no hizo más que empeorar la complicada situación del emirato.

IV.3.3.-Tercera etapa: la restauración organizativa de al-Andalus bajo el gobierno de Abd al-Rahman II
Abd al-Rahman II heredó un reino pacificado por los duros métodos represivos de su predecesor. El nuevo emir se propuso ampliar la base de apoyos al régimen desde el primer momento, viendo en la organización estatal la única posibilidad de evitar el caos que caracterizó el gobierno de al-Hakam I. Para ello decidió abandonar el modelo en el que se había sustentado anteriormente, es decir, el hispanovisigodo y el bizantino que habían heredado los musulmanes al conquistar al-Andalus, para sustituirlo por uno nuevo basado en la administración califal de los Abbasíes. Este cambio supuso alcanzar una importante cota inexistente hasta el momento de centralismo político-administrativo con un organismo único y supremo de gobierno, el Diwan, que hasta el momento se había ocupado únicamente de funciones económico-financieras. De él derivarán dos grandes secciones dependientes, la Cancillería y el Tesoro. A su frente colocará a visires, consejeros y colaboradores, de entre los cuales elegirá a uno como su hayib o primer ministro.
Por el contrario, la administración territorial no experimentó modificaciones importantes con Abd al-Rahman II, aunque se perfeccionó el control sobre la misma. Los distritos básicos de administración continuaron siendo las koras, que contaban con un jefe militar o qa’id y con un juez o qadi y que estaban gobernadas por un vali. Las ciudades, completamente dependientes de la kora, estaban dirigidas por un sabih al-madina. También quedaron ya perfectamente definidas las tres regiones fronterizas con los territorios cristianos del Norte, las marcas o tagr, cuyas respectivas capitales eran Zaragoza, Toledo y Mérida.
En cuanto a las reformas de tipo económico-financiero llevadas a cabo por Abd al-Rahman II, las fuentes de ingresos estatales también serán revisadas, añadiéndose algunas nuevas y quedando fijadas de la siguiente manera:
-La quinta parte de los botines obtenidos.
-Monopolio de la acuñación de monedas y de los procesos de transformación de textiles de calidad.
-Actividad mercantil, destacando especialmente la que mantuvo el emirato con los principados norteafricanos.
-Política fiscal, articulada en torno a los impuestos directos como el diezmo de los creyentes sobre la propiedad inmobiliaria o zakat y los impuestos territoriales y personales de los dimníes. También se conoce la existencia de impuestos indirectos, aunque éstos tuvieron un carácter más extraordinario.
Esta política de organización centralizadora llevada a cabo por Abd al-Rahman II trajo, además del engrandecimiento de al-Andalus, una mayor islamización del régimen, lo cual explica los principales problemas políticos a los que elegir tuvo que hacer frente:
-Logro de una relativa pacificación interna del régimen. Para lograr la consecución de este objetivo fue necesario anular los distintos brotes perturbadores. A pesar de que éstos no alcanzaron la gravedad de épocas precedentes siguieron siendo muy numerosos. Fueron en su mayoría una reacción ante el creciente centralismo del emirato. Incluimos en estos conflictos tanto a los derivados de levantamientos de bereberes descontentos con el régimen como a sublevaciones en las marcas.
-Incremento de las acciones ofensivas contra los núcleos septentrionales de resistencia cristiana y, en menor medida, contra las estribaciones meridionales del Imperio Carolingio.
-Eficacia en las respuestas ante los ataques exteriores que sufrió el emirato. Los normandos entraron en contacto con la Península Ibérica en el año 844. Tras los infructuosos intentos por parte de los vikingos de desembarcar en las costas del Cantábrico, éstos dirigieron sus navíos hacia la desembocadura del Tajo y remontando el Guadalquivir llegaron a saquear Sevilla. Las tropas de Abd al-Rahman II aplastarían finalmente a los incursores al obligarlos a combatir a campo abierto, condicionando este episodio una política de impulso de la marina como cobertura defensiva costera.
-Reforzamiento de la imagen e influencia del sistema cara al exterior. Abd al-Rahman II inició en al-Andalus una auténtica política exterior, ya que la fortaleza interna del régimen debía ir acompañada de una exaltación de su prestigio y de la consolidación de su imagen más allá de sus fronteras. Hay que remarcar que los dos grandes objetivos inmediatos en cuanto a la política exterior del emirato eran fundamentar un predominio comercial en el Mediterráneo Occidental y mantener la primacía política en la Península Ibérica.
-Control de la creciente oposición interna de carácter indígena. No contamos con elementos que nos hagan pensar en un endurecimiento del régimen andalusí respecto a los sectores no islámicos en época de Abd al-Rahman II, sino que más bien parece ser que la situación de los mozárabes no era peor que la de los muladíes o la de los bereberes. La discriminación que sufrían era, por tanto, de origen étnico más que religioso. Sin embargo, a partir del año 850 tuvo lugar el estallido de un mozarabismo radical que puede tener su origen en las medidas cada vez más centralistas que adoptaba el régimen bajo la dirección del nuevo emir y en la constitución de un brote de indigenismo entre los hispanovisigodos al comprender éstos un siglo después de la conquista que el control islámico era inapelable. La condena a muerte por impiedad de un par de cristianos cordobeses desató el mozarabismo radical al que hacíamos referencia, iniciándose así una dura persecución y represión de esta corriente.

IV.3.4.-La cuarta etapa: el continuismo institucional de Muhammad I (852-886) y la descomposición final del régimen
El acceso al trono de Muhammad I, hijo de Abd al-Rahman II, distó mucho de ser fácil a causa de la insurgencia mozárabe y de las intrigas palaciegas. En estas últimas comenzaba a perfilarse una cierta oposición a la política centralizadora del anterior emir, la cual continuó siendo aplicada por su sucesor. De hecho, sus primeros quince años de gobierno fueron una clara continuación del sistema elaborado por su padre. Sin embargo, a pesar de que los problemas con los que se enfrentaba continuaban siendo los mismos que en la etapa inmediatamente anterior, ahora sus efectos se agravaban progresivamente.
En lo relativo al orden interno del emirato, el principal de los problemas heredados era la rebeldía cristiana encabezada por los mozárabes cordobeses. Ya que las medidas tomadas por su padre para solucionar este problema no tuvieron el efecto deseado, Muhammad I trató de neutralizar a los rebeldes mediante la fuerza. A pesar de que logró apagar el brote de mozarabismo radical dio pie a un aumento del indigenismo muladí que reivindicaba un sentimiento hispano enfrentado al régimen Omeya y que en distintos momentos contó incluso con el respaldo de los reinos cristianos del Norte. Otro de los problemas a los que tuvo que hacer frente el emir fue el creciente poder del gobernador de una de las marcas, la Marca Superior, que desafió al poder de Córdoba hasta que fue aplastado por las fuerzas cristianas del Norte.
Respecto a la política defensiva, Muhammad I también mantuvo con energía el enfrentamiento contra los reinos septentrionales de la Península Ibérica. Asturias se reveló como una amenaza a la que tener en cuenta tanto por el apoyo que prestó a la oposición interna al régimen como por la sistemática colonización territorial que los cristianos del Norte comenzaron a llevar a cabo. El emir afrontó este problema a través de la ejecución de unas durísimas campañas de castigo sobre estos territorios, logrando así que las líneas fronterizas retrocediesen a costa de los logros cristianos de los últimos años. La defensa continuó teniendo, por tanto, una importancia prioritaria para el régimen Omeya. Además de incrementar el número de sus efectivos creó una importante red defensiva a través de la construcción de fortificaciones. Por su parte, la marina andalusí, mejorada en tiempos de Abd al-Rahman II, demostró su efectividad defensiva al hacer frente a una nueva amenaza vikinga.
El último punto clave de la política del sistema aplicado por Abd al-Rahman II, la acción exterior, también muestra un claro continuismo durante el reinado de su hijo manteniendo su liderazgo comercial, donde la mejora de la flota andalusí tuvo un papel determinante, e incuso político entre los países musulmanes de la cuenca del Mediterráneo Occidental y afirmando su potencial frente al Imperio Carolingio.
Pero a pesar de todos los esfuerzos por parte de los emires Omeyas por continuar con su proyecto político, a partir de la segunda mitad del reinado de Muhammad I y en el de sus sucesores, es decir, a finales del siglo IX y principios del X, el emirato se derrumbará. Los problemas que amenazaban con dañar la estabilidad interna del régimen se harán insalvables. Una sucesión de continuas rebeliones y secesiones hirieron de gravedad al régimen. Los muladíes fueron los más insistentes agitadores y varios de sus líderes proclamaron su independencia respecto a Córdoba. También los bereberes protagonizaron diversos episodios de enfrentamiento contra el emirato. Con el progresivo debilitamiento del poder central fueron surgiendo señoríos autónomos o taisyil que conservaban ciertos lazos con Córdoba para legitimar su autoridad mientras que el gobierno central accedía a cambio de la entrega un tributo de carácter nominal. El emirato de Córdoba tocaba a su fin.

IV.4.-El califato Omeya de Córdoba
IV.4.1.-Abd al-Rahman III (912-961)
Abd al-Rahman III fue asociado al poder en vida de su abuelo, a quien sucedió. Heredó un estado sumido en unas condiciones caóticas y caracterizado por su fragmentación tanto política como territorial, con más de treinta poderes locales independientes del control de Córdoba. El nuevo emir dedicó la mitad de su reinado a pacificar al-Andalus, realizando pactos y otorgando privilegios cuando era posible pero también aplicando mano dura cuando la situación así lo requería. Comenzó sometiendo a los núcleos rebeldes más próximos a Córdoba, su capital, obteniendo importantes victorias en las koras que integraban el territorio de la actual Andalucía, rindiendo ciudades y fortalezas a su paso pero concediendo también el perdón a muchos de los derrotados.
Inmerso en la ingente tarea de pacificar al-Andalus, el emir se ve obligado a abandonar de momento cualquier proyecto de enfrentamiento contra los cristianos del Norte. Éstos, conocedores de la delicada situación en la que se encontraba el emirato emprendieron una serie de operaciones militares con el doble objetivo de producir el mayor daño posible y de obtener botín. Conscientes del peligro al que se enfrentaban, los musulmanes mejoraron y fortalecieron sus defensas. A partir del 916, fecha en la que ya había logrado un cierto equilibrio interno, el emirato responderá realizando incursiones periódicas en territorio cristiano con la intención principal de frenar las ansias expansivas de los mismos. Ambos bandos alternarán incursiones y se repartirán las victorias y derrotas en sus enfrentamientos sin que las fronteras entre los dos territorios se viesen alteradas de una forma sustancial.
En el 924 Abd al-Rahman III decide vengar la pérdida de una serie de plazas a manos de los cristianos mediante una importante campaña militar. Se dirigió hacia Levante, recuperando algunos de los distritos rebeldes de esta región antes de continuar hacia al reino de Navarra y de arrasar Pamplona, su capital. A partir de este momento y gracias a los problemas dinásticos de los reinos cristianos, el emir pudo dedicarse plenamente a continuar sometiendo a los rebeldes de su propio territorio sin tener que preocuparse ya por las intervenciones de los reyes de los territorios septentrionales. Tras haberse impuesto en gran parte de los territorios insurrectos y sobre el principal baluarte de resistencia contra el emir, Bobastro, Abd al-Rahman III se autoproclamará califa[36] en el año 929, hecho crucial en la Historia del Occidente islámico, realzando así su autoridad y prestigio político y convirtiéndose desde este momento en autoridad religiosa tanto dentro como fuera de las fronteras de al-Andalus[37], mostrándose así como un rival directo del califa del estado fatimí de Ifriqiya, en el Norte de África.
En esta nueva etapa Abd al-Rahman III llevará a al-Andalus a su mayor esplendor. El califa continuará sumando victorias militares, reduciendo los últimos focos rebeldes existentes. Atacará el corazón de las zonas fronterizas, las marcas, sometiendo Badajoz y Toledo e imponiendo su dominio sobre Zaragoza. En el año 939 cae la ciudad de Santarem, poniendo así el califa punto y final a veintiséis años de luchas tras los cuales se alzó con el control absoluto de toda al-Andalus.
Los fatimíes habían logrado extender su influencia en todo el Norte de África desde comienzos del siglo X. El estado andalusí mantenía, como ya sabemos, relaciones con los distintos estados norteafricanos, los cuales se vieron amenazados con la expansión de los seguidores de Alí. Los problemas dentro de sus propias fronteras dificultaron cualquier tipo de intervención por parte de Abd al-Rahman III en el Magreb, aunque lo cierto es que los fatimíes tampoco lograron proyectar su presencia en el territorio norteafricano durante los años previos al califato de Córdoba. En el 931 la flota Omeya conquistará la plaza africana de Ceuta, garantizándose así el dominio de las dos orillas del mar y el control del mismo. Esta victoria no será más que la primera de una serie de éxitos militares que harán que la influencia de Abd al-Rahman III se extienda desde Argel hasta el Atlántico a mediados del siglo X. Pero a partir de este momento los fatimíes lanzarán una serie de ofensivas que irán arrebatando progresivamente al califa Omeya sus territorios africanos, de manera que al final de su reinado sólo controlaba Tánger y Ceuta, plazas que continuaban asegurándole el dominio del Estrecho de Gibraltar.
Las relaciones diplomáticas también plasmarán el peso específico que adquirió el califato de Córdoba a nivel internacional. Además de la actividad diplomática que mantuvo con los estados cristianos del Norte peninsular y con el Magreb realizará pactos y contactos con diversos reinos de la cristiandad. Así, por ejemplo, el califato firmó un salvoconducto con varios soberanos cristianos permitiendo el tráfico de mercancías en el Mediterráneo Occidental. Por otra parte, la presencia de fatimíes, enemigos de Bizancio, en el Norte de África estrechó las relaciones entre Córdoba y Constantinopla. También hay constancia de la existencia de contactos diplomáticos entre Otón I y Abd al-Rahman III que distaron mucho de ser amistosos.
Con el inicio del período califal Abd al-Rahman III retomará sus campañas contra los reinos cristianos del Norte. A pesar de que han pasado pocos años desde la última vez que se enfrentaron la situación se ha visto modificada enormemente. Para empezar, el califa controla ahora toda al-Andalus, lo que aporta a su territorio estabilidad política y económica[38]. Además, tanto León como Navarra se ven afectados por problemas dinásticos. El califa aprovechó estas circunstancias para forzar a Navarra a aceptar un pacto de paz humillante a cambio de mantener la integridad de su reino. Dirigirá también una serie de campañas contra distintos territorios cristianos, algunas de las cuales partían periódicamente desde las marcas.

IV.4.2.-El califato de al-Hakam II (961-976)
La muerte de Abd al-Rahman III hizo que su hijo al-Hakam II heredase un reino estable y próspero en el año 961. El nuevo califa mantuvo la misma línea política que había marcado su padre, pero delegando poder en personas de su confianza. Así, dejó a al-Mushafí a cargo de la administración del estado y al prestigioso general ben Abd al-Rahman al frente del ejército.
El primer problema con el que se encontró el nuevo califa al ocupar el trono fue el incumplimiento por parte de los reyes cristianos del Norte de los acuerdos que habían firmado con su padre, iniciándose así un nuevo episodio de hostilidades en el año 963 en el que se impusieron las tropas califales, obligando a los monarcas cristianos a pedir el restablecimiento de las treguas. Serán los sucesores de estos reyes cristianos quienes retomen las hostilidades contra Córdoba, aunque sin lograr más éxito que sus predecesores. Los incursores normandos atacarán de nuevo las costas andalusíes en estas fechas, pero causaron muchos menos daños que en los años anteriores debido al poderío califal y a que el número de embarcaciones vikingas fue menor.
También en el Norte de África hubo una continuidad política respecto al reinado anterior. El nuevo califa mantuvo su oposición a los fatimíes y se dedicó a reforzar la defensa andalusí frente a su adversario norteafricano. Pero la situación de esta región cambiará radicalmente cuando los fatimíes se trasladen a Egipto, modificándose de esta manera la situación del Magreb. Tras una serie de enfrentamientos en los que las tropas califales trataron de imponerse a los bereberes norteafricanos, algunas de las ciudades de esta región controladas por los Omeyas comenzaron a rebelarse poniendo en peligro el control del Estrecho de Gibraltar. Logrará reducir la resistencia, pero mantener a su ejército tan lejos de Córdoba resultaba muy caro y peligroso para el califato ya que precisaba del mismo para garantizar la seguridad de sus fronteras, así que al-Hakam II se vio obligado a retirarlas sin aprovecharse del vacío dejado por los fatimíes.

IV.4.3.-El régimen de Almanzor
Ibn Abu Amir, más conocido como Almanzor, era un culto, inteligente y ambicioso árabe andalusí que logró ganarse el apoyo de la favorita de al-Hakam II y madre del príncipe heredero, accediendo así al puesto de director de ceca en el año 967, momento a partir del cual disfrutó de un fulgurante ascenso político en la corte califal. Su influencia llegó a ser tal que a la muerte de al-Hakam II su hijo y heredero, Hisham II, todavía demasiado joven para reinar, fue puesto bajo la tutela de al-Mushafi, el hayib, y del mismo Almanzor, nombrado visir a partir de este momento. Ambos políticos iniciaron su mandato con una serie de medidas populistas para ganarse el apoyo de las masas al mismo tiempo que eliminaban a toda competencia potencial que pudiese arrebatarles el poder.
Pero pronto Almanzor comenzó a apartarse de al-Mushafi para afianzar su prestigio personal a través del ejército. Inició así una serie de exitosas campañas militares contra las tierras cristianas que le reportaron gran popularidad. En su escalada al poder a Almanzor sólo le quedaba procurar la ruina de al-Mushafi, el único obstáculo que impedía que se hiciese con el poder absoluto en al-Andalus. Almanzor se encargó de filtrar una serie de acusaciones y críticas contra el hayib en la corte que provocaron finalmente su caída en desgracia. Fue apartado del gobierno y encarcelado, muriendo en oscuras circunstancias en el año 982, cinco años más tarde. Almanzor se convierte así en el nuevo hayib y su suegro y aliado, el general Galib, obtiene el control de todos los ejércitos del califato.
En el camino de Almanzor hacia el ansiado poder sólo quedaban tres escollos por superar: la madre del califa, el califa mismo y Galib. Una primera medida fue trasladar toda la estructura central de la administración estatal a un lugar alejado de la residencia palatina en el que pudiese imponer más fácilmente sus designios y procurarse el control directo de las arcas estatales. Su siguiente paso fue proclamar los deseos piadosos de Hisham II, recluyendo al califa mientras hacía ver que éste deseaba apartarse del mundo para dedicarse a la meditación, dejando voluntariamente las tareas de gobierno en manos de Almanzor. Confinó al califa y a su madre en la jaula de oro que eran sus estancias, prohibiendo su salida o que recibiesen visitas sin su consentimiento previo. De esta forma la autoridad del califa pasó a ser meramente nominal mientras que el hayib gobernaba en su nombre. No resultó tan sencillo eliminar al prestigioso general Galib, su propio suegro. Almanzor buscó apoyos entre los enemigos de éste, pero sus maniobras hicieron que un gran grupo de descontentos con el hayib se aglutinasen en torno al viejo general, que contó también con el apoyo de los reinos cristianos del Norte. Almanzor se enfrentó a esta alianza en el año 981, derrotándoles en una batalla en la que perdió la vida el mismo Galib. Tras esta victoria Almanzor adoptó el sobrenombre con el que pasó a la Historia, Al-Mansur bi-llah, es decir, “el que recibe la victoria de Dios”.
A pesar de que el gobierno de Almanzor no era más que una dictadura afianzada sobre su propio prestigio personal y legitimada de forma simbólica en la autoridad de un califa títere, lo cierto es que sirvió para asegurar la paz interior en al-Andalus. Tuvo que hacer frente a algunas conspiraciones contra su persona, de las cuales la más importante fue dirigida por uno de sus propios hijos, el cual había sido alejado por Almanzor de la sucesión[39], pero el poderoso Ibn Abu Amir sofocó la rebelión y acabó con la vida de todos los implicados.
El Magreb se convirtió por estas fechas en un territorio deseado por los califas fatimíes de Egipto. La actitud de Almanzor ante estas ansias expansionistas de sus vecinos fue la continuidad de la política que al-Andalus llevaba aplicando en esta región desde tiempo atrás, es decir, fortalecer las plazas africanas que controlaba directamente y estrechar sus lazos con los aliados bereberes de la región, dando lugar a relaciones de tipo clientelar.
En cuanto a las relaciones con los reinos cristianos septentrionales, al-Andalus obtuvo con Almanzor importantes victorias sobre los mismos. De todos ellos el principal rival de al-Andalus era el reino de León, contra el que dirigió numerosas campañas que se aprovecharon, en ocasiones, de las desavenencias entre los distintos señores cristianos. Una de sus más destacadas campañas es, sin lugar a dudas, la que tuvo como objetivo la ciudad de Santiago de Compostela, una de las capitales espirituales de la cristiandad. En el año 997 las tropas musulmanas asediaron y asaltaron esta ciudad, arrasándola completamente excepto la tumba del apóstol, a la que probablemente respetaron para no ofender a sus aliados cristianos. Todo lo contrario ocurrió con el reino de Navarra, al menos durante los primeros años de gobierno de Almanzor, ya que éste casó con la hija del rey de Pamplona. Pero a partir del año 999 y a causa de la negativa de los cristianos a seguir pagando tributos a Córdoba se reanudaron las acciones militares contra este reino, que acabaron con la toma de su capital. Tampoco la Marca Hispánica se libró de los ataques musulmanes. Tras una brillante campaña en la que tomó la ciudad de Barcelona en el año 985 ningún señor catalán osó desafiar al poder de Córdoba.

IV.4.4.-La sucesión de Almanzor. La dinastía Amirí y las disputas por el poder en Córdoba
A la muerte de Almanzor en el año 1002 tras un choque contra tropas de Castilla su hijo Abd al-Malik heredó un estado poderoso pero débilmente asentado sobre unas bases endebles, cimentadas en el prestigio personal de su progenitor. La temprana muerte de al-Malik seis años más tarde puso en el trono a Sanchuelo, nieto del rey de Navarra, que no supo ganarse la simpatía de los cordobeses y que pagó todos los desmanes y abusos de su padre, el temido Almanzor. El nuevo hayib decidió sustituir a los Omeyas por su propia dinastía, la Amirí, provocando así el estallido de una revuelta en la capital del califato liderada por un biznieto de Abd al-Rahman III. Éste, apoyado por las capas más humildes de la sociedad, obligó a Hisham II a abdicar, asumiendo el cargo de califa con el nombre de al-Mahdi, “el salvador”. Los bereberes, antiguos colaboradores de Almanzor, fueron objeto de las iras de los afines al nuevo califa hasta tal punto que éstos, al ver peligrar sus vidas, se vieron obligados a apoyar la causa de otro pretendiente al califato, Sulayman al-Mustain bi-llah, y de buscar apoyos entre los antiguos aliados cristianos de Almanzor. Las tropas cristianas prestaron su ayuda militar en este enfrentamiento entre las distintas facciones musulmanas a cambio del oro de las arcas califales. En el año 1010 los partidarios de al-Mahdi fueron derrotados por las del aspirante al trono, que finalmente conquistará Córdoba tras tres largos años de asedio y hará que Hisham II le nombre su sucesor antes de fallecer en el 1013. Tras la muerte del último califa legítimo de la dinastía el gran estado cordobés estaba tocando a su fin, desmoronándose a causa de su grave crisis interna. Las intervenciones cristianas no hacen más que anunciar la nueva realidad política que se avecinará en el territorio peninsular a partir de este momento y que marcan el principio de un proceso que culminará con la desintegración definitiva del califato en el año 1031.






NOTAS Y MATERIAL ADICIONAL:



































































































CAPÍTULO V
LA APARICIÓN DE LOS NÚCLEOS CRISTIANOS DE RESISTENCIA

V.1.-El reinado de Alfonso II (791-842)
V.1.1.-Los orígenes
Alfonso II se convirtió en rey de Asturias a la edad de dieciocho años, tras la muerte de su tío Silo en el 783, pero fue depuesto este mismo año por Mauregato. El joven Alfonso se vio obligado a refugiarse en Álava con los parientes de su madre, una prisionera vascona[40].
La disputa entre Alfonso y Mauregato responde a la división existente en la sociedad política y eclesiástica asturiana. Por un lado tenemos el sector conservador, partidario de Alfonso, en el que militan Adosina, esposa del difunto Silo, y el monje conocido bajo el pseudónimo de Beato de Liébana. Su objetivo es convertir Asturias en un reducto de la ortodoxia católica frente a las innovaciones proislámicas de la sede de Toledo y asume como programa político la restauración del orden godo en Oviedo. Frente a ellos se encontraba el sector encabezado por Mauregato, partidario de llevar a cabo una política de contemporización con el mundo musulmán.
Durante el reinado del usurpador (783-789) tiene lugar el estallido de la querella adopcionista, cuyo origen se remonta al concilio celebrado en Sevilla en el año 784. Allí Elipando, obispo de Toledo, declaró heréticas las doctrinas defendidas por otros dos obispos, uno de los cuales, Egila, había sido enviado desde el reino franco con el objeto de llevar a cabo la captación de la Iglesia hispana. Beato, desde Asturias, discrepó del acuerdo conciliar y comenzó una batalla epistolar entre Toledo y Liébana. Aprovechando la división de la Iglesia hispana, el reino franco tomó partido por las tesis de Beato frente a las de Elipando. Podría decirse que detrás de la disputa religiosa subyace un conflicto entre partidarios de acercarse al mundo franco y partidarios de un acercamiento respecto a al-Andalus.
También bajo reinado de Mauregato tenemos las primeras noticias del culto jacobeo en el reino astur. Aparece mencionado por primera vez como patrón y evangelizador de Hispania en el himno anónimo O Dei verbum, paris ore proditum, en honor de Mauregato, y en los Comentarios del Apocalipsis de Beato. Esta veneración a Santiago dará lugar unas décadas después al “descubrimiento” de su sepulcro en Compostela.
Tras la muerte de Mauregato los detractores de Alfonso lograron que fuese elegido como rey Bermudo I quien, tras ser derrotado por los musulmanes, abdicó en favor de Alfonso el año 791.

V.1.2.-La organización del reino
V.1.2.1.-La organización del territorio
A mediados del siglo VIII, en tiempos de Alfonso I, se llevó a cabo la repoblación de las comarcas del Este del reino. Posteriormente los monarcas asturianos centrarán su interés en la zona nororiental de Galicia. Como resultado de esta política desaparecerá la individualización del espacio cántabro para dar lugar a la formación de Galicia, Asturias y la tierra de los vascones. En este momento los predecesores inmediatos de Alfonso II desplazan su interés hacia la zona central de lo que hoy es Asturias, proceso que comienza con la fundación de numerosas iglesias en la zona y que culmina con el traslado de la corte a Oviedo[41] ya bajo su reinado.
El reinado de Alfonso II es también el momento en el que se inicia la repoblación de Castilla. Tenemos noticias en las fuentes de familias mozárabes que abandonan al-Andalus huyendo del hambre y se establecen en Castilla. De todos los documentos relativos a Castilla anteriores al 910 la mitad se refiere a repoblaciones durante los reinados de Alfonso II y de sus dos inmediatos sucesores.

V.1.2.2.-Establecimiento de la sede regia en Oviedo
Se cree que se llevó a cabo en el 791, el mismo año en que Alfonso II accedió al trono. La situación de la sede regia responde a criterios eminentemente estratégicos, ya que se halla en lo alto de una colina y articula las comunicaciones entre la costa, la llanura central[42] y los valles de la cordillera, vías de acceso a León, Galicia y Cantabria.
Es importante tener en cuenta que no puede considerarse que Oviedo fuese una ciudad en el siglo IX. A pesar de tener algunas funciones típicas de una ciudad carecía de otras tantas. Era, por tanto, únicamente una sede regia similar al Aquisgrán de Carlomagno. Las propias fuentes de la época evitan referirse a Oviedo como civitas, sino que se le aplican los términos de locus o villa. Es difícil definir en qué consistía exactamente la sede regia.
Sabemos por fuentes islámicas que se la califica como “la de las iglesias”. Se trata de un conjunto de cuatro importantes edificios religiosos contiguos: San Salvador, Santa María, San Tirso y Santa Leocadia. A ellos hay que añadir el monasterio de San Vicente y el palacio y sus dependencias. Fuera del recinto, al pie de la colina, se alzaba la basílica de San Julián. En estos edificios se veneraba a Cristo en un contexto de debate acerca de su humanidad, debido a la querella adopcionista, a la cruz[43] y a las reliquias, muchas de las cuales se desplazaron de Sur a Norte conforme avanzaba el Islam y fueron depositadas en la llamada Arca Santa. Las fuentes posteriores vincularán estas reliquias con Jerusalén y compararán el Arca Santa con el Arca de la Alianza y a Salomón, constructor del Templo, con Alfonso II.
A partir de la relación entre los orígenes del culto a las reliquias de Oviedo y la figura del monarca asturiano resulta posible explicar su enorme fama, incluida la de santidad, en las fuentes medievales.

V.1.3.-El apóstol Santiago
Parece claro que en el lugar que hoy es Santiago de Compostela existía un centro de culto paleocristiano en el que se conservaba un enterramiento sagrado primitivo, objeto de devoción hasta principios del siglo VII. Las primeras noticias del culto al apóstol en Hispania las tenemos en Mérida. Es probable que desde allí llegasen al Norte con los emigrantes mozárabes.
El relato más antiguo sobre el hallazgo de la tumba se trata de una concordia entre el obispo de Iria y el abad del monasterio de San Payo en el 1077. En ella se nos refiere que durante el reinado de Alfonso II “el Casto” un anacoreta llamado Pelayo había conocido su existencia mediante una revelación, tras lo cual también fue revelada a otros muchos fieles de la iglesia de San Félix de Lovio mediante señales luminosas. Éstos comunicaron su visión al obispo de Iria, que se dirigió al lugar descubriendo el sepulcro y apresurándose a comunicar su hallazgo al monarca, quien edificó en el lugar tres iglesias y añadió una orden monástica a una de ellas. El hallazgo debió tener lugar entre el 818 y el 842. Aparece así un segundo gran centro de culto en Asturias configurado de forma muy semejante a Oviedo: un conjunto de iglesias protegido por un muro.

V.1.4.-Programa político
Se ha afirmado que Alfonso II restauró la constitución política visigoda y su organización eclesiástica. Este programa se basa en la creencia de que la invasión musulmana se debió a un castigo divino por la soberbia de los visigodos pero que Cristo hizo surgir a Pelayo para defender a los cristianos. Sin embargo, historiadores como Sánchez-Albornoz dudan de la restauración del orden gótico en palacio debido a la ausencia de noticias de que en Oviedo resucitaran las complejas jerarquías del Aula Regia. En la Iglesia sí se llevaron a cabo cambios en este sentido, el más visible de los cuales es la ruptura con la jerarquía eclesiástica peninsular. También destacan la creación de un obispado en la sede regia de Oviedo, a imitación de la existencia de una cátedra episcopal en la sede regia de los godos, y la reunión de un concilio en Oviedo, a ejemplo e imitación de los concilios toledanos. También, en el contexto de la repoblación del territorio que va a denominarse Castilla, íntimamente relacionada con la organización de los centros eclesiásticos, se fundó una nueva sede episcopal y varios monasterios.
Por tanto, resulta claro que fue en pleno reinado de Alfonso II cuando se sentaron las bases de lo que habría de ser esta estructurada organización eclesiástica del reino de Asturias, y que estas bases se apoyaron en la acción de la monarquía, cuyos poderes en esta materia se vieron sensiblemente incrementados.

V.1.5.-El reino de Asturias, una encrucijada de culturas
V.1.5.1.-Relaciones con el Islam
Desde muy pronto, Asturias aparece como un ámbito de seguridad, identificada con la idea de aislamiento y también con la del reino como pueblo elegido, liberado por Dios de la opresión de los infieles. Pelayo, obispo de Oviedo, emplea a principios del siglo XI una imagen claramente providencialista, sacralizadora y neogotizante al escribir que “en torno a Asturias puso Dios montañas firmísimas, y el Señor es el protector de su pueblo desde ahora hasta siempre”. Estas palabras reproducen casi exactamente un pasaje de la Biblia referido a Jerusalén, por lo que el obispo equiparó Asturias con la Ciudad Santa. Además, identifica la seguridad con Dios y le da un sentido a ésta: la protección del arca de las reliquias.
Hasta las muertes de Mauregato y Abd al-Rahman I la relación con al-Andalus fue pacífica. Pero tras éstas, los sucesores del emir se lanzaron a la ofensiva. El cambio de coyuntura bélica comienza en el 788, con la llegada al trono de Hisham I, partidario de la Guerra Santa. Se ha planteado, quizás de una forma excesivamente simplista, que la causa de este cambio está en la toma de poder en Asturias, a través de Alfonso II, de los partidarios de la lucha contra los infieles y en el acercamiento al reino franco. Habría que tener en cuenta otros factores como la personalidad de Hisham I, sucesor de Abd al-Rahman I. También es importante destacar que los movimientos de colonización cristianos provocaban en sus vecinos andalusíes la organización de expediciones militares con el fin de impedirla. A lo largo de los cincuenta años de reinado de Alfonso II tenemos registradas no menos de quince campañas contra su reino. Normalmente se trata de expediciones combinadas de verano. Una de las rutas que seguían estas incursiones atravesaba las vías romanas que unían Córdoba con Zaragoza y de ahí alcanzaba Álava o Bardulia. La otra más destacada avanzaba por la Vía de la Plata, desde donde se dirigía a Asturias o Galicia. En el 791 envió dos expediciones, una de las cuales derrotó a Bermudo I, provocando su abdicación en favor de Alfonso II. A pesar de que logró saquear Oviedo en dos ocasiones, tras estos éxitos puntuales las tropas cordobesas no volverán a penetrar en la región asturiana.
En el año 796 muere Hisham I y le sucede al-Hakam I, comenzando en al-Andalus un período de revueltas que Alfonso II aprovechará para tomar la iniciativa militar y estrechar relaciones con el reino franco. Así, en el 798 el rey cristiano saqueó la ciudad de Lisboa. En el 799 los pamploneses dieron muerte al gobernador andalusí y elevaron al poder a la familia vascona de los Arista. Dos años después los francos, que ya habían tomado Gerona en el 785, conquistarán también Barcelona. Las campañas de los ejércitos cordobeses para tratar de poner remedio a la situación se saldaron con estrepitosos fracasos en la mayoría de los casos. En el 816 al-Hakam llevará a cabo su última campaña, en la que su ejército se enfrenta a astures, pamploneses y vascones y resulta derrotado.
En el 822 Abd al-Rahman II sucede a al-Hakam I y su reinado comienza con una gran agresividad, pero pronto se ve frenado por las numerosas revueltas internas, que se prolongaron durante casi quince años. Alfonso II aprovechó este tiempo para reorganizar su reino. Una vez calmó la situación, el emir renovó la Guerra Santa contra el reino asturiano en el 838. Los cristianos padecieron dos campañas militares dirigidas contra ellos cada año a partir de esta fecha. Además, Alfonso II también tuvo de enfrentarse al bereber Mahmud ibn 'Abd al-Yabar, cabecilla de la sublevación de Mérida contra Abd al-Rahman II. El bereber solicitó asilo al rey astur y se estableció en Lugo con sus gentes para, en el 838, sublevarse contra su benefactor cristiano. En el 840 fue derrotado y muerto.

V.1.5.2.-Las relaciones con Europa. El Imperio Carolingio
Lo que reflejan los acontecimientos militares anteriores es el enfrentamiento entre dos concepciones del mundo, una que defendían los musulmanes y sus partidarios y otra, diametralmente opuesta, correspondía a una cultura latina con un fondo común con la del Imperio Carolingio, que en estos momentos atravesaba un momento de expansión conocido como el Renacimiento Carolingio. La resistencia del rey astur Alfonso II le permitió empezar a vincularse con el embrión de Europa.
El primero de los ejes de estas relaciones es el problema eclesiástico, que comienza en el momento de la polémica adopcionista, aunque sabemos que detrás del interés de los gobernantes francos por acabar con el adopcionismo subyacía su intención de controlar la Iglesia hispana. El segundo de los ejes es el problema militar. Debido a la creciente presencia de los francos en los Pirineos y a la presión a la que el emirato cordobés empezó a someter al reino de Asturias a finales del VIII, las relaciones entre éste y el reino franco se incrementaron. Así, a lo largo de su reinado, Alfonso II envió numerosas embajadas a Carlomagno, entregándole parte de los botines obtenidos en sus victorias contra las tropas cordobesas como presente.

V.1.6.-El arte ecléctico: el primer arte asturiano
Este arte se ha definido como el de un país que hasta ahora no podía mirar a una tradición propia importante y que además estaba muy alejado de los principales centros artísticos del mundo, pero lo cierto es que enlaza estrechamente con los grandes programas artísticos del arte del pasado y del presente.
El nombre del único artista que recogen las fuentes es el de Tioda, cuyo origen se discute y que podría dominar ciertas técnicas procedentes del Imperio Bizantino que no se encontraban en el reino hispanovisigodo, como la que se aplica en las celosías de las ventanas, en el estucado de los muros o en la perspectiva de las pinturas.
En el prerrománico asturiano destaca la importancia de la pintura, ya que muchos edificios, como la iglesia de San Salvador, cuentan con decoración mural. En ésta no se representan escenas cristianas ni figuras humanas, sino que se componen de cuadros con arquitecturas y cortinajes que representan a la Jerusalén Celeste. También abunda el símbolo de la Vera Cruz. Esta pintura presenta su conjunto con una clara unidad, por lo que debió ser obra de una misma escuela, sin que encontremos nada comparable en la Europa del momento. Parecen constituir la última fase del arte mural antiguo, ya que en el arte posterior no se observa continuidad alguna.
Las influencias que llevan a este tipo de arte son, por un lado, de origen romano. Por otro, en el contexto del neogoticismo se origina una tendencia clasicista que busca imitar el arte del reino visigodo de Toledo. También podemos rastrear una influencia bizantina, que debió llegar a través de Italia. La creación en Asturias de este crisol en el que se combinan elementos autóctonos y exteriores indica la existencia de un programa regio, ya que el rey es quien atrae a su corte a los artistas.

V.1.7.-El rey de la leyenda
Alfonso II marcó una fuerte impronta en sus contemporáneos y generó una poderosa memoria que perduró en la historiografía posterior. De ahí surgen los dos calificativos que se añaden a su nombre: “el Casto” y “el Magno”. El obispo de Oviedo, Pelayo, hace de él un segundo Salomón que, tras obtener sobre los caldeos, en este caso los musulmanes, la gran victoria de Lutos, habría edificado un templo en Oviedo a la nueva Arca de la Alianza, el Arca Santa, para que fuese objeto de la adoración del pueblo elegido, el de Asturias.
También destaca la decisiva influencia que ejerció su padre, Fruela I, hombre de temperamento muy fuerte, gran guerrero, vencedor de los musulmanes, los vascos y los gallegos y que introdujo el celibato de los clérigos, caído en desuso desde los tiempos del reino hispanovisigodo. Esta medida quizá responda al gran influjo del priscilianismo en el Noroeste peninsular, una de cuyas principales características era una concepción rigorista de la moral.

V.2.-La época de Alfonso III
El reinado de Alfonso III cubre la última y más brillante etapa de la Historia del reino asturiano, que experimenta una progresión territorial espectacular fruto de la intensa actividad conquistadora y repobladora del monarca. Paralelamente, cristaliza el proceso de renacimiento interno bajo el signo del visigoticismo político y cultural. La personalidad de este rey ofrece una curiosa ambivalencia. Fue un príncipe guerrero extremadamente hábil en sus gestiones diplomáticas, pero estuvo además dotado de una gran sensibilidad artística y literaria. Un último rasgo es su profunda religiosidad, que se traducirá en el impulso de obras eclesiásticas.

V.2.1.-Centralismo y afirmación neogótica
Alfonso III encarna como quizá ninguno de sus antecesores la figura del monarca-caudillo y del centralismo político. En más de una ocasión se ve obligado a combatir las rebeliones de los magnates del reino contra su autoridad y a superar los separatismos regionales para lograr integrar las fuerzas del reino en una acción unitaria conducente a obtener el mayor provecho posible de la anarquía interna que desgarró profundamente la España musulmana.
El desarrollo de la idea neogoticista fue la gran baza que Alfonso III jugó para respaldar moralmente su exclusivismo político dentro y fuera del reino. Las crónicas del momento pasan a considerar a los reyes asturianos como inmediatos continuadores de los reyes de Toledo. Así, dentro de la restauración del goticismo entra la reconstrucción de su antiguo reino visigodo en toda su extensión. Este optimismo triunfalista fruto de la gran expansión territorial cristalizará en la idea imperial leonesa.

V.2.2.-La primera crisis
Al suceder Alfonso III a Ordoño I en el 866, aquél hubo de hacer frente a una sublevación nobiliaria y al separatismo regionalista. No pudo ceñirse la corona a causa de la rebelión de un conde gallego y hubo de refugiarse en Castilla hasta que sus fideles depusieron y dieron muerte al usurpador. Un año después habrá de reprimir un levantamiento vascón y, preocupado porque la inactividad de los gallegos desemboque en nuevas sublevaciones, ocupa a sus líderes en la conquista y colonización del Norte del actual Portugal.

V.2.3.-Conquista y repoblación
Lo que hasta época de Alfonso II tuvo el carácter de un movimiento de insumisión local sin conexión con la tradición política visigoda, se verá transformado en estas fechas en un proyecto orientado a conquistar el territorio peninsular. Hasta la muerte de Ordoño I el enfrentamiento con el Islam no se había traducido en un avance territorial estimable, pero con su hijo y sucesor Alfonso la política expansiva cristiana entra en una nueva fase. La defensa del reino seguirá siendo la principal tarea, pero se llevarán a cabo numerosas contraofensivas que reportarán al reino astur importantes ganancias territoriales.

V.2.3.1.-El gran avance hacia el Sur: conquista y repoblación hasta la tregua del 884
Una vez pacificado el reino, Alfonso pudo iniciar una política expansiva contando con el caos interno de al-Andalus, hervidero de continuas rebeldías contra la autoridad del emir. Bereberes, árabes y muladíes se alzaban una y otra vez contra los Omeyas. El monarca cristiano se apoyará en los cabecillas de estas revueltas para ganar terreno al emirato. Las campañas alfonsinas se desarrollaron en dos escenarios principales: la zona galaico-portuguesa y la castellano-leonesa.

Galicia y Portugal
Alfonso III toma desde el principio la iniciativa de las operaciones bélicas en esta región, logrando una considerable progresión territorial. Los nobles gallegos cruzan el Miño y llegan hasta Oporto en el año 868, emprendiendo el conde Odoario la repoblación de las tierras sitas entre el Miño y el Duero.
El mismo año de la llegada a Oporto Ibn Marwan se declara en rebeldía contra Muhammad I, haciéndose fuerte en Mérida. Aunque fue reducido con prontitud, en el 875 inicia una nueva insurrección y se apodera de Badajoz, solicitando el apoyo de Alfonso III. El ejército enviado por el emir es derrotado por la coalición que forman los rebeldes y las tropas alfonsinas, pero en el 877 una nueva expedición provoca que Ibn Marwan se vea obligado a salir de Badajoz y a acogerse a la protección del rey astur hasta el 884, fecha en la que volvió a instalarse en Badajoz, consolidando su independencia.
Muhammad, tras haber pacificado Extremadura en el 877, decide contener la expansión del reino astur en el Oeste enviando expediciones contra Galicia que acaban siendo derrotadas. El emir no logró impedir que hacia el 880 toda Galicia y el tercio Norte del actual Portugal estuvieran bajo la autoridad de Alfonso III.
En el 881, aprovechando la rebelión del muladí Umar ben Hafsún, el rey astur lleva a cabo una expedición en territorio andalusí hasta llegar a Sierra Morena, obteniendo en ella un cuantioso botín. Fue la última operación militar de Alfonso III en la zona galaico-portuguesa.

León y Castilla
La expansión por la zona castellano-leonesa fue mucho más lenta y encontró una tenaz resistencia. Entre el 875 y el 883 el rey Alfonso se enfrentará a un digno rival, el príncipe al-Mundhir, hijo y sucesor de Muhammad I. La ofensiva correspondió casi en todas las ocasiones al bando musulmán, aunque con poca fortuna. Tras varias campañas infructuosas Muhammad I, a causa de una serie de rebeliones internas, se ve obligado a firmar una paz con Alfonso III que no será respetada. En el 882 el príncipe al-Mundhir se dirige contra los rebeldes y, una vez reducidos, remonta el Ebro y se interna en el reino de Asturias por La Rioja, llegando a orillas del Órbigo y rehuyendo finalmente el enfrentamiento con Alfonso, prefiriendo pactar con él un intercambio de prisioneros. La campaña del año siguiente será una réplica de la anterior.
Tras ésta, el emir iniciará de nuevo las negociaciones con Alfonso III, quien enviará al presbítero Dulcino a tierras cordobesas. Éste regresó en el 884 portando los restos de dos mártires mozárabes y habiendo acordado una paz, la cual sí será respetada en esta ocasión ya que ambos monarcas deben hacer frente a problemas internos[44].

V.2.3.2.-La repoblación entre los años 884 y 910
Mientras que la primera etapa del reinado de Alfonso III se caracteriza por las violentas tensiones bélicas entre Córdoba y Oviedo, la que se inicia a partir del 884 destaca sobre todo por la intensa actividad repobladora en los territorios ganados a los musulmanes. Ésta se desenvuelve a través de tres etapas sucesivas: ocupación del territorio, adopción de medidas para su defensa y puesta en cultivo de los campos mediante la fórmula jurídica de la pressura, consistente en la ocupación de la tierra cuya propiedad se adquiría por la subsiguiente roturación para hacerla económicamente productiva.
La repoblación se llevó a cabo con colonos procedentes de las tierras norteñas y con mozárabes venidos de la Hispania musulmana. Junto a esta colonización de carácter oficial, orientada por el monarca y realizada por sus condes, se desarrolla la debida a la iniciativa particular, amparada o no en autorizaciones regias.
Pero la proyección más interesante del proceso repoblador en la época de Alfonso III es la formación en el valle del Duero de una numerosa clase social de pequeños propietarios rurales libres que contrasta con las estructuras feudales dominantes en Europa y que retrasará la evolución de Castilla y León hacia el feudalismo y la formación de grandes señoríos territoriales.
Por último, dentro del proceso repoblador, destaca el renacimiento de la vida monástica, factor importantísimo para la integración económico-social y el desarrollo cultural.

V.2.4.-Relaciones políticas con Pamplona
Alfonso III inicia una política de estrecha colaboración con el núcleo pamplonés que reforzará su posición en el flanco oriental del reino astur. Gracias a su matrimonio con la princesa navarra Jimena logrará asociar la política asturiana a los vascos de las zonas más alejadas y reducir las posibilidades de nuevas sediciones por parte de los alaveses. Por último, mejoró sus posibilidades de afrontar favorablemente el peligro que suponía la presencia de los tornadizos líderes musulmanes de las regiones fronterizas. Así, asturianos y navarros se enfrentaron con uno de ellos, Muhammad ben Lope, por el dominio de La Rioja, cauce principal de los ataques cordobeses.

V.2.5.-Los últimos años del reinado de Alfonso III
El primer decenio del siglo X coincide con la última etapa del reinado de Alfonso III y registra tres acontecimientos notables.
El primero de ellos es el ataque fallido a Zamora. Fue realizado en el 901 por bereberes dirigidos por Ibn al-Quitt, supuesto descendiente de Hisham I. Fueron rechazados tras tres días de lucha y el rey logró así consolidar sus fronteras en el Duero. El segundo es la expedición a Toledo que el rey astur llevó a cabo en el 906 debido a su política intervencionista en la capital toledana. Al regresar de esta expedición descubrió la conjura de sus hijos para destronarle. Apresó a García, su primogénito, pero falto de apoyos se vio obligado a abdicar, retirándose a su villa. Tras esto, es posible que realizara una peregrinación a la tumba de Santiago y una última expedición a Zamora, en el curso de la cual murió en el año 910, pero se ha puesto en duda la veracidad de este último acontecimiento.

V.2.6.-Los hijos de Alfonso III, reyes de León
A la muerte de Alfonso III sus hijos se reparten el reino: Fruela permanecerá en Oviedo, Ordoño en Galicia y García retiene los territorios anexionados. El centro de la vida política se traslada a partir de este momento a León.
García realizó dos expediciones contra los musulmanes, pero tras la del año 914 se sintió enfermo y murió, eligiendo una asamblea de obispos y magnates, según la costumbre visigoda, a Ordoño como rey. Fruela seguirá en Oviedo, pero reconocerá la supremacía de su hermano, Ordoño II, por lo que el reino asturleonés volvió a estar unificado.
Durante su reinado se llevarán a cabo numerosas campañas contra los andalusíes, quienes, con Abd al-Rahman III a la cabeza, también protagonizarán importantes ataques. Destaca la del año 920, en la que el califa derrotó a una coalición de tropas leonesas y navarras y además fraguó la discordia entre leoneses y castellanos, acusados éstos últimos de no haber colaborado suficientemente en la defensa de Navarra. Detrás de esta disputa parece estar la alianza con Navarra, pues los condes castellanos temían que Sancho Garcés, rey de Pamplona, ganara la carrera por el control de La Rioja.
En el 924 Ordoño II repudia a su esposa y se casa con Sancha, hija de Sancho Garcés, pero ese mismo año muere, sucediéndole su hermano Fruela II, quien falleció a causa de lepra al año de ceñirse la corona, lo que provocó una oscura crisis sucesoria.

V.2.7.-Wifredo “el Velloso” y la consolidación de Cataluña
El reinado de Alfonso III coincide con la consolidación del núcleo independiente de Cataluña. Se ha planteado que la idea de Carlos “el Calvo” de dividir la Marca Hispánica en dos mediante la unificación de los condados del Rosellón, Cerdaña, Ampurias, Urgel, Barcelona y Gerona fue decisiva a la hora de preparar el nacimiento de Cataluña, ya que en todos estos contactos existía una conciencia hispánica heredera de los visigodos a través de los repobladores hispanos. Otros, sin embargo, no admiten dicha conciencia y reducen la importancia de esta medida.
Wifredo, de la casa condal de Carcasona, obtuvo el nombramiento de conde de Urgel de Carlos “el Calvo” hacia el 868, pero desde ese momento el cargo pasó a ser hereditario. A lo largo de la vida de Wifredo se consumó el proceso que identifica propiedad y autoridad y que hace a los condes propietarios de la soberanía que antes recibían del monarca.
La labor repobladora de Wifredo se realizó en varias fases. La primera se apoyó fundamentalmente en los dos grandes monasterios del conde, Ripoll y San Juan de las Abadesas, de los que irradiarían villas, aldeas y masías. La segunda zona repoblada es la Plana de Vich, tierra de nadie despoblada. El tercer sector era la comarca del Lluçanés, cuya repoblación se efectúa con más lentitud tratando de dejar un margen a la iniciativa particular. El área de Cardona, cuya ocupación sistemática preocupó al conde, se conoce la fundación de poblados y fortalezas y la concesión de una carta puebla para atraer la llegada de moradores que defendieran este lugar estratégico. La quinta y última zona fue el sur del Bagés, colindante con el condado de Barcelona.
Los contingentes demográficos probablemente procedieron de la Cerdaña y de Urgel, con reducidos y discontinuos aportes mozárabes, aunque también es probable que llegaran contingentes del otro lado de los Pirineos. Los lugares que escogieron para establecerse los repobladores fueron los refugios montañosos, los reductos fortificados y los numerosos castillos que se fueron levantando.

V.2.8.-El reino de Navarra
A principios del siglo X se produce la transformación del territorio navarro en sede de un segundo reino cristiano peninsular situado entre León y los condados de Aragón y Ribagorza. Debió sufrir fuertes presiones que forzaron su unidad. En sus orígenes estuvo formada por varios núcleos, el más importante de los cuales estaba integrado por Pamplona y Sagüesa. En el año 905 Sancho Garcés, miembro de la dinastía Jimena, se apoderó de Pamplona y se convirtió en rey de toda Navarra.
Dada la proximidad de los musulmanes, asentados en el Ebro, no existían en Navarra grandes espacios vacíos, por lo que la repoblación fue más débil y atendió a la restauración de las zonas devastadas por los ejércitos islámicos en sus campañas. Tras la época de paz en la segunda mitad del IX, el territorio que queda al Sur del Pirineo Occidental se irá protegiendo con fortalezas. Con la llegada al poder de la dinastía Jimena sus monarcas comienzan a tratar de conquistar territorios a los musulmanes, que luego serán repoblados con cristianos procedentes, sobre todo, de Álava.








































NOTAS Y MATERIAL ADICIONAL:


































































































CAPÍTULO VI
LA SOCIEDAD Y LA ECONOMÍA DE AL-ANDALUS

VI.1.-Introducción
Tras la muerte del profeta Mahoma los territorios incorporados al Islam cambiaron radicalmente en poco más de un siglo. A la expansión de la fe musulmana y del imperio árabe contribuyeron en gran medida los pueblos de las provincias conquistadas, pues fueron cada vez más numerosos los individuos que se sometieron a la fe y aceptaron el nuevo imperio[45]. En todos los países los procesos de transición al Islam y de arabización resultaron relativamente fáciles. La baja presión fiscal y la tolerancia religiosa fueron factores decisivos[46].
Los árabes establecieron su base principal, desde el punto de vista militar y administrativo, en ciudades situadas entre el desierto y zonas cultivadas. Cuando ya existían ciudades estratégicamente situadas, como por ejemplo Damasco[47], los árabes las utilizaron para hacer de ellas su capital. Otras ciudades importantes son las de Kufa y Basora, que se encuentran en la actual Irak. Nos encontramos, por lo tanto, ante una formación social islámica basada en una sociedad tributaria, con una hegemonía de lo privado y una preeminencia del mundo urbano en la que lo religioso desempeña un papel determinante.
La difusión del Islam fue posible gracias a procesos paralelos de conquista y colonización. Por lo tanto, no es cierto que la religión de Mahoma se propagara exclusivamente gracias a las conquistas. La arabización e islamización de las poblaciones conquistadas constituye el verdadero milagro y triunfo del imperio árabe.
La trascendencia de elementos implícitos en la sociedad árabe preislámica no debe olvidarse. Estos elementos serían la organización tribal, el papel desempeñado por la poligamia y su posterior adaptación a la religión islámica. Pero además hay que tener en cuenta el nuevo marco reorganizador del Islam como se refleja, por ejemplo, en el nuevo papel de la mujer, la abolición del infanticidio femenino, la regulación de las relaciones matrimoniales o la posibilidad de heredar por parte de la mujer.
La envergadura de las transformaciones militares y políticas trajo consigo otros cambios en el terreno económico y social. Por ejemplo, en la Península Ibérica las conquistas pusieron en circulación las grandes riquezas inmovilizadas en manos de particulares, de la Iglesia y del estado.
Mientras el cambio de dirigentes se produjo con facilidad en tierras anteriormente pertenecientes al Imperio Bizantino, el territorio del antiguo Imperio Persa fue el escenario de grandes tensiones y luchas debido a la repentina aparición de las ciudades musulmanas, ya que el territorio persa estaba menos urbanizado que el bizantino. Pero los conflictos más peligrosos para la cohesión de la comunidad musulmana provenían de la rivalidad entre las propias tribus árabes, dependiendo de si éstas eran originarias del Norte o del Sur de Arabia.
Con el establecimiento del imperio árabe se puso fin al largo conflicto entre Bizancio y Persia que afectaba a las rutas comerciales de Oriente Próximo y, por primera vez desde Alejandro Magno, se unificó toda la región desde Asia Central al Mediterráneo en un único sistema comercial e imperial.
La nueva unidad y la aparición de una clase dirigente con grandes sumas de dinero favorecieron el desarrollo de la industria y del comercio. Contribuyó al desarrollo económico, es decir, a la industria y al comercio, la construcción de palacios reales y casas suntuosas, así como de mezquitas y otros edificios públicos. Pero esta situación contrastaba en las ciudades con un populacho de campesinos fugitivos, de trabajadores no cualificados, de vagabundos, pobres y delincuentes. Esta realidad de contrastes, conflictos y diferencias complicó enormemente la tarea de gobierno y para los primeros califas fueron tareas que se revelaron insalvables.
Con la conquista de Hispania por parte de los musulmanes éstos heredaron parte de los territorios que habían pertenecido al Imperio Romano, unificándolos nuevamente. De Roma pervivieron la regulación del año agrícola y la utilización de recursos como el agua[48]. El sistema económico persa, basado en una agricultura de regadío intensivo que permite mantener a una población muy numerosa, se implantó también en la península. Esta difusión se vio facilitada por el sistema de comunicaciones terrestres y marítimas. En España fue muy importante la supervivencia de los caminos romanos. También la unidad climática del Mediterráneo hizo posible el traslado a gran escala de paisajes de un sector a otro. Aunque se observa una continuidad, también hay que destacar los cambios económico-ecológicos introducidos por los musulmanes. La España romana se había caracterizado por la producción a gran escala de cereales, aceituna y uva. Los romanos utilizaron el regadío, pero su economía se basaba sobre todo en cultivos de secano en grandes latifundios con alto rendimiento para la explotación, siendo marginales los huertos dentro de este sistema económico. En cuanto al modelo agrícola musulmán, estaba basado en cinco elementos:
-Incremento de la agricultura de regadío y de los cultivos que dependen del abastecimiento artificial del agua.
-La asociación de este tipo de agricultura con los focos de colonización árabe en las llanuras fluviales.
-Relegación de otros sectores agrícolas, el secano y la ganadería, a pueblos no árabes.
-Un incremento respecto a época romana de la ganadería ovina.
-Un progresivo retroceso del cultivo del trigo.
En definitiva, los árabes se reservaron las llanuras más fértiles y los bereberes mantuvieron una economía ganadera.

VI.2.-La economía
En principio la economía árabe siguió siendo predominantemente rural, aunque la industria y el comercio se hicieron cada vez más pujantes debido a la necesidad de abastecer núcleos urbanos densos y de alto nivel de consumo. Al mismo tiempo la Hispania islámica pasó a integrarse en el circuito económico transcontinental, lo que supuso la ruptura de la vieja tendencia hispanogoda al autoabastecimiento. La evolución de la economía de al-Andalus pasó por tres etapas.
La primera es el predominio de una economía agrícola de tendencia autárquica[49]. Entre el 711 y el 822, antes del reinado de Abd al-Rahman II, la posesión de la tierra experimentó escasas alteraciones porque siguieron existiendo los grandes latifundios de época visigoda. Su propiedad quedó en manos de los antiguos propietarios y de los conquistadores con el mismo objetivo: proporcionarles una renta a través del sistema de aparcería. Junto a la explotación de cereal, olivo y vid subsiste la explotación ganadera practicada por los bereberes. Es un tipo de ganadería lanar de carácter trashumante. Continúan los intercambios en especie y la tendencia al autoconsumo, pero también aparecen indicios de economía monetaria y de intercambio. Los primeros invasores traían dinares de oro y dirhams de plata, pero su circulación en al-Andalus fue escasa en el siglo VIII. El cambio comenzó a producirse cuando Abd al-Rahman I convirtió a Córdoba en el centro político y polo de atracción de la población rural, que pasó a convertirse en artesanado urbano ya en época de Abd al-Rahman II.
La segunda es el nacimiento de una economía comercial de base monetaria. En esta etapa se observa el paso a una economía de intercambio que supera el trueque y se basa en la circulación monetaria y en el desarrollo urbano. Las viejas monedas visigodas continuaron utilizándose y a pesar de que Abd al-Rahman I ya había establecido un sistema propio de acuñaciones será con Abd al-Rahman II cuando se produzca el verdadero nacimiento de una economía comercial de base monetaria debido al paulatino desplazamiento de la población del campo a las ciudades, lo que trajo la ampliación del mercado y la intensificación del comercio para abastecer a las mismas. Como consecuencia se incrementó la producción agrícola, se mejoraron los sistemas de cultivo y se introdujeron nuevos productos. Este proceso fue posible gracias a la apertura a los modos de vida orientales por los que se inclinó Abd al-Rahman II aprovechando las nuevas corrientes que provenían de Bagdad. Entre el reinado de Abd al-Rahman II y Abd al-Rahman III aparece esta segunda etapa, protagonizada por un proceso de urbanización acelerado y de ampliación del mercado que trae como consecuencias la intensificación de la explotación de las maderas y de su transporte, la bonificación de las tierras más próximas a las ciudades para la comercialización de productos, la mejora del riego y de nuevos cultivos, la creación de una industria de paños en pequeños talleres domésticos y el incremento de las transacciones con respecto al período anterior estableciendo una red de relaciones entre lugares de producción y lugares de consumo.
Por un lado, Abd al-Rahman II instauró el monopolio estatal de acuñación de moneda y por otro fomentó la base del comercio interior constituido por las relaciones entre el campo circundante y las ciudades, lo que permitió una doble corriente de materias primas hacia los núcleos urbanos y de manufacturas hacia el área rural. La contratación de estos productos se tradujo en eventuales mercados campesinos y en el mercado permanente de las ciudades: el zoco.
La relación entre la concentración urbana y el mundo rural cercano se amplió con un comercio interurbano aprovechando las antiguas calzadas romanas. A finales del siglo X apareció incluso una relación mercantil internacional intensa gracias a las rutas caravaneras del Norte de África.
La marina presentó mejoras técnicas respecto a la época romana aumentando la dimensión de los barcos, dotados con dos palos y vela latina e introduciendo la vela oblicua, de origen árabe. De esta manera las naves ganan en rapidez y capacidad al servicio de un comercio progresivamente más intenso, pero esta segunda etapa finalizó con un conjunto de circunstancias negativas, como las sequías a mediados del siglo IX y comienzos del X y el debilitamiento del contacto entre al-Andalus y los rustemíes, que controlaban el Magreb y que eran una garantía para la circulación comercial y el aprovisionamiento de productos orientales. Esta situación explica la disminución de ingresos estatales, degradándose el peso y la ley de las monedas y reduciéndose las acuñaciones, lo que deterioró el comercio y llevó a una clara depresión.
La tercera sería el fortalecimiento del comercio abastecedor de los centros urbanos. Las ciudades se convierten en centros cada vez más numerosos, con una población de creciente capacidad adquisitiva entre los años 925 y comienzos del siglo XI, pero sobre todo durante el reinado de Abd al-Rahman III, en el que se observa una clara recuperación del poder político y militar.
En época de Abd al-Rahman III se fortaleció el tesoro público, llegando a acuñarse oro y plata puros. Ello estimuló los intercambios internacionales pagados en moneda de oro. Se intensificó la producción y el comercio en tres aspectos fundamentales: la madera, la alimentación y el vestido. El papel del estado también se intensificó, ya que se convirtió en el primer consumidor de al-Andalus y en el primer creador de puestos de trabajo. Para costear las necesidades de dinero y hombres se incrementaron los ingresos estatales añadiendo a los impuestos legales otros sobre las transferencias mercantiles, pero el esplendor económico de al-Andalus comenzó a deteriorarse a partir del año 985 y su desgracia se prolongó hasta el año 1008 con la desaparición del propio estado cordobés.
Los primeros síntomas de crisis son el abandono de la buena ley de las monedas. Ante estas circunstancias se buscaron nuevas fuentes de recursos, entre ellas los objetos de lujo y metal acumulados por la aristocracia hispanocristiana. Enmarcamos en este contexto las campañas que dirigió Almanzor a finales del siglo X contra los núcleos cristianos norteños.
Frente a los dominios cristianos el mundo islámico constituyó el único centro de importancia comercial y cultural de Europa entre los siglos VIII y X. Córdoba se hallaba integrada en el circuito económico que se extiende por todo el Mediterráneo, penetra en el centro de África, atraviesa el Mar Negro, llega hasta la India, se relaciona con China e incluso con el Báltico a través de los ríos de Rusia. Ante este desarrollo los reinos cristianos presentaban una economía rural, que sólo en algunos puntos y por influencia musulmana rebasaba el nivel de intercambio. Hasta el siglo XI los reinos cristianos desconocían las ciudades como centros económicos y culturales.

VI.2.1.-La agricultura y la ganadería
El gran desarrollo industrial y urbano del Islam en la península no habría sido posible sin la existencia de una agricultura próspera. El tipo de cultivo, de secano o de regadío, condicionaba la vida rural y el régimen de propiedad de la tierra. Así, en las zonas de secano nos encontramos con una población concentrada y grandes latifundios mientras que en las comarcas de regadío la población estaba dispersa y predominaba la pequeña y mediana propiedad. Normalmente, el trabajo en los campos los efectuaban campesinos de origen hispanovisigodo.
Antes de la llegada de los musulmanes los campos sólo eran capaces de proporcionar una cosecha anual, pero con la conquista islámica esos mismos campos proporcionan tres o más cosechas en rotación. La producción agrícola respondía de este modo a la demanda de una población urbana cada vez más sofisticada y cosmopolita. Esta situación de intercambio entre el campo y la ciudad dio lugar a lo que algunos autores denominan como la “revolución agrícola árabe” o “revolución verde”, que se basó en varios factores como la introducción de nuevos cultivos y la extensión de sistemas de regadío que ya se practicaban en Oriente Próximo.

VI.2.1.1.-Sistemas de regadío
El sistema de acequias en la península ya existía desde época romana, pero fue mejorada y ampliada notablemente por los árabes con algunos elementos de origen sirio y bereber.
Destacan dos grandes sistemas en la península en función de sus condicionantes ecológicos: en los lugares donde el agua era más o menos abundante, los derechos sobre el agua se heredaban junto a los de la tierra. Pero en las localidades del levante peninsular, donde el abastecimiento de agua era relativamente limitado, los derechos sobre el agua eran privados y alienables de la tierra. Esta implantación de técnicas hidráulicas estaba ligada a un nuevo estilo de agricultura denominada agricultura india o filaha hindiyya. Supuso la introducción de nuevos productos en el mundo mediterráneo, como el arroz, la caña de azúcar, naranjas, limones, melón de agua, dátiles, higos, etc. Las técnicas hidráulicas han sido divididas en dos grupos: agua por gravedad y artificios para elevar el agua[50].

VI.2.1.1.1.-Agua por gravedad
Basado en el uso de acequias y de presas. La presa, de piedra, mampostería o albañilería, desviaba el agua desde una corriente hasta un canal constituyendo un dispositivo hidráulico que se conocía desde la Prehistoria.
A partir del siglo XIII tuvo lugar un proceso de diferenciación semántica por el que la presa comenzó a significar cada vez más presa de almacenamiento mientras que el uso del término azud, con el único significado de presa de desvío, se difundió en regiones de influencia árabe. Los romanos construyeron presas de almacenamiento, pero los árabes no lo hicieron debido a la concentración de los cultivos de regadío a lo largo de los grandes ríos donde dichas presas no eran necesarias.
Otro elemento sería el qanat, que es un pozo horizontal, un túnel que conduce agua por gravedad desde un pozo original a lo largo de un acuífero hasta alcanzar la superficie donde se conecta con un canal o acueducto. La técnica ya se había difundido en la Antigüedad, incluso los romanos habían utilizado este sistema. En al-Andalus Mallorca tenía la mayor densidad de qanats mientras que en nuestra región el mejor conocido es el qanat de Crevillente.

VI.2.1.1.2.-Artificios para elevar el agua
El empleo de unas máquinas elevadoras para extraer agua de un río o un pozo contó desde las formas más rudimentarias hasta las más complejas norias. Uno de los artificios hidráulicos más sencillos sería el pozal balanceado o cigoñal: se extraía agua de un canal manipulando un pozal contrabalanceado en el extremo de un palo. Se trata de un invento probablemente egipcio que fue utilizado también en el Mediterráneo romano. Isidoro de Sevilla habla de su utilización en el siglo VII y tanto musulmanes como cristianos lo usaron en la Alta Edad Media.
La excavación de pozos profundos era un requisito necesario para la difusión de la noria. Los agrónomos andalusíes dejaron en sus obras detalladas instrucciones para la adecuada construcción de los pozos, pero tal vez el sistema más complejo de elevación de agua es el de la noria o rueda hidráulica, llevando incluso a algunos autores a hablar de la “revolución de la noria”.
La introducción de la noria ha tenido consecuencias revolucionarias en la productividad agrícola. Teniendo en cuenta que es relativamente barata de construir y simple de mantener, la noria posibilitó el desarrollo de huertas completas sobre la base de pequeños propietarios individuales, permitiendo una mayor densidad de población y que los excedentes agrícolas aseguraran el abastecimiento urbano. Conocemos dos tipos distintos de noria en la España medieval:
-Una rueda sin engranajes, movida sólo por la fuerza del agua, que subía dicho elemento de grandes ríos o canales. Estas ruedas, mecánicamente hablando, eran sencillas, pero de grandes dimensiones y se asociaban con otras obras públicas tales como presas, jardines reales o grandes instalaciones de riego.
-Una rueda de eje corto y con engranajes. Se movía por fuerza animal y podía trasladarse de un lugar a otro, lo que hacía posible irrigar campos individuales con agua de pozo y áreas cultivadas alrededor de muchas ciudades andalusíes y cristianas. Este modesto artificio estaba formado por unas doscientas piezas individuales, todas de madera, con lo que podían ser reparadas por los propios agricultores o por el carpintero local. El animal, usualmente un asno, se ataba a un eje que movía una pieza conocida como la linterna. Ésta se enganchaba a un conjunto de dientes en una rueda vertical, que elevaba agua por medio de una cadena de cangilones. Las ruedas movidas por fuerza animal se usaban en los pozos y en las acequias.

VI.2.1.2.-La producción agrícola
En cuanto a la producción agrícola, se mantiene la conocida trilogía mediterránea (olivo, viñedo y cereal), aunque algunos textos geográficos indiquen que al-Andalus fue deficitaria en cereal y tuvo que recurrir a las importaciones, a pesar de la existencia de importantes zonas trigueras. En la Córdoba del siglo X incluso hay referencias a crisis de subsistencia, por lo que era necesario importar trigo norteafricano. Algunos autores ponen en relación este déficit con la emigración de los mozárabes, cultivadores de cereal, al Norte de la península.
El cultivo de olivo muestra una clara continuidad con el mundo romano. Una de las zonas de olivar más productivas siguió siendo la Bética. En cuanto a los viñedos, es de sobra conocido que, pese a la prohibición islámica, se consumía vino en al-Andalus a imitación de lo que hacían judíos y cristianos. No hay que olvidar el consumo de uvas frescas y de uvas pasas.
Pero además de la trilogía mediterránea al-Andalus aporta importantes cultivos de huerta y de arboricultura que llevan a hablar de una periferia hortícola entre Lisboa y Valencia. Hay que destacar cultivos como la higuera, manzanas, peras, albaricoques, azafrán, berenjenas, limón, naranjas, arroz, caña de azúcar, etc.
Al ser una sociedad predominantemente urbana y mercantil, observamos una gran difusión de plantas textiles y materias colorantes. Entre ellas destaca el lino ya desde la Antigüedad, aunque su cultivo retrocedió ante la difusión del algodón, que se data a principios del siglo X.
La cría del gusano de seda fue introducida por los sirios a mediados del siglo VIII, centrándose en las Alpujarras y en Jaén, donde aparecen las más altas cotas de producción sedera.
También al-Andalus destacó como un importante productor de productos tintóreos. El color rojo se obtenía de un insecto conocido como quermés, el color amarillo del azafrán y el azul del añil, que era requisado por el estado y se cultivaba en los alrededores de Córdoba.
Es difícil saber, por otra parte, el grado de importancia de la ganadería en la economía andalusí. Parece que el Sistema Central, en la Sierra de Guadarrama sobre todo, los grupos bereberes practicaban la trashumancia, aunque no es posible establecer sus ciclos ni las cañadas utilizadas. En torno a las marismas de Sevilla se criaban los caballos. En Mallorca, la riqueza ganadera se basaba en los mulos. Los camellos se utilizaban para cargar los materiales más pesados y los bueyes para labrar los campos. Desde la India se trajo el búfalo, e incluso se conoce la venta de quesos de búfala. El cerdo se seguía criando aunque no se comía, y se consumía gran cantidad de conejos de monte. La cría de pichones respondía al aprovechamiento de los excrementos para el abono, siendo también útiles para el correo.

VI.2.2.-La industria y la minería
El estancamiento de la industria en época visigoda dio paso a un notorio impulso en la España musulmana. Dentro de la producción de al-Andalus hay que distinguir la industria dedicada a consumo interno, es decir, elaboración de productos alimenticios y textiles y la producción de lujo destinada a la exportación por todo el territorio ocupado por el Islam. Además, hay que señalar industrias como la alfarera, el trabajo del vidrio, la fabricación de armas y la industria de la construcción. La pesca en la costa andaluza daba trabajo a una parte importante de la población, al igual que el trabajo de la madera y de otros elementos decorativos como nácar y marfil, destinados a mezquitas y palacios.
La industria de lujo más apreciada se basaba en tejidos de seda, ya fuera en Córdoba, Almería o Baeza. La preparación de pieles en Zaragoza, cerámica y vidrio en Córdoba, Calatayud y Málaga o el trabajo de oro, plata piedras preciosas o marfil. En Córdoba también se trabajaban objetos de cuero, los famosos cordobanes. En Toledo armas, en Valencia cerámica…
La obtención de minerales se realizó con las mismas técnicas de época imperial romana, es decir, extrayéndose en las cuencas de algunos ríos, como el Darro (Granada) y la desembocadura del Tajo. Las minas de plata existían en Murcia y el hierro en algunas poblaciones entre Córdoba y Sevilla. El mercurio en Almadén, el cobre en regiones de Toledo y Granada y, sobre todo, en Riotinto. La sal gema en Zaragoza, aunque también había salinas en Ibiza, Cádiz, Almería y Alicante.

VI.2.3.-El comercio
La producción agrícola y urbana se destinaba principalmente al consumo interno, pero otra parte se dedicaba a la exportación para obtener a cambio productos y mano de obra esclava que los musulmanes peninsulares no tenían.
Dentro de al-Andalus el transporte se realizaba mediante las rutas terrestres que ya habían utilizado los romanos aunque no siempre era así, ya que las calzadas romanas, por su carácter militar, evitaban siempre el fondo de los valles, propicios a emboscadas. Pero en épocas de paz estas precauciones eran innecesarias, por lo que los comerciantes musulmanes utilizaron atajos distintos a dichas calzadas[51]. Al final de cada etapa el viajero podía descansar en un manzil[52]. El sistema de carreteras era radial, con centro en Córdoba y con ramales secundarios para facilitar la comunicación de la capital con todo el territorio.
Las vías fluviales carecen de importancia si se exceptúan los cauces inferiores del Ebro y del Guadalquivir. La navegación marítima afecta, sobre todo, al comercio internacional con Europa, Oriente y el Norte de África. En Europa se obtenían pieles, madera, metales, armas y esclavos a cambio de productos de lujo. La diferencia se pagaba en oro y plata. El comercio más importante es el de los esclavos[53], a los que se les encomienda el trabajo en las minas, el servicio doméstico del emir o califa y de los grandes dignatarios, a los que sirven como concubinas, criados, eunucos, cantores, músicos y soldados. Los mercaderes encargados del comercio de esclavos gozaban de un gran prestigio social y representaban un mundo aparte respecto a las demás esferas económicas. En este tipo de comercio no había una periodicidad: dependía de la llegada de barcos o de caravanas. Tampoco había un mercado fijo para la venta de esclavos, sino que se ejercía a través de comisionistas. La absoluta libertad en los precios de estos artículos sólo estaba afectada por el peso del fisco y por ciertos monopolios estatales. Este tráfico estaba asegurado por los mercaderes judíos establecidos en el Danubio y el Rhin, desde donde los esclavos llegaban a Córdoba pasando por Narbona y Barcelona.
En cuanto a las exportaciones desde al-Andalus destacan los productos textiles hacia Egipto: lanas, alfombras y tejidos teñidos con productos tintóreos. También se exportaba a La Meca y al Yemen. Otras exportaciones eran de oro, miel, aceite y cueros. El gran comercio a larga distancia era practicado por un tipo de mercaderes que recibía el nombre de taysia utilizando criterios capitalistas, es decir, buscando el beneficio calculando gastos e ingresos en términos monetarios. Solían ser para las mercancías procedentes de Europa Oriental mercaderes judíos asentados en la Narbonense que manejaban los resortes de este tráfico entre Oriente y al-Andalus. De todas estas mercancías se rodeaba el emir, incluyendo telas y joyas procedentes de Bagdad, que servían de modelo para las manufacturas de tejidos y los talleres de orfebrería que aparecen en al-Andalus: la corte cordobesa imitaría a la de Bagdad[54].
El papel desempeñado por el mundo islámico es el de intermediario entre las grandes civilizaciones agrarias como son Europa, el África negra y el Asia monzónica[55]. El mercado mundial islámico alcanzó un nivel que sólo sería superado por la burguesía occidental bien entrado el siglo XVI.

VI.2.4.-La moneda
Este comercio es posible gracias a la existencia de una moneda universalmente aceptada. En principio los musulmanes utilizaron el denario bizantino y el dracma persa[56]. En la península, a pesar del botín conseguido en la conquista, durante el siglo VII y parte del IX destaca la escasez de oro, de la misma manera que en el resto de Occidente, por lo que sólo se acuñan monedas de plata. La acuñación de oro tendrá una especial importancia cuando Abd al-Rahman III intervenga en el Norte de África contra los fatimíes: en ese momento al-Andalus entró en contacto con las rutas caravaneras del oro sudanés.
Anteriormente a esta acuñación de oro los musulmanes de la península utilizaron moneda visigoda, dinares de oro y dirhams de plata omeyas y abbasíes llegados a la península, mientras que la acuñación propiamente hispánica no se generaliza hasta Abd al-Rahman II con monedas de plata. La acuñación de dinares por el primer califa, Abd al-Rahman III, obedecía a razones políticas y económicas, entre ellas el hecho de que la ampliación del comercio con el Norte de África, con Europa y con el mundo del Mediterráneo Oriental exigía una moneda de oro capaz de competir con los dinares abbasíes y fatimíes y con los denarios bizantinos. Al mismo tiempo servía de eficaz propaganda política.
Tras el momento de mayor esplendor del califato con Abd al-Rahman III se inicia un período de estancamiento económico y de devaluación de la moneda que hay que atribuir al desarrollo de la burocracia palatina, al crecimiento del ejército mercenario y a la reducción del territorio de al-Andalus y de sus riquezas con el avance cristiano.

VI.2.5.-La ciudad y el zoco
La sociedad islámica es esencialmente urbana y su economía se centraba en el desarrollo de las ciudades y de las profesiones derivadas del crecimiento urbano, la industria y el comercio. Las ciudades existentes en época visigoda quedaron sometidas a los musulmanes, que les dieron una nueva vida al incluirlas en el circuito comercial islámico. Entre los centros más importantes podemos destacar Córdoba, con cien mil habitantes; Sevilla, en una comarca fértil en contacto con el comercio norteafricano; Almería, donde existía una importante actividad comercial y una industria especializada; Toledo, que había sido capital de los visigodos; Mallorca, Málaga, Valencia o Granada.
No todas las ciudades tenían una clara vocación comercial. Algunas eran simplemente residencias de guarniciones militares. Otras tienen un carácter rural y otras destacaban como centros políticos, sobre todo en la época de los reinos de taifas. Casi todas las ciudades están amuralladas y poseen una mezquita cerca del zoco. La densidad de la red urbana andalusí hacía innecesaria la celebración de zocos rurales. Esto se explica porque la parte comercializable de la producción campesina era llevada por el propio campesino a la ciudad más próxima. Existían zocos semanales extramuros junto a las puertas de la ciudad. Allí el campesino vendía su producto a los consumidores urbanos y después entraba en la ciudad para realizar sus compras. En este intercambio los ciudadanos contaban con toda clase de ventajas, sobre todo en cuanto a precios, convirtiéndose este comercio en uno de los mecanismos de explotación del campo por parte de la ciudad[57].
Además del zoco celebrado extramuros existían otros mercados especializados en artículos campesinos en el interior de la ciudad. Estos zocos se pueden rastrear a través de unos tratados económicos conocidos como hisba, que hablan de mercados de carbón, leña, forraje, ganado, etc. Teniendo en cuenta las múltiples necesidades de las grandes ciudades, estos tratados mencionaban un número elevados de oficios (hiladores, tejedores, curtidores, tintoreros, carpinteros, herreros, alfareros, etc.). Frecuentemente, los que desempeñaban una misma actividad se agrupaban en los mismos zocos.
Además de los zocos existían unas edificaciones especialmente vinculadas al comercio urbano como es la alcaicería. Ésta podía consistir en un gran patio con pórticos y galerías cubiertas con tiendas, talleres y almacenes o una simple calle cubierta o no. Pertenecía al soberano y estaba destinada al almacenamiento y venta de productos de lujo. Otro edificio era la alhóndiga. Se trataba de un simple depósito de mercancías sin que en ella hubiera talleres ni se procediera a la venta directa de los clientes. En torno a un patio central se alineaban los almacenes en la planta baja y los mercaderes en la planta alta.
El gobierno del zoco estaba en manos del saib al-suq o zabazoque[58]. Su jurisdicción tenía un carácter económico-policial: se encargaba de fijar precios, prohibir el aparcamiento, evitar fraudes, registrar pesos y medidas… Tenía también obligaciones de tipo urbanístico, como vigilar la limpieza de las calles de la mezquita, derribar las casas que amenazaban a ruina, cobrar los derechos de mercado a los vendedores, la tarifa de las alcabalas[59] y los portazgos o derechos de entrada de las mercancías a la ciudad.

VI.3.-La sociedad en al-Andalus
La división de la sociedad andaluza en grupos étnicos y religiosos perjudicó la integración social. En teoría, el Islam reconocía la igualdad de todos sus seguidores pero en la práctica eran muy habituales las distinciones por factores económicos o políticos. La sociedad andaluza era abierta y flexible: un hombre de origen humilde podía avanzar en la escala social. Los diversos grupos estaban unidos por la lengua y la cultura, pero esto no evitó la desigualdad social, las tensiones y las continuas revueltas. La pirámide social estaba encabezada por la nobleza para seguir con un cuerpo más masificado de hombres libres y, por último, los esclavos.

VI.3.1.-Los grupos étnicos
VI.3.1.1.-Los árabes
En al-Andalus se mantuvo vigente la división étnica de la sociedad oriental árabe entre yemeníes o kalvíes[60] y qaysíes[61], la cual ya existía desde antes del profeta. Estas tribus estuvieron enfrentadas durante la época del emirato. En la sociedad andalusí tener un origen árabe equivalía a lo que en la sociedad occidental era tener un título de nobleza. Se ha constatado una mayor presencia de árabes en Andalucía, Extremadura, Murcia y algunas zonas de Aragón.
La afluencia más importante de los árabes se produjo en tres fases:
-La primera con la llegada de Musa.
-La segunda con la llegada de los sirios en el año 741 bajo el mando del general Baly.
-La tercera fase sería la llegada del primer Omeya, Abd al-Rahman I, creador del emirato independiente.
El número de árabes nunca fue muy elevado y, en realidad, muchos linajes árabes de la península eran clientes que habían adoptado el nombre de su patrón árabe. Hay que diferenciar, por lo tanto, a los árabes de origen real o supuesto, que eran una minoría. Los árabes con orígenes desconocidos, cuyos antepasados pertenecían a la población local, trataban de ocultar esta ascendencia. En la misma situación se encontraban los mawali, que eran clientes tanto orientales como autóctonos.
A pesar de su número reducido los linajes árabes mantuvieron su impronta social ocupando los cargos más destacados y de mayor prestigio. Esta situación propició que en momentos de crisis se produjeran conflictos entre los árabes y los muladíes. Dentro de la población musulmana nos encontramos que por debajo de los árabes estaban los muladíes. Este término alude a los musulmanes de origen autóctono. Son pobladores de la península que se convierten ellos mismos al Islam o bien lo hacen sus descendientes. La islamización estuvo acompañada de una rápida arabización, incluso en los nombres elegidos por estos conversos[62].

VI.3.1.2.-Los bereberes
Se instalaron en la época de la conquista ya que llegaron bajo las órdenes de Tariq. Se islamizaron y arabizaron rápidamente, aunque mantuvieron algunas costumbres propias de su organización tribal. Su islamización no les privó de ser excluidos por los árabes de los principales puestos de poder y de ser discriminados en el reparto de las tierras, por lo que en ocasiones se rebelaron contra ellos.

VI.3.1.3.-Los hispanovisigodos
En la época de la conquista musulmana los habitantes de la península tenían una doble posibilidad: convertirse a la nueva religión o permanecer en la que tenían. No fueron pocos los que se convirtieron al Islam, aunque su situación pasó a ser muy similar a la de los bereberes, carentes de una plena integración. Ahora bien, hay que diferenciar entre los dos grupos previos de la estructura social visigoda, la aristocracia por una parte y la población en general por otra.
La aristocracia visigoda que había quedado bajo control musulmán llegó a una serie de pactos conservando una posición elevada sobre el resto de los hispanogodos y un nivel social equiparable a los árabes[63]. La convivencia en las ciudades entre la aristocracia árabe e hispana derivará en una hispanización cultural de los árabes y en una islamización de los hispanogodos. Así, en los años finales del califato apenas había diferencia entre la aristocracia de origen árabe y la procedente de Hispania.
No todos los nobles hispanos se alinearon junto a la aristocracia árabe tras la conversión y en zonas alejadas de Córdoba mantuvieron una mezcla de independencia con el deseo de igualarse a los árabes, enfrentándose a ellos incluso con las armas. Ese es el caso de la familia Fortún en el valle del Ebro, que apoyó a los Omeyas y gozó del favor del primer emir, pero que fueron combatidos por Abd al-Rahman II.
No todos los musulmanes de origen hispano pertenecían a la nobleza. La mayoría eran colonos, pequeños propietarios o siervos que trataban de mejorar su situación socioeconómica. Las conversiones más numerosas se produjeron en zonas rurales, donde los musulmanes no tenían que pagar el impuesto territorial y personal y los esclavos se convertían en libres.
Inicialmente, en las ciudades el número de conversos fue menor por la supremacía de los mozárabes, la exención del impuesto territorial y la influencia de los clérigos, pero la instalación de la aristocracia árabe y la emigración de campesinos cambió la situación. El minoritario elemento mozárabe siguió manteniendo una gran importancia en la administración del emirato y por su nivel cultural, económico y social. Pero en tiempos de Abd al-Rahman II comienzan a observarse algunos brotes de intolerancia de los musulmanes hacia los mozárabes.

VI.3.1.4.-Esclavos
Es de sobra conocida su presencia en al-Andalus y la variedad étnica de su procedencia. Provenían del botín de guerra, especialmente del obtenido de los reinos cristianos del Norte, y del tráfico mercantil procedente de Europa y del Norte de África. La mayoría se dedicaba al servicio doméstico y no desempeñaban un papel sobresaliente, pero hubo esclavos privilegiados por sus características físicas o intelectuales que llegaron a alcanzar un elevado prestigio social y económico. Algunas mujeres que formaban parte del harén ocuparon puestos de privilegio, al igual que los esclavos masculinos que formaban parte de la corte del emir o del califa. También hubo esclavos en puestos altos del ejército.

VI.3.2.-Minorías religiosas
Además de musulmanes y esclavos, en al-Andalus se mantuvieron comunidades de cristianos y judíos. Los primeros eran conocidos como mozárabes, formaban la comunidad cristiana y estaban repartidos por todo al-Andalus, manteniendo su propia fe. Los invasores les permitieron continuar con su culto y organizar sus propias comunidades bajo el mando de un comes, que se encargaba de los aspectos fiscales y administrativos. Dentro de la sociedad urbana los mozárabes eran funcionarios, médicos, artesanos o comerciantes y debían pagar impuestos especiales como dimníes, es decir, sometidos.
Los judíos también eran gente del “Libro”. Vivían organizados en sus propias comunidades, manteniendo lengua y religión además de prácticas y costumbres, pero en algunos aspectos, como el vestido, se arabizaron.

VI.3.3.-La estructura social
VI.3.3.1.-La aristocracia o jassa
La nobleza o jassa cordobesa se componía de patricios de linaje árabe y de parientes más o menos cercanos del príncipe reinante. Su número aumentó rápidamente, ya que tenían gran cantidad de hijos. Éstos recibían pensiones, rentas de propiedades inmobiliarias y estaban exentos del pago de impuestos.
La propiedad de la tierra confirió a esta aristocracia un gran poder político, constituyendo con sus tierras señoríos semi-independientes, y se repartían los cargos de alta burocracia, con lo que el soberano en tiempos del emirato quedaba preso de sus decisiones. En cambio, Abd al-Rahman III combatió la tendencia separatista, reduciendo el poder político y militar de la aristocracia árabe y creando una nobleza a su servicio. Este primer califa robusteció la clase media y formó una nobleza burocrática y militar integrada por esclavos que se enriquecieron y acrecentaron su poder político.
Los aristócratas árabes eran los jefes del ejército, que se constituía por un número de individuos equivalentes al concepto de tribu, las cuales se dividían en distritos. Pero esta nobleza no era sólo una nobleza de sangre, sino que a partir del siglo IX también se introdujo en la jassa a los titulares de cargos más o menos honoríficos.
Dentro de la monarquía cordobesa del siglo X los altos cargos del estado se heredaban de padres a hijos. Estos dignatarios provistos del título de visir, con su correspondiente pensión, reunieron fortunas considerables de metales preciosos o en extensas fincas.

VI.3.3.2.-La clase media y las clases bajas
Las masas constituían el grueso de la población. Eran el soporte de la sociedad y se dedicaban a los oficios artesanos, al comercio, a la agricultura y a los puestos civiles de menor importancia.
En el ámbito urbano el alto nivel de vida del estado musulmán a partir del siglo IX hizo nacer una floreciente burguesía, que alcanzó su plenitud en la época de Abd al-Rahman III. Es probable que estos burgueses fueran todos muladíes o descendientes de judíos conversos. Artesanos y comerciantes se asociaban en gremios, a cuyo frente se hallaba un síndico nombrado por la administración y responsable de la honradez de los agremiados. Formaban parte de esta burguesía ciudadana los judíos, que se dedicaban al comercio, a la industria, a la diplomacia, a la administración y a la medicina. Los artesanos de baja condición pertenecían a varios grupos étnicos y religiosos: bereberes, muladíes, libertos, mozárabes y judíos. Llevaban una vida penosa, sobre todo por la imposición de cargas fiscales, de ahí que siempre estuviesen dispuestos a la rebelión.
La composición de la población rural era más homogénea que la de las ciudades y estaba agrupada por razones étnicas y religiosas. Aunque muchas gentes poseían sus propias tierras, el resto trabajaba para dueños ausentes. En cuanto al régimen de la tierra, variaba según las regiones. En las provincias centrales la tierra estaba relativamente parcelada y en manos de pequeños propietarios, en su mayoría bereberes o indígenas, mientras que en las regiones más fértiles aparecen grandes fincas de un sólo dueño, que solía ser un aristócrata andaluz de origen árabe. Podemos hablar de tres distintas peculiaridades o características rústicas:
-Los grandes latifundios, requisados por el estado o por particulares durante la conquista mientras que las pequeñas propiedades fueron respetadas.
-Los árabes no se dedicaron al cultivo directo, sino que dejaron a los antiguos cultivadores en un régimen de gran libertad.
-Las sucesivas aportaciones de elementos sirios y persas obligaron a la administración a alojarlos en las tierras que el estado se había reservado, percibiendo la parte que antes se tributaba al estado.
Estas transformaciones posibilitaron el acceso a la propiedad a un mayor número de gentes.
Los pequeños propietarios mozárabes fueron el elemento más progresivo y enseñaron a los bereberes el mejor modo de cultivo. En los latifundios cada finca se dividía en cierto número de granjas agrícolas, en las que se agrupaban los campesinos con sus familias. Estos campesinos se hallaban ligados al dueño de la finca mediante un contrato tácito y permanente. Eran jurídicamente hombres libres, pero estaban sujetos a penosas prestaciones oficiales y sometidos a continuas requisas, sin contar con el diezmo de los productos de la tierra.
Por lo común estos campesinos llevaban una vida modesta y miserable, pero se beneficiaban de la protección de su dueño y patrón. En el siglo X las fincas más extensas y de mayor rendimiento eran propiedad personal del califa. Otras fincas eran cultivadas en beneficio del tesoro, administradas por inspectores. Las parcelas no cultivadas revertían legalmente en el estado y el califa, para ponerlas en explotación, podía cederlas a los colonos.
La masa rural parece haber estado alejada de las tensiones políticas, pero el proletariado campesino trató de mejorar sus condiciones de vida marchando a la ciudad.

VI.3.3.3.-Esclavos, siervos, manumisión y clientela
La esclavitud era un negocio corriente y próspero tolerado por el Islam, aunque la manumisión era considerada como un acto agradable a Dios. En al-Andalus existían muchos mercados de esclavos y gran número de gentes prosperaba gracias a su comercio. La mayoría eran víctimas de la guerra y podían ser negros de Sudán y de otros puntos de África, cristianos de España y de otros lugares de Europa Occidental y Oriental… La aristocracia y la gente adinerada tenía un gran número de esclavos de ambos sexos: eunucos en los harenes del califa, guardias de palacio o mujeres de piel blanca y ojos azules como concubinas[64]. Una mujer tenía más posibilidades de ser liberada, sobre todo después de tener hijos.
Los siervos procedían de hispanos no convertidos. Su condición se suavizó bajo la dominación musulmana y podían alcanzar la libertad plena convirtiéndose al Islam[65].
Otra categoría la formaban los mawali, que son individuos sobre quienes se ejerce el derecho de patronato. Afectaba normalmente a esclavos manumitidos por su dueño, con los que se relacionaba por una especie de vínculo casi familiar. Los mawali eran muy numerosos y, junto a los muladíes, formaban la clientela del señor.

VI.4.-La sociedad tribal
El parentesco formó el marco socioeconómico y político fundamental, que organizó una sociedad con escasa o nula presencia del estado en un principio. El poder central, sin embargo, luchará por imponer el califato. La islamización, cada vez más profunda, fue su aliada[66].
En la sociedad tribal la unidad básica es la familia amplia, que incluía a parientes y esclavos. El parentesco dentro de estos clanes era exclusivamente por línea paterna o parentesco agnaticio, en el que se puede tener hijos con varias mujeres y todos ellos alcanzan los mismos derechos. Bastaba con tener un único ascendente árabe entre los ocho bisabuelos para considerarse árabe puro. Cualquier ofensa o agresión a un miembro de la familia era defendida por todos como una agresión propia. Basados en estas familias se forman linajes que constituyen clanes, en los que se integran grupos dependientes o clientes. Las familias dominantes surgían gracias al prestigio militar o religioso, a la habilidad para mediar en disputas o el papel de una ciudad o del estado. En estas familias destacan algunos miembros, que constituyen aristocracias militares al encabezar la jefatura del grupo.
La organización aldeana corresponde, en muchos casos, al núcleo familiar en el que se agrupan distintas familias y linajes, pero lentamente el impacto de la ciudad y del estado diluyeron la solidaridad familiar, transformándola en otra de tipo local. La solidaridad se transfiere al mundo de la beneficencia religiosa y aparece la familia simple, provocando la disolución de la estructura tribal, que inicialmente se había implantado en al-Andalus. De forma paralela se inició el proceso de ruptura de la economía igualitaria mediante la puesta en cultivo particular de medianas propiedades autónomas.

VI.5.-La religión
VI.5.1.-Los fundamentos del Islam
El Islam introdujo en al-Andalus principios comunes de comportamiento social, principios intermedios en las relaciones de una sociedad desigual, poniendo de manifiesto el conflicto entre las fuerzas productivas y, por eso, en el Islam los conflictos sociales adquieren forma de movimiento religioso. El Islam es la palabra de Dios, universal y eterna. Significa “sometimiento a Dios” y está basado en seis pilares: profesión de fe[67], la oración cinco veces al día, la limosna, el ayuno durante el mes santo, la peregrinación a La Meca y la Guerra Santa.
El Corán es el libro sagrado. Su nombre significa literalmente “Revelación”, y trata de unir las historias bíblicas con el mundo islámico. De esta manera el Islam es una de las religiones del “Libro”, es decir, la Biblia, reconociendo a los antiguos profetas (Abraham, Noé, Moisés…) y a Jesucristo como espíritu de Dios e hijo de una virgen. Pero los musulmanes creen que el Antiguo y el Nuevo Testamento han sido malinterpretados por judíos y cristianos. Resulta curiosa la importancia de los ángeles en el Islam, más que entre judíos y cristianos. Gabriel fue el transmisor de la Revelación a Mahoma, Miguel era el protector de los judíos y Azrael era el ángel de la muerte.
La religiosidad popular necesitaba creer en el poder de talismanes, reliquias y rosarios, pero la ortodoxia musulmana niega su validez. De este conflicto entre la religiosidad popular y la oficial nació el misticismo y el culto a los santos. Mahoma negaba la existencia del monacato, pero los ascetas gozaron de un gran prestigio popular.

VI.5.2.-Rábitas y santones
Las rábitas eran pequeños oratorios a modo de capillas donde se veneraban los restos de un santón y servía de vivienda para otro santo vivo, seguidor o familiar del difunto. El sepulcro del santón se encontraba adornado con telas lujosas y para acceder era imprescindible la ablución ritual. Los santuarios servían de refugio al peregrino, al viajero y al perseguido, y en torno al oratorio se formaba un cementerio, donde reposaban las personas atraídas por su santidad. Desde la rábita se difundían doctrinas místicas basadas en la renuncia y en la pobreza. Estos santones solían ser individuos especialmente enérgicos, que manifestaban su poder religioso de manera personalizada.
Además de las rábitas aparecen otros lugares de reunión, como son los morabitas. En el ámbito rural eran lugar de hábitat de los eremitas, mientras que en las ciudades mostraban un carácter ortodoxo, opuesto al culto popular de los santos y a sus excesos.

VI.5.3.-Las mezquitas
La oración colectiva debe cumplimentarse, al menos, una vez por semana[68]. Es también la ocasión para la toma de consciencia de la fuerza de la comunidad musulmana. Mezquita significa “lugar para postrarse”. La mezquita más importante de la ciudad era la mezquita mayor o mezquita aljama y era, además de un lugar religioso, un lugar de importancia política. Los oratorios omeyas en la península presentaban una orientación al Sur, al igual que en Siria[69]. Consta de un esquema dual, con un patio y una sala porticada. El muro de cabecera o qibla alberga el mihrab o nicho donde el imán se colocaba para dirigir la oración. En las mezquitas mayores el púlpito servía para la predicación.
Pero la mezquita no era sólo un lugar de oración, sino que alojaba a pobres, inválidos o ancianos. Tenía también el monopolio de la alfabetización en árabe, que es la lengua en la que Dios habló a Mahoma. Para evitar malas interpretaciones del Corán era preciso saber leer y escribir correctamente en esta lengua.

VI.6.-El calendario musulmán y sus fiestas
La huída de Mahoma de La Meca a Medina, la Hégira[70], marca el inicio de la era islámica. Los meses del año son medidos por fases lunares. Se cuenta con cuatro meses sagrados, durante los cuales no se debe hacer la guerra si no es por absoluta necesidad.
Las fiestas anuales son la Pascua, el Ramadán y el Mulut. En la Pascua se recuerda el sacrificio ordenado por Dios a Abraham, pero la conmemoración más importante es el Ramadán o mes de ayuno, pues expresa la renovación espiritual y moral del musulmán. Finaliza con una gran fiesta, la fiesta de ruptura del ayuno. El Mulut es la fiesta del nacimiento del profeta, que duraba ocho días y en la que se circundaba a los niños, aunque es una práctica no obligatoria. En la España musulmana se celebraba otra fiesta, la asura, que era un ayuno ritual y además, ese día los alumnos de la escuela hacían regalos a sus maestros. Los viernes, cuando se acude a la mezquita mayor, era un día laboral, al igual que el resto de días de la semana.


































































NOTAS Y MATERIAL ADICIONAL:



































































































CAPÍTULO VII
SOCIEDAD Y ECONOMÍA EN LA ESPAÑA CRISTIANA (SIGLOS VIII-X)

VII.1.-El predominio de una economía agrario-ganadera
VII.1.1.-La economía rural
El modelo de la economía de los primeros núcleos de resistencia cristiana se organizaba en torno a tres marcos económicos: la economía familiar de autosubsistencia, la economía vecinal basada en la comunidad de vecinos o vico y la economía vilicaria o dominical, que estaba basada en las grandes propiedades. Hasta después del año 1000 este tercer apartado no sería el predominante en la península, extendiéndose a partir de dicha fecha entre los dignatarios asturleoneses y los grandes monasterios.
La agricultura y la ganadería aparecen dentro de los márgenes de la pura subsistencia. Los cereales constituían la base de la alimentación y el utillaje agrícola era muy rudimentario. Se empleaba el arado de madera y también hay referencias al yugo para uncir a los bueyes, pero sólo a finales del siglo X aparecen menciones a la reja o arado de hierro. Además del yugo y el arado se mencionan azadas, hoces y hachas, conformando en conjunto un equipo campesino extremadamente pobre. Sólo los más acomodados o las grandes explotaciones señoriales contaban con varias parejas de bueyes. La difusión de los molinos hidráulicos está constatada desde el siglo IX, pero sobre todo desde el X, en villas, monasterios e incluso en pequeñas explotaciones familiares. En el reino asturleonés su utilización estaba compartida por los campesinos o entre éstos y los grupos señoriales, al igual que ocurría en Cataluña.
La producción se orientaba hacia el autoconsumo. Las clases superiores se alimentaban de trigo sobre todo, mientras que el resto de la población recurría al consumo de cebada, centeno, mijo y avena, cereales que se agrupaban dentro del término cibaria. Junto al cereal los productos hortofrutícolas, hortalizas, legumbres, y frutas, aparecían a uno y otro lado de la Cordillera Cantábrica. Se cultivaban manzanos[71], perales, higueras, castaños, etc. En Galicia, por ejemplo, los terrenos dedicados a frutales estaban por delante de los campos de cereales. Entre los menos pudientes las nueces y castañas sustituían al cereal.
El vino también apareció en el reino asturleonés, extendiéndose las explotaciones vitícolas como signo de aculturación mediterránea. En el Bierzo las viñas representan un importante papel en la vida económica. En Castilla los campesinos y los monasterios cultivaron viñas para el autoconsumo. En estas regiones se concentraban las viñas, en las explotaciones más idóneas para su cultivo desde el punto de vista edáfico y climático.
En cuanto a la producción ganadera, destacamos la primacía del vacuno en la cabaña de montaña, entre el Cantábrico y el Ebro. En Castila y León prima numéricamente el ganado ovino. El vacuno se utiliza como fuerza de tiro, y el ovino como fertilizante. Además, ofrecían productos de consumo como carne, leche, lana y pieles. Caballos, mulas y asnos eran utilizados como animales de tiro y carga. El porcino y las aves de corral tuvieron gran importancia en la economía de las familias campesinas. La base de la alimentación del ganado se encontraba en el aprovechamiento del bosque y de los pastizales, dándose así una ganadería sedentaria pero también una ganadería trashumante.

VII.1.2.-La debilidad de la economía urbana
Frente a la floreciente vida urbana de al-Andalus los núcleos cristianos presentaban un pobrísimo panorama. Las escasas ciudades existentes son civitates episcopales y burgos militares. La Reconquista española surgió en zonas de escasa o nula romanización, es decir, con pobre tradición urbana.
La ocupación del valle del Duero permitió la reacción de algunos núcleos de población de relativa importancia, como León, Astorga, Zamora, etc. Su población, sin embargo, estaba vinculada a actividades militares y agrícolas. Con una rudimentaria artesanía local, las actividades mercantiles quedaban únicamente restringidas a pequeños mercados.
En torno al siglo X los principales centros políticos de la España cristiana son León y Barcelona. León, pese a su carácter eminente rural, contaba con ciertos establecimientos comerciales y artesanales permanentes y con un mercado semanal, donde musulmanes y judíos dejaban sentir su presencia. En los condados catalanes Barcelona estaba a la cabeza con referencia a impuestos por tráfico de mercancías o teloneas y a los mercaderes de la tierra y del mar, lo que hacía pensar en un cierto tráfico de mercancías. De hecho, la España cristiana y toda la Europa Occidental actuaban como países coloniales en relación con Bizancio y el Islam, cuyas estructuras económicas estaban más desarrolladas.

VII.2.-Organización social
VII.2.1.-Características generales de la organización social
El fenómeno de la Reconquista y la escasa penetración de los mecanismos feudales hicieron que la estructura social de los núcleos cristianos fuera sensiblemente diferente al del resto de Europa. En la España cristiana la ocupación de nuevas tierras actuó como un poderoso resorte de promoción social, salvaguardando la libertad jurídica. Entre el magnate y el siervo existe una amplísima gama de situaciones en toda la sociedad hispanocristiana[72]. Hay que tener en cuenta que previamente la penetración romana y visigoda en estos territorios fue escasa o nula, con lo que el reino astur estuvo integrado por grupos de carácter gentilicio de campesinos-guerreros dirigidos por caudillos. En la consanguineidad radicaba la cohesión social del grupo.

VII.2.2.-De la comunidad gentilicia a la comunidad de aldea
La ocupación del espacio colonizable por estas comunidades primitivas se realizó mediante pressuras, efectuadas por grupos de linaje emparentados por vía cognaticia[73]: la tierra pertenecía al conjunto de la comunidad, la cual se asignaba a sus miembros con fórmulas de participación personal en los bienes colectivos. Esto dio lugar a un aumento demográfico que aceleró la fragmentación de los grupos gentilicios, formando grupos de aldea donde se observa una apropiación individual de la propiedad colectiva.
Mayor grado de desarrollo económico, práctica de cultivos intensivos, una economía y una vida más sedentaria y la difusión del modelo romano de apropiación individual de la tierra dan lugar a la aparición de hereditates, es decir, heredades de carácter privado que se transmiten dentro del linaje por vía agnática. Pero no desaparece del todo la propiedad colectiva, sobre todo de pastizales y bosques. Hay indicios de que estas comunidades aldeanas evolucionaron pronto hacia la desigualdad social, con una jerarquización entre sus miembros. Entre un grupo y otro se establecieron relaciones económicas de dependencia. Los máximos o maiores dominaban las comunidades aldeanas, convirtiéndose en patronos o seniores de los mínimos. Por su inferioridad económica, los mínimos o minores cayeron bajo la dependencia feudal de los linajes más poderosos de la comunidad, conocidos como infanzones.
Junto a este proceso de aparición de las clases en el seno de la comunidad se produjo otro fenómeno que condujo a numerosas comunidades a entrar en dependencia de un conde, de un magnate, de una iglesia o de un monasterio. Se desintegran los dominios colectivos y crece la propiedad feudal. El mejor ejemplo es el de la profiliación, que es una fórmula jurídica que da lugar a la simulación de nacimiento o ficción de consanguineidad. La profiliación legitima la apropiación de bienes de un linaje por una persona extraña al mismo y su entrada en la comunidad en plenitud de derechos. Además, supuso la consolidación de los grandes dominios.

VII.2.3.-La comunidad familiar
En las fuentes escritas de la Alta Edad Media no aparece ni una sola vez para el reino asturleonés la palabra “familia” ni cualquier otro término jurídico parecido, pero ponen de manifiesto la existencia de agrupaciones de carácter familiar con expresiones como parentes, consanguineis, etc. Su aparición guarda una estrecha relación con el crecimiento de la población.
Los primeros grupos familiares de los siglos VIII y IX se encuentran más relacionados con las agrupaciones de filiación gentilicia de cántabros y vascones que con los modelos familiares romanos y visigodos. En un primer momento se produce una lenta fragmentación de las tribus, originándose grupos de filiación gentilicia unidos por vínculos cognaticios. Con posterioridad, estas comunidades gentilicias se fragmentaron en grupos más simples de carácter agnático en perjuicio de la filiación por línea materna.
En torno al siglo XI se producen dos grandes modalidades familiares: en las zonas más al Norte del reino leonés, sobre todo entre los vascones, persisten los grupos gentilicios. Al Sur de la Cordillera Cantábrica, en cambio, familias indivisas y conyugales con un valor primordial del solar como centro de la familia frente a la parentela. Aparece así el patrimonio familiar con bienes heredados de generación en generación o adquiridos por compras. En cada grupo familiar existía un derecho de copropiedad sin que ello supusiera los mismos derechos para todos los miembros del grupo. Otro tipo de familia estaba constituido por hermanos, que pudo derivar de la supervivencia de la unidad al morir los padres. Menos corriente fue el grupo económico familiar compuesto por hermanos, sobrinos y nietos. Más raros aún eran los casos en que un hijo se casaba e incorporaba al cónyuge a la familia. Normalmente, el hermano que se casaba se independizaba del grupo y formaba una nueva familia.

VII.2.4.-Los grupos sociales. Libertad y dependencia
VII.2.4.1.-La nobleza primitiva
Estaba compuesta por magnates laicos y eclesiásticos beneficiados de las donaciones fundiarias, mientras que la nobleza palatina gobierna los distritos administrativos en nombre del monarca. Una clave para definir a la alta nobleza es la configuración de linajes. Por debajo de esta nobleza, las posibilidades de acceder a dicha clase social en sus capas más bajas se circunscriben al ejercicio de las actividades bélicas en la frontera del Islam como forma de promoción social.
Por debajo de esta baja nobleza aparecen las clases populares, que tienen un perfil muy similar al del resto de la cristiandad occidental. Entre las clases populares hay una capa superior formada por campesinos libres debido a que la base de la repoblación y colonización, sobre todo en Castilla, es el alodio o sistema alodial. Es una propiedad inmueble libre de cualquier tipo de carga señorial, aunque no hay que caer en la exageración acerca de la abundancia de campesinos libres en este período[74].
Por debajo de los campesinos libres aparecen los siervos, con un estatuto de semilibertad. Se trata de hombres libres que vieron mermada su capacidad de movimiento en el siglo IX por la presión señorial. Serán los hombres de benefactoría o behetría en el reino leonés o los homines proprii de Cataluña, que se encomiendan, en muchas ocasiones de manera colectiva, a un señor.
La escisión de la tierra y la aparición de un contrato agrario que liga al campesino con un hombre poderoso da lugar a la aparición de colonos, que forman parte del régimen de propiedad y producción conocido como villae.

VII.2.4.2.-Empresarios libres y colonos
Entre los siglos VIII y IX, desde el Cantábrico al Duero, la mayoría de los miembros de la sociedad hispanocristiana eran hombres libres, bien por pertenecer a una comunidad gentilicia con unos dominios colectivos o por formar parte del grupo de propietarios de la propiedad colectiva.
Las fuentes hablan de personas jurídicamente libres o ingenui y no libres o servi, pero en tiempos de guerra e inseguridad los propietarios más débiles solicitaban la protección de los más poderosos. En el siglo VIII ya se produce la entrada de hombres libres en dependencia de monasterios, incrementando la influencia religiosa y facilitando la protección a comunidades de aldea completas. En los alrededores del año 1000 se generalizó el proceso de concentración de la propiedad territorial en beneficio de grandes monasterios y magnates laicos.

VII.2.4.3.-Siervos o esclavos
Se podía entrar en la esclavitud por nacer de padres esclavos, por ser cautivo de guerra o incluso por voluntad propia. La esclavitud aparecerá en mayor grado en Galicia que en Castilla. Tenemos documentada la presencia de esclavos moros en Galicia, Norte de Portugal, Asturias y el Bierzo, pero también existía un estado intermedio entre la libertad y la esclavitud, los siervos domésticos, los siervos ligados a la tierra y los libertos. Otra fórmula entre la esclavitud y la libertad sería la behetría. Los campesinos libres necesitaban protección, pero en ocasiones no se encomendaban a los grandes señores sino a los más poderosos de la comunidad, a los infanzones. Les prestaban obediencia pero cuando eran hombres de behetría podían desligarse voluntariamente, aunque en tal supuesto debían de volver a tomar otro señor.

VII.2.4.4.-Una aproximación a la antropología física de la población castellana y leonesa
La antropología y la arqueología han permitido reconstruir prácticas funerarias y de organización de necrópolis que permiten rescatar las características físicas de nuestros antepasados medievales:
-El predominio de restos adultos sobre infantiles presenta una proporción de ochenta a veinte.
-Una mayor presencia de varones sobre mujeres, en proporción de sesenta a cuarenta.
-La media de edad se encuentra entre los treinta y ocho y los cuarenta y tres años, aunque hay individuos de más de setenta años.
-Una altura media de ciento sesenta y siete centímetros para varones y ciento cincuenta y cinco para las mujeres.
-Enfermedades generalizadas fruto de una mala alimentación, como artrosis y afecciones bucales.
Comparando estos datos con la población de Gran Bretaña o Dinamarca, la talla de estos otros europeos se elevaba en varones y mujeres. La edad media de esperanza de vida era similar en Dinamarca y algo superior para los británicos. En cuanto a las enfermedades, los vikingos ofrecían características similares, mientras que los anglosajones presentaban, además de las anteriores, raquitismo, escorbuto y malnutrición acentuada.
Podemos encontrar un ejemplo de cristiano medieval peninsular en la familia del conde Osorio-Gutiérrez, fallecido a finales del siglo X. El conde murió a una edad entre los sesenta y cinco y los setenta años. Pertenecía al grupo racial caucasoide nórdico y medía alrededor de ciento ochenta centímetros. Los miembros de su familia padecieron enfermedades bucodentales, artritis y artrosis. Las causas de la mortandad, una vez superada la etapa infantil, era fruto de la degeneración de la edad, de la guerra y del asesinato. Entre las mujeres la causa de mortalidad principal era el parto, aunque no faltaban las damas asesinadas. Se habla de una mejor salud entre los individuos del grupo nobiliar frente al resto de la sociedad asturleonesa. Sin embargo, la frecuente unión matrimonial entre individuos de un mismo linaje favoreció la transmisión de ciertas enfermedades entre sus descendientes.






































































NOTAS Y MATERIAL ADICIONAL:



































































































CAPÍTULO VIII
LA CULTURA CRISTIANA EN LA ALTA EDAD MEDIA


VIII.0.-Introducción
Entre los siglos VIII y XI en al-Andalus predominaban el mundo urbano y la actividad mercantil, mientras que en el Norte cristiano había un predominio de economía rural con escasa circulación monetaria. Contrasta la solidez política del Islam con la debilidad de las instituciones de gobierno cristianas, el refinamiento cultural de al-Andalus con la pobreza del Norte.
En esos reinos cristianos la escritura era un privilegio para unos pocos, así que la llamada cultura asturleonesa tuvo una escasa incidencia social. Era la manifestación de una exigua minoría pero, sobre todo, se trataba de una cultura de carácter eclesiástico que servía a los propósitos de la Iglesia. Es también una cultura monástica, con monjes procedentes de al-Andalus que restauraron la vida monástica en el Norte peninsular. Lo mismo sucede en tierras catalanas, con centros de cultura como el de Santa María de Ripoll.
De esta manera, la cultura hispana altomedieval se nutre de varias fuentes: la tradición eclesiástica, el fermento cristiano, elementos germánicos y la influencia islámica.

VIII.1.-La cultura en el núcleo asturiano
Asturias presenta dos fenómenos negativos en cuanto a su dinamismo cultural. El primero de ellos es un bajísimo nivel de tipo librario. El otro sería el monopolio de la cultura escrita por los monjes. Los libros eran escasos y se escribían en latín, lo que impedía su divulgación dado que la población no conocía el léxico y la gramática latina ni las técnicas de escritura. Las actividades docentes en los monasterios se impartían únicamente a quienes iban a quedar vinculados de por vida al clero.
Apenas existió una auténtica creación literaria, limitándose los monjes a la transmisión de determinados saberes, fundamentalmente religiosos, a través de la copia de libros y manuscritos. Los fondos bibliográficos estaban compuestos por libros litúrgicos y sagrados, fuentes monásticas literario-jurídicas y, fundamentalmente, obras de San Isidoro. También había algunos manuscritos latinos de autores paganos, como Catón o Virgilio. Destacan sobre todo los libros litúrgicos, donde se establecían las tareas del culto. Desconocemos el grado de difusión de la Biblia, aunque sabemos de su presencia en las bibliotecas. Eran habituales los libros de las reglas, la vida de los santos padres y los diálogos de Gregorio Magno.
La cultura aparece concentrada en unos pocos focos. Uno de ellos sería Liébana (Cantabria), desde donde se difunde la obra del Beato. Otro foco cultural sería el culto a Santiago desde finales del siglo VIII. En el siglo X se añade León y, posteriormente, Castilla, con monasterios como los de Silos y Cardeña.
En cuanto a las manifestaciones artísticas se distinguen dos grandes tendencias, el prerrománico asturiano o arte asturiano y el arte mozárabe o de la repoblación.
De la arquitectura asturiana sólo han sobrevivido algunos edificios eclesiásticos y civiles. El más significativo dentro del arte palatino durante el reinado de Ramiro II sería el de Santa María de Naranco. Hay otros edificios, como San Miguel de Lillo y Santa Cristina de Lema. Se caracterizaban por los dos elementos más destacados de la arquitectura asturiana, que eran los espacios abovedados mediante cañones sobre arcos fajones y los muros armados.
El arte mozárabe es un híbrido compuesto por elementos heterogéneos. Destacan el arco de herradura, la bóveda de aristas y el refuerzo de arcos fajones. En el siglo X se extiende por Galicia, el Bierzo y la Liébana, pero fue en el valle del Duero donde alcanzó su mayor desarrollo. Por eso se le conoce como arte de la repoblación. Hay varios ejemplos destacados, como San Miguel de la Escala y San Cebrián de Mazote. En paralelo a esta arquitectura hay que hablar de la iluminación mozárabe, con miniaturas en volúmenes manuscritos en la época, sobre todo de obras del Beato de Liébana.

VIII.2.-El milenarismo asturiano y los inicios de la historiografía española
El trabajo intelectual en el reino asturiano no se limitó a la mera copia de manuscritos. También existió una cierta creación literaria, cuyo ejemplo es la literatura apocalíptica del último tercio del siglo VIII y todo el siglo siguiente. La defensa de la ortodoxia cristiana, la escatología y las propuestas ideológicas para justificar históricamente la nueva monarquía son los temas más destacados.
La figura del Beato destacará en su época hasta el punto de que Alcuino de York lo definía como “un docto varón”. Su formación intelectual, incluida la isidoriana, la recibió probablemente durante su estancia entre los francos. Se le sabe buen conocedor de las Escrituras y de los santos padres. Criticó las tesis adopcionistas del obispo de Toledo pero debe su celebridad, sobre todo, a las formulaciones escatológicas y milenaristas que profetizaban el inmediato fin del mundo. Estas teorías se exponían en uno de los libros más famosos de la época, los Comentario del Apocalipsis.
Conforme avanza el siglo VIII los terrores sobre el fin de los tiempos se agudizaron por todo el mundo cristiano. De acuerdo con el cómputo hispano, en el año 800 se cumplía el sexto milenio de la Creación, lo que para el Beato significaba el final de la carne y el comienzo del Reino de los Cielos. El final de los tiempos estaría precedido por la figura del Anticristo, cuyo nacimiento se produciría treinta y tres años antes. En el año 785 se rumoreaba en Asturias que el Anticristo había nacido ya. El Beato llegó a considerar que el Anticristo era el obispo de Toledo.
Las predicciones del Beato no se cumplieron, pero un siglo después se anunciaron en Asturias nuevas profecías basándose nuevamente en los comentarios del Beato, aunque con un signo distinto, optimista y triunfal, que profetizaba en forma de crónica la victoria definitiva del reino astur sobre el Islam. Esta profecía coincide con la expansión territorial en tiempos de Alfonso III, durante la mayor crisis del emirato.
En la Crónica profética se anunciaba la inmediata destrucción de los musulmanes. Se basaba en la profecía de Ezequiel acerca de Ismael, identificado con los ismaelitas o árabes. Ismael dominaría el país de Gog, que se pensaba que era el reino de los godos[75]. Sería vencido “al cabo de ciento sesenta tiempos”. El autor era un mozárabe y calculó que los musulmanes serían vencidos ciento sesenta años después de su entrada en la península.
La tarea de escribir una Historia para el reino asturiano había comenzado un siglo antes, en tiempos de Alfonso II. Así, a finales del siglo VIII, se escriben unos anales con una especie de nómina de reyes asturianos, desde Pelayo hasta Alfonso II, vinculando la monarquía asturiana con Leovigildo y Recaredo, grandes reyes visigodos.

VIII.3.-La cultura en los núcleos orientales
Hablar de núcleos cristianos orientales es hablar de la Marca Hispánica. Las noticias de actividad cultural y artística son escasas, pero sí conocemos algunos centros monásticos en el siglo X. Éstos se caracterizan por una fuerte tradición visigótica, mozárabe e incluso asturiana. La tradición visigoda estaba vinculada a la Iglesia. Contaba con un derecho propio, respetado por Carlomagno, y también con influencias árabes al ser la Marca una importante vía de comunicación entre al-Andalus y el resto de Europa. Esta cultura latino-eclesiástica se verá reforzada por las relaciones que los condes catalanes mantenían con el Sur de Francia y con Roma desde el siglo X.
El siglo IX fue un período de adaptación a las nuevas realidades culturales francas. A principios de siglo continuaba vigente la escritura visigoda, sustituida por la carolina. En las montañas del interior los condados de Urgell, Pallars y Ribagorza se mantuvieron fieles a la tradición visigoda, pero en Barcelona, Gerona y Vic fue más rápida la penetración de lo carolingio. La influencia carolingia desplazó la liturgia hispanogoda por la romanofranca y se sustituyó la datación según la era hispánica por la datación en años de reinado de los reyes francos. Además, las reglas monásticas godas se sustituyeron por la benedictina.
En el siglo X podemos hablar de un cierto renacimiento cultural centrado en los monasterios de Ripoll y Cuixà. Este esplendor religioso reflejaba una cultura de gusto helenístico, traída por los árabes y conservada por los judíos, y por una cultura italofranca de raíces romanas. El centro cultural más destacado fue el monasterio de Santa María de Ripoll, en cuya biblioteca se almacenaban textos religiosos, gramaticales, de literatura clásica grecolatina, litúrgicos, etc. Pero si Ripoll merece destacar es por sus obras científicas. Traducían directamente del árabe materias como las matemáticas, la astronomía, la geometría o la medicina. Este renacimiento cultural se vio acompañado por otro de orden artístico, el prerrománico de los siglos IX y X. Es un arte de influencia carolingia, mozárabe y romana. La obra arquitectónica más importante fue Santa María de Ripoll, una iglesia que contaba con cinco naves por influencia de San Pedro de Roma.


































NOTAS Y MATERIAL ADICIONAL:



































































































CAPÍTULO IX
LAS CIUDADES EN AL-ANDALUS Y EN LA ESPAÑA CRISTIANA

IX.1.-La ciudad en la España musulmana
IX.1.1.-Introducción
El Islam fue creado por un ciudadano, Mahoma, cuyo objetivo era la reforma religiosa de su ciudad natal, La Meca. Durante su etapa de expansión los musulmanes crearán nuevas ciudades en los territorios que ocupen. Las leyes inspiradas en el Corán se dictaron, sobre todo, para ciudadanos, y la ciudad fue siempre un centro y foco de islamización.

IX.1.2.-Características de la ciudad musulmana
El centro de las ciudades lo constituye siempre la mezquita catedral o mezquita aljama. El segundo elemento fundamental es el mercado, formado por un conjunto de zocos. La estructura de los barrios residenciales obedece a la tendencia de reclusión de la mujer y a mantener la intimidad familiar. Las ciudades estaban protegidas por una muralla, unida en muchas ocasiones a una alcazaba o ciudadela. En los alrededores de la ciudad había explanadas donde se celebraban grandes festejos y oraciones colectivas. Por último, la ciudad estaba rodeada por un cinturón de alquerías y huertas.
La organización económica de la ciudad estaba regida por un cargo conocido como almotacén. Pero la ciudad es también sede de la vida política y residencia de los gobernantes. En la España musulmana las ciudades contaban con otro cargo, el sabih al-madina, encargado de la política y de la administración de la urbe[76].

IX.1.3.-De las ciudades romanas a las hispanomusulmanas
Conquistada la península y ocupadas las ciudades mediante pactos o asedios no demasiado duros, no debieron producirse cambios rápidos sino más bien todo lo contrario: las transformaciones llegarían lentamente, según los modelos importados de Oriente. Por ejemplo, la Córdoba del siglo X tenía una estructura muy similar a ciudades como Damasco y Bagdad.

IX.1.4.-Ciudades de nueva fundación
Muchas de las ciudades fundadas en al-Andalus lo fueron por soberanos o príncipes más o menos independientes. Algunas de estas ciudades tuvieron un carácter militar, en lugares estratégicos de fácil defensa, casi siempre en laderas de colinas protegidas por una fortaleza, como es el caso de Tudela y de Lérida. Otras fueron edificadas en la cumbre de un cerro rodeado de ríos, como Madrid. También se construyeron en el llano, a orillas de ríos importantes, como Badajoz, o a orillas del mar, como Gibraltar.
Hubo reconstrucción de ciudades anteriores, desaparecidas tras las invasiones germánicas. Entre todas ellas algunas han permanecido, pero otras han desaparecido absorbidas por otras ciudades o por el paso del tiempo, como es el caso de Medina Azahara y de Calatrava.
El derecho islámico no preveía organización urbana alguna, así que las ciudades carecen de estatutos jurídicos y edificios administrativos. El aspecto urbano y las edificaciones se regían por la voluntad individual. El único funcionario con dedicación sobre estas cuestiones era el almotacén, que en asuntos urbanísticos sólo obligaba a los propietarios de las casas en ruinas a demolerlas.

IX.1.5.-Número e importancia de las ciudades
En el siglo X ya existía una red urbana de gran trascendencia, destacando Córdoba por su crecimiento urbano y poblacional durante el califato. Tras la aparición de los reinos de taifas la ciudad de Córdoba fue decayendo, sustituida por otras ciudades como Toledo, Zaragoza, Valencia y Málaga. Los almorávides quedaron sorprendidos ante la floreciente y refinada vida urbana de al-Andalus. Posteriormente, durante el período almohade, hay noticias de prosperidad y crecimiento en Sevilla.
La conquista de Valencia, de Murcia y de parte de Andalucía en el siglo XIII hizo que pasaran a manos cristianas las ciudades andalusíes más importantes, quedando en poder de los musulmanes tan sólo el reino de Granada. La capital de ese reino incrementó su población en los siglos XIII y XIV debido al hecho de ser un importante centro mercantil y artesano. Dentro de este reino también destacan otras ciudades, como Málaga y Almería.

IX.1.6.-La extensión y demografía de las ciudades
A falta de estadísticas correctas se siguen utilizando cifras exageradas en torno al número de habitantes de las ciudades musulmanas. Sin embargo, un autor como Torres Balbás plantea calcular la demografía en relación a la extensión del recinto amurallado de las ciudades andalusíes y tratar de averiguar en el interior de esas murallas la densidad urbana por hectáreas. El problema de este método reside en fija cuál era la media familiar de individuos. Aplicando sus teorías se ha llegado a la conclusión de que las cifras utilizadas por antiguos historiadores para ciudades como Córdoba y Granada son realmente exageradas.

IX.1.7.-Organización de las ciudades
La mayoría de las ciudades de la España musulmana son de vieja fundación. Su asentamiento responde casi siempre a necesidades defensivas. Normalmente a sus pies discurre un río que constituye una buena defensa natural. Algunas ciudades están en lo alto de una roca y otras por la ladera de varias colinas. También existen las que se establecen en el llano o en las zonas costeras.
La ciudad musulmana está constituida por un denso conjunto de edificios protegidos por una muralla. Esta muralla contaba con torres de mampostería, de tapial o de sillería. La parte más elevada la ocupaba la alcazaba o ciudadela, y cuando crecía la ciudad se formaban arrabales junto a la muralla. Se trata, por lo tanto, de un plano de ciudad fragmentada que tenía como elementos de unión la mezquita aljama y el zoco.
Su estructura era laberíntica, pero las calles principales podían ser más o menos rectas, sobre todo si su trazado procedía de época romana. Además, los musulmanes sintieron una especial predilección por tener las ciudades rodeadas de huertos y de campos. Las grandes ciudades hispanomusulmanas contaban con un núcleo central amurallado, que era la medina, donde estaban la alcaicería, la mezquita mayor y el zoco.
Además de la medina, la ciudad musulmana contaba con mozarabías. Allí, hasta la segunda mitad del siglo XI, se constata la presencia de importantes núcleos de población mozárabe que gozaba de una cierta autonomía al conservar sus leyes y religión bajo la autoridad de obispos y condes cristianos. Los mozárabes de Toledo fueron especialmente numerosos. Además de mozarabías están las juderías, los barrios judíos. Los judíos tuvieron una gran importancia en la vida económica de al-Andalus, con una situación favorable hasta la llegada de almorávides y almohades, que mostraron una mayor intransigencia. Vivían en comunidad, separados de los musulmanes, y en sus barrios contaban con baños, sinagogas y cementerios propios.
Además de estos espacios en la ciudad musulmana existen otros, como la musalla, que es un recinto amplio y despejado destinado a ser usado como oratorio al aire libre. Cuenta con un mihrab, provisional o permanente, que señala hacia Oriente. Otro espacio es la musara, que es una explanada destinada al entrenamiento militar y a los juegos de caballería.
Los cementerios, cuyo cuidado estaba en manos del cadí y del almotacén, seguían la tradición romana, de manera que se extendían fuera de los muros de la ciudad, aunque también podían existir cementerios intramuros. En ninguno de los cementerios musulmanes se plantaban árboles y sólo crecía la vegetación espontánea. Tampoco había grandes monumentos ni mausoleos. Los cadáveres eran enterrados de lado con el rostro orientado hacia La Meca.

IX.1.8.-Las calles
En cuanto a la disposición y trazado las ciudades, tenían vías transversales o radiales que cruzaban la ciudad para prolongarse extramuros y por los caminos. En estas calles la circulación era más intensa, y en ellas se erigía la mezquita aljama. La principal de las calles se llamaba “Mayor”. Algunas quedaban cubiertas en ciertos puntos por cobertizos, que ponían en comunicación las casas de ambos lados[77].
A partir del siglo XIII en las fachadas de las casas se abrieron ventanas y balcones de madera cerrados por celosías. Estos voladizos se conocen como ajimeces. Pero antes de ese siglo XIII los exteriores de las viviendas eran sencillos y de decoración pobre.

IX.1.9.-El agua
El agua tiene diversas funciones: la alimenticia, la higiénica, pero también la cultura o religiosa. El transporte y el almacenamiento del agua condicionaban la distribución urbanística de la ciudad. Se tomaba directamente de las vías o de los pozos, o bien recogiendo la precipitación pluvial. Se conducía por medio de acequias y se almacenaba en albercas o aljibes.

IX.2.-La ciudad en la España cristiana
IX.2.1.-Las características del desarrollo urbano en la Península Ibérica
Le Goff señala que a partir del siglo XI las ciudades sustituyeron a los monasterios altomedievales. Para Duby es a finales del siglo XII cuando la vitalidad urbana se muestra superior a la de los campos. Para algunos autores la ciudad post-carolingia presenta cuatro tipos: ciudad-recinto, ciudad agraria, ciudad-mercado y ciudad industrial. El paso de la ciudad-mercado presenta tres características:
-Una economía urbana específica, mercantil y artesana.
-Una jurisdicción autónoma urbana.
-La concentración de edificaciones y fortificaciones.

IX.2.2.-La vida urbana en los núcleos occidentales
La extensión de la vida urbana fue un elemento fundamental de la romanización. Por ello los pueblos situados al Norte de la península se organizaron en poblados fortificados o castros, al margen de la vida urbana. Durante el Bajo Imperio más que de decadencia habría que hablar de transformación del aspecto de las ciudades. En su aspecto físico destaca el amurallamiento y la proliferación de edificios religiosos. En su contenido social destaca la cristianización.
Durante los siglos VI y VII la ciudad conservó su carácter administrativo y episcopal. Sin embargo, la invasión musulmana provocó una ruptura con el pasado. En el centro y en el Sur de la península subsistieron las ciudades, pero en el Norte la vida urbana sufrió un eclipse. En la documentación de los reinos cristianos empiezan a aparecer términos como civitates o castra. Civita sería una ciudad episcopal, mientras que castra se refería a un centro fortificado, aunque algunos castra castellanos fueron centros administrativos.
En los siglos IX y X se encuentra el origen de la mayoría de las ciudades de León y Castilla, vinculadas a la Reconquista y repoblación. Se distinguen tres sectores. El primero sería el sector gallego, destacando el factor religioso. El sector leonés cuenta con antiguas ciudades romanas y establecimientos menores de función militar, a los que se añadiría pronto la función religiosa con la aparición de sedes episcopales. El tercero es el sector castellano, relacionado con las necesidades defensivas a base de castillos en línea.
En el siglo XI la situación cambia. Hasta entonces las ciudades eran islotes en un mundo rural. Sin embargo, bajo la influencia del Islam y de Europa aparecen nuevas aglomeraciones en el Norte y se ocupan ciudades musulmanas. Esta nueva generación de ciudades presenta una serie de innovaciones: la función militar y de residencia adquiere una posición secundaria y se convierte en esencial la función de acogida de peregrinos y la comercial. Esta situación se vio favorecida por la fragmentación del califato y el aprovechamiento económico de los cristianos a través de las parias.
El valle del Duero se convirtió en una zona de peso hacia las tierras del Sur, aunque esta reconquista y repoblación se vio interrumpida por la entrada de almorávides, almohades y, anteriormente en el siglo X, por las campañas de Almanzor, que ralentizaron la repoblación de la Extrema Durii[78]. El desarrollo urbano de esta Extrema Durii fue rápido en el siglo XI por su función militar pero, sobre todo, por el desarrollo ganadero de la zona, apareciendo allí lo que algún autor ha denominado “ciudades de frontera”. La conquista de Toledo en el 1085 puso en manos cristianas una ciudad musulmana intacta con su población, organización e instituciones.

IX.2.3.-Las ciudades en los núcleos orientales
Aparecen dos áreas, la navarro-aragonesa y los condados catalanes.

IX.2.3.1.-El área navarro-aragonesa
En el área navarro-aragonesa nos encontramos con un crecimiento de formaciones pre-urbanas y comercio a larga distancia, vinculado con el Camino de Santiago. Aparecen comerciantes y artesanos, en su mayoría extranjeros, que reciben el nombre de francos[79]. La presencia de francos en Navarra es posterior a la unión con Aragón y está relacionada con el obispado de Pamplona. En ese obispado se establecieron labradores indígenas con un mercado los martes. Fuera de los muros se construyó un burgo para francos.

IX.2.3.2.-Los condados catalanes
En el período altomedieval no hay vida urbana como tal, es decir, comercio, industria, administración… Pero, poco a poco, los núcleos ruralizados van recuperando las funciones urbanas. La posición geográfica entre Europa y al-Andalus les permitió participar de los circuitos comerciales. La invasión musulmana había llevado pocos cambios a las ciudades catalanas. Sólo Tarragona fue destruida. En otras ciudades los musulmanes instalaron sólo una guarnición militar. Con la conquista de Barcelona por los cristianos se establece una división entre la ciudad catalana de dominio musulmán y la de dominio cristiano.
La situación cambió visiblemente a partir del año 1000, ya que la vida urbana se animó al alejarse del peligro musulmán. Por ello empiezan a aparecer arrabales extramuros, donde se asientan comerciantes y artesanos. Barcelona se convierte en una ciudad de campesinos y propietarios dependientes del conde y del obispo que, poco a poco, se convierte en una plaza comercial en manos de judíos en la que se circulaba la moneda musulmana.
Los principales núcleos de población a partir del siglo XI eran antiguas civitates romanovisigodas, con categoría de ciudad episcopal o residencia de condes. Tras el saqueo de Almanzor a finales del sigo X la vida urbana se rehizo en Barcelona y nacieron los arrabales extramuros.
La documentación entre los siglos IX y XI hace ver que las villas romanas, pertenecientes a grandes propietarios, se fragmentan en pequeña unidades de explotación pertenecientes a señores diversos que, poco a poco, transformaron sus villas en fortalezas. En este mismo período la construcción de iglesias parroquiales contribuyó a fijar la población al igual que ocurrió con castillos y monasterios, que atrajeron a los campesinos frente al peligro de invasiones o luchas feudales.















































NOTAS Y MATERIAL ADICIONAL:



































































































PRÁCTICAS


TEXTO 1

Los destinos fueron favorables a Ben Abuámir en su administración de la hacienda, tuvo amplios poderes, se ganó la adhesión del ejército, vino a ser el verdadero imperante y dueño del gobierno, se hizo canciller de Hixem, se le dio el título de… y mantuvo el respeto del pueblo. Todas las regiones de España le obedecían, ni una sola se alzó contra él a causa del gran temor que les inspiraba, y mejoró la administración del estado. Entraba y salía del alcázar, y con solo decir “el emir manda tal cosa y prohíbe tal otra”, nadie contradecía sus palabras, ni se oponía a su acción. Cuando salía a campaña contra los cristianos, confiaba a Hixem al cuidado de quienes le impidiesen conversar o manifestarse en público, y prohibiesen a todo el mundo entrar a presencia de aquel, hasta que él volvía de su expedición. De años en años le hacía montar, le imponía un burnuz, revestía a sus doncellas de burnuces semejantes, a fin de que entre éstas ni fuese distinguido por el público, y ponía en las vías del tránsito centinelas que contuviesen al público a distancia de aquel, hasta que llegaba así a Medina Azahara o a otro de los sitios de recreación. Después le hacía volver al alcázar en la misma forma. No tenía Hixem de la realeza otra cosa que la invocación de su nombre sobre los púlpitos en la oración, y su inscripción en las monedas y banderas.

Tipo de documento:
Este documento es de naturaleza narrativa, relatando en él una serie de actuaciones de Abuámir a modo de crónica. Esta crónica está escrita claramente por los directamente implicados en estos hechos, es decir, los musulmanes.

Ubicación geográfica y temporal:
Dado que este texto no nos proporciona en el mismo ninguna fecha clara es necesario proceder a la identificación de sus protagonistas para así poder vincular los hechos que nos narra a un momento histórico concreto dentro de la Edad Media española. El primero de los personajes mencionados, Ben Abuámir, es el nombre real de una de las personalidades más destacadas dentro del califato de Córdoba, el cual es conocido habitualmente por su apodo, Almanzor. Una vez identificado éste, está claro que Hixam no puede ser más que Hisham II, el último de los califas Omeyas del califato de Córdoba. El texto hace referencia, por tanto, al período de dictadura militar de Almanzor, que tuvo lugar aproximadamente entre los años 976 y 1002.

Perfil histórico:
Almanzor fue un ambicioso personaje que supo ganarse en la corte el favor de la madre de Hisham II para lograr medrar políticamente. Fue ocupando diferentes cargos desde su puesto de director de ceca hasta ser nombrado visir y convertirse en uno de los hombres de confianza que ejerció de regente durante la minoría de edad de Hisham II tras la muerte de su padre. Sin embargo, Almanzor ambicionaba más poder: eliminó a todos sus opositores políticos y logró ser nombrado primer ministro o hayib apoyándose para ello en su gran prestigio militar.

Precisamente este texto refleja la situación de control absoluto que llegó a ostentar Almanzor durante su dictadura mientras que el califa, Hisham II, era únicamente un elemento que legitimaba el poder de Abuámir: su papel político real dentro del sistema no iba más allá de, tal y como dice en el texto, ser mencionado en las oraciones y aparecer en las monedas. El califa vivía recluido por orden de Almanzor, ya que era la mejor manera de que este último mantuviese intacto su dominio sobre al-Andalus, impidiendo así que el califa pudiese hacer uso de su propia voluntad o que facciones rivales se aprovechasen de Hisham II para apartar al ambicioso hayib del poder.


Ideas principales del texto:
-El poder de Almanzor. En las tres primeras líneas del texto se nos muestra que Abuámir logró imponer su autoridad en las distintas esferas del estado y que su control del califato era absoluto: administración de la hacienda, control del ejército, dueño del gobierno, canciller…

-Prestigio militar. De las líneas tres a la seis podemos observar cómo el texto hace referencia al gran prestigio militar de Almanzor. Todas las regiones de España, dice, le obedecían y ni una sola se alzó contra él a causa del temor que inspiraba. No sólo era un buen general sino que sabía castigar a aquellos que desafiasen su autoridad, siendo implacable no sólo con los cristianos, sino también con sus correligionarios siempre que lo considerase necesario.

-Campañas contra los cristianos. Habla también en la sexta línea del texto sobre su actividad militar contra los núcleos cristianos. Ciertamente, Almanzor hizo que éstos sufriesen sus incursiones militares durante años, llegando a saquear núcleos tan importantes como Santiago de Compostela o Barcelona. Sabemos, sin embargo, que también llegó a firmar acuerdos de paz con algunos señores cristianos. Una de sus mujeres, por ejemplo, era una princesa Navarra.

-Enclaustramiento del califa. Desde la sexta hasta la undécima línea del texto se nos presenta cómo se preocupaba Almanzor por mantener al califa apartado de toda actividad pública llegando incluso a recluirle y a trasladarle disfrazado cada vez que era preciso. Almanzor lograba así un control absoluto de al-Andalus, ya que él se presentaba a sí mismo como el portador de la voluntad de un califa al que obligaba a vivir en una jaula dorada aunque, claro está, las órdenes y deseos de Almanzor distarían mucho en realidad de los de Hisham II.
-Usurpación del poder. Las últimas dos líneas del texto añaden que las únicas muestras de realeza de las que disfrutaba Hisham II eran ser mencionado en las oraciones y aparecer en las monedas. Su papel, por tanto, era meramente simbólico ya que todas las esferas del poder habían sido ocupadas por Almanzor.





















TEXTO 2

Recibió, en efecto, el gobierno de España, viniendo en 110 y permaneciendo en ella algunos años, durante los cuales conquistó todo el país hasta llegar a Narbona, y se hizo dueño de Galicia, Álava y Pamplona, sin que quedase en Galicia alquería por conquistar, si se exceptúa la sierra, en la cual se había refugiado con 300 hombres un rey llamado Belay (Pelayo), a quien los musulmanes no cesaron de combatir y acosar, hasta el extremo de que muchos de ellos murieron de hambre; otros acabaron por prestar obediencia, y fueron así disminuyendo hasta quedar reducidos a 30 hombres, que no tenían 10 mujeres, según se cuenta. Allí permanecieron encastillados, alimentándose de miel pues tenían colmenas y las abejas se habían llegado a reunir en las hendiduras de la roca. Era difícil a los muslimes llegar a ellos, y los dejaron diciendo: “Treinta hombres, ¿qué pueden importar?”. Despreciáronlos, por lo tanto, y llegaron al cabo a ser asunto muy grave.

Narración musulmana de la resistencia de Pelayo. Ajbar Machmua (Colección de tradiciones), crónica anónima del siglo XI, dada a luz por primera vez, traducida y anotada por Emilio Lafuente y Alcántara, Madrid, 1867, págs. 38-39.

Tipo de documento:
Tal y como aparece indicado a pie de texto estamos ante una crónica anónima del siglo XI. Aunque no dispusiésemos de esta evidencia, el carácter narrativo de un momento histórico concreto nos haría llegar también a la conclusión de encontrarnos ante un documento tipo crónica. Está escrita por musulmanes, lo cual se aprecia claramente, por ejemplo, en la fecha, que está dada en relación a la Hégira.

Ubicación geográfica y temporal:
Respecto a la fecha, no hay que dejarse engañar por la ventaja que, a priori, pueda parecernos el hecho de que ésta venga dada directamente en el documento. Sitúa los hechos en el año 110 del calendario musulmán, es decir, en el 732 según nuestro cómputo. Sobre la localización geográfica, citan unas montañas el Galicia donde Pelayo resiste el embate musulmán. Aquí podemos encontrarnos, por tanto, ante un error de la crónica al ubicar los hechos en Galicia cuando la tradición nos dice que tuvieron lugar en Covadonga, Asturias, o bien con lo que parece más probable, una reconstrucción posterior de los acontecimientos por parte de los cristianos en sus crónicas que cambiaron el lugar donde ocurrió este episodio y lo situaron en Asturias, el núcleo de resistencia que estaba empezando a forjarse a finales del siglo VIII.

Sin embargo, siendo así tendríamos que puntualizar la fecha que nos da el documento. Muchas veces hay que tomar con cautela las fechas de las fuentes históricas, ya que en ocasiones se refieren a momentos aproximados. Este caso es uno de ellos, ya que hoy en día sabemos de una forma más precisa que los acontecimientos que describe que tuvieron lugar en Covadonga son anteriores, más concretamente del año 722.

Perfil histórico:
El texto nos relata el episodio de resistencia cristiana por parte de don Pelayo y de sus hombres en un momento en el que los musulmanes controlaban ya completamente todo el antiguo reino visigodo. Resulta curioso ver el diferente trato que se hace de este acontecimiento en las crónicas musulmanas y en las cristianas. Para los cristianos supuso el principio de la Reconquista y una gloriosa victoria sobre los invasores sarracenos, mientras que para los musulmanes no fue más que una escaramuza más entre todas a las que se enfrentó el gobernador Taqafi en su proceso de dominar más férreamente los territorios conquistados.

Sin embargo, es cierto que al final de la crónica incluye una frase muy interesante en la que dice que tras lograr reducir drásticamente el número de hombres de don Pelayo dejaron de atacarles, despreciando a los supervivientes. La crónica fue escrita en el siglo XI, por lo tanto en un momento muy posterior a los hechos relatados permitiendo así ver algo que con toda seguridad los protagonistas de este episodio pasaron por alto: dejar con vida a estos rebeldes podría dar lugar a problemas en el futuro. Efectivamente, en el siglo XI los reinos cristianos que surgieron a partir de esta primera resistencia contra los musulmanes ya eran una fuerza a tener en cuenta tanto militar como políticamente dentro de la Península Ibérica.

Ideas principales del texto:
-La conquista de Hispania. En las tres primeras líneas del texto se nos habla de la toma de poder de un nuevo gobernador, Taqafi, que asentó el dominio musulmán de al-Andalus conquistando toda Hispania. Sin embargo, aquí podemos ver una clara exageración propagandística de los musulmanes, ya que éstos nunca conquistaron realmente la franja cantábrica ni la Narbonense.

-Resistencia cristiana. En la tercera línea podemos apreciar también que introduce un elemento que rompe la homogeneidad del dominio musulmán: un grupo de trescientos hombres con don Pelayo al frente que resistió a la llegada de los invasores en la sierra. Este famoso episodio es considerado tradicionalmente como el inicio de la Reconquista cristiana, aunque en el texto dista mucho de ser la victoria militar que Pelayo consiguió guiado por Dios.

-Don Pelayo, rey cristiano. Es también interesante que la crónica mencione que Pelayo era un rey cristiano, lo que mostraría una contaminación de esta crónica musulmana por parte de la tradición cristiana. Resulta mucho más fácil de creer que Pelayo fuese un líder local en vez de suponer la aparición de un reino cristiano en estas fechas tan tempranas o incluso la pervivencia de la monarquía visigótica.

-La guerra en la Edad Media. En las líneas que van de la quinta a la octava la crónica nos relata cómo los musulmanes trataron de doblegar a los cristianos de Pelayo. No fue, desde luego, mediante una batalla campal sino de una manera mucho más sencilla: los cristianos se hicieron fuertes en las montañas y los musulmanes les bloquearon los pasos para matarlos de hambre. El combate entre ambos bandos debió ser más bien puntual y en forma de escaramuzas. Fue la capacidad de los cristianos a resistir este asedio gracias a que podían alimentarse a base de miel y no ningún triunfo militar lo que logró que los musulmanes, viendo difícil acceder hasta ellos para exterminarlos, se marchasen sin más.






















TEXTO 3

Después de que el dicho conde Wifredo hubo ganado la gracia del rey de Francia, congregó muchas gentes de las tierras del mismo rey, con las que expulsó a los sarracenos de dicho condado hasta la ciudad de Lérida. Y de esta manera el dicho conde Wifredo tuvo el condado de Barcelona libre y franco del dominio y potestad del rey de Francia.

Luego, el mismo conde, habiendo eliminado a los sarracenos de su tierra, edificó en honor de Dios el monasterio de Ripoll, en el Año del Señor de DCCCLXXXVIII y le dotó generosamente de riquezas y otros dones.

Este conde procreó de su mujer cuatro hijos: uno de ellos se llamó Radelfo y fue monje de dicho monasterio de Ripoll y luego de Urgel. Otro, Wifredo, que murió envenenado y fue sepultado en dicho monasterio de Ripoll. Otro Mirón, que, después de la muerte de dicho conde, le sucedió en el condado. Y otro, Sunyer, que después de dicha muerte fue conde de Urgel.

Este conde Wifredo fue varón de gran probidad y benignidad y poseyó en situación próspera su tierra. Murió el cuadragésimo año de su vida, el DCCCCXII, y fue enterrado con grandes honores en dicho monasterio de Ripoll.

Crónica de San Juan de la Peña, hacia 1350 (edición latina), ed. Ubieto, Valencia, Anubar, 1961, pp. 104-105.

Tipo de documento:
Este documento es una crónica cristiana del siglo XIV en la que se registran los hechos de Wifredo, el conde catalán que propició el nacimiento de un nuevo reino cristiano en la Península Ibérica. En ella destacan algunos aspectos biográficos del conde y su familia.

Ubicación geográfica y temporal:
El documento mismo nos proporciona varias fechas. Así, dice por ejemplo que el monasterio de Santa María de Ripoll fue fundado por el conde en el 888 y que falleció en el 912. Ubicamos temporalmente los hechos que narra esta crónica, por lo tanto, entre el año 868, fecha en la que Wifredo recibe los condados catalanes de manos de Carlos “el Calvo” y el año 912, fecha de su muerte. En cuanto a la situación geográfica, todos los acontecimientos que describe en la crónica tienen lugar en los condados catalanes.

Perfil histórico:
Esta crónica narra los inicios del condado de Barcelona con Wifredo “el Velloso” desde que éste recibe de Carlos “el Calvo” el gobierno de todos los condados catalanes e hizo que los mismos fuesen hereditarios a partir de este momento. Wifredo comenzó una serie de conquistas contra los musulmanes y de repoblación y colonización del territorio. Es probable que estos colonos fuesen, además de los mozárabes que iban llegando intermitentemente a estos territorios, poblaciones procedentes del otro lado de los Pirineos. Este hecho plasma perfectamente el papel de zona de transición entre el mundo musulmán y el carolingio que desempeñaban estos territorios fronterizos.
Vinculó a sus hijos al poder, ligando así la posesión de los condados catalanes a su familia. Con su muerte estos territorios pasaron a ser gobernados por sus descendientes hasta que siglos más tarde formarían junto a Aragón la corona de Aragón.

Ideas principales del texto:
-Reconquista e independencia de Francia. Wifredo inicia la Reconquista cristiana de los territorios orientales de la Península Ibérica gracias al permiso de Carlos “el Calvo” tal cual nos es narrado en el primer párrafo del texto, expulsando a los musulmanes de estas tierras hasta Lérida y uniendo así al condado de Barcelona todo el resto de condados catalanes. Además, estos territorios pasarían a estar directamente bajo control de Wifredo y no serían dependientes de los reyes carolingios tal y como era costumbre que ocurriese con las marcas o regiones fronterizas de los carolingios.
-Otro punto a destacar es la fundación por parte del conde en el año 888 de Santa María de Ripoll, importante monasterio que será uno de los grandes focos de la cultura cristiana en la región oriental peninsular y pilar de la repoblación y colonización de los nuevos territorios.
-En el tercer párrafo menciona a su descendencia mostrando así claramente la continuidad sucesoria al frente del condado de Barcelona.




































BASES Y ELEMENTOS FUNDAMENTALES DEL APOGEO DEL CALIFATO OMEYA DE CÓRDOBA

El califato de Córdoba está directamente ligado a la importante familia árabe de los Omeyas. Con lazos familiares que se remontan hasta el mismo profeta, ostentaron la máxima autoridad del mundo árabe hasta que una familia rival, la de los Abbasíes, asesinaron a todos sus miembros y proclamaron un nuevo califato asociado a su propia familia.
Sólo el joven Abd al-Rahman logró escapar de esta matanza, asentándose en al-Andalus en el 756 y creando allí un emirato independiente de Bagdad tanto en lo político como en lo religioso, aunque sin atreverse a tomar él mismo el título de califa que por sangre le pertenecía.
Habrá que esperar hasta los tiempos de su sucesor Abd al-Rahman III para encontrarnos con un cambio sustancial de esta situación: este Omeya decidió finalmente autonombrarse califa, reivindicando así su potestad tanto ante el califa de Bagdad como ante los califas fatimíes.
Si esta es la situación política y religiosa en la que al-Andalus llegó al califato, en cuanto a la económica, social y cultural podemos afirmar que en el momento de proclamación de Abd al-Rahman III como califa su reino ya era uno de los más importantes de todo el Mediterráneo y un claro referente cultural. Sus ciudades habían ido creciendo y desarrollando una serie de necesidades que debían ser satisfechas, provocando una relación colonial con respecto a las zonas rurales y dando lugar a un esplendor insólito en la Europa del momento. El control comercial del Mediterráneo facilitó el acceso al oro del Sudán, llegando a acuñarse metal puro y floreciendo la civilización andalusí.
El estado se convirtió en el principal consumidor debido a su potente aparato funcionarial. También abundó la realización de grandes obras y concluyeron otras iniciadas anteriormente. Podemos citar, por ejemplo, a la impresionante mezquita de Córdoba. Iniciada por Abd al-Rahman I, será su sucesor, el primer califa, quien la finalice. En estas fechas se construirá también la ciudad palatina de Medina Azahara, que albergaba a más de seis mil habitantes y era al mismo tiempo residencia califal, sede administrativa y centro cultural y productivo. El salón que Abd al-Rahman III hizo construir aquí es un reflejo del poder y del esplendor de la cultura y la arquitectura del momento al mismo tiempo que se trata de un laboratorio en el que se experimentan todas las nuevas tendencias del momento. No hay que olvidar que el arte andalusí está cargado en realidad de influencias sirias, persas y bizantinas, uniéndose los elementos árabes a los visigodos y dando lugar a una realidad única y cargada de matices. Todo esto no hace más que plasmar el papel de al-Andalus como catalizador de las relaciones comerciales en todo el Mediterráneo, ya que era el nexo de unión entre la Europa cristiana y el mundo oriental y la conexión entre este último y África.
En cuanto a la artesanía de la época, destaca la cerámica por su gran variedad. Además de las producciones menores y dirigidas a un público mayoritario hay otras de lujo con reflejos metálicos y vidriadas en verde manganeso, turquesa y morados. Estas piezas se decoraban con motivos figurativos hasta que se suspendió este tipo de producción. Medina Azahara se convirtió en el primer centro productor y difusor de estas mercaderías. Ya hemos hablado de la acuñación de oro puro para hacer dinares. Este uso liberaba al bronce de estas funciones, pudiendo ser empleado en la artesanía en grandes cantidades y con gran pericia por parte de los maestros andalusíes. Sabemos también de la realización de grandes joyas y de la talla de marfil para la producción de artículos de lujo.
Por otra parte, la cultura, ya sea filosófica, literaria o incluso el campo científico, tuvo en el califato un amplio desarrollo. Mientras que la Europa cristiana vivía sumida en un mundo oscuro y rural, en el califato brillaban con luz propia personajes como Averroes o Maimónides.








PREGUNTAS DE EXAMEN


1. Dos preguntas de 2,5 puntos cada una a elegir entre:
-Política de Abd al-Rahman II.
-Sociedad: el paso de la comunidad gentilicia a la comunidad de aldea.
-Población germana y visigoda en Hispania.

2. Cuatro preguntas de un punto cada una:
-Priscilianismo.
-Los judíos en Hispania.
-La revolución de la noria.
-Civitates y castra.






[1] Sobre todo a causa de la rapiña de los agentes fiscales romanos.
[2] El paso de tribu a monarquía.
[3] Cargo administrativo y militar.
[4] Pese a su situación periférica esta provincia estaba altamente romanizada debido a la llamada Ruta de la Plata, que transportaba este valioso metal desde el Noroeste peninsular hasta el valle del Ebro.
[5] Del latín gens, familia.
[6] Gran latifundista romano que vivía en Britania. Al retirarse las tropas romanas de la isla para fortalecer y defender la línea del Rhin, él sería de los pocos que decidió quedarse en sus tierras. Este movimiento de tropas hacia el Rhin resultó inútil, fracasando la defensa romana. Constantino III organizó un ejército y se dirigió a la Galia, nombrándose emperador.
[7] Seguramente por instigación del emperador romano, apoyado en la aristocracia visigótica.
[8] Cargo militar.
[9] Posiblemente visigodos.
[10] Administración, Justicia, Hacienda, etc.
[11] La franja de la Narbonense llamada Septimania siguió en poder de los visigodos tras la victoria franca.
[12] Se dividía la propiedad en tres partes. Primero elegía una de ellas el terrateniente y el pueblo bárbaro en segundo lugar. La última fracción pasaba directamente a manos del terrateniente.
[13] El Imperio Romano representaba para los pueblos bárbaros una fuente de legitimación del poder de los nuevos reinos, como ocurría, por ejemplo, con los tratados de federación.
[14] Lo cual plasma la pervivencia de ciertas costumbres romanas.
[15] Implica que mucha gente de las ciudades huye a los campos y empieza a trabajar en los grandes latifundios, pensando que estarán más seguros bajo la protección de la aristocracia latifundista romana, que en muchas ocasiones disponía de milicia propia. Nos encontramos así ante el germen del feudalismo.
[16] Los francos lograron apoderarse de gran parte de la Septimania, llegando incluso a sitiar Zaragoza. Sin embargo, la contraofensiva de los visigodos les llevó incluso a recuperar el control de algunos lugares transpirenaicos.
[17] Utilización del trono y de vestiduras específicas, acuñación de monedas, adopción de nomenclatura imperial, desarrollo de urbanismo regio en Toledo…
[18] Su esposa era princesa de este reino.
[19] No basados en la tierra.
[20] Los invasores bárbaros saqueaban principalmente las ciudades, lo cual produjo que los encargados de la administración imperial en las mismas huyesen de ellas en un gran número de casos. Este vacío de poder fue ocupado por los obispos, que en general permanecieron en sus sedes y ganaron mucho poder y un gran prestigio a ojos de sus vecinos.
[21] San Isidoro de Sevilla (556-636) fue uno de los grandes personajes de la época. Dominaba el latín, el griego y el hebreo. Intentó dotar de identidad cultural al reino visigodo. Sus obras más destacadas son Etimologías, De Natura Rerum, e Historia Regibus Gothorum. En este último aparece por primera vez la idea de Hispania como una entidad, hecho que fue malinterpretado y usado como justificación para la Reconquista.
[22] Que incluye el besar el anillo del obispo, cambiar a la hora de hablar la primera persona del singular por la primera del plural…
[23] Algunos autores vinculan los collegia a las cofradías y oficios medievales, estableciendo una línea de continuidad entre ambos.
[24] Era una popular salsa de pescado muy apreciada en el mundo romano y que se producía en Hispania. Su elaboración consistía en dejar fermentar peces de tamaño pequeño sin destripar en unas piscinas. El líquido resultante de aplastar estos peces podridos era el garum. Siguió comercializándose incluso tras la caída del Imperio.
[25] Los ostrogodos tuvieron una fuerte influencia en Hispania durante una fase del siglo VI. En la derrota de Vouillé se produjo la muerte del rey visigodo, dándose una situación de vacío de poder. Fue sucedido por un hijo ilegítimo, Gesaleico, ya que Amalarico, su hijo natural, era menor de edad. Se produjo una revuelta propiciada por Teodorico, rey de los ostrogodos, para colocar en el trono visigodo a Amalarico. Tras conseguirlo, los ostrogodos obtuvieron un control claro del reino visigodo hasta la muerte de su rey.
[26] Recordemos que en estas fechas los bretones se estaban enfrentando a los invasores yutos, sajones y anglos.
[27]Palabra de origen árabe para designar a las fábricas de monedas.
[28] Desaparecieron cerca de veinte cecas, lo que refleja la progresiva pérdida de poder por parte de los monarcas y la creciente situación de fragmentación.
[29] Las fuentes se contradicen unas a otras a la hora de señalar el punto donde tuvo lugar la confrontación entre musulmanes y visigodos. En la actualidad se piensa como lugar más probable el río Barbate.
[30] Ya desde estos momentos tan tempranos se irán perfilando dos elementos que marcarán la Historia de al-Andalus y que hunden sus raíces en los primeros tiempos de la revolución mahometana. Por una parte tenemos la rivalidad entre los qaysíes o árabes del Norte y los kelbíes o árabes del Sur, que se trasladó al territorio peninsular con la llegada de representantes de ambos clanes. Por otro lado nos encontramos con los conflictos entre los árabes y el resto de pueblos que se convirtieron a la religión de Mahoma, como por ejemplo los bereberes. Estos últimos no tardaron mucho en comprender que la igualdad que propugnaba el Islam no se hacía efectiva a las tribus del Norte de África, que sufrían una dura discriminación por parte de los árabes.
[31] La quinta parte de sus ingresos.
[32] Fue en estas fechas, en el año 722, cuando se produjo la victoria de don Pelayo en Covadonga. A pesar de su valor simbólico para los rebeldes cristianos del Norte, los musulmanes no vieron en este episodio más que una escaramuza de las muchas que sufrían sus expediciones que trataban de cobrar los impuestos en las regiones norteñas.
[33] Como contrapartida hay que puntualizar que para llevar a cabo este nuevo reparto de tierras los emires Omeyas confiscaron tierras pertenecientes a otros grupos, sobre todo cristianos.
[34] Este ejército estaba integrado fundamentalmente por esclavos y por bereberes.
[35] Dependía de la voluntad del emir, que elegía a uno de sus hijos para que le sucediese.
[36] Amir al-mu’minin o príncipe de los creyentes.
[37] Aunque lo cierto es que en extensas áreas del estado, como en los territorios de Badajoz, Beja, Toledo, Valencia y Zaragoza, todavía no se le reconoce como tal.
[38] Este control facilita el cobro de impuestos.
[39] Una vez que eliminó a sus enemigos políticos y asumió el poder, Almanzor comenzó a asociar a sus hijos a importantes cargos del estado.
[40] Las fuentes parecen indicar que también se refugió en el monasterio de Samos.
[41] Fundada por su padre Fruela I.
[42] La zona con mejores condiciones de explotación agrícola de la región.
[43] De gran valor simbólico ya que la Cruz de los Ángeles era el emblema del reino astur.
[44] En al-Andalus han renacido las subversiones de los muladíes y tras la muerte de Muhammad en el 886 éstas adquieren un carácter dramático, estallando la guerra civil en prácticamente todas las regiones del territorio musulmán. Alfonso III, por su parte, tiene que hacer frente a un levantamiento de sus hermanos en Astorga motivado por la política de paz con el emirato. Varios magnates se rebelan también en diversos puntos del reino, pero son reprimidos rápidamente.
[45] En comparación con la situación anterior el Islam era una liberación a todos los niveles, especialmente en el plano fiscal. Incluso aunque hoy en día pueda parecernos extraño, las mujeres ganaron libertades con la llegada de esta nueva religión: se reguló el matrimonio, se prohibió el infanticidio femenino, se reconoció el derecho de la mujer a heredar…
[46] Mientras que en el reino visigodo los judíos fueron muy perseguidos, con la llegada de los musulmanes serán respetados y aceptados.
[47] Estaba mejor situada estratégicamente que La Meca o Medina.
[48] En al-Andalus la importancia del agua es tal que algún autor la ha descrito como una genuina sociedad hidráulica gobernada despóticamente por funcionarios y gravada con métodos de adquisición agro-administrativos.
[49] Para el autoconsumo, no para el comercio.
[50] Diferenciación realizada por Glick.
[51] Las calzadas romanas no circulaban a través de los valles, que era donde estaban ubicadas las poblaciones más interesantes a nivel comercial.
[52] Una especie de venta o parador para viajeros.
[53] Estos esclavos eran, en su mayoría, de origen eslavo. Abd al-Rahman III contaba con entre trece y catorce mil esclavos en su ejército y con un harén de unas seis mil trescientas mujeres. Él mismo, pelirrojo, es posible que debiese el color de sus cabellos a una ascendencia eslava en el linaje materno.
[54] A pesar de gobernar en Bagdad la dinastía que destronó a los Omeyas cordobeses.
[55] Las investigaciones históricas más recientes así lo confirman, en contra de las tesis del historiador belga Henri Pirenne.
[56] Las monedas de los dos grandes imperios con los que se encontraron los árabes al expandirse.
[57] Los productos primarios del campo tenían un valor menor que los artesanales producidos en la ciudad.
[58] También fueron llamados muhtasib, nombre que fue cristianizado como almotacén y que se aplicaría al mismo cargo en territorio cristiano.
[59] El porcentaje de los productos vendidos.
[60] Procedentes de la región Sureste de la península Arábiga, es decir, de la llamada “Arabia feliz”.
[61] Árabes del Norte.
[62] Será muy común que los conversos adopten el nombre del profeta.
[63] Es el caso de Teodomiro, garlingo visigodo que tras la muerte de don Rodrigo pactó con los musulmanes. Gracias al llamado Pacto de Tudmir consiguió mantener el control de su provincia o kora, la cual ocupaba parte de las actuales provincias de Murcia y Alicante, mediante el pago de un tributo. Logró conservar asimismo la religión y costumbres previas a la llegada de los musulmanes.
[64] Eran muy apreciadas, especialmente si sabían cantar y bailar.
[65] Ningún musulmán podía ser esclavo de otro.
[66] Se irá radicalizando la postura religiosa al mismo tiempo que trata de instaurar el califato, que supone la unión de la autoridad política y religiosa.
[67] Sólo Dios es dios y Mahoma es su profeta.
[68] El día sagrado de los musulmanes es el viernes, mientras que el de los judíos es el sábado y el de los cristianos el domingo.
[69] La Meca, dirección hacia la que debían orientarse las mezquitas, está al Sur de Siria.
[70] Año 622 de la era cristiana.
[71] Las manzanas se relacionan con la elaboración de sidra.
[72] Mientras tanto, en el resto de Europa se dan las relaciones de vasallaje. Esta diferencia hay que buscarla en el carácter fronterizo de los territorios españoles, ya que para atraer a campesinos a éstos había que ofrecerles posibilidades más interesantes.
[73] Línea consanguínea.
[74] Este fenómeno fue estudiado por Sánchez Albornoz, quien decía que “Castilla era un islote de hombres libres y pequeños propietarios alodiales en medio del océano feudal de Europa”.
[75] Aunque en verdad se refiere a una tierra del Próximo Oriente.
[76] Había más cargos, como el cadí o juez y el imán, que se encargaba de la educación y de las actividades religiosas…
[77] Otra forma de comunicar las calles era derribando una parte de una de las casas para formar un pasadizo intermedio llamado azuqueque.
[78] Tierras más allá del Duero.
[79] Procedentes de tierras francas o libres.

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