dimecres, 9 de març del 2011

Capítulo 13. Romanidad e indigenismo en la Hispania del Alto Imperio


I. El concepto de romanización
1. La cuestión de la asimilación y resistencia
2. Una perspectiva historiográfica

La presencia de elementos indígenas es algo que traspasa la época de Augusto y dura hasta pleno siglo II. Es una época que se prolonga durante 5 siglos (hasta el 230-240 d.C.).

Al utilizar la palabra “romanización” estamos aceptando que las culturas indígenas reciben un barniza de cultura romana hasta el punto de asimilarla. Alrededor de ese concepto de romanización se empezaron a introducir términos alternativos: los de asimilación (también es un problema, porque damos por hecho que los indígenas aceptan todos aquellos elementos que vienen del conquistador) o colonización. Por paralelismo con ese modelo cuando se habla de colonización nos referimos a que los indígenas experimentan una integración plena, y s queremos decir que es una colonización cultural en ninguno de los textos se especifica que haya un proceso de imposición cultural.

Sabemos que nunca existió una política de colonización. Roma en ningún momento impuso su cultura. La política de explotación de los recursos naturales chocaba con la creación de una infraestructura política. A lo sumo trató de crear canales mediante los cuales los indígenas fueran asimilando la cultura, a través de los cuales puedieran ir participando en las magistraturas. No impone, sino que abre las puertas para que la integración sea una necesidad. Esto tiene que ver mucho con la idea de si Roma programa o improvisa, algo que hoy se decanta hacia la improvisación permanente. La idea que tenemos hoy es que Roma no programó una política de colonización, sino que abrió las puertas para organizar las ciudades y por ahí entraron los elementos de la cultura romana con su rápida extensión.

Sin embargo, ese carácter de no dirigir la política romana dejó prácticamente inmune la estructura social y étnica indígena, que no se vio afectada por esos cambios. Se podía ser ciudadano romano e incluso pertenecer a las élites y a la vez identificarse como indígena. Aquellos elementos de la cultura indígena no compatibles con la cultura romana no se vieron afectados directamente por esa integración favorecida por la extensión de la ciudadanía.

A partir del 212, con la extensión de la ciudadanía de Caracalla, todavía seguía habiendo etnias indígenas.

II. Lenguas indígenas y lengua latina
1. Las evidencias epigráficas

El sistema que tenemos para medir los fenómenos el único criterio que tenemos es el de las inscripciones romanas. Esto ya se vio a mediados del siglo XIX y tras las celebraciones en la Academia de Prusia y Bradenburgo había que clasificar esas inscripciones, el proyecto de investigación más antiguo de Europa y que sigue vigente.

En lo que se refiere a la PI las inscripciones recuperadas hasta el momento son unas 10.000 (casi 11.000) y la mayor parte de ellas son funerarias, las cuales tienen un interés relativo al tratarse de lápidas de difuntos (epitafios), pero son de una importancia extraordinaria ya que obtenemos el registro onomástico mediante el cual podemos determinar cuándo ha perdurado la cultura indígena y cuándo no, así como a la capa social a la que pertenece el individuo e incluso a veces el origen geográfico. Nosotros podemos averiguar también cuánto tiempo resiste la población a la cultura romana. Asimismo, podemos conocer qué tipos de desplazamientos se han producido, así como la naturaleza de grupos familiares bien conocidos.

El número de inscripciones funerarias además sirve para acerca de muchos mitos que se han introducido a partir de criterios de política cultural contemporánea. Una zona por encima de 100 inscripciones por km2 se encuentra normalmente integrado en la cultura romana. Sin embargo, cuando hacemos los análisis individuales las distribución es muy desigual y algunas zonas en las que según las fuentes nos hacen pensar que había escasa entrada de la cultura romana las fuentes epigráficas nos muestran todo lo contrario. Ejemplo, en Braga 9,24 inscripciones/km2, triplicando la media peninsular y, sin embargo, se documenta el mejor sostenimiento de las estructuras indígenas, por lo que es la mejor prueba de la compatibilidad de la convivencia entre ambas culturas.  y en Álava 7,48 inscripciones/km2, con lo cual sí que estaba perfectamente romanizado a pesar de que las fuentes nos dicen que esa zona del País Vasco no lo estaba.

2. La extensión del latín

El mantenimiento de las lenguas es el mejor termómetro del estudio de la cultura. Aplicando siempre un principio y es que una lengua sobrevive mientras sirve para identificar objetos y actos de la vida cotidiana y haya un universo indígena para los que sean útiles. Tenemos algunas inscripciones latinas de la Hispania Romana que son ilegibles, ya que es el uso del alfabeto latino para escribir inscripciones en lengua indígena.

            Eso supone que lenguas como el celtibérico se puedan leer sin problema o con algunas escrituras del norte de la península ibérica. Sabemos que todas las culturas indígenas de la PI tuvieron sus propios sistemas de escritura. Según Estrabón hay varias lenguas y sistemas de escritura, pero en algunos territorios habían desaparecido ya en tiempos de las Guerras Sertorianas y ni por parte del indígena hubo un intento de sobrevivir las lenguas indígenas ni por parte de Roma hubo un interés en enseñar el latín. Pompeyo en Huesca intentó extender el latín entre los indígenas que le apoyaban en sus tropas auxiliares, para los hijos de las élites locales. Si el latín se extendió fue por tradición oral y si las lenguas indígenas se mantuvieron fue porque algunos indígenas lo quisieron. Lo que sí sabemos es que esas lenguas indígenas en época de Estrabón sí que existían y que eran compatibles con el latín.

Tenemos un buen número de inscripciones bilingües, como una que procede de Sagunto de época de Augusto aproximadamente, por lo que hay dos tipos de usuarios lectores. Ese fenómeno del bilingüismo gráfico se extiende por otras muchas ciudades, incluso para fechas posteriores. No tenemos evidencias de lenguas indígenas tras el siglo I d.C., con lo cual esto supone que dejaron de usarse, aunque esto no supuso la extinción de las culturales locales porque la coexistencia de ambas culturas era totalmente posible porque la vida cotidiana se regía por parámetros administrativos de ámbito romano y en la vida privada seguían vigentes las prácticas de origen indígena.




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